Pitágoras y la escuela Pitagórica.

Pitágoras y la escuela Pitagórica.

Pitágoras y la escuela Pitagórica. Tras la destrucción de Mileto en el año 494 a. C., muchos pensadores jónicos se trasladaron a floreciente Magna Grecia. Este fue el caso de Pitágoras (h. 580-h 500ª. C.) nacido en la jónica de Samos y establecido en Crotona.

La escuela pitagórica no constituyo únicamente un movimiento intelectual; también fue un movimiento sectario de carácter religioso y político que intento hacerse con el poder de las colonias griegas del sur de Italia. La legendaria figura de Pitágoras, de cuya vida existen pocos testimonios, contribuyó a acentuar el carácter misterioso y cercano al culto que hizo famoso a su grupo de seguidores.

En lo estrictamente filosófico, los pitagóricos se preocuparon, como el resto de los presocráticos, por la búsqueda del principio creador, pero a diferencia de sus antecesores (los físicos de Mileto) no fundaron su cosmología sobre ningún fenómeno natural.  Para la escuela pitagórica, el verdadero origen de todas las cosas lo constituían los números. Según su doctrina la esencia y la sustancia de todo lo real puede ser reducida a relaciones materiales. A su vez los números también pueden ser descompuestos. Los elementos universales de los números son lo par y lo impar, identificados respectivamente con lo finito y lo infinito; sí, como se ha dicho, los números son el principio fundamental, todo lo existente debía constar, según los pitagóricos, de esta pareja de contrarios.

A pesar de consisten en la citada oposición de contrarios, las cosas no manifiestan externamente tal conflicto: cada una de ellas, así como el universo que integran se muestra como un composición equilibrada y armónica. En la cosmovisión pitagórica el mundo es un orden armonioso que puede ser reducido a relaciones numéricas y, por tanto, a leyes racionales.

La escuela pitagórica extendió sus conocimientos matemáticos a todos los aspectos y ordenes de la realidad observable.

Ello dio lugar a un sistema simbólico absolutamente primitivo y arbitrario. Así cada número entero encarnaba la esencia de una “cosa”: el 7, la ocasión; el 4 la justicia; el 3 el matrimonio; etc. La fascinación por sus descubrimientos aritméticos llevo a los pitagóricos a la convicción de que podían ejercer un dominio sobre lo real si sometían todo a la razón numérica. Como denunció Aristóteles en el cielo, “no buscaban las razones y las causas de las cosas que se ven, sino que llevan a sus propias razones y opiniones las cosas visibles.

Heráclito

Heráclito, llamado, “el Oscuro” por el proverbial hermetismo de su doctrina, es el primer pensador del que se poseen fragmentan escritos de cierta extensión, Asimismo, su obra, “El Universo”, es la primera muestra de una verdadera filosofía, entendida esta como concepto del sentido de la vida humana incluida en una explicación reflexiva del universo.

El pensamiento de Heráclito gira en torno a tres temas básicos: la movilidad perpetua, la armonía de los expuestos y el fuego como principio creador.

La creencia en la incesante fluencia de las cosas aparece formulada en el famoso dicho heracliteo: “No puedes bañarte dos veces en el mismo río, pues nuevas aguas corren siempre sobre ti”. La idea constituye una sustancial novedad con respecto a la concepción de los filósofos de Mileto. Estos pretendían reducir la diversidad y el cambio que observaban en la realidad mediante la unidad de todas las cosas en un principio integrador. Heráclito, por el contrario, al señalar el dinamismo inherente a todo lo real afirma la esencia de las cosas sobre el cambio mismo: todo fluye, tan sólo permanece el devenir”.

El incesante cambio presente en todas las cosas se explica en la cosmovisión de Heráclito por la continua oposición entre contrarios. El conflicto constante genera el equilibrio. Pero la armonía no es entendida como una simple relaciones numéricas, tal y como hacían los pitagóricos, sino como una relación de ajuste entre fuerzas que actúan en dirección opuesta. Así se acoplan y limitan recíprocamente el día y la noche, el invierno y el verano la vida y la muerte.

