Época Clásica

Época Clásica (V a C).

Época Clásica. La Época Clásica o a la Antigüedad Clásica, hablamos de un período de la historia ubicado entre la Alta Antigüedad (cuando aparecieron las primeras civilizaciones de Oriente Próximo Antiguo) y la Baja Antigüedad (la transición hacia la Edad Media).

Este período corresponde al florecimiento de la civilización grecorromana, ubicada en la cuenta del Mediterráneo y las costas del Oriente Próximo. Incluye el momento en que la civilización griega alcanzó su máximo esplendor artístico, filosófico, arquitectónico y económico, pero también el de su caída.

También comprende la conquista por los latinos, quienes asimilaron su riqueza cultural y dieron nacimiento así al Imperio Romano, una fuerza política y militar que conquistó prácticamente toda Europa, África del Norte y Oriente Próximo. En su seno nació además el Cristianismo.

GUERRAS MÉDICAS

El quinto siglo anterior al cambio de Era se inició con unas guerras que ya fueron concebidas por los griegos de la época como el resultado de un gran conflicto entre Oriente y Occidente. La obra de Heródoto es la principal y casi única fuente de que disponemos para conocer el desarrollo de los acontecimientos bélicos.

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Precedentes: la expansión persa en el segunda mitad del siglo VI a.C.

Al igual que los griegos, los persas eran un pueblo de origen indoeuropeo. Ambos compartían el mismo sustrato etno-lingüístico. En un origen se instalaron en el norte de la llanura irania, entre el Cáucaso y los Montes Zagros, donde asimilaron las culturas mesopotámicas de la zona (elanita, asiria, babilónica). Más tarde entablaron contacto con los medos, pueblo guerrero establecido en el noroeste de la llanura irania, el cual se había aliado con el Imperio Neobabilónico para luchar contra los asirios. Tras la anexión de varios territorios, medos y persas se fijaron en Asia Menor, donde estaba asentado el reino de Lidia. Bajo la dinastía persa de los Aqueménidas, Ciro el Grande (559-529 a.C.) venció al rey medo Astiages. A partir de entonces el reino meda desapareció y quedó fusionado con el persa. Puesto que los antiguos griegos denominaron medos tanto a los medos propiamente dichos como a los persas, usaban la expresión de “Guerras Médicas” para aludir a lo que propiamente fueron “Guerras greco-persas”. A mediados del siglo VI a.C., el Imperio persa abarcaba un amplio territorio: Persia, Elam, Partia, Hircania, Media y una parte considerable de Mesopotamia. Su presencia suponía una amena para los países vecinos, especialmente para Lidia, que bajo el reinado de Creso había alcanzado un gran poder. Este monarca había logrado someter a las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, las cuales no por ello se habían visto perjudicadas en el aspecto económico. Finalmente, se enfrentó al rey persa, tras aliarse con Babilonia y Egipto. La guerra entre Creso y Ciro terminó con el éxito de este último. En el 546 a.C., una vez sometida Lidia, Ciro se enfrentó a las ciudades jonias, intentando así ampliar las fronteras de Persia hasta el Mar Egeo. Las ciudades griegas de Jonia cayeron y aunque pidieron ayuda a Esparta ésta no les apoyó. El resultado fue que toda la Grecia del Asia Menor pasó a integrarse en la monarquía persa.

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Ciro luchó también en Oriente.

Cayó en su poder el reino babilónico y conquistó así el Asia central. Los límites de Persia se extendieron hasta el río Indo. Fenicia también fue anexionada, sin resistencia. A la muerte de Ciro, ocupó el trono su hijo Cambises (529-523 a.C.), quien continuó con la política de conquistas de su padre, logrando controlar Egipto (525 a.C.). Se hizo además con una fuerte flota, construida por los fenicios. Cambises fue sucedió por Darío I (522-486 a.C.). Éste, tras sofocar numerosas rebeliones, se convirtió en rey de un extensísimo territorio. El reino persa era por aquel entonces un enorme crisol de pueblos, culturas y lenguas, sin cohesión económica ni militar. Para asegurar el gobierno, Darío I dividió el territorio en veinte distritos mandados por sátrapas, en quienes el rey delegaba algunas funciones. Cada satrapía constituía una unidad tributaria, de forma que tenía asignada una determinada cantidad de tributo que era necesario recaudar y entregar al rey.

El Imperio persa integraba una amplia red de caminos que debían mantener y vigilar los sátrapas, si bien el control general de las infraestructuras viarias corría a cargo de funcionarios del poder central. Por todo el territorio sometido al rey persa había distribuidas guarniciones militares, y, en caso de tener que movilizarlas con motivo de campañas importantes, éstas se completaban con destacamentos de los pueblos sometidos. El ejército persa así conformado aunque numeroso era poco eficiente, debido a su falta de cohesión interna.

Figura 1: El Imperio Persa durante las Guerras Médicas Las ciudades jonias bajo poder persa se vieron muy perjudicadas en el terreno económico: no sólo debían pagar al rey impuestos muy altos, sino que además el comercio intermediario en el Egeo que antes controlaban pasó a manos de los fenicios, a quienes Darío apoyaba. A esto se añadía que las relaciones comerciales con Egipto casi se interrumpieron. Por otro lado, en las ciudades jonias -muy desarrolladas desde el punto de vista económico y social- arreciaban las luchas entre el demos y la aristocracia. En ellas el pueblo había alcanzado mucho peso político en contra de los aristócratas. Sin embargo, los persas se apoyaron precisamente en éstos para asegurarse el control, imponiendo tiranías. Los tiranos aristócratas se sometían al rey persa porque sabían que sin su apoyo perderían el poder. Por consiguiente, los movimientos democráticos en el área jonia adquirieron una connotación “antipersa” y patriótica. La defensa de los griegos frente a los invasores persas se equiparó a la lucha del demos contra los aristócratas colaboracionistas.

Al igual que habían hecho sus predecesores Ciro y Cambises, Darío I se propuso ampliar las fronteras del reino persa. Su interés se centraba en la zona occidental: Mar Egeo y Península Balcánica. Tenía también que reforzar las fronteras en el Noroeste, lo que le llevó a emprender una campaña contra los escitas, que terminó en completo fracaso. A su regreso de esta campaña, terminó de someter las costas del Helesponto y de Tracia y, a continuación, conquistó varias islas del Egeo: Lemnos, Imbros, Quíos, Lesbos y Samos. Pese a su fracaso en las tierras de los escitas, la costa tracia y Macedonia se le rindieron. Los persas quedaron así asentados en espacios limítrofes de la Grecia continental europea.

