ORIGENES DE LA FILOSOFÍA CRISTIANA

ORIGENES DE LA FILOSOFÍA CRISTIANA

Origenes de la Filosofía Cristiana. La filosofía cristiana ha planteado muchos problemas a lo largo de la historia del pensamiento. Modernamente ha sido objeto de diversas interpretaciones y hay unos que niegan rotundamente que tenga alguna validez y otros que declaran que es la única forma posible de hacer genuina filosofía

I. Período antiguo o de iniciación (siglos I al V)

  • Padres apostólicos (siglo I); pensadores cuya vida transcurrió en los tiempos apostólicos. Destaca san Clemente de Roma.
  • Padres de la Iglesia o patrística (siglos II y IV); Con la excepción de san Agustín de Hipona (354–430), no crearon un sistema filosófico completo. El pensamiento agustiniano dominará toda la filosofía medieval hasta el siglo XIII, en que surgirá Tomás de Aquino:
a) Padres apologistas (siglo II); destacan san Justino y Tertuliano. Defendieron al Cristianismo de los ataques paganos. Filosóficamente no tienen gran interés; en general, su postura frente a la filosofía pagana es adversa;
b) Escuela cristiana de Alejandría (siglos II y III); primeros intentos de exposición sistemática del pensamiento cristiano en términos filosóficos. Reivindicaron el cristianismo como la expresión más perfecta del pensamiento filosófico. Tuvo como fin ilustrar y formar a los cristianos y atraer a los gentiles a la fe cristiana. Destacan san Clemente de Alejandría y Orígenes. Postura conciliadora respecto de la filosofía;
c) Los capadocios (siglo IV); en su enseñanza cristiana manejan todo el instrumental de la filosofía griega. Destacan san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Gregorio de Nisa, originarios de Cesarea de Capadocia.

II. Período de transición (siglos V al VIII)

  • Pseudo Dionisio: personaje anónimo, probablemente del siglo V; gozará de gran prestigio entre los escritores cristianos de los siglos VI y VII.
  • Boecio (hacia 480–525); traduce y comenta algunos libros del Organon aristotélico; el conocimiento que se tiene de Aristóteles en la Edad Media hasta el siglo XI se debe, fundamentalmente, a su aportación personal.
  • Beda el Venerable (siglos VI–VII). su pluma escribió sobre temas diversos, desde música hasta religión. De hecho, en ocasiones, se le considera como un Padre de la Iglesia.
  • San Isidoro de Sevilla (siglos VI–VII), quien funda una escuela para la formación del clero que actúa como foco de cultura para toda España; escribe las Etimológicas, obra de carácter enciclopédico muy consultada en la Edad Media.

Influencia griega La asimilación de Platón y los estoicos, darán lugar a los trabajos de Agustín de Hipona en donde se identifican conceptos originados en aquellos, tales como «Ley eterna», «razones seminales» y la «Ciudad de Dios». Poco se tomó de Aristóteles, de los escépticos y de los epicúreos. En general, los primeros pensadores que profesaron el cristianismo, tenían una visión de la filosofía bastante negativa. De alguna manera, las discusiones y contradicciones entre las diferentes escuelas filosóficas, eran juzgadas como «charlatanería, o insensatez, o locura, o distención, o todo de una pieza», tal como afirmaría Taciano. En consecuencia, no hay más sabiduría que la revelación evangélica que contradice a la filosofía y supera a la razón: «Ha muerto el Hijo de Dios, completamente creíble, ya que es un desatino; fue sepultado y resucitó; cierto porque es imposible» afirmará Tertuliano. Pero de todas formas, los «padres» no dudarán de utilizar la filosofía griega: «Cuanto han dicho los filósofos y los poetas acerca de la inmortalidad del alma y de la contemplación de las cosas celestes, lo han tomado de los profetas (del Antiguo Testamento). De ahí que parezca que hay en todos ellos, semillas de verdad que no fueron comprendidas, porque se contradicción unos a otros (…) Nosotros en cambio, hemos recibido la enseñanza de Cristo que es el Logos de quien participa todo el género humano. Y así, quienes vivieron en conformidad con el Logos, son cristianos aun cuando fueron tenidos por ateos (…) Y del Logos que habló por los profetas tomó Platón cuanto dijo a cerca de que Dios creó el mundo transformado en materia informe» De este modo, Justino justifica la asimilación de la filosofía pagana lo cual plateaba el problema de relacionar razón y fe.

Agustín de Hipona (354-430)

Agustín de Hipona es la más importante figura de la Patrística Cristiana, recogiendo gran parte de la tradición filosófica que le precede ejerce gran influencia en la historia del pensamiento occidental. Con frecuencia su pensamiento es fluctuante y no llega a conclusiones definitivas. Polémico y problemático, pretendía comprometerse con sus escritos.

