Volcanes. – Los volcanes en determinados puntos de la corteza terrestre se producen grietas o aberturas que comunican el exterior con el manto. En estos puntos, el magma ardiente y fluido que discurre por el interior aflora hacia a la superficie y forma los volcanes. La rama de la geodinámica interna que los estudia se llama vulcanología.
La forma en la que aflora el magma por estas grietas puede revestir características espectaculares, se hace acompañar de ruidosas explosiones y proyecta a la atmosfera y a la superficie varias sustancias sólidas, líquidas y gaseosas lo que ocasiona a menudo grandes catástrofes, con pérdida de vidas humanas, destrucción de poblaciones y grandes daños económicos.
Los fenómenos volcánicos.
La vulcanología trata de determinar las causas de la actividad volcánica. La explicación actualmente más aceptada relaciona estos fenómenos con la actividad sísmica y los ciclos geológicos orogénicos, según la tectónica de placas. Como se ha indicado, el movimiento de las placas provoca fricciones, separación o solapamiento entre las mismas, generando fracturas por las que aflora el magma en un proceso de continuada renovación de la corteza terrestre. También se indicó como en la evolución de los geosinclinales, en el proceso orogénico, se considera la acumulación de sedimentos en los geosinclinales, con presión hacia el interior, hasta que se produce la ruptura del zócalo y se inicia una fase de vulcanismo con expulsión de los materiales hacia exterior, primero los sedimentos acumulados y luego materiales procedentes del manto. Estos fenómenos se han manifestado en las eras geológicas, en el transcurso de millones de años a través de diversas fases de calma y actividad. Esta continuidad ha posibilitado que ciertos fenómenos geológicos, como los volcanes se pueden contemplar en plena actuación, a veces desde su surgimiento, como en el caso de aquellos que se han visto nacer de la Tierra en cuestión de unas horas, con la formación del cono en pocos días, o la explosión repentina de una montaña, lanzando a la estratosfera y convirtiendo en polvo fino en cuestión de segundos.
Por otra parte, el vulcanismo no es un fenómeno exclusivo del globo terráqueo, sino también existe en otros planetas, como en el caso de Marte, donde se encuentra el mayor volcán conocido del sistema solar, el Monte Olimpo, que se eleva a más de 23 Km de altura sobre el desierto que la circunda, con una caldera de unos 600 Km de diámetro. También existe actividad volcánica satélites de Júpiter. Sin embargo, parece confirmado que los abundantes cráteres que se observan en la Luna y en Mercurio no son volcánicos, sino que se deben al impacto de meteoritos.
Por tanto, el ciclo de actividad de los volcanes es muy variable, por lo que no es de extrañar que algunos permanezcan inactivos durante siglos e incluso milenios, entrando repentinamente en erupción, lo que obliga a ser muy cuidadoso a la hora de pronunciarse sobre su estado activo o inactivo. Este detalle ha confundido durante mucho tiempo a los geólogos, forzados a estudiar el fenómeno desde una perspectiva actual, circunscrita a los tiempos históricos.
Proceso de la actividad volcánica.
Existe una tipología una tipología muy variada de fenómenos asociados al vulcanismo, lo que no impide realizar una descripción genérica del proceso habitual de su comportamiento. Así, antes de que un volcán entre en erupción, es característico observar un considerable aumento de los vapores que emite, la presencia de ruidos subterráneos en las zonas próximas, el agotamiento del agua de los manantiales o su aumento de temperatura, e incluso el derrumbamiento de bloques rocosos en la montaña en que se encuentra. La erupción acostumbra a iniciarse con la expulsión a la atmosfera de una gran columna de humo negro, brusca y violento, hasta formarse un gran penacho a una altura de 3 o 44 Km. Luego, el penacho se ensancha y es impulsado en la dirección del viento, al tiempo que comienza un desprendimiento de materiales, tanto desde el penacho como desde el propio volcán. Siguen grandes explosiones, que no remiten hasta que la lava encuentra causes por los que discurrir y se derrama.
Después de la erupción, los cráteres aparecen con un fondo formado por una capa de lava consolidada que cubre la abertura principal y despide vapores sulfurosos, mientras que en otros casos la lava en estado de ebullición permanece al fondo del cráter. Al mismo tiempo, la acumulación de vapor de agua en la atmósfera, combinada con las diferencias de temperatura, provoca en zonas próximas lluvias de barro ardiente muy tóxicas.
ELEMENTO DE UN VOLCÁN.