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El detonante: la rebelión jonia (499-493 a.C.)

Si las ciudades jonias ya se habían visto bastante perjudicadas en el terreno comercial desde su conquista, el control persa sobre el Mar Negro las perjudicó aún más. A esto se añadía la ya indicada presión fiscal y el malestar por tener que soportar regímenes tiránicos. Se extendió por tanto la idea de que una mejora de la situación económica sólo sería posible tras la liberación del dominio persa. Por otra parte, el prestigio militar de Darío I había quedado mermado a raíz de su derrota contra los escitas y los griegos comenzaron a confiar en sus posibilidades ante una posible confrontación militar. En el año 499 a.C. estalló una revuelta en la isla de Naxos: los aristócratas que mandaban en la isla fueron derrotados por los partidarios de la democracia. El tirano de Mileto, Aristágoras, acogió a las víctimas del destierro y propuso al sátrapa Artafernes hacer una expedición contra Naxos. La idea era facilitar el regreso de los desterrados a su patria y, a través de su forzada colaboración, someter la isla al Imperio persa. La expedición llegó a llevarse a cabo, pero fue un fracaso. Temiendo represalias, Aristágoras organizó un levantamiento contra los persas. Rápidamente la conspiración se extendió al resto de ciudades jonias, donde los tiranos impuestos por los persas fueron derrocados y se restablecieron regímenes democráticos. Comenzaron las movilizaciones para una futura lucha armada. En este contexto, Aristágoras dimitió y entregó el poder a la asamblea popular de Mileto. Esparta se mantuvo al margen de los asuntos de Asia Menor, mientras que Atenas y Eretria (Eubea) colaboraron mandando una expedición contra Sardes, antigua capital del reino de Lidia. Aunque esta ciudad fue incendiada la intervención militar se saldó con la derrota de los griegos a manos persas. Como resultado, ni Atenas ni Eretria apoyaron más la insurrección jonia. Los persas reconquistaron Chipre y Caria. En el 494 a.C. derrotaron a las ciudades jonias sublevadas, que habían concentrado su flota en la isla de Lade. En el 493 a.C. cayó Mileto, terminando así la sublevación. Se restableció la administración persa en todas las ciudades y se volvieron a imponer tributos. Como consecuencia de todo lo sucedido, se acabó para siempre el florecimiento de Jonia. Sus ciudades entraron en decadencia y dejaron de ser centros neurálgicos de la economía y la cultura, cediendo este papel a las de la Grecia europea, en especial a Atenas. Los persas abandonaron su política de entregar el control de las ciudades a tiranos y se dieron cuenta del peligro que suponían los griegos libres en la frontera de su imperio. Por su parte, los griegos del continente tomaron también conciencia del peligro que suponía para ellos tener como vecinos a los persas.

Figura 2: Guerras Médicas.

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3. Primera Guerra Médica (492-490 a.C.)

Tras la destrucción de Mileto, ciudad amiga de Atenas, los atenienses comenzaron a preocuparse por su propia seguridad. Surgió en el Ática una “agrupación marítima” encabezada por Temístocles, partidario de reforzar la flota y optar en la guerra por la táctica naval. Temístocles representaba los intereses de los artesanos y comerciantes. Por otro lado, Milcíades, portavoz de los terratenientes, defendía un fortalecimiento del cuerpo de hoplitas para que Atenas pudiera hacer frente a los persas en tierra. Su propuesta triunfó de momento frente a la de Temístocles. Esparta no había prestado apoyo a las ciudades jonias, porque tenía que resolver sus propios problemas en el Peloponeso (estaba en lucha contra Argos). Además, los espartanos no tenían el mismo interés que los atenienses en defender el comercio con los jonios. Pese a todo, la victoria del rey Cleomenes sobre Argos dio un giro a la política espartana y los lacedemonios comenzaron a mostrarse partidarios de la guerra con los persas. En las regiones de Tesalia y Beocia, donde dominaban regímenes aristocráticos, el clima político era simpatizante con Persia. Egina también estaba del lado de los persas, pero no así Naxos. Las ciudades griegas del Asia Menor o ya dependían de Persia o temían caer bajo su control. Los griegos occidentales no podían tomar parte en la lucha, pues temían sus enemistades con otras potencias de Occidente: Etruria y Cartago. Por último, la mayoría del resto de las pequeñas póleis vivían centradas en sus problemas locales y eran indiferentes al problema persa. En el año 492 a.C., tras asegurarse el control en Jonia, Darío encargó a Mardonio ocupar Tracia y Macedonia, pero esta primera campaña fue un fracaso. Al año siguiente comenzó a realizar grandes preparativos militares y diplomáticos. Envió embajadores a las islas del Egeo y a los estados de la Grecia europea exigiendo “tierra y agua”, símbolo de sumisión. Las islas aceptaron -entre ellas Egina-, así como zonas de la Grecia septentrional; en cambio, Atenas y Esparta rehusaron. En el 490 a.C. los persas reunieron una gran flota, mandada por Datis y Artafernes. Pretendían llegar directamente al Ática, evitando largos rodeos, como el de Mardonio, motivo de su fracaso. Intentaron, además, atraer hacia su causa a aristócratas griegos deseosos de recuperar con su respaldo el poder perdido. A través de las islas del Egeo, Datis y Artafernes llegaron a Naxos y Eretria, que fueron destruidas. Luego desembarcaron en la llanura de Maratón, en la costa oriental de Ática, lugar apropiado para la acción de la caballería. Milcíades era en esos momentos el estratega jefe de los atenienses. Los espartanos, que habían prometido ayuda militar, fueron advertidos por medio de un heraldo de la llegada de numerosos persas a Maratón y de la inminencia de la batalla. El heraldo que llevó la noticia fue el célebre corredor Filípides, quien recorrió los 240 km que separaban Atenas de Esparta en dos días. Pero los espartanos alegaron que se encontraban celebrando unas fiestas religiosas y que no podían unirse a la campaña hasta que hubiera luna llena. Sin el apoyo de Esparta, Atenas tuvo que enfrentarse sola a los persas, ayudada únicamente por la ciudad de Platea, que movilizó a todos sus hoplitas. Pese a su superioridad numérica, los persas fueron derrotados por los griegos. Esta derrota significó un duro golpe para el rey persa, mientras que afianzó a los atenienses como potencia helena.

