Nació en el año 460 a.C en isla de Cos y Murió en el año 370 a.C en Tersalia. Hijo de Héraclides y Praxítela. Fue un médico de la Antigua Grecia (S. Pericles). situada en el golfo del mismo nombre en la costa occidental del Asia Menor, frente a la península de Cnido. Tuvo dos Hijos llamados Tésalo y Draco y una hija, no obstante, su sucesor fué Polibo, su yerno. Es considerado como el padre de la medicina, dado a sus contribuciones a esta ciencia, además fundó una escuela con su nombr
Teoría Principal Su teoria se basa en la separación de las enfermedades y la religión ya que estas se atribuían a los dioses y su poder divino, y estos las creaban como castigo.
Su existencia efectiva viene atestiguada por el hecho de que Platón, contemporáneo suyo aunque más joven, se refiere a él en dos de sus diálogos (Protágoras y Fedro). También Aristóteles, en la Política, habla de la grandeza de Hipócrates como médico. La fama de la que Hipócrates, en consecuencia, debió gozar ya durante su vida contrasta sin embargo con la ausencia de referencias antiguas a sus escritos, así como con el hecho de que la primera de las biografías que se le dedicaron no date sino de la primera mitad del siglo II de nuestra era, medio milenio después de su muerte, la cual ocurrió probablemente hacia el 377 a.C. en Larisa, en la región griega de Tesalia.
Hipócrates debió de pertenecer a una familia de asclepíades (así lo dice Platón). Entre los antiguos griegos, la práctica de la medicina hubo de estructurarse en torno a los templos dedicados al culto de Asclepio (el Esculapio latino), hijo de Apolo y discípulo del centauro Quirón, quien le enseñó las artes de la medicina y de la caza. Dichos templos se convirtieron en lugares de peregrinación adonde acudían los enfermos, frecuentemente para someterse al «sueño sagrado», durante el cual, supuestamente, Asclepio se les aparecía y les daba sus consejos bienhechores. Los sacerdotes de esos templos acabaron por constituir un cuerpo profesional de médicos que atendían una especie de hospitales anexos; se los denominaba asclepíades ya porque se supusiera que descendían del propio Asclepio, ya porque sus deberes se inspiraban en él. La profesión se hizo laica y tendió a limitarse a ciertas familias, una de las cuales fue la de Hipócrates en Cos. Su padre, Heráclides, fue el encargado de darle su primera formación como médico; él, a su vez, la había recibido de su propio padre, llamado también Hipócrates. Otro de los médicos que se citan como maestro suyo fue Heródico de Selimbria, en Cnido. Tésalo y Dracón, hijos de Hipócrates, fueron también médicos y sucesores suyos, como asimismo lo fueron su yerno Polibo y un nieto, hijo de Tésalo, de nombre Hipócrates. Tésalo se hizo famoso en la corte de Arquelao, rey de Macedonia, entre el 413 y el 399 a.C.; fue uno de los fundadores de la escuela de medicina llamada dogmática y Galeno lo llamó el más eminente de los hijos de Hipócrates. Pero el más grande de los sucesores de Hipócrates fue Polibo, a quien se atribuye tradicionalmente (Aristóteles ya lo sugirió) la autoría de uno de los escritos hipocráticos más notables, el tratado sobre La naturaleza del hombre.
A juzgar por las referencias contenidas en sus obras, Hipócrates debió de viajar mucho por el mundo griego, residiendo sucesivamente en la isla de Tasos, en Tracia y en Tesalia. Visitó también Malinea, en Magnesia, y Cícico, al sur del mar de Mármara. Lo consultaron Pérdicas II, rey de Macedonia, y Artajerjes II Mnemón, rey de Persia. Una de las anécdotas más conocidas que se le atribuyen tiene que ver con su supuesta relación (que quizá no existió) con Demócrito, el famoso filósofo de Abdera, cuya teoría atomista representó la culminación del pensamiento presocrático: los abderitas, creyendo que su filósofo estaba loco, llamaron a Hipócrates para que lo curara; interrogado por el médico, Demócrito contestó a una de sus preguntas diciendo que él estudiaba la locura humana, ante lo cual Hipócrates proclamó con firmeza que el filósofo era el más sabio de los hombres.
Del aspecto físico de Hipócrates se sabe que fue de baja estatura, como muchos otros grandes hombres. Cuenta la tradición que sobre su tumba las abejas fabricaron colmenas cuya miel poseía propiedades curativas.
Hipócrates fue, sin duda, un gran médico y un gran maestro de la medicina; pero no más que otros lo fueron en su tiempo. Las razones por las que su figura llegó a singularizarse tanto parecen ser, más bien, circunstanciales.
Ya desde la época alejandrina su fama empezó a crecer y se le fueron atribuyendo escritos que, por lo general, eran textos probablemente anónimos, elaborados en el seno de determinadas escuelas médicas. Dicha fama alcanzó su apogeo en el mundo romano, a través de los comentarios de Galeno, que hicieron de Hipócratres el «padre de la medicina», encarnación del médico ideal, a la par que acabaron por considerarse como suyos todos los escritos médicos de la gran época helénica, entonces ya legendaria. Sin embargo, el posterior análisis crítico de esos escritos puso de manifiesto que no podían ser obra de una única y misma persona, ni tampoco podían proceder de un solo lugar ni datar todos de una misma época. Hoy, la reunión de esos escritos, la llamada «colección hipocrática», se admite como presidida por un espíritu común, del cual es símbolo el nombre del gran médico de Cos.