Los principales elementos de un volcán son:
- Foco volcánico (punto en el que el manto se comunica con la corteza, también denominada núcleo candente).
- Cono volcánico (montaña generalmente cónica, formada por la acumulación de los productos expulsados por la actividad volcánica)
- Chimenea (conducto de trayectoria irregular que parte del foco hacia la superficie y por el que fluyen los materiales)
- Cráter (punto de contacto de la chimenea con el exterior que adopta la forma de un orificio circular visto desde lo alto del cono, más ancho en su parte más alta y que se estrecha, como un embudo, al conectarse con la chimenea).
Según el tipo de volcán y la dificultad que encuentra el magma para aflorar a la superficie, en algunos se producen los llamados conos adventicios, que se facilitan la salida del magma al exterior por las laderas de la montaña. La salida de materiales al exterior se denomina erupción y suele ser intermitente.
Los productos volcánicos.
Las nubes volcánicas están compuestas fundamentalmente por vapor de agua, dióxido de carbono, óxido de azufre e incluso partículas elementales de azufre. menos habitual es la aparición de gases flámiferos, como el hidrógeno y el metano, que provocan grandes llamaradas en la boca del volcán. Otros componentes gaseosos son ácido clorhídrico, ácido fluorhídrico, anhídrido sulfuroso, cloruros amoniaco, sódico y férrico, ácido bórico y nitrógeno. Mucho de estos productos se condensan al contacto con capas más frías y luego se depositan junto con partículas sólidas de polvo y ceniza, que también forman parte de estas nubes.
Las lavas son rocas fundidas de consistencia pastosa que se deslizan por las pendientes. Sí lo hacen en forma de ríos, se llaman coladas; si se produce la inundación de una superficie extensa debido a los diversos afloramientos, se llama manto. La composición de las lavas depende de la diferente composición original del magma existente en el foco. Esta diferencia determina variaciones en su textura (que pueden ser más o menos viscosa), en la temperatura y en las velocidades la que se desliza, que no suele exceder los 10 Km/h, aunque se han dado casos de hasta 80 km la mayor o menor proporción de sílice permite diferenciarlas en lavas ácidas y básicas. Las primeras suelen ser más viscosas, oponen menor resistencia a la salida de los gases y su temperatura es inferior a las de las lavas básicas, las cuales, con mayor proporción basáltica, salen a gran temperatura (de hasta 1,000° C) y son menos viscosas.
Las de este último tipo son propias de la región Hawaiana, donde los volcanes se caracterizan por una erupción no explosiva, lenta y permanente que con el paso del tiempo progresivamente las zonas contiguas y genera un escudo solidificado en su capa más superficial, muy caliente debido a que la lava mantiene su fluidez por debajo hasta que rebosa en los bordes del escudo.
Para estudiar la composición de la lava es necesario esperar a que esta se solidifique y analizar el material resultante. La proporción de sílice en las lavas más ácidas puede alcanzar hasta el 75 por ciento, y en las más básicas, el 35 por ciento; el segundo material más abundante es el óxido de aluminio, cuya participación oscila entre el 5 y el 30 por ciento. La consistencia porosa de las escorias (lavas solidificadas) se debe a los gases que han quedado aprisionados en su interior.
En cuanto a los fragmentos cólicos, los más pequeños ya se han indicado que surgen lanzados con las primeras ondas expansivas, junto con vapor de agua y elementos gaseosos, y que pasan a formar parte de las nubes o penachos. Estos fragmentos sólidos suelen ser cenizas procedentes de la combustión de la lava, o bien material rocoso procedente de la trituración de las rocas en la chimenea o de las capas adyacentes de la corteza en forma de polvo. Cuando su tamaño es inferior a los 0.2 cm se llaman piroplastos.
Normalmente son depositados con la lluvia volcánica de barro ardiente en zonas próximas, aunque en ocasiones se dispersan por la acción del viento y pueden llegar a depositarse a bastante distancia. Como ejemplo de estos casos cabe citar las cenizas volcánicas procedente de Islandia que cayeron en forma de lluvia sobre Estocolmo hasta Estambul, aunque el caso más notable se produjo como consecuencia de la erupción del Krakatoa, cuando las cenizas se diseminaron por todo el orbe y se mantuvieron en suspensión durante semanas.
Las partículas de tamaño entre los 0,2 y 2 cm, se llaman lapilli o puzolana y su origen y composición son similares a lo de los piroplastos.