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Envío de Filípides a Esparta para solicitar ayuda

Mientras todavía se hallaban en la capital, lo primero que hicieron los estrategos fue enviar a Esparta, en calidad de heraldo, a Filípides, un ciudadano ateniense que, además, era «correo», actividad que constituía su profesión. Pues bien, según confesó personalmente y de acuerdo con el informe que facilitó a los atenienses, al tal Filípides lo abordó Pan en las inmediaciones del monte Partenio, al norte de Tegea. El dios –según Filípides– lo llamó a voces por su propio nombre y le encargó que preguntase a los atenienses la razón de que no se preocuparan lo más mínimo de su persona, a pesar de la cordialidad que sentía hacia ellos y de que en numerosas ocasiones ya les había prestado su asistencia, cosa que seguiría haciendo en lo sucesivo. Ante el feliz desenlace que para ellos tuvieron los acontecimientos, los atenienses, admitiendo la veracidad de este relato, erigieron al pie de la acrópolis un santuario en honor a de Pan; y, a raíz de la demanda del dios, impetran su protección con sacrificios anuales y con una carrera de antorchas. Por su parte Filípides (el sujeto que en aquellos momentos había sido enviado por los estrategos a cumplir la misión durante la cual declaró que se le había aparecido Pan en persona) llegó a Esparta un día después de haber salido de Atenas. Y, una vez en presencia de los magistrados, les dijo: «Lacedemonios, los atenienses os ruegan que les prestéis ayuda y que no permitáis que una de las ciudades más antiguas de Grecia caiga bajo el yugo de unos bárbaros. Pues, en la actualidad, Eretria se halla esclavizada y, en consecuencia, Grecia se encuentra sensiblemente debilitada por la pérdida de una destacada ciudad». El heraldo, en suma, les notificó lo que le habían ordenado. Los lacedemonios, entonces, decidieron socorrer a los atenienses, pero les resultaba imposible hacerlo de inmediato, ya que no querían infringir la ley (resulta que corría el noveno día del mes en curso y manifestaron que no emprenderían una expedición el día nueve, supuesto que la luna no estaba llena.

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Heródoto, Historia, 6.105-106

Figura 3: Primera Guerra Médica.

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La Segunda Guerra Médica (480-479 a.C.)

Tras la derrota de Maratón, el rey persa no olvidó su objetivo de conquistar Grecia. Ya al año siguiente, en el 489 a.C., inició preparativos para una nueva ofensiva, pero debido a diversas circunstancias ésta se retrasó. En el 486 a.C. estalló una sublevación en Egipto y, en ese mismo año, Darío murió. Le sucedió en el trono su hijo Jerjes, quien tuvo que sofocar no sólo la rebelión en Egipto, sino también la que se había extendido por Babilonia. En el 483 a.C. consiguió restablecer la paz en ambas regiones y, a partir de entonces, reanudó los preparativos para la ofensiva contra Grecia que había iniciado su padre. Jerjes programó la operación de forma minuciosa y por ello tardó tres años (del 483 al 480 a.C.) en atacar. Su precampaña militar se centró en varios objetivos. En primer lugar, Jerjes se propuso evitar que las colonias griegas de Occidente acudieran en ayuda de Grecia. En especial temía una intervención de la poderosa Siracusa. El historiador Heródoto menciona un acuerdo entre persas y cartagineses, de modo que Persia atacaría Grecia y Cartago las colonias griegas de Sicilia. Otro objetivo de Jerjes era conseguir aliados griegos, por medio de acciones diplomáticas en Tesalia y Beocia. En el terreno material, se propuso construir una canal en el promontorio de Atos, donde habían naufragado las naves de Mardonio en el 492 a.C., y reunir un gran ejército. Heródoto habla de 5.203.220 hombres, pero sin duda esta cifra es exagerada. Los historiadores modernos calculan unos efectivos de 100.000 soldados, a los que habría que sumar las tropas auxiliares. En cuanto a la flota, según Heródoto se componía de 1.208 barcos, cifra que en este caso no parece descabellada, teniendo en cuenta que no sólo se trataba de barcos de guerra, sino también de naves de carga y pequeñas embarcaciones. Tras la victoria de Maratón, los griegos tuvieron claro que la paz no sería duradera, sino más bien una tregua pasajera. No obstante, las distintas póleis continuaron defendiendo sus intereses locales. En Atenas, la más amenazada de todas, se impuso la estrategia de Temístocles, pues los atenienses comprendieron que era preferible atacar a los persas por mar. Esto significaba el crecimiento del poder político de la plebe urbana (thetes), entre la que se reclutaban los marineros. El Estado construyó una gran flota, pagada con la plata extraída en las minas de Laurión. El Pireo fue fortificado y se convirtió en un puerto militar. El triunfo de la estrategia de Temístocles supuso un cambio político en Atenas. Los terratenientes y agricultores dejaron de ser la fuerza básica del ejército. Los hoplitas cediendo el protagonismo a los marineros, reclutados entre los thetes. Todo ello contribuyó a la democratización de Atenas. Frente al enemigo persa Esparta podía fortificar el Istmo de Corinto, pero esto no bastaba, necesitaba aliarse con Atenas para poder defenderse con la ayuda de su flota. Por otro lado, la alianza entre atenientes y espartanos no aseguraba la victoria; hacía falta una mayor unión entre las póleis griegas. Así surgió la Liga Panhelénica entendida como una ampliación de la Liga del Peloponeso, por lo que Esparta se hizo cargo de la dirección. Una reunión de esta Liga tuvo lugar en el Istmo de Corinto en el 481 a.C. El ejército griego se compondría de unos 35.000 hoplitas y otros tantos de guerreros de infantería ligera. La flota estaría formada por 366 navíos, la mayor parte de ellos atenienses. Los espartanos aceptaron el plan de Temístocles de centrar la lucha en el mar –el ejército de tierra sólo serviría de refuerzo y de protección de las naves–.

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Defensa de las Termópilas y batalla de Artemisión (480 a.C.)