Influencias maniqueístas y escépticas

El maniqueísmo, reunía elementos paganos y cristianos ofreciendo una «iluminación» del alma que identificaba el bien con la luz. A una persona como Agustín, atormentada por la lucha moral, el maniqueísmo le ofrecía una solución al problema del mal: «Me parecía que no éramos nosotros los que pecábamos sino que era no sé qué naturaleza la que pecaba en nosotros» Confesiones, Agustín Por otra parte, el dalismo maniqueo era cerradamente materialista. Dios, como principio del bien, era luz corpórea: Cuando quería pensar en Dios no podía imaginar sino masas corpóreas, pues pensaba que solo lo que fuera cuerpo podía existir. De aquí nacía mi creencia en que la substancia del mal era también corpórea, una masa oscura y sin forma, que podía ser pesada – y que (los maniqueos) llamaban «tierra»- o ligera y sutil como el aire – y la imaginaban como una mente maligna que reptaba la tierra. Y como no podía creer que n dios bueno hubiera odido crear una naturaleza mala, imaginaba que existían dos masas corpóreas, contrarias e infinitas, aunque la mala menor que la buena» – Confesiones, Agustín El maniqueísmo, no obstante, decepciona a Agustín puesto que proponiendo la simplicidad del bien ante el mal, no era posible hacer progreso alguno. El interés por el escepticismo, marca una ruptura en su pensamiento con el maniqueísmo: «pensé que los filósofos académicos habían sido más prudentes al afirmar que se debe dudar de todas las cosas, que ninguna verdad puede ser comprendida por el hombre» Confesiones, Agustín

Influencias del neoplatonismo cristiano

Platón y el neoplatonismo eran muy conocidos en Milán, residencia de la corte Imperial y centro de cultura. Ambrosio, obispo influyente, había llamado la atención de Agustín. El obispo era conocedor de Platino, Filón y Orígenes y practicaba una interpretación alegórica de los textos bíblicos. Por ejemplo, respecto al relato del Génesis y la caída de la serpiente, interpretaba al hombre y a la mujer como figuras del deleite y la sensualidad cuando el entendimiento se dejaba llevar por los sentidos. Agustín pudo aceptar así los relatos bíblicos viendo «no la letra que mata sino el espíritu que da vida». Los escritos de Plotino también llegaron a manos de Agustín, traducidos por Mario Victorino, neoplatónico convertido al cristianismo. La concepción de Dios y de alma como entidades inmateriales, son un concepto proveniente de tal fuente. Porque casi todos los filósofos antiguos habían sido materialistas a excepción de Platón y los neoplatónicos. Esta suerte de conversión de Agustín al neoplatonismo, introduce definitivamente el inmaterialismo en todo la filosofía posterior. La idea de que solo la gracia de Cristo puede salvar al hombre, está tomada de Pablo. Esta doctrina sobre la que volverá varias veces, es el eje medular de su pensamiento y marcará el camino de su alejamiento del maniqueísmo y su conversión al cristianismo.

Las dos ciudades

«Dos amores fundaron dos ciudades. El amor propio hasta el desprecio de Dios fundó la ciudad eterna. Y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo fundó la ciudad celestial. La primera se gloría en sí misma y la segunda en Dios. Porque aquel que busca la gloria de los hombres y ésta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de la conciencia» Agustín, La ciudad de Dios Esta concepción histórico-política que lo lleva a considerar que el amor permite dividir a la humanidad en dos ciudades solo puede comprenderse a la luz de sus antecedentes teóricos y, naturalmente, el contexto histórico en el cual se inserta. En efecto, el Imperio Romano, había buscado una justificación ideológica en la filosofía estoica – la cual había demostrado una importante flexibilidad y adaptación al respecto – y probablemente en la visión jerárquica de la concepción del mundo de los neoplatónicos. La religión oficial y también los cultos orientales se ocuparon de divinizar el orden establecido. Más aún, con Virgilio, se liga la fundación de Roma a los mismos dioses (ver mitología grecorromana). La oposición surge con el epicureísmo y el cinismo que predican el absentismo político y se posicionan en críticos de la religión oficial. El monoteísmo y el particularismo nacionalista de los judíos (el «pueblo elegido») también va transformándose en un área de conflicto. Hay quienes observan además que el cristianismo poseía una fuerte carga revolucionaria al oponer el pueblo de Dios al Reino del César y en el libro del Apocalipsis la Jerusalén celestial se contrapone a la Babilonia, que no es sino una alegoría de la misma Roma. El Imperio representaba el idea de u n mundo cerrado en el que la divinidad formaba parte de una comunidad política. La concepción cristiana, obstinadamente, proclamaba la trascendencia de Dios, alterando el tranquilizador universo (como afirma Touchard) que estaba cerrado sobre sí mismo. En este contexto, debe comprenderse que el tema de «las dos ciudades» hacía pues a la esencia del cristianismo. No resulta extraño pues que Tertuliano, quien defendió el milenarismo considerara a las dos ciudades como antagónicas. Orígenes dirá que los cristianos tienen dos patrias (del mismo modo que poseen cuerpo y alma) y que existiría una complementariedad entre ambas, de esta forma, la ciudad terrena prepara para los caminos de la ciudad de dios. A partir del Edicto de Milán, en el 313, la oposición de las dos ciudades se atenúa: Eusebio de Cesárea que apoya a Constantino dirá que el emperador recibe el poder de Dios y tiene como misión preparar el camino del Evangelio: las dos ciudades han iniciado el proceso de fundirse en una sola.

