Sócrates y los Socráticos

Socrates y los Socráticos. Elcentro del quehacer de la filosofía griega se desplazó de la periferia coloniala la metrópoli durante la segunda mitad del siglo V a.C.,

Hasta las guerras del Peloponeso, Atenas experimento un periodo de paz y prosperidad que sirvió de marco para el desarrollo de nuevas corrientes de pensamientos.

El interés por la explicación cosmológica de los fenómenos naturales decreció y fue sustituido por enfoque humanista: el hombre, entonces, paso a ser el centro de la especulación filosófica este cambio de perspectiva tuvo su origen en la aparición de los sofistas quienes introdujeron la cuestión filosófica en la vida pública y la dotaron de un sentido práctico. Sin embargo, fue Sócrates la figura más eminente en este periodo decisivo para la consolidación definitiva de la filosofía como saber racional.

Sócrates.

Hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fenérestres, Sócrates nació en Atenas, donde paso la totalidad de su vida en el 470 a.C. setenta años más tarde fue condenado a beber cicuta castigo que le impuso un tribunal tras usarlo de conducta impía, sacrilegio, introducción de nuevas divinidades y corrupción de la juventud con enseñanzas inmorales. La serenidad con que acepto su injusto destino, rechazando los planes de fuga urdidos por sus seguidores, es representativo de la profundidad convicciones éticas que rigieron su vida hasta el último momento.

Todos los filósofos posteriores coinciden en proclamar el carácter excepcional y la originalidad de Sócrates.

Vestido con burdos ropajes recorría descalzo las calles de Atenas y se abstenía de placeres materiales como el  vino, los manjares delicados o la riquezas su complexión física, extraordinariamente robusta, y rostro tostado y vulgar contribuían a crearle una imagen totalmente opuesta a la de sofisticados sabios  sofistas que por aquel entonces seducían a los atenienses, en suma, Sócrates represento un nuevo tipo, que sería en el futuro el modelo habitual de sabiduría personal e incorruptible, ajeno a la presión de las circunstancias.

No existe ningún testimonio legado por Sócrates, puesto que jamás escribió. La recopilación de sus ideas se ha llevado a cabo en función de lo que sobre él transmitieron sus contemporáneos y discípulos. La referencia más antigua es del comediógrafo Aristófanes, quien en su obra Las nubes hizo del filósofo objeto de una cruel sátira, mostrándolo como el peor de todos los sofistas, el segundo testimonio, en orden cronológico y, sin lugar a dudas, el de mayor importancia el discípulo Platón, que convirtió a Sócrates en protagonista de la mayoría de sus escritos dialogados. La tercera fuente es la obra de Jenofonte titulada dichos memorables de Sócrates, de naturaleza eminentemente laudatoria, por lo que ha sido utilizada con reservas por los historiadores.

La filosofía ética de Sócrates.

Sócrates adopto el enfoque iniciado por los sofistas, es decir, el interés exclusivo por el asunto humano frente a las especulaciones cosmológicas tradicionales. Con toda seguridad, Sócrates dedicó parte de su tiempo a dilucidar cuestiones físicas; sin embargo, fueron la ética y el lugar del hombre en el mundo los exclusivos objetos de sus enseñanzas hasta el punto de estar considerando como el inventor de la ciencia moral.

En palabras de cicerón, Sócrates “hizo bajar la filosofía desde el cielo, las estableció en las ciudades, la introdujo en los hogares y la convirtió en instrumento necesario para las investigaciones sobre la vida, la moral, el bien y el mal.

La novedad del pensamiento socrático con respecto a las fórmulas de los sofistas fue la afirmación del alma como centro definido de la personalidad intelectual y moral del ser humano. La ética sofista careció de todo fundamento moral; del ser humano. La ética sofista carecía de todo fundamento moral, sus autores se perdían en el utilitarismo y el escepticismo, incapaces de imponer un principio rector de la conducta humana. Por el contrario, el objetivo de Sócrates fue guiar a los hombres hacia el conocimiento interior “conócete a ti mismo”, reza uno de los célebres dichos, como medio de obtener la verdad moral, única e inconfundible, y latente en todos ellos. De ahí que mostrarse un profundo desprecio por la actividad interesada de los sofistas, cuyas enseñanzas en nada contribuían, según Sócrates, al beneficio y mejora del alma humana.

En esa alma, afirma el pensamiento socrático, reside la virtud (areté) que permite al hombre obrar correctamente y alcanzar la felicidad. Sin embargo, los hombres, por lo general, la desconocen. En consecuencia, la virtud consiste, en conocer el bien, es lo opuesto a la ignorancia. Las malas obras no son cometidas a conciencia, sino por desconocimiento de la rectitud. Y Sócrates se autoproclama capaz de ayudar a los hombres en esa búsqueda de la verdad moral.

El relativismo de los sofistas “el bien y el mal no constituyen principios absolutos”, es una idea dañina y falsa; en realidad asegura el filósofo, si es posible distinguir entre lo bueno y lo malo.