En el 480 a.C., el ejército persa cruzó el Helesponto y llegó hasta Terme. Los griegos intentaron cerrar al enemigo los pasos del Norte que daban acceso a la Hélade. Ocuparon primero el desfiladero de Tempe, que comunicaba Macedonia con Tesalia, pero tuvieron que replegarse hacia el Sur por miedo a una maniobra envolvente de los persas. Como consecuencia, Tesalia cayó bajo dominio persa. Comandado por el espartano Leónidas, el ejército aliado de los griegos se concentró en el desfiladero de las Termópilas, en la frontera entre Tesalia y Fócide. Mientras tanto, la flota griega atracó cerca del promontorio de Artemision, al norte de Eubea. El mando del ejército marítimo recaía en el también espartano Euribiades, pero en realidad era Temístocles quien controlaba su actuación. Por tierra los griegos fueron vencidos. Leónidas tuvo que ordenar la retirada de los aliados y él miso se quedó con 300 espartanos para cubrirlos, muriendo heroicamente. La flota griega, que había tenido que soportar los ataques de la persa, una vez perdido el desfiladero de las Termópilas, se retiró hacia el Ática. Beocia se rindió y cedió el paso a los persas en dirección a Atenas. Los atenienses sabían que no podría soportar el ataque enemigo y por ello evacuaron la ciudad. Cuando llegaron los persas la ciudad estaba casi vacía; no obstante, la destruyeron e incendiaron, así como el resto del Ática.

Figura 4: Puntas de flecha y lanza localizadas en el campo de Batalla de las Termópilas (480 a.C.). Museo Arqueológico de Atenas.

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Salamina (480 a.C.)

La flota griega se había congregado junto a Salamina. Fue apoyado el plan de Temístocles de presentar batalla naval, pese a que había muchos partidarios de rendirse. El enfrentamiento tuvo lugar cerca de Salamina y los griegos vencieron por su estrategia y fuerza de sus naves. Tras la derrota, Jerjes decidió regresar a Asia y entregó el mando del ejército a Mardonio. Éste condujo las tropas persas a Tesalia para pasar el invierno (480-479 a.C.) e intentó pactar con Atenas, para así romper la Liga Panhelénica; pero los atenienses se negaron. En el 479 a.C. Mardonio ocupó de nuevo el Ática y los atenienses tuvieron que huir una vez más a Salamina.

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Batalla de Platea (479 a.C.)

Mardonio condujo el ejército hacia un lugar favorable para los movimientos de la caballería: la llanura de Platea, donde se entabló combate con el ejército aliado griego. Vencieron los griegos, gracias especialmente a la resistencia de los hoplitas espartanos. A continuación, éstos se dirigieron a la ciudad de Tebas, donde fueron derrocados los cabecillas del partido filopersa.

Figura 5: Escultura de hoplita hallada en la Acrópolis de Esparta. Siglo V a.C. Museo Arqueológico de Esparta.

Batalla de Micala (479 a.C.)

La flota griega se dirigió a Asia y venció a los persas cerca del promontorio de Micala. Las ciudades de Jonia se sublevaron y recobraron su independencia. La derrota de los persas en las póleis ocupadas significaba, además, la derrota de la aristocracia filopersa y favorecía la instauración de democracias. En el 478 a.C. los griegos tomaron Sestos, con objeto de recuperar el control del Helesponto. A partir de ese momento se pueden dar por terminadas las Guerras Médicas, si bien hubo enfrentamientos posteriores de carácter aislado. Finalmente, en el 449 a.C. se firmó la Paz de Calias entre la Liga de Delos, dirigida por Atenas, y el Imperio Persa.

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Consecuencias de las Guerras Médicas

Para Persia las guerras contra los griegos significaron un primer contacto con Occidente y el establecimiento de límites a su Imperio. El ejército persa fue derrotado, pese a ser más numeroso, debido a su falta de cohesión y a su vulnerabilidad frente a un ejército de ciudadanos como era el de los atenienses, los espartanos y otros griegos que luchaban por su libertad y no por las órdenes de un rey. En el ámbito griego, las guerras greco-persas reportaron, sobre todo, un enorme prestigio político y militar para Atenas, a pesar del protagonismo que también habían tenido Esparta y la Liga del Peloponeso. Este prestigio ganado por los atenienses servirá a Atenas para legitimar su futura proyección marítima y comercial por el Egeo.

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LA POLIS DEMOCRÁTICA: ATENAS

Evolución social y política: de Clístenes a Pericles a) Clístenes y la isonomía ateniense (508-507 a.C.) Aunque se considera que el sistema democrático ateniense fue creado por Clístenes, el término griego de demokratía no fue usado hasta los tiempos de Pericles. Propiamente, habría que decir que el primero impulsó a través de sus reformas una isonomía o igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la cual posibilitó el sistema de gobierno en manos del pueblo que más tarde se llamaría democracia. Clístenes pertenecía a los Alcmeónidas, familia aristocrática que había sido desterrada en tiempos de Pisístrato. Tomó el poder por la fuerza en el 508 a.C., abortando la intervención militar del espartano Cleomenes en Atenas. Una vez en el poder, respetó la constitución ateniense y llevó a cabo varias reformas de las leyes de Solón, aprobadas por la asamblea del pueblo. Su objetivo era reducir competencias a las instituciones aristocráticas y otorgar más poder al demos. – Reorganización administrativa La población ateniense quedó dividida en nuevas unidades funcionales: 10 tribus, 30 tritias y 139 demos. Las nuevas tribus pasaron a ser consideradas divisiones artificiales y operativas del cuerpo de ciudadanos; diferían por tanto de las cuatro tribus tradicionales en las que había estado dividido el pueblo ateniense. No tenían un territorio contiguo, pues cada tribu estaba integrada por tres partes o tritias: una de la ciudad, otra de la costa y otra de la zona interior del Ática Cada tritia comprendía de seis a doce circunscripciones territoriales y administrativas de menor nivel, denominadas demos.

Figura 6: Monumento de los héroes epónimos en el Ágora de Atenas. Cada héroe corresponde a una de las diez tribus de Clístenes. En este monumento se publicaban los anuncios oficiales.

Figura 7: El Ática tras las reformas de Clístenes.