Patrística

La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario, hasta alrededor del siglo viii. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la patrística se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a las herejías luego. Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la historia del dogma. Para ser considerado padre de la iglesia era necesario reunir las siguientes condiciones:

  1. Antigüedad
  2. Santidad de la Vida
  3. Doctrina Ortodoxa
  4. Aprobación Eclesiástica

Comunidad de Alejandría, Egipto

Durante este tiempo surgieron figuras destacadas en defensa de la nueva fe cristiana. En torno de la comunidad de Alejandría, en Egipto, gran centro cultural del mundo romano, se formó una escuela en la que brillaron Clemente de Alejandría (150-215) y su discípulo Orígenes (185-254): cabe mencionar que la comunidad de Alejandría estaba en contra de las herejías gnósticas, Filón y Clemente de Alejandría fueron pieza clave para esta aportación. Basados en las filosofías griegas, se introdujeron en el modo de pensar de bastantes personas. Clemente de Alejandría era escuchado por ricos y pobres, personas de clase alta, políticos etc. y por gente humilde; se dice que se sabía de memoria los diálogos de Platón, y hacía continuo uso de ellos.

Orígenes

Orígenes escribió numerosas obras (unas 800) y [aunque incurrió en algunos errores graves], debido a su intento de «explicar» orgánicamente todas las dificultades que pudieran presentarse ante la reflexión de las creencias cristianas, en unos momentos en que el dogma no estaba todavía fijado por completo, no cabe atribuir su actitud a afán polémico o sensacionalista, sino a un íntimo deseo de aprehender toda la verdad. Este afán común a muchos espíritus cultos de la época, llevó a polémicas apasionadas. De la pasión que se vertía en los escritos polémicos de los primeros siglos de la Iglesia, podrán dar idea las siguientes palabras de Zonaro, referentes a la persecución de Decio: En este tiempo (250) también fue llevado Orígenes, como cristiano, ante el tribunal de los perseguidores de la Iglesia, pero no recibió la corona, sin duda por no considerarlo digno de ella Decio, a causa de la impiedad de sus sentimientos; y a pesar de que padeció tormentos por la causa de la fe, perdió su rango de confesor. Ya hemos dicho que habiéndole inspirado excesiva vanidad la grandeza de su saber y su elocuencia, en vez de seguir la doctrina de los antiguos Padres, quiso inventar una nueva; sacó del falso tesoro de su corazón execrables blasfemias contra los sagrados misterios de la Trinidad y de la Encarnación y sembró las semillas de casi todos los errores que han aparecido después. Enseñó que el Hijo único del Eterno Padre había sido creado y que no participaba de la gloria y sustancia divinas. Hizo inferior al Espíritu Santo al Padre y al Hijo, asegurando que el Padre no pudo ser visto por el Hijo, ni el Hijo por el Espíritu Santo; de la misma manera que no puede serlo el Espíritu Santo por los ángeles ni los ángeles por los hombres. Éstas fueron las blasfemias de Orígenes contra la santa y consustancial Trinidad. Por lo que se refiere al misterio de la Encarnación, tuvo la impiedad de negar que el Salvador tomase en el seno de la Virgen cuerpo animado de alma racional: pretendiendo que el Verbo estaba unido a un alma antes de la creación del mundo y que posteriormente se encarnó con aquella alma, tomando un cuerpo desprovisto de alma inteligente y racional. Sostiene también que el Señor abandonó su cuerpo y que su reinado debe concluir. Dice además que el suplicio de los demonios es temporal y pasado éste se les restablecerá en su primitiva felicidad, imaginando que los hombres y los demonios quedarán justificados de sus pecados algún día y que entonces todos se reunirán. Zonaro, Historia Augusta: Decio.

África noroccidental

Dos grandes personalidades del África norte occidental fueron el presbítero Tertuliano (160-245), originario de Cartago, y su discípulo el obispo San Cipriano (160-258), de Cartago también, decapitado en la persecución de Valeriano.

Tertuliano

Tertuliano, iniciado en el culto de Mitra cuando joven, debió convertirse después al cristianismo y luego pasó (213) al montanismo, creencia considerada entonces herejía, predicada por el frigio Montano, enemigo de la Iglesia jerarquizada. Tertuliano fue un rigorista extremado.