Gracias a un privilegio que le ha sido concedido por los dioses en forma de demonio interior (daimon), Sócrates asegura poseer el don de aceptar el bien y repudiar el mal para poder aconsejar moralmente a las personas. La virtud es, por tanto, susceptible de ser enseñada e inculcada por la vía intelectual en los hombres.

La visión Socrática identifica virtud y ciencia. Es la ciencia el conocimiento lo que induce a obrar bien, y la ignorancia la causa del delito moral.

Por eta razón, el pensamiento del filósofo ateniense ha sido acusado de un grave intelectualismo: según su modelo, la voluntad no desempeñaría papel alguno en el comportamiento humano y todas las malas acciones estarían justificadas por la ignorancia. Además, establece una correspondencia ineludible entre el descubrimiento del bien y su apuesta en práctica, como apuntaron pensadores posteriores, es posible conocer el bien y no aplicarlo.

Sin embargo, conviene precisar alguno de los conceptos socráticos. Su idea de la virtud está recogida de modo más nítido en el término griego (enkratenia) que significa demonio del alma sobre el cuerpo, autoridad de la razón sobre los instintos. Es este autodominio lo que otorga al hombre su libertad interior para desarrollar un comportamiento virtuoso. Por tanto, la ciencia como fuente de virtud moral no debe ser entendida como acumulación de conocimientos, sino en su aceptación de capacidad racional para imponerse sobre los impulsos corporales. De este modo, el hombre que asimila la virtud se convierte en autosuficiente para alcanzar la felicidad que, según la concepción de Sócrates, consiste en no sentir ninguna necesidad de bienes materiales.

El método socrático.

Para conducir a los hombres hacia el descubrimiento de la virtud moral que se oculta en el interior de sus almas, Sócrates no seguía el procedimiento clásico de enseñanza.  Su sistema de conocimiento se basaba en un método original, la dialéctica. Mediante el cual lograba persuasión del interlocutor de forma indirectas través de sus ingeniosas preguntas. En este método Sócrates distinguía tres momentos o fases definidas.

En primer lugar, se parte del fingimiento de la propia ignorancia como medio de hacer evidente desconocimiento del contrario. Es la célebre ironía socrática, mezcla de desprecio por la arrogancia de los sofistas y de humildad” solo sé que no se nada” ante la responsabilidad de alcanzar un saber divino. En un segundo momento se obliga al interlocutor a acercarse gradualmente a la virtud mediante el encadenamiento de preguntas cuyas respuestas vayan aproximándose a la conclusión deseada, que finalmente sale a la luz en el tercer momento, denominado arte mayéutica, esto es el arte de extraer la sabiduría encerrada en el interior de las personas. Según afirmaba Sócrates, no era su función engendrar conocimientos algunos, sino ayudar con sus interrogaciones al nacimiento de la verdad latente en las almas. Como solía decir el filósofo, su oficio era análogo al de su madre: comadrón de las ideas.

El esquema de la dialéctica socrática parece definido en los diálogos que Platón escribió utilizando a su maestro como portavoz de sus reflexiones. En ellos se muestra a Sócrates como más interesado en poner a prueba los razonamientos de sus rivales y en pronunciar su falsedad que en hacer triunfar sus propias tesis.

Todo el método socrático parece consistir en el intento por hacer que los hombres se conozcan a sí mismo; su ironía consiste en mostrarles que la tarea es difícil y que están equivocados al creer que ya poseen ese autoconocimiento. En última instancia su doctrina enseña que dicha tarea es necesaria, porque nadie es malo voluntariamente y toda mala acción deriva de la ignorancia acerca de uno mismo. Según Sócrates, es el único conocimiento afirmable es el de saber que no se sabe nada.

                               Agradezco vuestra palabra y os

                                Estimo, ateniense, pero obedeceré al

                                Dios antes que a vosotros y, mientras

                                Tenga aliento y pueda, no cesaré de

                                Filosofar, de exhortaros y de hacer

                                Demostraciones a todo aquel de

                                De vosotros con quien tope por medio de

                                Mi modo de hablar, y, así, seguiré

                                Diciendo: “Hombre de Atenas, la

                                Ciudad de más importancia y

                                Renombrar en lo que atañe a sabiduría

                                Y poder, ¿no te avergüenzas de

                                Afanarte por aumentar tus riquezas

                                Todo lo posible, así como tu fama y

                                Honores, y, en cambio, dejas de

                                Cuidarte e inquietarte por la sabiduría

                                Y la verdad, y porque tu alma sea lo

                                ¿Mejor posible?”

 Sócrates en alegoría Sócrates, de Platón (fragmento)

Los socráticos menores.

