Manco Inca Yupanqui II. También conocido como Manco Capac II, fue el primero de los cuatro rebeldes incas de Vilcabamba. Escapó de los ejércitos de Atahualpa en el Cuzco y ofreció ayuda a los conquistadores españoles creyendo que lo liberarían de las «malignas tropas de Quito». Lo nombraron Emperador Inca, pero después de los múltiples abusos que cometieron con él y su pueblo, decidió escaparse y rebelarse. En 1536casi libera al Cuzco y expulsa a los españoles, sin embargo se refugió en Vilcabamba al tener que dar de baja a sus tropas por el excesivo tiempo que estaba tomando la guerra. Finalmente fue asesinado en 1544, apuñalado por un grupo de siete españoles almagristas que lo traicionaron.
Origen
Bajo el vasallaje español
Por estas y otras razones planeó sacudirse de la influencia española. No obstante sus planes fueron descubiertos y fue hecho prisionero a mediado del año 1535, soportando mil vejámenes.
Astuto ardid y proclama en Calca
Estando prisionero aun, llega a la capital imperial el conquistador Hernando Pizarro, quien prontamente lo pone en libertad en febrero de 1536, aunque sin poder salir del Cusco. El monarca escondió su ira y se mostró resignado ante el español, al cual en señal de agradecimiento le regala una vajilla, estatuas, vigas del Coricancha y arybalos, todos hechos enteramente de oro. Notando el aumento de la ambición de Hernando le ofreció traerle la estatua del Inca Huayna Capac «toda de oro, incluso las tripas». El ambicioso español le creyó y el 18 de abril de 1536 el Inca sale del Cusco junto al sumo sacerdote o Villac Umo pero ya no regresa. Su primer refugio fue Calca, en donde llama a sus generales y curacas fieles y lanza la siguiente arenga: «Yo estoy determinado a no dejar cristiano en vida en toda la tierra y para eso quiero poner cerco en el Cusco; quien de vosotros pensara servirme, servirme en esto, ha de poner sobre tal caso la vida; beba por estos vasos y no con otra condición». Los principales fueron bebiendo uno a uno la chicha en señal de aprobación y entrega a la causa de la reconquista, y el ejército se iba formando desde todas partes del imperio. Asimismo, se le unieron varios pueblos que si reconocían las virtudes del estado incaico en su favor, e incluso un español. Manco Inca nombra como jefe de su ejército a Villaoma y como maestre de campo a Paucar Huamán.
Asedio del Cusco
Asentamiento en Vilcabamba y otras acciones Con la llegada de las tropas de Almagro desde Chile, Manco Inca se retiró a Ollantaytambo para pasar de allí hacia Vilcabamba. Desde allí, e invitado por los antis, marchó hacia Chachapoyas, derrotando en Ongoy a un ejército español que intentó sorprenderlo, obteniendo una aplastante victoria en la que solo se salvaron dos cristianos. Sin embargo tuvo que distraer sus victoriosas fuerzas en sostener un nuevo frente: El de las huancas.
Se abre el frente huanca
El Inca mandó a someterlos y castigarles por haberse aliado a los españoles, para lo cual mandó expediciones de castigo que acabaron vencidas por la coalición huancas-españoles. Enfurecido el Inca, marchó el mismo saliendo de Sapallanga matando a todos los que encontró en reñidos combates en el camino. Llegó a Jauja, la Grande, donde se produjo un gran combate en el que tropas españolas participaron de lado de los huancas. Tras dos días de combate, el Inca vence al ejército enemigo matando 50 españoles y miles de aliados huancas. Tras estas acciones de castigo en el Valle del Mantaro, Manco Inca regresa al sur donde manda sacar al ídolo huanca, llamado Varihuillca, y echarlo al rio Mantaro, cumpliendo de esta forma su venganza.