San Cipriano

San Cipriano, retórico convertido al cristianismo en edad madura, es un asceta y un moralista, pero es sobre todo un espíritu práctico. Dos problemas le preocupan en especial: el de los lapsi cristianos asustadizos que ante la persecución negaban su condición de tales y prestaban adoración al emperador (a quienes considera readmisibles en el seno de la Iglesia mediante ciertas condiciones), y el de los bautizados por los considerados herejes (que no cree lo estén en realidad). Una de la obras de San Cipriano, escrita en el 251, con ocasión del cisma provocado en Roma por Novaciano al negar a la Iglesia el derecho a readmitir a los lapsi en la comunión de los fieles, se titula «La Unidad de la Iglesia católica» y en ella, advierte que no todos los peligros derivan de la persecución: «no hay que temer únicamente la persecución o todo aquello que con descubierta acometida se dirige a derribar y derrotar a los siervos de Dios; cuando el peligro está a la vista, es más fácil la cautela, y cuando el adversario se declara, el ánimo se apresta de antemano al combate. Hay que temer sí y guardarse más del enemigo, cuando se presenta a escondidas, cuando engañando con cara de paz, se arrastra con paso oculto» (cap. I) «¿Y qué cosa más astuta y sutil, que el enemigo encubierto y apostado junto a la senda de Cristo (…) tramara un nuevo engaño, como el de engañar a los incautos con el mismo título de nombre cristiano? Inventó, pues, herejías y cismas, con los cuales destruye la fe, corrompe la verdad, rompe la unidad» «Todo esto sucede, sigue diciendo Cipriano, por no volver al origen de la verdad, por no buscar la cabeza» (cap. III) Y recuerda entonces las palabras de Jesucristo a San Pedro cuando cimentó en él su iglesia. «Sobre uno únicamente, insiste, edifica su iglesia» «Quien no se cuenta en esta unidad de la Iglesia ¿cree que tiene la fe?». La esposa de Cristo, la Iglesia, según imagen de San Pablo, que es incorrupta y honrada, no puede adulterar. Ha conocido una sola casa, y guarda, con casto pudor, la santidad de un solo lecho. Ella nos guarda para Dios, ella anota para el reino los hijos que engendró. Quien separándose de la Iglesia se junta a una adúltera, este tal se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo, quien abandonó la Iglesia de Cristo. El tal extraño, es profano, es enemigo. Ya no puede tener por padre a Dios, quien no tiene a la Iglesia por madre.

Clemente de Roma

Clemente Romano osan Clemente I, fue un cristiano insigne de finales del siglo I, uno de los llamados Padres apostólicos por haber transmitido el «eco vivo» de la predicación de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Fue obispo de Roma, de lo que ya dio noticia la lista de obispos compilada por Ireneo de Lyon, quien lo llamó el «tercero después de los Apóstoles» y le dedicó un espacio considerable. Se suele situar la elección de Clemente en el año 88 y su muerte en 97. En cambio, el Liber Pontificalis le asigna nueve años de episcopado en tiempos de los emperadores Galba y Vespasiano, y el martirio por la fe, mientras que la cronología de Eusebio de Cesárea (Historia eclesiástica III, 15) y la biografía que trazó Jerónimo de Estridón (Vir. ill. 15) sitúan su muerte en el tercer año del reinado de Trajano, es decir, en el año 101. Por su carácter de obispo de la «ciudad eterna», la Iglesia católica lo considera su cuarto papa. Su identificación con el autor de la célebre Epístola a los Corintios cuyo nombre aparece en la inscriptio en todas las versiones de los manuscritos es opinión concorde y formulada ya en tiempos muy antiguos. Clemente habría gozado del trato con los apóstoles y recibido el elogio de San Pablo por la colaboración prestada a los filipenses (Filipenses 4:3). En la Iglesia católica se lo venera como santo y mártir, y su festividad se celebra el 23 de noviembre. En Roma existe una antiquísima basílica, la Basílica de San Clemente de Letrán, levantada sobre su tumba. Sus restos fueron resguardados por la Confraternidad de los Santos Ángeles Custodios, en la Sacristía de la Capilla Paulina del Vaticano. Trasladados a Chile en 1936, se ubicaron en 1937 en la catedral de Linares, donde son objeto de veneración por los fieles católicos hasta hoy.

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San Clemente, obispo de Roma.

Papado de Clemente

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La visión de san Clemente, obra de Giambattista Tiepolo, ca. 1730.National Gallery de Londres.

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Martirio de san Clemente, obra de Pier Leone Ghezzi, 1724. Roma, Pinacoteca Vaticana.

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Sepulcro de san Clemente en la catedral de Linares, Chile. Las reliquias fueron obsequiadas por Pío XI a fines de 1936, y colocadas en el lugar actual en 1937.