La elección del fuego por Heráclito como primer principio parece obvio: de los cuatro elementos fundamentales es aquel cuya naturaleza encarna de un modo más pleno la continua movilidad. De este fuego primordial proceden de todas las cosas y en ellas permanece como esencia inextinguible, todo nace y evoluciona según el fuego se vaya avivando o consumiendo. El pensamiento de Heráclito ha sido comúnmente considerando como el último nexo de unión entre las cosmovisiones occidental y o0riental. A partir de él, ambos modelos tendieron hacia a la progresiva escisión.

Parménides y la escuela de ELEA

La filosofía griega experimento un importante cambio de rumbo con la aparición de la figura de Parménides de Elea (h. 515 a. C.- h. 415 a. C.). su pensamiento mantiene cierta continuidad con el de sus antecesores, por cuanto la cuestión central de su reflexión sigue siendo la naturaleza del cosmos. Sin embargo, su doctrina se separó de las especulaciones cosmológicas de los jonios acerca de sustancias infinitas que son y no son el mismo tiempo, e inauguró el método racional y crítico sobre el que habría de fundarse posteriormente la tradición clásico de la filosofía helénica.

Parménides

Pocos datos personales se poseen sobre Parménides. Ciudadano de Elea, colonia fundada en la costa tirrena de Italia, alcanzó gran notoriedad por cuestiones políticas. La formulación de su original manera de entender la filosofía fue expuesta en un tratado escrito en verso, Sobre la naturaleza, del que se conservan extensos pasajes.

Parménides zanjo de raíz las tesis fundamentales de la cosmología jónica, en especial aquellas que habían sido retocadas por Heráclito. El nacimiento y el desarrollo de las cosas, su disgregación y reunión alternativos, sus conflictos y transformaciones constantes, todo lo que Heráclito extraía de la experiencia directa, fue negado por el elata en nombre del razonamiento lógico. Al camino de la opinión, que era seguido por los físicos milesios, opuso el de la verdad, enunciado en muy pocas palabras: “Solo puede darse un discurso como vía de pensamiento: que el ser es”. De lo que es real hay que decir según Parménides, que “es”, que existe; y no es posible decir” no es”, porque si así fuera no podríamos entonces ni conocerlo ni hablar sobre ello.

Esto era justamente lo que los milesios hacían: admitían una sustancia primordial que “no era”, y al mismo tiempo afirmaban que de ella provenían todas las cosas. Y eso, en opinión de Parménides, es imposible de lo que no es no puede nacer algo que si es.

Las características que el ser tiene para Parménides están escritas en su poema: incorruptible, eterno, inmutable, inmóvil, perfecto y sin necesidad de nada. En todas las cosas subyace un ser que constituye su más profunda realidad y que permanece invariable por mucho que esas cosas cambien, nazcan o mueran.

Empédocles de Agrigento.

Nacido en la localidad siciliana de Agrigento en los primeros años del siglo V a.C., Empédocles expuso su pensamiento en dos obras; sobre la naturaleza, donde se recoge su cosmología, y las purificaciones, formada por doctrinas de carácter ético, religioso fundamentadas en la creencia. Pitagórica de la transmigración de las almas después de la muerte del cuerpo.

Como filósofo, lo esencial de su reflexión es la síntesis que efectúa entre la concepción de lo real como esencia inmutable, tomada de los eletas, y la idea de la multiplicidad y constante movilidad de las cosas, formulada por Heráclito. Aceptadas ambas premisas, sustancialmente contradictorias, el problema que se le planteó entonces a Empédocles fue como explicar el origen y los cambios de las cosas. Su solución fue hacer derivar todo de principios que ya existían y explicarlos cambios como transformaciones de elementos también preexistentes.

Estas raíces de las cosas, preexistentes e indestructibles, son cuatro sustancias o elementos: el fuego, el agua, el aire y la tierra. Todo procede de su reunión, de su separación, de sus diversas dosificaciones; pero ninguna de ellas es el primero, son igualmente eternos y no se originan uno en otro.

Dos son los mecanismos de cambio en las cosas:

  • por asociación
  • por disociación de los elementos.

Hay, por tanto, dos fuerzas activas: la amistad, que reúne a los elementos cuando están separados, y el odio, que lo separan cuando están juntos. Lo especifico de la amistad es congregar, asociar, y así se prodúcela generación de cosas; lo apropiado del odio es disgregar y por ello da lugar a la corrupción. Son pues, dos agentes opuestos que luchan entre si y que predominan cíclicamente uno sobre otro, de manera que el mundo atraviesa por épocas alternativas de generación y corrupción. Empédocles explica el origen de todo lo existente afirmando que el inicio los elementos estaban reunidos por la fuerza del amor y formaban un conjunto compacto en el que no eran distinguibles.