Las superiores a 2 cm pueden alcanzar un tamaño bastante considerable, por lo que no se puede hablar de partículas, sino más bien de bombas volcánicas (a veces llegan a pesar varas toneladas). Debido al fuerte calor, son muy plásticas y suelen salir disparadas al aire con un movimiento de rotación que les da un aspecto fusiforme; al caer se aplastan contra el suelo, donde quedan depositadas, con la corteza resquebrajada y el aspecto de una barra de pan, por lo que reciben el nombre de panes volcánicos. Estas bombas se componen de material rocoso de la chimenea, arrancado y lanzad al aire sobre las vertientes de la montaña. Un caso característico es el del volcán del Monte Pelado, en la Martinica (Antillas).
Las erupciones del volcán Mihara, en la isla japonesa de Oshima
Las estructuras volcánicas
La tipología de los volcanes es muy variada. Existen dos posibles formas de clasificarlos, según su estructura y según el tipo de erupciones. Basándose en su estructura, se dividen en dos grandes clases:
- Los volcanes de fisura. Se originan a lo largo de una fractura en la corteza o en el quicio entre dos placas. En un principio, el magma aflora a lo largo de toda la fisura, sin que puedan distinguirse muy claramente los puntos focales. En algunos casos, la fisura suele alcanzar una longitud superior a los doscientos kilómetros y el magma se derrama en extensión por toda la zona en un gran manto, cuyas capas sucesivas se acumulan una sobre otra hasta alcanzar un espesor puede ser de 1 kilómetro. Así se formó la meseta de Descan, en la India, y ese puede ser el origen de Islandia, donde existe una grita rectilínea, de unos 24 kilómetros, a lo largo de la cual se suceden unos sesenta cráteres. En una segunda fase, algunos tramos de la fisura quedan inactivos y se cierran al solidificarse la lava, mientras que en otros se mantiene la actividad focalizada, con un desarrollo que degenera en una formación volcánica de tipo clásica. Así ha sucedido en diversos archipiélagos del Pacífico, en los que se pueden apreciar la sucesión de islas volcánicas unidas entre sí por estrechos brazos de tierra por los que resulta fácil seguir el curso de la fisura original. Estos volcanes expulsan un material de composición predominantemente basáltica.
- Volcanes centrales. Pueden estar originados en una fisura. Su composición y elementos son los que se han referido: como más o menos elevado y cráter circular. Pueden aparecer como estructuras aisladas o con una cierta proximidad entre sí, a menudo en parejas, debido probablemente a que comparten el mismo foco. Hay tres clases de volcanes centrales: explosivos, efusivos y mixtos
- Volcanes explosivos. No suelen ser muy altos, a veces incluso dan la impresión de depresiones en el terreno y están rodeados por una mezcla de material compuesto por la cenizas y panes volcánicos, junto a los rocosos propios del terreno; la erupción en estos volcanes se produce mediante grandes y ruidosas explosiones como consecuencia de los gases retenidos por las obstruccione rocosas que se encuentran en el cráter taponando la chimenea.
- Volcanes efusivos. En general son de altitud notable. Los que emiten lava fluida y poco viscosa son más elevados que los que emiten lava densa; en estos últimos se forman con facilidad en la boca del cráter tapones de lavado solidificado y la presión del volcán activo se ve obligado o desplazados hacia arriba si no encuentra otras salidas en las vertientes de la montaña, generándose los llamados conos adventicios los volcanes efusivos se caracterizan por las escorias y lavas solidificadas en el entorno.
- Volcanes de tipo mixto. Aparecen con elementos de las dos anteriores; pueden tener la estructura de un volcán efusivo y contienen materiales diversos. En este tipo de volcanes se aprecia claramente la existencia de diferentes fases de la actividad separada por periodos de tiempo; su forma característica es la del cono truncado, como consecuencia de los desplomes o de la erosión de la parte más alta. Algunos de estos volcanes, como los de las islas Canarias, tienen un cráter de diámetro muy extenso, llamado caldera. Aunque la anterior diferenciación de los volcanes de tipo central vine dado en buena parte por su modo de erupción, existe una tipología más elaborada que toma como modelo volcanes característicos. Esta clasificación los divide en:
Hawaianos, estrombolianos, vulcanianos y peleanos.
Volcán de Teide, en las Isla española de Tenerife (Canaria). Constituye la máxima altitud de España.
- Los modelos Hawaianos. Son el Kilahuea y el Mauna Loa, ambos en el Pacífico, en las islas Sándwich o Hawái. Son las que se han descrito anteriormente al hablar de los volcanes de fisura, que no suelen explosionar, pero que emiten lava fluida y abundante y de forma casi continua.