Detalle de las reliquias de san Clemente de Roma, en la catedral de Linares, Chile. En su obra Contra las Herejías, san Ireneo expuso una lista de los obispos romanos, situando a Clemente Romano como el tercer sucesor de los apóstoles Pedro y Pablo: …Pedro y Pablo, Lino, Anacleto, Clemente, Evaristo. Juan José Ayan, Padres apostólicos En esta enumeración no aparece citada la palabra «papa». De allí que se haya sugerido que su presentación como «lista papal» no sea del todo correcta en cuanto al sentido del obispado se refiere, sino que se trate de un enunciado ordenado del que se valió el autor para establecer la sucesión apostólica en la Iglesia, tomando como ejemplo la Iglesia de Roma, considerada una de las más estables de aquel tiempo: Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo. Ireneo de Lyon, Contra las Herejías Esta obra se escribió con el fin de combatir el brote gnóstico que se dio durante todo el siglo II, y que trataba de conquistar las iglesias de todo el Mediterráneo. Ya durante el ministerio episcopal de Clemente de Roma aparecieron los primeros cismas y herejías en la Iglesia: el gnosticismo y el ebionismo. Eusebio mencionó también a Clemente de Roma como tercer sucesor de San Pedro, y encuadró su obispado entre los años 92 al 102.7 Tertuliano escribió que fue consagrado obispo por el mismo apóstol Pedro; Epifanio de Salamis relató que renunció al primado en favor de Lino y Anacleto, primer y segundo sucesor de Pedro, pero que a la muerte de estos recuperó el cargo. Es posible que Clemente conociese a San Pablo, el apóstol de los gentiles, y que haya sido el destinatario del elogio del Apóstol por la colaboración prestada a los filipenses (Filipenses 4:3). De hecho, Ireneo de Lyon indicó que «Clemente había visto personalmente a los apóstoles y escuchaba con sus propios oídos la predicación de ellos». Durante su obispado, en el año 95, surgieron levantamientos contra los presbíteros-epíscopos en Corinto. Clemente, como obispo de la Iglesia de Roma, envió a los corintios una carta llamándolos al orden y a la obediencia a sus respectivos pastores evocando conmovedoramente el recuerdo de los apóstoles Pedro y Pablo y comparando la disciplina eclesiástica con la de la legión romana.

Su martirio

La fama extraordinaria de Clemente de Roma, acreditada por la cantidad de escritos pseudoepigráficos que se le atribuyeron, propició también la aparición de algunas leyendas hagiográficas fantasiosas, como la que narra la deportación de Clemente al Quersoneso Táurico (actual Crimea) y su martirio por ahogamiento en el mar, donde habría sido arrojado con un áncora al cuello en medio de prodigios. Sin embargo, su carácter de mártir resulta fundado a partir de una evidencia epigráfica: una dedicatoria fragmentada de fines del siglo IV con el término «mártir» encontrada en el antiguo titulus Clementis, basílica dedicada a Clemente por el papa Siricio, por lo que la noticia de su martirio se remontaría al menos hasta esa época.

Sus reliquias

Las reliquias de Clemente de Roma fueron resguardadas por la Confraternidad de los Santos Ángeles Custodios, en la Sacristía de la Capilla Paulina del Vaticano hasta 1934. En ese año, el entonces rector del Seminario Pontificio de Santiago don Juan Subercaseaux se las solicitó al papa Pío XI para ser trasladadas a Chile. Poco después, el papa promovió a Mons. Subercaseaux para la Diócesis de Linares y habiéndose encontrado el nuevo obispo con el desafío de levantar la catedral diocesana, continuó las gestiones para que las reliquias de este mártir del siglo I fueran entregadas a la iglesia catedral de San Ambrosio de Linares, lo que finalmente consiguió, llegando las sagradas reliquias a Valparaíso en el vapor «Orazio» en septiembre de 1936. Desde ahí fueron llevadas privadamente a la Casa Matriz de las Hermanas de la Providencia de Santiago para que el profesor de la Universidad Católica Dr. Ricardo Benavente recompusiera el esqueleto y se procediera a revestirlo con los ornamentos que tiene hasta hoy. El 11 de octubre de ese año se transportó solemnemente la urna con las reliquias de san Clemente desde la Casa de la Providencia al Seminario Pontificio, en una fiesta presidida por Mons. Horacio Campillo, arzobispo de Santiago, y la mayor parte del episcopado chileno. El 1 de enero de 1937 continuaron viaje a Linares en un tren especial, siendo recibido en esa ciudad en medio de demostraciones de fe, según las crónicas de la época. Actualmente se veneran en la catedral de Linares. Es probablemente el único obispo de Roma cuyos restos descansan fuera de la ciudad. En la ciudad de Santa Cruz de Tenerife en España, se encuentra la canilla de San Clemente, regalo del Sr. Sidotti a la Iglesia Matriz de la Concepción.