El principal discípulo de Sócrates fue Platón. Pero no fue el único. Existieron también muchos otros seguidores del método y de las ideas socráticas, que constituyen el grupo de pensadores denominados socráticos menores. Algunos fundaron diversas escuelas de pensamiento: la escuela cínica, la cirenaica, la megárica y la de Elida. Entre estos pensadores hay que situar a Entéstenos, Diógenes de Sinope, Aristipo, Euclides y Felón. Otros como Jenofonte y Esquipo, se limitaron a recoger las líneas generales del pensamiento de Sócrates en escritos de naturaleza laudatoria, por lo que no constituyen una doctrina filosófica propiamente dicha.

Las escuelas derivadas del pensamiento socrático

Escuela Representantes Conceptos
Cínica Antistenes Crates de Tebas Metrocles Menipo Menedemo Renuncia a los bienes materiales   Desprecio por los deberes patrióticos  
Cirenaica Aristipo Identificación de la felicidad con el placer posible
Megárica Euclides Fusión de la moral virtuosa (Sócrates) con el ser único e Inmutable (Parménides)
De Elida Fedón El auténtico bien radica en la fuerza y en el carácter

La Escuela cínica.

Fundada por Antistenes a finales del siglo V a.C., tomó su nombre del templo del Perro Blanco o Cinosayes, donde se celebraban sus reuniones.

La filosofía cínica consistía en una renuncia a los bienes materiales –ascetismo- y un desprecio de tono sarcástico por los deberes patrióticos. Los cínicos se proclamaban ciudadanos del mundo, censuraban la esclavitud, predicaban la fraternidad entre los hombres y se dedicaban exclusivamente a cultivar la conducta virtuosa. Llevando a sus últimas consecuencias el principio socrático de que “el hombre debe cuidad la virtud” transformándolo en “el hombre sólo debe cuidar la virtud”; en consecuencia, soslayaron todo lo demás: Grecia urbanidad, costumbres, aseo personal y vestimenta. Hizo famoso a los cínicos su proverbial indiferencia hacia a la riqueza, el honor, las amistades, la enfermedad, la salud o la muerte.

Crates de Tebas, uno de los representantes más destacados de la escuela venció todos sus bienes y los repartió entre los necesitados; igualmente caritativos se mostraron Metrocles, Menipo y Menedemo. Por estas razones, el cinismo ha sido considerado históricamente más como una forma de vida que como un estricto sistema filosófico. Sus aplicaciones prácticas, y no su especulación teórica, constituyen la aportación capital de esta corriente, disuelta de modo definitivo en el año 250 a.C.

La escuela cirenaica.

La escuela cirenaica fue fundada por Aristipo, un discípulo infiel de Sócrates, en la ciudad de Cirinea, colonia griega situada en la costa de África. La doctrina gozó de una cierta celebridad a causa de sus principios morales. En síntesis, estos identificaban la felicidad con el placer sensible. El bien supremo consistía, para los seguidores de la escuela cirenaica, en el ejercicio momentáneo de los placeres sensuales y en el deleite gozoso que produce la contemplación de cosas bellas. Sólo mediante la represión de todo deseo era posible anular las frustraciones y alcanzar así la dicha derivada del disfrute del momento presente.

La escuela megárica y la escuela de Elida.

La escuela megárica fue creada por el filósofo Euclides, fiel discípulo de Sócrates, quien, tras la muerte de este acogió como refugiados a la mayoría de seguidores socráticos en la ciudad de Megara, en la Grecia central. La doctrina de Euclides se anticipó, en cierto modo, el sistema platónico de las ideas al intentar la fusión de la moral virtuosa de su maestro Sócrates con el ser único e inmueble de Parménides.

La escuela de Elida, emplazada en la comarca griega del mismo nombre, fue fundada por Fedón. En opinión de este discípulo de Sócrates, que combatió la vanidad especulativa de la doctrina megárica, lo verdaderamente relevante era la continuación de la búsqueda de la virtud moral. Según el pensamiento de Fedón, el auténtico bien radica en la fuerza y el carácter.

Los sofistas.

Después de las guerras médicas, finalizadas en el 449 a.C., Grecia superó el peligro de invasión bárbara. Conoció entonces –en especial Atenas, convertida en centro de la vida comercial, política y cultural- un periodo de florecimiento y efervescencia intelectual sin precedentes. En este contexto apareció la sofistica, el movimiento doctrinal que caracterizaría la filosofía helénica durante la segunda mitad del siglo V.

En sus orígenes, el término sofista –“maestro de la sabiduría”- no tuvo el sentido peyorativo con que se utiliza en la actualidad. Inicialmente, sofista era sinónimo de sabio y se aplicaba al representante de una ciencia o arte. La aceptación negativa de la palabra se debe a los escritos de Platón y Aristóteles, quienes denunciaron la vanidad y esterilidad del conocimiento transmitido por los últimos sofistas. Tan sólo a partir reconocimiento que Hegel les dispensó en su estudio sobre la historia del pensamiento, el esencial papel desempeñado por los sofistas en el desarrollo de la filosofía occidental empezó a ser valorada en su justa medida.

El humanismo sofista.

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