- El modelo Estrombolianos. Es el propio del volcán de la isla Stromboli, frente a la costa de Italia. Siempre sus explosiones van acompañadas de grandes penachos de humo y de la correspondiente lluvia de cenizas, la lava es ácida y bastante viscosa, y la expulsión de gases es intermitente, lo que no es un síntoma de que vaya a explosionar a continuación.
- Modelo vulcaniano. Está tipificado por el volcán Vulcano, que se encuentra en la isla Lipari, en el mar Tirreno, también frente a las costas de Italia. Este es un volcán en el que la lava solidificada obstruye casi por completo la abertura principal, lo que hace que la presión busque salida mediante la creación de conos adventicios, pero también con grandes explosiones para abrirse paso, hasta que lo expulsa todo violentamente: nubes de humo y cenizas, bombas volcánicas y lava, que se solidifican rápidamente y generan nuevas obstrucciones del conducto.
- Modelo peleano. Pertenece al Monte Pelado de la isla de la Martinica, en las Antillas. Viene a ser el tipo vulcaniano llevado a las últimas consecuencias; la obstrucción del cono es total y se acumula una gran cúpula sale despedida por los aires en el momento de la explosión, con nubes ardientes, grietas y fisuras en el terreno y tremenda lluvia de barro ardiente y piedras. A veces se considera como variedad del peleano el tipo vesubiano, cuyo modelo es el Vesubio, cerca de Nápoles, cuyas explosiones también son muy violentas, con fragmentos sólidos de diferentes tamaños, lluvia de cenizas y lava muy viscosa. También hay que mencionar los volcanes submarinos, que emiten corrientes de lava que se mezclan rápidamente con los sedimentos marinos. En ocasiones estos volcanes emergen lo bastante como para consolidarse y dan lugar a islas, como la Isla Julia, que surgió en el Mediterráneo, en 1831, en el margen de pocos días, para luego desaparecer de nuevo. A todo ello hay que añadir, que un mismo volcán puede erupcionar de manera diferente en una u otra ocasión, a pesar de estar adscrito a una tipología determinada.
Volcanes activos o inactivos.
Otra diferencia importante es la que establece entre los volcanes activos y los inactivos. Dado que en algunos volcanes se han observado periodos de inactividad de miles de años, es peligroso referirse a un volcán como definitivamente muerto.
Aun así, se ha establecido una división que toma como base el tiempo histórico, es decir, apenas unos miles de años. Así se consideran activos los que han tenido algunas manifestaciones eruptivas en algún momento de la historia, e inactivos los restantes.
En cualquier caso, los volcanes en actividad no están siempre en fase de paroxismo exacerbado. En la actividad volcánica puede diferenciarse cuatro estados:
- Reposo: fase de agotamiento que suele suceder a una erupción prolongada.
- Fase solfatárica: el volcán desprende gases sulfurosos y nubes de vapor a elevadas temperaturas, de hasta 1.000° C, llamadas fumarolas (que pueden ser secas, ácidas, alcalinas o frías, con presencia de cloro, dióxido de azufre, dióxido de carbono y, sobre todo, vapor de agua), solfataras (en el caso de alto contenido de azufre) o mofetas (cuando son frías y mortíferas, de dióxido de carbono y otros gases irrespirables).
- Actividad de régimen: el volcán emite de manera permanente ríos de lava o escorias sin llegar al paroxismo: aunque a veces incrementa su actividad, no suele protagonizar episodios catastróficos.
- Fase eruptiva o paroxística: por otra parte, algunos volcanes en estado de reposo el agua se mantiene a elevadas temperaturas, lo que da lugar a los geiseres, típicos en Islandia y en Alaska, en los que se forman surtidores elevados, de hasta 40 o 50 m de altura, con el agua hirviendo. A este tipo de fenómeno pertenecen también las fuentes termales, donde el agua mana a temperaturas que oscilan entre los 40° y 85°, y que suelen ser muy apreciadas por las presencias de minerales.
Según algunas hipótesis, los volcanes no sólo tienen consecuencias desastrosas, sino que ha su presencia se debe a todo el agua y el carbono orgánico del planeta, que no habrían formado parte de la atmósfera primigenia, sino que habrían surgido del manto. Estas hipótesis no son demostrables, por lo que no se incluyen en los modelos vulcanológicos vigentes aun cuando es indudable que el vapor de agua es uno de los componentes gaseosos presenten en todas las erupciones volcánicas. Los volcanes también pueden ser útiles de cara a la explotación de azufre y otros minerales.