Su obra

Estatua que representa a san Clemente, en la Iglesia de la Natividad de la Virgen María en Vranov, monumento cultural de la República Checa. El único escrito que se conserva de Clemente Romano es la Epístola a los Corintios. Es la primera obra de la literatura cristiana, fuera del Nuevo Testamento de la que consta históricamente el nombre de su autor, la situación y la época en que se escribió. La obra llegó hasta nuestros días a través de dos manuscritos en el original griego, además de dos traducciones coptas, una siríaca y otra latina. Según la epístola, dirigida a la comunidad de Corinto, el autor parece provenir de ambientes culturales judeo-helenísticos y es un experto en el Antiguo Testamento como también en literatura y filosofía paganas. Durante el reinado del emperador Domiciano surgieron disputas en el seno de la Iglesia de Corinto que obligaron al autor a tomar parte. Las facciones que San Pablo condenara tan severamente estaban de nuevo irritadas. El problema era claro: algunos miembros de la comunidad se habían sublevado contra la autoridad eclesiástica, deponiendo de sus cargos a los eclesiásticos legítimos de dichos cargos jerárquicos. Solamente una mínima parte de la que integraba la comunidad permanecía fiel a los presbíteros que habían sido depuestos. La intención de Clemente Romano era la de unificar las diferencias que habían surgido y reparar el escándalo que con ello se estaba dando a los paganos.

Su doctrina

Su obra consta de dos partes, en la primera da exhortaciones de carácter general (a la humildad, etc.) en la segunda parte se ocupa de los conflictos entre los cristianos de Corinto, finalmente una conclusión en la que expresa su ansia de un feliz desenlace. Es posible destacar varios puntos: Los católicos romanos ven en esta carta el primado de Roma, dado el intento de la Iglesia de Roma de hacer de conciliadora y mediadora, reivindicando una autoridad sobre las demás iglesias. No obstante otras confesiones cristianas como las iglesias protestantes no ven primado alguno de Roma en esta carta y explican la «injerencia» de Clemente en los asuntos de Corinto resaltando que Clemente era fiel colaborador de Pablo (como lo menciona este en la carta a los filipenses) y seguramente trabajaron juntos en la fundación de la iglesia en Corinto, por lo que Clemente sería aún visto por esta iglesia como una autoridad sobre ellos.

Interior de la Basílica de San Clemente. Los superiores eclesiásticos son llamados obispos, y diáconos, en algunos pasajes se les llaman presbíteros, los cuales no pueden ser destituidos por la comunidad, puesto que han sido instituidos por los apóstoles en nombre de Cristo. Es importante el capítulo quinto, que nos da un testimonio de San Pedro en Roma y del viaje de San Pablo a Roma, además del martirio de los apóstoles. El capítulo XX habla de la armonía y del orden de la creación, los capítulos XXV y XXVI hablan de la resurrección de los muertos, tema importantísimo puesto que era atacado por los paganos. Tertuliano dice que él también atacó antes el tema de la resurrección de los muertos, porque es el tema más difícil de creer. El capítulo XXV se refiere a la leyenda del ave Fénix (resucitado de sus cenizas) como símbolo de resurrección. Es de destacar la plegaria que precede a la conclusión, de uso litúrgico. El autor de la carta no se menciona a sí mismo, sino a la Iglesia de Dios que mora en Roma, habla siempre de «nosotros», no cabe duda que ese «nosotros» es un plural mayestático. Por su unidad, está clarísimo que la obra fue compuesta por una sola persona. Quizás intuyó que sería leída y de dominio público. Al igual que la Didaché fue leída en la asamblea litúrgica. Además de ello, restableció el uso de la confirmación según el rito de san Pedro. Empieza a usarse en las ceremonias religiosas la palabra «Amén».

Otras obras atribuidas a Clemente

Existen otros documentos cuya autoría se atribuyó a Clemente como resultado de la fama extraordinaria de que gozó este obispo. Varios de ellos se consideran escritos pseudoepigráficos.

  • Segunda epístola de Clemente. No es una carta propiamente dicha, sino la primera homilía escrita, caracterizada por un lenguaje severo. La crítica ha demostrado que es posterior a Clemente, del siglo II.
  • Las dos cartas a las vírgenes. Se trata de dos cartas dirigidas a los célibes, y tratan sobre la virginidad, dedicados a atacar la cohabitación de gente consagrada al Señor de ambos sexos, produciéndose abusos. «Vírgenes subintroductae». Se cree que estas cartas son del siglo II, cuando surgen los reparos hacia estas conductas.
  • Escritos pseudo clementinos. Son un conjunto de homilías que forman una especie de novela con sentido didáctico que tiene como protagonista a Clemente de Roma. Se pone en duda su autoría. En estos escritos se presenta a Clemente embarcado en busca de la verdad, recorriendo distintas escuelas filosóficas hasta encontrar a san Pedro y alcanzar la verdad
  • La mayor parte de la obra está destinada a hacer referencia a los viajes de Pedro y sus conflictos con Simón Mago (de quien deriva la palabra simonía). Esta obra está compuesta por 20 homilías, supuestos sermones de san Pedro, y en ella el cristianismo queda reducido a un judaísmo purificado.
  • Diez recognitiones. Se relata que los miembros de la familia de Clemente se reúnen gracias a San Pedro.