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Las tribus fueron usadas como base de la organización política y militar ateniense. Dentro de cada tribu se sorteaban anualmente los consejeros que debían componer la Bulé. Los miembros de una misma tribu combatían juntos en la guerra y aportaban un estratega al ejército. Los diez estrategas se ponían bajo las órdenes de un general, llamado polemarco. La creación de los demos garantizaba la descentralización política de Atenas. Cada demo tenía sus propias asambleas, magistraturas y fiestas religiosas. El demarchos era el magistrado del demo encargado de ejecutar localmente las decisiones del poder central ateniense. La adscripción a un demo pasó a ser requisito de la ciudadanía ateniense y quedó reflejado en la onomástica: junto al nombre personal y a la filiación paterna, los ciudadanos añadieron el demótico (nombre del demo al que pertenecían). – Reforma de la Bulé Este consejo pasó a tener 500 miembros (buleutas): 50 por cada una de las diez tribus. Los 50 buleutas de cada tribu se repartían la Pritanía o presidencia de la Bulé, de manera que ésta rotaba diez veces al año. -Reformas de Clístenes Así pues, por estos motivos el pueblo confiaba en Clístenes. Entonces, puesto al frente del pueblo, en el año cuarto después de la caída de los tiranos, siendo arconte Iságoras, primeramente dividió a todos en diez tribus en lugar de las cuatro, con la intención de mezclarlos, para que participase mayor número en el gobierno. Por eso se dice que no atiendan a las tribus los que quieran investigar los linajes. Después, formó el consejo de quinientos miembros en lugar de cuatrocientos, cincuenta de cada tribu, hasta entonces habían sido cien. Por esto no los organizó en doce tribus, para que no resultara la división de acuerdo con las tritíaspreexistentes, pues de cuatro tribus había doce tritías, y así no se hubiera mezclado la muchedumbre. Dividió también el país por demos, en treinta partes, diez de los alrededores de la ciudad, diez de la costa y diez del interior, y dando a éstas el nombre de tritís, sacó a la suerte tres para cada tribu, con el fin de que cada una participase de todas las regiones. E hizo conciudadanos de demos a los que habitaban en cada uno, para que no quedaran en evidencia los nuevos ciudadanos al llevar el nombre de familia, sino que llevasen el nombres de los demos; por eso los atenienses se llaman todavía a sí mismos por los demos. Estableció demarcos con la misma función que los antiguos naucraros, pues precisamente estableció los demos en lugar de la naucrarías. Dio nombre a los demos, a unos por los lugares, a otros por sus fundadores, pues no todos los demos se correspondían ahora con los lugares. Respecto a las estirpes, las fratrías y los sacerdocios dejó que cada uno los conservase según la tradición. A las tribus les dio como sobrenombre, de entre cien héroes fundadores elegidos de antemano, los diez que la Pitia designó.

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Aristóteles, Constitución de los Atenienses, 21 – Ostracismo

Clístenes estableció el ostracismo, esto es, la posibilidad de hacer un juicio popular contra una persona a la que se podía condenar al exilio de Atenas por diez años. El objetivo era prevenir la tiranía. El procedimiento constaba de dos partes. Una vez al año, en la sexta Pritanía, la asamblea del pueblo votaba a mano alzada si creía conveniente hacer una consulta de ostracismo. Si el resultado era afirmativo, se procedía a hacer la votación secreta. Cada votante indicaba, normalmente en un trozo de cerámica (ostrakon), el nombre de aquel o aquellos que a su juicio debían ser exiliados de Atenas. Los más votados eran condenados.

Figura 8: Ostrakon con el nombre de Temístocles (THEMISTHOKLES NEOKLEOS), condenado al ostracismo en 472-471 a.C. Museo del Ágora de Atenas.

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Origen del ostracismo según Aristóteles

Por este mismo motivo las ciudades que son gobernadas democráticamente han establecido el ostracismo, pues éstas parecen perseguir sobre todo la igualdad, de modo que los que parecían alcanzar un poder excesivo debido a su riqueza o a sus muchas relaciones políticas o a cualquier otra fuerza política, los sometían al ostracismo y los expulsaban de la ciudad durante un período determinado de tiempo. El mito narra también que por este motivo los argonautas abandonaron a Heracles, pues la nave Argo no quería llevar a éste junto con los demás marinos porque era muy superior a ellos.

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Aristóteles, Política, 1284a, 15-16

Figura 9: Busto de Pericles. Copia romana de un original griego. Museo Pío-Clementino (Roma). b) La Atenas de Pericles (470-429 a.C.) En la Atenas de Pericles comenzó a usarse el término de demokratia, en alusión al poder (kratos) ejercido por el pueblo (demos). Esta expresión, registrada por primera vez en la obra de Heródoto, se introdujo en el vocabulario político de la época para designar los cambios institucionales realizados por Pericles y su aliado político, Efialtes. En el año 454 a.C., Pericles ordenó trasladar el tesoro de la Liga de Delos a Atenas y comenzó usar esos fondos para financiar grandes obras públicas en la ciudad: la construcción del Partenón, los Propileos y otros templos. En el mundo griego Atenas se convirtió en una ciudad modélica, no sólo por su espléndido urbanismo, sino también por presentarse como defensora de la libertad y la democracia. En el 451 a.C., fue promulgada la ley de ciudadanía, según la cual se restringía la ciudadanía ateniense a quienes fueran hijos de padre ciudadano y de madre hija de ciudadano. Con esta medida se beneficiaba al pueblo llano, cuyos miembros solían casarse entre sí. Por el contrario, los nobles atenienses se veían perjudicados, ya que tendían a contraer matrimonio con aristócratas de otras ciudades. La ley también perjudicaba a los metecos. Pericles modificó el sistema de elección de los arcontes y estableció una paga a los miembros de los tribunales populares (Heliea). Esta medida facilitaba una mayor participación política de los thetes. Con el tiempo, la paga se extendió a otras instituciones: servicio militar, consejo (Bulé), Arcontado. En el siglo IV a.C., incluso la asistencia a la asamblea (Ekklesía) estaba remunerada.

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Algunos cargos anuales, sin embargo, siguieron en manos de familias aristocráticas. Es el caso de los strategoi (jefes militares, negociadores y supervisores financieros) y los hellenotamíai, tesoreros de la Liga de Delos. La Strategia pasó a tener mayor prestigio que cualquier otra magistratura, incluso que el Arcontado, pero también fue la más expuesta y principal fuente de propuestas de ostracismo en la asamblea.