La actividad volcánica es uno de los principales emisores de dióxido de carbono y otros gases a la atmósfera, tiene una incidencia indiscutible en la contaminación ambiental, perfectamente comparable a lo que provoca la actividad industrial, el tráfico rodado o los incendios forestales. Es muy probable que la intensa actividad volcánica que acompaña los ciclos geológicos orogénicos haya sido la causante de grandes cambios climáticos en el planeta, por ejemplo, las glaciaciones.
Distribución de las actividades volcánica.
Las estructuras volcánicas salpican la geografía del globo de manera que ninguna zona parece quedar exenta de su actividad en un momento u otro de la historia de la Tierra; incluso donde no aparecen esas estructuras se encuentran a veces signos en la composición del suelo que prueban claramente que la actividad existió, aunque la erosión haya difumina ya la formación originaria de un desgaste de miles de milenios. Se calcula que existen sobre la Tierra unos cinco ml cráteres inactivos y unos setecientos activos, de los cuales unos trecientos cincuenta se han producido erupciones intensas a lo largo de la historia.
Un estudio más detallado localiza las estructuras inactivas preferentemente en las placas continentales de plegamientos antiguos o remotos, mientras que las activas se acumulan en las áreas del terciario y muy especialmente en las franjas que todavía se encuentran en proceso de formación, sobre todo la línea oriental del circulo de fuego del Pacífico, cuyo nombre proviene precisamente de los volcanes y no de los terremotos, a pesar de la coincidencia de ambos fenómenos. Así la mayor parte de los volcanes existentes, tanto en actividad como en reposo, se localizan en el eje Kamchatka, Japón, Filipinas y en el oeste y centro sudamericano.
En el cinturón Mediterráneo, o mesogeo la actividad también es intensa, aunque notablemente inferior con puntos calientes en las islas del Mediterráneo, en el tirreno y en el Egeo, pero con una prolongación hasta el extremo de Asia, donde conecta con el cinturón del Pacífico en Indonesia, una de las zonas de actividad más intensa. La tercera y cuarta línea de fuego hay que relacionarlas con la actividad de las dorsales oceánicas, es decir, en el Atlántico, desde Islandia a Cabo verde, y en el Indico, en la zona de Java y Sumatra. Sin relación aparente figuran zonas como la oriental africana y la de las islas hawaianas; sin embargo, el cuerno occidental africano es una zona que, según las descripciones de las tectónicas de placas está sometida a grandes esfuerzos y tiende a desgajarse del continente; según estos mismos planteamientos, los focos hawaianos y de otros archipiélagos del Pacífico se corresponden también con áreas de tensión tectónica más o menos recientes, con la explicación añadida de que el movimiento de las placas no suponen un movimiento del foco volcánico del manto, que se mantiene fijo. Esto también explica la existencia de volcanes en el interior de los continentes, a relativa distancia de la costa. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en el proceso de renovación de la corteza no existen sólo fisuras por las que aflora el manto, es decir, zonas de expansión, sino también zonas de subducción, en las que la corteza es empujada hacia el manto y tiende a fundirse con él. Existe además algunos volcanes semiactivos en áreas que escapan a la presente descripción y cuya existencia no parece tener relación especial con los ciclos orogénicos, aunque sí podrían estar relacionada con tensiones entre las placas continentales, por ejemplo, el Erebus y el Terror en la Antártida.
Los volcanes más característicos.
Como volcanes característicos cabe citar el Etna (Italia) y el Mauna Loa (Hawái), por la amplia base y la pendiente suave de lavas; el Teide (Canarias-España), el Fuji Yama (Japón) y el Vesubio (Italia), por la amplia base de escorias y ceniza y la forma aguda del cono, y el Vesubio y el Etna, por los numerosos conos adventicias, el primero con 30 y el segundo con cerca de 700. Por la amplitud de su cráter puede mencionarse: el Pichincha, en Ecuador (1,600 m de diámetro), el Somma antiguo cráter del Vesubio (4 km de diámetro) y Las Cañadas, antiguo cráter del Teide (12 km de diámetro). Así mismo, la corriente de lava del Mauna Loa es muy rápida, se produce a un promedio de 8 m/s, mientras que la del Vesubio es muy lenta, entre 0,5 y 2,5 m/s. El Jorullo, que apareció en pocas semanas en el estado de Michoacán, en México, mantuvo durante más de cincuenta años la temperatura ardiente de las lavas depositadas.
La prevención de catástrofes.