Festividad, liturgia y patronazgos

La Iglesia católica en su liturgia romana conmemora el martirio de Clemente el día 23 de noviembre y ha inscrito su nombre en el Canon romano de la Eucaristía, en el memento de los santos. Clemente de Roma es santo patrón de Castromonte (Valladolid, España) y de la ciudad de San Clemente (región del Maule, Chile).

Clemente de Alejandría

(En latín, Titus Flavius Clemens) fue el primer miembro de la Iglesia de Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad. Nació a mediados del siglo II y se estima que murió entre los años 211 y 216.

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Vida

Clemente no nació en Egipto como muchos han creído, sino en Atenas según narra el historiador Epifanio Escolástico (historiador del siglo VI) hacia el año 150. Tal información parece reforzada al constatar que Clemente contaba con una habilidad avanzada para escribir en griego clásico. Según los historiadores, los padres de Clemente de Alejandría eran paganos adinerados, de clase social alta. Clemente recibió una buena educación como se nota por el hecho de que a menudo hace referencia a poetas y filósofos griegos en sus obras. Viajó por Grecia, Italia, Palestina y finalmente Egipto, en busca de maestros cristianos. Al final llegó a Alejandría, la «ciudad símbolo» de ese cruce de diferentes culturas que se da en el helenismo. Clemente fue alumno de Panteno –en quien reconocería haber encontrado el mejor de sus maestros–, administrador de la escuela de la catequesis de Alejandría. Cuando Panteno murió, Clemente fue su sucesor y por lo tanto tomó las riendas de dicha escuela. Uno de los estudiantes más famosos al cual educó Clemente fue Orígenes. Numerosas fuentes atestiguan que fue ordenado presbítero. Durante la persecución de Séptimo Severo, en 202-203, Clemente abandona Alejandría y tuvo que buscar refugio en Cesárea junto al obispo Alejandro, quien era obispo de Flaviada en Capadocia (Alejandro se convertiría luego en el obispo de Jerusalén). Clemente murió poco antes del 215 (vivió en Capadocia esos últimos años). La amplia cultura pagana de Clemente no fue borrada por su encuentro con el cristianismo. Los filósofos gentiles, Platón en especial, se hallaban según él en el camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo, que llama a todos para que le sigan. Éste es el tema del primero de sus escritos, el Protréptico o «exhortación», una invitación a la conversión. A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el «preceptor». Trata de la obra educadora y de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría. Esta misma idea aparecerá en su tratado Quis dives salvetur, «quién es el rico que se salvará», una homilía que comenta la escena evangélica del joven rico. Escribió también unos Stromata, o «tapices», donde va tratando temas variados con los que Clemente quiere crear inquietudes religiosas en el gentil.

Obra

Estas son las obras más importantes que nos quedan de él: el «Protréptico», el «Pedagogo», y los «Stromata». Si bien parece que no era la intención originaria del autor, estos escritos constituyen una auténtica trilogía, destinada a acompañar eficazmente la maduración espiritual del cristiano; dichas obras se conectan entre si bajo un mismo propósito y estilo:

  • Protrepticus (o «Exhortación a los griegos»).
  • Paedagogus (o «Maestro»).
  • Stromata (o «Misceláneas»). No es una composición sistemática; aborda diferentes temas, fruto directo de la enseñanza habitual de Clemente. El teólogo Overbeck declaró que la trilogía fue uno de los proyectos literarios más significativos dentro de la historia de la Iglesia ya que en dichas obras Clemente presentó el cristianismo a los fieles a través de la forma tradicional de la literatura secular.

Protrepticus

El Protréptico, como dice la palabra misma, es una «exhortación» dirigida a quien comienza y busca el camino de la fe. Es más, el «Protréptico» coincide con una Persona: el Hijo de Dios, Jesucristo, que se convierte en «exhortador» de los hombres para que emprendan con decisión el camino hacia la Verdad. En el Protrepticus, Clemente invita al lector a no escuchar las leyendas míticas de los dioses, sino la «nueva canción» del Logos, el principio de la existencia y el creador del mundo. Clemente denuncia lo que él considera el sinsentido de las idolatrías y los misterios paganos, las prácticas pederastas de los griegos y los horrores del sacrificio que practicaban los paganos y afirma que los filósofos y poetas griegos solo hicieron suposiciones sobre la verdad, pero que los profetas en cambio establecieron el camino directo a la salvación. Clemente escribió que el Logos divino se ha presentado para despertar a todo lo bueno que existe en el alma humana y que a través de este despertar los humanos pueden alcanzar la inmortalidad.