Figura 10: El Partenón, templo construido en la Acrópolis de Atenas entre 447 y 432 a.C.

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Debate sobre la mejor forma de gobierno: intervención de Otanes Otanes solicitaba, en los siguientes términos, que la dirección del Estado se pusiera en manos de todos los persas conjuntamente: “Soy partidario de que un solo hombre no llegue a contar en lo sucesivo con un poder absoluto sobre nosotros, pues ello ni es grato ni correcto. Habéis visto, en efecto, a qué extremo llegó el desenfreno de Cambises y habéis sido, asimismo, partícipes de la insolencia del mago. De hecho ¿cómo podría ser algo acertado la monarquía, cuando, sin tener que rendir cuentas, le está permitido hacer lo que quiere? Es más, si accediera a ese poder, hasta lograría desviar de sus habituales principios al mejor hombre del mundo, ya que, debido a la prosperidad de que goza, en su corazón cobra aliento la soberbia; y la envidia es connatural al hombre desde su origen. Con estos dos defectos, el monarca tiene toda suerte de lacras; en efecto, ahíto como está de todo, comete numerosos e insensatos desafueros, unos por soberbia y otros por envidia. Con todo, un tirano debería, al menos, ser ajeno a la envidia, dado que indudablemente posee todo tipo de bienes; sin embargo, para con sus conciudadanos sigue por naturaleza un proceder totalmente opuesto: envidia a los más destacados mientras están en su corte y se hallan con vida, se lleva bien, en cambio, con los ciudadanos de peor ralea y es muy dado a aceptar calumnias. Y lo más absurdo de todo: si le muestras una admiración comedida, se ofende por no recibir una rendida pleitesía; mientras que, si se le muestra una rendida pleitesía, se ofende tachándote de adulador. Y voy a decir ahora lo más grave: altera las costumbres ancestrales, fuerza a las mujeres y mata a la gente sin someterla a juicio. En cambio, el gobierno del pueblo tiene, de entrada, el nombre más hermoso del mundo: isonomía; y, por otra parte, no incurre en ninguno de los desafueros que comete el monarca: las magistraturas se desempeñan por sorteo, cada uno rinde cuentas de su cargo y todas las deliberaciones se someten a la comunidad. Por consiguiente, soy de la opinión de que, por nuestra parte, renunciemos a la monarquía exaltando al pueblo al poder, pues en la colectividad reside todo”.

Heródoto, Historia, 3.80.2-6

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Discurso fúnebre de Pericles

Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría es democracia. En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad, conforme a nuestras leyes, alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de los cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad; y tampoco nadie, en razón de su pobreza, encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad. En nuestras relaciones con el Estado vivimos como ciudadanos libres y, del mismo modo, en lo tocante a las mutuas sospechas propias del trato cotidiano, nosotros no sentimos irritación contra nuestro vecino si hace algo que le gusta y no le dirigimos miradas de reproche, que no suponen un perjuicio, pero resultan dolorosas. Si en nuestras relaciones privadas evitamos molestarnos, en la vida pública, un respetuoso temor es la principal causa de que no cometamos infracciones, porque prestamos obediencia a quienes se suceden en el gobierno y a las leyes, y principalmente a las que están establecidas para ayudar a los que sufren injusticias y a las que, aun sin estar escritas, acarrean a quien las infringe una vergüenza por todos reconocida. Por otra parte, como alivio de nuestras fatigas, hemos procurado a nuestro espíritu muchísimos esparcimientos. Tenemos juegos y fiestas durante todo el año, y casas privadas con espléndidas instalaciones, cuyo goce cotidiano aleja la tristeza. Y gracias a la importancia de nuestra ciudad todo tipo de productos de toda la Tierra son importados, con lo que el disfrute con que gozamos de nuestros propios productos no nos resulta más familiar que el obtenido con los de otros pueblos. En el sistema de prepararnos para la guerra también nos distinguimos de nuestros adversarios en estos aspectos: nuestra ciudad está abierta a todo el mundo, y en ningún caso recurrimos a las expulsiones de extranjeros para impedir que se llegue a una información u observación de algo que, de no mantenerse en secreto, podría resultar útil al enemigo que lo descubriera. Esto es así porque no confiamos tanto en los preparativos y estratagemas como en el valor que sale de nosotros mismos en el momento de entrar en acción. Y en lo que se refiere a los métodos de educación, mientras que ellos, desde muy jóvenes, tratan de alcanzar la fortaleza viril mediante un penoso entrenamiento, nosotros, a pesar de nuestro estilo de vida más relajado, no nos enfrentamos con menos valor a peligros equivalentes. He aquí una prueba: los lacedemonios no emprenden sus expediciones; contra nuestro territorio sólo con sus propias fuerzas, sino con todos sus aliados; nosotros, en cambio, marchamos solos contra el país de otros y, a pesar de combatir en tierra extranjera contra gentes que luchan por su patria, de ordinario nos imponemos sin dificultad. Ningún enemigo se ha encontrado todavía con todas nuestras fuerzas unidas, por coincidir nuestra dedicación a la flota con el envío por tierra de nuestras tropas en numerosas misiones; ellos, sin embargo, si llegan a trabar combate con una parte, en caso de conseguir superar a algunos de los nuestros, se jactan de habernos rechazado a todos, y, si son vencidos, dicen que han sido derrotados por el conjunto de nuestras fuerzas. Pero, en definitiva, si nosotros estamos dispuestos a afrontar los peligros con despreocupación más que con un penoso adiestramiento, y con un valor que no procede tanto de las leyes como de la propia naturaleza, obtenemos un resultado favorable: nosotros no nos afligimos antes de tiempo por las penalidades futuras y, llegado el momento, no nos mostramos menos audaces que los que andan continuamente atormentándose; y nuestra ciudad es digna de admiración en estos y en otros aspectos..