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Cuando el odio se introdujo en este conjunto provocó una disgregación de lo que surgieron todas las cosas.

Un doble relato te voy a contar: en un

Tiempo todas las cosas llegaron de una

Pluralidad a constituirse en unidad, y

En otro pasaron de ser una a ser

Múltiples: doble es la génesis de los

Seres mortales y doble es su

Destrucción. A la una engendra y

La destruye su reunión, y la otra crece

Y se disipa a medida que los seres se

Dividen de nuevo. Jamás cesan en su

Constante cambio, reuniéndose unas

Veces por efecto del amor y

Separándose por acción del

Odio.

Empédocles de Agrigento

Además de su concepción física Empédocles formuló una serie de explicaciones de difícil coherencia con el resto de su pensamiento. En materia de percepción y conocimiento, afirmó la conexión material entre el órgano sensible y el objeto sentido. De los seres, expuso Empédocles, brotan emanaciones que van al encuentro de los poros situados en los órganos de los sentidos; si se da la adecuada afinidad, la emanación se introduce por ellos y se produce la percepción. Así, por ejemplo, la visión sucede cuando se encuentran la emanación procedente de la luz exterior y el rayo ígneo que emana del fuego contenido en el ojo.

Aún más complicado resulta compaginar el carácter racional y materialista de su especulación física con las doctrinas de Las purificaciones, Empédocles no solo aseguraba la inmortalidad de las almas y su encarnación en cuerpos de animales, si no que se hizo célebre entre sus conciudadanos por sus dotes de profeta y taumaturgo esto es, “aquel que obra milagros”. Siguiendo la línea de los pitagóricos, predico acerca del origen y el destino de cada alma singular, y enseño las purificaciones necesarias para liberarse del “país sin alegría en el que habitan la muerte y la cólera”, como dominaba el mundo.

Anaxágoras

Con Anaxágoras, nacido en Clazomene, cerca de Mileto, en torno al 500 a. C., la filosofía abandono la magna Gracia y se emplazó por vez primera en Atenas.

En esta ciudad floreciente tras las guerras médicas residió Anaxágoras durante 30 años bajo el auspicio del gran Pericles, quien, pese a ser la figura más influyente de aquel tiempo, no puede evitar que el filósofo jonio fuera acusado de impiedad y expulsado de Atenas. En esta ciudad, floreciente tras las guerras médicas, residió Anaxágoras durante treinta años bajo el auspicio del gran Pericles, quien, pese ser la figura más influyente de aquel tiempo, no pudo evitar que el filósofo jonio fuera acusado de impiedad y expulsado de Atenas.

La cosmología de Anaxágoras siguió fiel al principio entonces dominante de que nada se crea ni se destruye, sino que todo se origina por mezcla o separación de las cosas existentes. Su actitud es, por tanto, análoga a la de Empédocles; como este, también propone como principio material una realidad múltiple. En sobre la naturaleza afirma que los seres son inmutables e imperecederos; de su asociación proviene de la multiplicidad de las cosas. Pero las concepciones de ambos pensadores se diferencian notablemente; para Anaxágoras, la realidad mixta de la que todo surge no se limita a los cuatro elementos apuntados por Empédocles, sino que comprenden un conjunto indefinida de infinitas sustancias, cada una de ellas presente en cantidad ilimitadamente pequeña.

La formulación de Anaxágoras tiene resonancia de la física de Mileto.