Paedagogus

Habiendo establecido esta introducción, la trilogía continua con el Paedagogus, obra en la cual se detalla el desarrollo de la ética cristiana. En los escritos de Clemente se puede notar la influencia del filósofo estoico Musonio Rufo quien fue maestro de Epicteto. A diferencia de la filosofía estoica, Clemente hace saber que el verdadero instructor es el Logos. El mismo Jesucristo se convierte después en «Pedagogo», es decir, en «educador» de aquellos que, en virtud del Bautismo, se han convertido en hijos de Dios. El primer libro trata con las bases religiosas de la moralidad cristiana mientras que el segundo y el tercero intentan establecer un debate sobre la conducta individual. Al igual que Epíteto, Clemente narró que la verdadera virtud se presenta en un modo de vida natural, simple y moderada.

Stromata

El mismo Jesucristo, por último, es también «didascalo», es decir, «maestro», que propone las enseñanzas más profundas. Éstas se recogen en esta tercera obra de Clemente, los Stromata, palabra griega que significa: «tapicerías». Se trata de una composición que no es sistemática, sino que afronta diferentes argumentos, fruto directo de la enseñanza habitual de Clemente. En este tercer libro, los Stromata, Clemente de Alejandría detalla como perfeccionar el modo de vida cristiano a través de una iniciación hacia el conocimiento. El primer libro está destinado a aquellas personas que no son cristianas, el segundo a aquellas recientemente iniciadas a dicha religión y el tercero se escribió con el propósito de informar a aquellos creyentes que llevasen más tiempo dentro de la Iglesia. La trilogía intenta contestar todas las interrogantes que puedan tener las personas educadas mientras que al mismo tiempo conduce a los estudiantes a un camino más profundo de la fe cristiana. El libro se tituló Stromata, que se traduce «misceláneas», por la diversidad de temas que trató de cubrir. Clemente escribió más de un libro relacionado a Stromata aunque no se relacionaron con los anteriores, por lo cual no formaron parte de una misma serie.

Hypotyphoses

Clemente también escribió una obra titulada Hypotyphoses, libro que fue un comentario breve sobre ciertos pasajes de la Biblia aunque este libro no se llegó a conservar completamente. Actualmente solo se pueden leer los fragmentos preservados por Ecumenio.

Quis dives salvetur

Además de la trilogía, el único libro de Clemente que se conservó en su totalidad fue el que se tituló ¿Quién es el hombre rico que se salvará? (Quis dives salvetur). Dicho libro toma como base Marcos 10:17-31, el cual dice que poseer riquezas no es ningún pecado, pero el mal uso de ellas si será condenado. El motivo por el que lo escribió era que algunos jóvenes binestantes de Alejandría que tenían un comportamiento inmoral, se justificaban con el sofisma de que Cristo ya les había condenado (predestinado al infierno) por el hecho mismo de ser ricos y por tanto no tenían nada más qué hacer. El argumento es una historia sobre un jefe de ladrones que vuelve a la Iglesia, y san Juan Apóstol le acoge nuevamente. La riqueza en sí no es mala, sino una actitud egoísta fruto de dejarse poseer por la riqueza.

Fragmentos

Existen fragmentos de más obras de Clemente:

  1. Extractos de Teódoto: refutación de textos de la escuela gnóstica de Valentín. En ella habla de redención, de Jesús «Salvador», y de la naturaleza de Dios y los hombres.
  2. Églogas proféticas, recopilación de lo que llamaríamos «amigos de Dios»: intermediarios entre Dios y los hombres. Resuelve cuestiones que los heréticos han discutido, discerniendo la verdad al paso de sus palabras: sobre la Creación, Bautismo, tiempos escatológicos…
  3. Fragmentos de Hypotyposeis, que eran ocho libros y los conocemos por Eusebio, Casiodoro lo cita como «Adumbrationes» de la Escritura comentada. Esta obra fue la que Focio dijo que era blasfema.
  4. Otros fragmentos Sobre el ayuno, Sobre la maledicencia.
  5. Exhortación a la paciencia (o A los recién bautizados).
  6. Canon eclesiástico (o Contra los judaizantes).

Además, Anastasio Sinaíta cita Sobre la Providencia, de atribución dudosa. Tenía otros proyectos para escribir Sobre la castidad, Sobre el alma, Sobre la profecía, Sobre la resurrección, etc.6 Pero de todo ello destacamos un escrito sobre el Pésaj y sobre un ensayo destinado a contradecir a Melitón de Sardes por su deseo de celebrar la Pascua basándose en el calendario judío. La mayoría de escritos de Clemente solo se conocen por su título ya que ni fragmentos se pudieron preservar.

 

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