Tucídides, Guerra del Peloponeso, 2.37-39

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Funcionamiento de la democracia ateniense

En Atenas hubo democracia durante casi dos siglos: del 508 al 322 a.C. Tan sólo en dos ocasiones, en los años 411 y 404 a.C., fue temporalmente interrumpida. Las fuentes de información para conocer su funcionamiento son en su mayoría del siglo IV a.C., época en la que el sistema ya estaba en crisis. El principal autor es Aristóteles, autor de dos obras fundamentales: Política y Constitución de los Atenienses. Se trata de una forma de gobierno que se parece poco a las modernas democracias parlamentarias, donde los ciudadanos eligen a representantes políticos para que éstos tomen decisiones en su nombre. Por el contrario, en Atenas los ciudadanos intervenían directamente en la gestión política; de ahí que se califique a su sistema de gobierno como “democracia directa” o “democracia radical”. a) Los partícipes de la democracia y el resto de la sociedad ateniense En la democracia ateniense sólo participaban los ciudadanos varones. Éstos representaban menos del 50% de la población residente de sexo masculino en el Ática. El resto se dividía entre metecos y esclavos.

  1. Ciudadanos (politai):
  2. Metecos (métokoi):
  3. Esclavos (douloi):

b) Instituciones políticas

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– Asamblea (Ekklesía) Podían participar en ella todos los ciudadanos atenienses varones, mayores de 18 años y registrados en un demo. En la Ekklesía se tomaban decisiones políticas y se promovían leyes (hasta el año 403 a.C., en que la función legislativa se transfirió a un pequeño cuerpo de legisladores: nomothétai). Se reunía al menos cuatro veces por cada uno de los diez meses del calendario político griego; por lo tanto, cuarenta veces al año. En la primera asamblea del mes, llamada “soberana” (kyría), se discutía sobre el aprovisionamiento de la ciudad, la defensa y la continuación de los magistrados en el poder. Si era necesario, se convocaban asambleas extraordinarias. Las reuniones tenían lugar en la colina Pnix. La Ekklesía se reunía a primera hora de la mañana. Antes de la sesión se controlaban las credenciales de los asistentes y se realizaban ofrendas de purificación. La asamblea era presidida por el epistatés, quien coincidía con el presidente de los pritanos. En cada reunión un heraldo leía los puntos del orden del día elaborado por la Bulé y los ciudadanos votaban si querían discutirlos o no. En caso afirmativo, el heraldo preguntaba a los asistentes si alguien quería hablar. A continuación, los oradores subían a la tribuna para pronunciar sus discursos y después sus propuestas eran votadas a mano alzada. No se hacía recuento de votos, salvo si el resultado parecía ajustado. Desconocemos cuántos ciudadanos asistían realmente de forma regular a la asamblea. Cabe suponer que los campesinos de los demos más alejados de Atenas fueran más reticentes a asistir, salvo en casos excepcionales. En el siglo IV a.C. la afluencia parece haber aumentado, debido a que se instauró una paga por participar. Cada ciudadano recibía una dracma y media si la asamblea era soberana y una si era normal. En esta época el quorum para ratificar la concesión de una ciudadanía honoraria era de 6.000 asistentes. La capacidad de la colina Pnix constituye otra referencia para poder estimar el número de asistentes a la Ekklesía. Sabemos que al principio era de 6.000 personas, pero se acondicionó para poder acoger a 13.000. Dado el carácter multitudinario de las asambleas, un ateniense cualquiera no tomaba normalmente la palabra, aunque en teoría pudiera hacerlo. Los que respondían a la invitación del heraldo eran normalmente oradores (rhétores) que, además de tener buena voz, sabían persuadir al público. Solían ser portavoces de facciones que compartían unas mismas ideas o intereses. Algunos acabaron siendo calificados de demagogos, esto es, personas que guiaban al pueblo y podían llegar a manipularlo.

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Un día en la Asamblea Pero nunca, desde que me está permitido venir a los baños me ha picado tanto el polvo en los ojos como hoy en que el Pnyx se encuentra vacío pese a la convocatoria matinal de una asamblea plenaria: los ciudadanos están charlando en el Ágora y por todos lados tratan de evitar el contacto con la cuerda teñida de rojo. Ni siquiera están allí todavía los Pritáneos. Llegarán con retraso y entonces tendrán que disputarse a codazos los primeros puestos, tomándolos por asalto. Lo que menos les importa es como hacer la paz. ¡Pobre, pobre patria mía¡ Yo soy el primero en llegar a la Asamblea; tomo asiento y, como estoy tan solo, suspiro, bostezo, me desperezo, suelto pedos, me aburro, me depilo, cuento hasta mil; y sueño con los campos, enamorado de la paz; detesto la ciudad y pienso en aquellas gentes de mi pueblo que nunca supieron lo que es decir: “compra carbón, vinagre, aceite”, que hasta ignoraban el verbo “comprar”, y que para todo se bastaban a sí mismos sin tener que romperse la cabeza con tantos golpes de “compra, compra, compra”. Esta vez vengo, pues firmemente decidido a gritar, a interrumpir, a invectivar a todo orador que nos hable de otra cosa que no sea la paz. Pero, justamente, ya llegan los Pritáneos; son las doce. Y ¿no os dije? Es exactamente como os lo dije: todo el mundo se precipita para atrapar los primeros bancos.

Aristófanes, Los Acarnienses,

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– Consejo (Bulé) Se componía de 500 miembros desde Clístenes. Para ser buleuta sólo se requería ser ciudadano ateniense y haber cumplido 30 años. El cargo era anual y no podía ser ejercido por una misma persona más de dos veces a lo largo de su vida. Cada año se sorteaban los 50 consejeros de cada una de las diez tribus. El sorteo se organizaba en los demos: cada demo tenía asignado un número fijo de buleutas (de 3 a 22). Poco antes del año 411 a.C. se instauró una paga a los buleutaí, para evitar la discriminación por motivos económicos. La presidencia de la Bulé (pritanía) rotaba entre los cincuenta consejeros de cada tribu. Puesto que había diez tribus, los pritanos se renovaban diez veces al año y su mandato era tomado como referencia del calendario, de ahí que éste tuviera diez meses. El orden de rotación de las pritanías se decidía por sorteo cada año. El presidente de los pritanos (epistátes) se elegía también por sorteo diariamente y sólo se podía ocupar el cargo en una ocasión. Los pritanos durante su mandato residían en un edificio circular llamado Thólos y eran mantenidos por el Estado. Debían estar disponibles las 24 horas del día. Su misión era estar atentos ante cualquier emergencia y convocar la reunión de la Bulé y la Ekklesía. La Bulé controlaba la hacienda, el censo y todos los demás cargos atenienses, pero no tenía capacidad de tomar decisiones políticas sin la aprobación de la asamblea. Se reunía en el Buleutérion y sus sesiones eran públicas. Cada proyecto de decreto elaborado por la Bulé para ser sometido al voto de la Ekklesía se denominaba probúleuma.