El apeirón de Anaximandro se convierte en la mezcla infinitivamente grande en la que, “todas las cosas que están juntas y no pueden ser distinguidas a causa de su pequeñez”. Estas semillas de las cosas, limitadamente pequeña, infinitas, invariables, cualitativamente distintas entre sí y eternas, fueron denominadas homeomerias, es decir, partes homogéneas, es decir, partes homogéneas. La creación del mundo está dada por el proceso continuo de separación por el cual las diferencias homeomerias se aíslan unas de otras. En consecuencia, Anaxágoras se plantea una cuestión: en el infinito de pequeñas entidades, ¿Cuál puede ser el origen del movimiento que induce a dichas partículas a separarse para dar origen a las cosas? Razona entonces que la causa sólo puede consistir en una realidad externa y superior a la mezcla, de igual modo que, en el sistema de Empédocles, el amor y el odio son ajenos a los cuatro elementos. Esta causa simple, existente por sí mismo y que es el principio de la ordenación del mundo, es la inteligencia, el llamado Nous. En palabras de Anaxágoras, “la inteligencia ordenó todas cuantas cosas iba a ser, todas cuantas fueron y ahora no son, todas cuantas ahora son y serán”. Esa es la función de Nous:  provocar el movimiento por el cual las diversas proporciones de homeomerias que componen cada realidad se separan del conjunto primordial y dan lugar a las configuraciones de las cosas.

Observando la rotación de las cosas, Anaxágoras determino el modo de proceder del Nous. La primera causa de la separación de las cosas es un movimiento circular, un torbellino cósmico, esta animación circular del Nous se extiende poco a poco alrededor del centro y se propaga posteriormente a través del espacio infinito. La disgregación de las cosas se produce por la acción mecánica del torbellino, así los astros proceden de las piedras arrancadas de la tierra e inflamadas por la rapidez del movimiento. El mismo proceso se repite en innumerables puntos del espacio, lo que crea, como también postulaban los físicos de Mileto, una infinidad de mundos.

El pensamiento de este gran filósofo presocrático sostiene que todos los seres vivos creados por el Nous conservan un fragmento de la inteligencia universal que los crea; según sea dicho fragmento, así varia la capacidad de conocer de cada ser vivo. Una prueba más de que, como afirmaba en uno de los principios, “todo está en todo”.

Los filósofos presocráticos y sus principios fundamentales

Tales

Anaximandro

Anaxímenes

Heráclito

Pitágoras

Parménides

Empédocles

Anaxágoras

Demócrito

 

El agua como principio supremo

El apeirón

El aire como primer principio

La perpetua movilidad del ser

El número, primer principio de todas las cosas

El ser inmutable

Los cuatro elementos primordiales

Las homeomerias y el Nous

Los átomos.

 

Demócrito de Abdera.

Tras los modelos de Empédocles y Anaxágoras, la tercera solución al problema de conciliación entre la inmutabilidad del ser enunciado por la escuela eleática y la idea de la perpetua movilidad de Heráclito fue el atomismo de Demócrito. Nacido en la ciudad jónica de Abdera en torno al 460 a.C., Demócrito recibió las enseñanzas de Leucipo, de cuya extensa obra tan sólo se consérvenlos títulos, si bien se sabe con certeza que influyo notablemente en la fundación por su discípulo de la escuela atomista. Al igual que Empédocles y Anaxágoras, Demócrito afirmaba la existencia de un principio múltiple. Sin embargo, negaba que este estuviera formado por entidades diferentes entre sí, como los cuatro elementos o las homeomerias; al contrario, en el modelo de Demócrito, la masa infinita que integra las semillas de los mundos está hecha de una infinidad de pequeños corpúsculos invisibles y, ante todo, cualitativamente indiferenciadamente, es decir, de idéntica naturaleza. Estas partículas son los átomos.

Los átomos de Demócrito conservan en gran medida las características que los eleatas definían al ser indivisible, repletos, sólidos, compactos idénticos, en torno e inalterables. Sin embargo, no son únicos, como el del ser de Parménides, sino infinitos. La única diferencia entre los átomos es geométrica, no sustancial; se distinguen entre sí por el tamaño, su figura y la posición que ocupan. Según la escuela atomista, todas las cosas proceden de estos principios cualitativamente idénticos y solo geométricamente diferenciados. Las diversidades de las cosas provienen, por tanto, de los átomos que “se mueven en el vacío, ya que el vacío existe, y que cuando se juntan producen la generación, y cuando se separan, la corrupción.

También es novedosa con respecto a la filosofía anterior la respuesta del atomismo al problema de la causa primera. El principio que empuja a los átomos a unirse o separarse para dar origen a los objetos no es otro que su misma naturaleza inestable, su continua movilidad. Partiendo de la naturaleza eternamente móvil de los átomos se origina mediante la agregación y se destruye mediante la separación, el mundo. La creación de este es, pues, producto del azar, dada la ausencia de finalidad en el movimiento de los átomos.

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