La idea central de la medicina hipocrática es la concepción de la salud como un equilibrio, mantenido en el organismo sano merced a la existencia de una fuerza natural que tiende a restablecerlo automáticamente cuando su alteración no es profunda. Cuando dicho equilibrio se rompe a causa de la enfermedad, el médico debe acudir en auxilio de esa fuerza curativa de la propia naturaleza, la vis medicatrix naturae consagrada por la expresión latina. La tarea del médico se convierte así, esencialmente, en dejar obrar a la naturaleza, por lo que el tratamiento de la enfermedad ha de consistir, sobre todo, en un régimen de vida adecuado: descanso físico y espiritual, calmantes en el caso de que haya dolor, dieta, ejercicios moderados…
La terapéutica hipocrática se basó en el uso de purgantes, eméticos (para provocar el vómito), cordiales, emenagogos (para provocar la menstruación), enemas y lavativas, sangrías (aunque sin recurrir a las sanguijuelas), dietas de inanición a fin de evacuar el cuerpo, fomentos y baños, fricciones y masajes, agua y caldo de cebada (en griego ptisane, y de ahí que el término ‘tisana’ acabara por designar cualquier tipo de infusión), vino y miel con agua o con vinagre (el azúcar de caña apenas se conoció en Occidente antes de las primeras conquistas islámicas).
En las teorías hipocráticas sobre la naturaleza y constitución del organismo vivo, la función del aire (pneuma) desempeña un papel importante y parece ser que en el caso particular del propio Hipócrates esa importancia se vio acentuada. En el tratado de Polibo antes mencionado se encuentra formulada la teoría de los cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, que difieren en proporción según los temperamentos humanos y según las estaciones del año. La proporción adecuada de esos humores viene regulada y mantenida en cada individuo por su naturaleza innata y característica. La idea de que la salud consiste en el equilibrio de los humores (isonomía), mientras que la enfermedad sobreviene cuando uno de ellos domina sobre los restantes (monarquía), se remonta al pitagórico Alcmeón de Crotona; Empédocles de Agrigento, el famoso autor de la teoría de los cuatro elementos —fuego, aire, agua, tierra— como componentes fundamentales de todo lo existente, estableció que la salud o la enfermedad estaban condicionadas por el equilibrio o el desequilibrio de dichos elementos. Esta doctrina se complementó con la de las cuatro cualidades primarias —caliente, frío, húmedo y seco—, a cada una de las cuales, en el texto hipocrático citado, se le asigna un papel preponderante
en el cuerpo humano según la sucesión de las estaciones a lo largo del año. La teoría de los cuatro temperamentos fue luego desarrollada y complementada por Galeno, el médico más famoso de la antigua Roma; siguió desempeñando un papel central en la medicina hasta el siglo XIX y está presente todavía en numerosas expresiones del lenguaje común.
Los médicos de la escuela hipocrática de Cos se distinguían de sus más famosos rivales, los pertenecientes a la escuela médica de Cnido (algunos de cuyos textos aparecen también integrados en lo que hoy se conoce como colección hipocrática), por el hecho de mostrar un mayor interés por la enfermedad en general, frente a la preocupación de sus colegas por las enfermedades particulares. De ahí que el pronóstico, la capacidad de predecir el curso de la enfermedad y la naturaleza, fatal o no, de su final se considerara más importante que el diagnóstico. Al buen médico se lo valoraba por su habilidad para formarse una idea de las sucesivas etapas de la enfermedad a partir de la primera de ellas y para prever los futuros días críticos, en los que podía producirse un cambio sintomático en la marcha del paciente, tanto en forma de mejoría como de recaída, o también tener lugar la formación de un absceso o la expulsión de materias malignas. De ahí la clasificación de las fiebres en tercianas, cuartanas, etc., de acuerdo con la longitud del ciclo que se supone iba a regir su aparición periódica; la importancia concedida al desarrollo rítmico se explica por el hecho de que muchas de las enfermedades observadas por los médicos hipocráticos fueron manifestaciones del paludismo, endémico en el territorio griego.
La imagen del médico que se desprende de los escritos de la colección hipocrática es la de un profesional empeñado en desarrollar su tarea en una atmósfera empírica y racional que se opone expresamente a la concepción mágica y religiosa de la medicina primitiva; en este sentido, acostumbra citarse como revelador el texto dedicado a la epilepsia y la crítica que allí se dedica a su denominación tradicional como «enfermedad sagrada». Algunos textos hacen, incluso, gala de un empirismo radical y, en nombre de una medicina calificada de «antigua», condenan cualquier especulación destinada a fundamentar el saber médico sobre principios cosmológicos, enfrentándose así polémicamente a otros escritos de la misma colección que, como antes se ha dicho, fundaban la medicina sobre alguna cosmología determinada. Uno de los escritos más antiguos de la colección insiste en el carácter artesanal de la medicina, su condición de «técnica» en el sentido griego del término, más próximo al nuestro de arte; un arte que debía aprenderse en contacto directo con el maestro, a quien el llamado juramento hipocrático obliga a atribuir un rango de padre, compartiendo con él el propio peculio y proveyendo a sus necesidades si fuera preciso. Un arte al que el marco de una biografía personal le resulta estrecho, como sentencia el primero y más conocido de los aforismos hipocráticos: «La vida es breve, el arte es largo; la ocasión, fugitiva; la experiencia, falaz; el juicio, difícil».
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