Otras acciones posteriores
Después de terminada la campaña huanca, el Inca pasa a Pillcosuni, donde en Yeñupay derrota y pone en fuga a una expedición española. Después de producida la Batalla de las Salinas el 6 de abril de 1538, Manco Inca regresa a Vilcabamba y Victos, desde donde pone espías y atalayas en los caminos que llevan a esa región, enterándose de que una gran expedición iba en su búsqueda al mando de Gonzalo Pizarro y con la compañía de sus traidores hermanos, Paullo, Inguill y Huaspar. Salió Manco a defender el paso y para mejor cumplir se encastilló en una fortalecilla de piedra junto a un río. La lucha fue tan tenaz como ardua, prolongándose durante 10 días. En la refriega caen presos del monarca Inguill y Huaspar, y pese a las suplicas de la coya Curi Ocllo, los decapitó diciendo: «más justo es que corte yo sus cabezas que no llevar ellos la mía». Se reanuda la lucha con furor y los españoles logran capturar la fortalecilla. Acosado por sus enemigos, Manco Inca hubo de echarse al rio y atravesarlo a nado, ganando la otra orilla para gritar a sus burlados adversarios desde ella: «Yo soy Manco Inca, yo soy Manco Inca», para desconcertarlos y que lo dejasen de buscar, pero no pudo impedir que capturen a su esposa la Coya y al general Cusi Rimanchi. Los vencedores partieron inmediatamente al Cusco y, estando descansando en Pampacona, algunos quisieron violar a la Coya pero ella se defendió cubriéndose con «cosas hediondas y de desprecio», por lo que el abuso no se consumó. Así llegaron al pueblo de Tambo, donde para vengarse de su marido entendieron más provechoso matar a la Coya, lo que hicieron los ballesteros asaetandola inmisericordes. También sirvió la ocasión para encender varias hogeras y matar en ellas al valeroso Villac Umu y a los genrales Tisoc, Taipi, Tangui, Huallpa, Urca Huaranga y Atoc Supi; días después estando ya en Yucay, los españoles quemaron a Ozcoc y Curi Atao, también caudillos de la rebelión incaica, en mayo de 1539.
Últimos actos
Vuelto el Inca a Vilcabamba, hizo hurtar del Cusco a su hijo Titu Cusi Yupanqui y a la madre de este, saliéndolos a recibir a Victos en 1541. Estando en Victos llegaron siete almagristas sobrevivientes de las Salinas, suplicando servir al Inca a perpetuidad si este protegía sus vidas. Aceptó Manco Inca a tomarlos como vasallos para aprender mejor los usos de la guerra entre los españoles, por lo que pronto se supo que ningún indio los debería tocar siendo establecidos como criados y amigos del Inca. Pronto los españoles alcanzaron amistad con el monarca, enseñándole a este y a su corte a perfeccionar sus conocimientos sobre los caballos y adentrándolo también en los juegos de bolos y el herrón.
Muerte
En 1545 (algunos sostienen que fue en 1544), Alonso de Toro, teniente gobernador de Cuzco ofreció una oportunidad a los almagristas que habían traicionado a España. Les dijo que si mataban a Manco Inca les perdonaría, y ellos aceptaron. Un día de 1545, en Vilcabamba, los siete almagristas asesinaron a Manco Inca delante de su hijo. Su hijo, Titu Cusi Yupanqui, fue más tarde cronista, y narró la muerte de su padre. Escribió el último mensaje que le dio agonizante: «No te dejes engañar con sus melosas palabras, son todas mentiras, si tú les crees te engañarán como lo hicieron conmigo». Los españoles salieron por la puerta celebrando la muerte del que fuera su protector y amigo, mas los descubrió el capitán Riamnchi Yupanqui, quien con algunos antis les cortó la retirada derribándolos de sus cabalgaduras y arrastrándolos hasta el poblado, donde enterados de lo sucedido, dieron cruel muerte a aquellos, quemando a los más culpados. Las cabezas de los siete españoles que asesinaron a Manco Inca fueron exhibidas en las plazas y calles de Vitcos y Vilcabamba. Le sucedió su segundo hijo, Sayri Túpac, quien renunció y dejó el trono a su hermano mayor (hijo mayor de Manco Inca) llamado Titu Cusi Yupanqui y cuando este murió le dejó el trono a su hermano llamado Túpac Amaru I. Los cuatro incas de Vilcabamba fueron de la familia de Manco Inca.
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