El objetivo del estudio de los volcanes es el de poder prevenir las erupciones de cara a la protección civil.
Aunque hasta el momento se ha avanzado poco en este sentido, debido al diferente comportamiento de unos y otros volcanes, parece que se han abierto interesantes perspectivas con los estudios que comenzaron a realizarse en Colombia en la década de 1990. En esta zona particularmente azotada por volcanes y terremotos y donde se han producido desgracias bastante significativas como la erupción del Nevado del Ruiz en 1985, que produjo la muerte a 25,000 personas. Estos estudios se han centrado en el Galeras uno de los volcanes más activos, con erupciones en 1936 y 1945. El 14 de enero de 1993, siete de los científicos que investigaban y realizaban en ese momento mediciones del cráter fueron sorprendidos por una erupción de lava y piedras que causo la muerte de seis de ellos. En una de las laderas del volcán se ha instalado una red de sensores sísmicos para medir los aumentos en la altura del terremoto, que se cree que se producen a medida que el magma se acumula en depósitos bajo la cima volcánica. Sin embargo, en este caso los sensores no indicaron la explosión. Por el contrario, otros volcanes, como el Kilauea de Hawái, dan todo tipo de avisos y señales antes de iniciar su periodo de actividad. La misión de los científicos se centra ahora en observar los cambios químicos que se producen en las emanaciones gaseosas y en el campo gravitacional lo que parece permitirá en breve plazo la construcción de nuevos sistemas de alarma.
Los géiseres Los géiseres son auténticos volcanes de agua, en realidad se trata de un tipo especial de fuentes termales. Cuando entran en actividad producen enormes columnas se agua que envueltas en nubes de vapor, pueden elevarse muchos metros sobre la superficie del suelo. Su aspecto es el de un cono de sílice aplastado, en cuya cúspide se abre un pequeño cráter circular, donde desemboca una chimenea de paredes pulimentadas. Cuando el géiser no está activo, el cráter aparece lleno de agua caliente, a unos 80°C, aunque en los niveles inferiores el agua puede alcanzar los 127°C. Cuando entra en actividad se produce una trepidación alrededor del cráter, acompañada de un sonido semejante a un trueno subterráneo, y el agua de la chimenea asciende hasta el borde del mismo, dejando escapar grandes burbujas de vapor. Por último, es proyectada violentamente a gran altura, formando una gruesa columna. El ruido que producen estas erupciones se oye a grandes distancias. El paroxismo dura alrededor de 10 minutos, tras lo cual el nivel de las aguas desciende, sin recuperar el normal hasta algunas horas más tarde. Las erupciones se provocan a veces arrojando piedras al interior del cráter. Uno de los géiseres más conocidos es el Old Faithful (“Viejo fiel”) del porque nacional de Yellowstone, en las montañas Rocosas estadounidenses, que entra en actividad cada 65 minutos de una forma muy regular. Existen tres tipos de geiseres: los intermitentes, en los que el agua, que sobrepasa la temperatura de ebullición en el momento de la emisión, es proyectada en un chorro a gran altura; los ruidosos, en los que el agua tiene siempre temperatura de ebullición y las proyecciones son muy frecuentes, aunque sin sobrepasar los 2-3 m, y los tranquilos, cuyas aguas no superan los 80 °C y que son probablemente, antiguos géiseres que pasaron por las fases de intermitentes y ruidosos y que hoy están en fase de extinción. Las aguas expulsadas por los géiseres forman cascadas y terrazas superpuesta de gran belleza. Ejemplo de ello son las de Cleopatra y las del Mamut, ambas situadas en el citado parque de Yellowstone. |
Los volcanes más altos. Entre las estructuras volcánicas más elevadas se encuentran el Sajama (Bolivia, 6,524 m, con fuego interno), el Chimborazo (Ecuador, 6,267 m, en estado de quietud), el Socompa (Chile-Argentina, 6,031 m), el Guallatiri (Chile, 6,060 m, activo, última erupción en 1960), el Antofalla (Argentina, 6,370 m), el Lascar (Chile, 5,592 m, activo, última erupción en1969), el Cotopaxi (Ecuador, 5,896 m, activo, última erupción en 1975), el Kilimanjaro (Tanzania, 5,895 m, en estado de quietud), el Cayambe (Ecuador, 5,800 m con fuego interno), el volcán del azufre Chile-Argentina, 5,706 m), el pico de Orizaba (México, 5,569 m, en estado de quietud) y el Popocatépetl México, 5,452 m, activo).