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Decreto-ley ateniense contra la tiranía

En el arcontado de Frínico, en la novena pritanía, la de la tribu Leóntida, era secretario Queréstrato, hijo de Aminio, del demos de Acarnas. De los proedros, Menéstrato de Exoneo hizo votar la proposición. Éucrates, hijo de Aristotimo, del demos del Pireo, hizo la propuesta. A la buena fortuna del Pueblo de Atenas, que se decrete por los nomótetas. Si alguien se levanta contra el pueblo con la pretensión de instaurar la tiranía o contribuye a la instauración de la tiranía o suspende la Asamblea de los atenineses o la democracia de Atenas, quien mate al autor de alguno de tales hechos, quede sin culpa. Que no les esté permitido a los consejeros del Consejo del Areópago, si la Asamblea o la democracia de Atenas son suspendidas, acudir al Areópago o reunirse en el Consejo o tomar una decisión sobre cualquier asunto. Y si, suspendidas la Asamblea y la democracia en Atenas, acude alguno de los consejeros del Areópago al Areópago o se reúne en el Consejo o decide sobre algún asunto, quede sin derechos cívicos tanto él como su linaje y sean confiscadas sus propiedades; y una décima parte sea de la diosa. Inscribirá el secretario del Consejo esta ley en dos estelas de piedra y ponga una en la entrada del Areópago, la que conduce al Bouleuterion, la otra en la Eclesía. Para la inscripción de las estelas dará el tesorero del pueblo veinte dracmas de los gastos para el Pueblo según lo decretado.

B. D. Merrit, “Greeks Inscriptions”, Hesperia, 21, 1952, pp. 355-359– Magistrados (arkhaí) Llamamos así a los cargos públicos que se renovaban anualmente y tenían competencias diversas, no sólo judiciales. En época de Aristóteles había de 600 a 700 funcionarios encargados de distintos asuntos de la política interior. Las magistraturas estaban sometidas a dos mecanismos de control:

  1. Dokimasía:
  2. Euthyna:
  3. Estrategas (strategoí):
  4. Arcontes (árkhontes):
  5. Arconte epónimo:
  6. Arconte rey (basileus):
  7. Arconte polemarco:
  8. Arcontes thesmothétai:

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Decreto sobre la alianza de Atenas con Calcis (377 a.C.)

Aristóteles, hijo de Eufiletes, del demos de Acarnas era secretario. En el arcontado de Naucisino. Decidió el Consejo y el Pueblo. La tribu Leóntida era la prítana, Aristóteles ejercía de secretario, de los proedros Pantareto, del demos de…, fue el encargado de someterlo a votación; Pirrandro hizo la propuesta: sobre lo que dicen los calcídeos, que los presenten al pueblo en la primera asamblea y que expliquen la opinión del Consejo, es decir, que el Consejo ha decidido aceptar la alianza que proponen los calcídeos con buena fortuna conforme a los principios que anuncian los calcídeos; que la ciudad jure ante los calcídeos y que los calcídeos juren ante los atenienses, y que se inscriba en una estela de mármol, que en Atenas se habrá de colocar en la Acrópolis y que en Calcis se habrá de colocar en el templo de Atenea, tanto el juramento como los acuerdos. Éstos son los acuerdos entre los atenienses y los calcídeos. Alianza entre Calcis de Eubea y Atenas: que los calcídeos mantengan la propiedad de su tierra siendo libres y autónomos y…, sin recibir guarnición de los atenienses, sin pagar impuestos, y sin recibir magistrado conforme a la decisión de los aliados. Si alguno marchase en son de guerra contra el territorio…

Los Once: Responsables de la prisión del Estado (desmotérion) y de ejecutar las penas, así como de garantizar el orden en la ciudad (asistidos por 300 arqueros escitas).

Tesoreros: Los más importantes eran los hellenotamíai, encargados de los gastos imperiales en el siglo V a.C., y los Diez Tesoreros de Atenea.

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Funcionarios menores:

10 astinomos: se encargaban del orden en Atenas y el Pireo, así como de controlar que las calles estuvieran despejadas y limpias.

10 agoranomos: supervisaban los mercados, recaudaban honorarios a los propietarios de los puestos y controlaban las mercancías adulteradas.

10 metronomos: vigilaban la adecuación de pesos y medidas a los patrones de la Casa de la Moneda.

Heraldos (kérykes): Eran elegidos en la asamblea y mantenidos por el erario público. Se creía que estaban bajo protección divina y su cargo les otorgaba inmunidad. Además de intervenir en la Bulé y en la Ekklesía, podían ser enviados fuera de Atenas para transmitir mensajes, pero nunca para negociar.

Enviados (présbeis): No tenían inmunidad, pero un atentado contra ellos se consideraba un delito grave. Solían ser hombres importantes de la ciudad. Su nombre indica que originariamente el cargo era desempeñado por ancianos.

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)Tribunales de justicia

-Areópago Tribunal con sede en una colina dedicada a Ares, llamada Areópago. Era la institución pública más antigua de Atenas: fue el consejo y órgano de gobierno principal del sistema oligárquico que precedió a la democracia ateniense. Con Solón los nueve arcontes elegidos entre los pentacosiomedimnos y los hippeis se convertían en miembros del Areópago al terminar su mandato. Tras las reformas de Efialtés (462-461 a.C.), muchos poderes del Areópago pasaron a la Bulé y la Heliea. Desde entonces en el Areópago sobre todo se juzgaron crímenes de sangre y algunos delitos sagrados.

Figura 11: Asamblea del Areópago

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-Heliea

Tribunal popular en el que participaban los ciudadanos atenienses mayores de 30 años. Se componía de 6.000 heliastas, elegidos anualmente por sorteo, a razón de 600 por tribu. El sorteo se realizaba partiendo de una lista de candidatos voluntarios. Los elegidos debían presentar un juramento. Desde Pericles recibían una paga (misthos) de dos a tres óbolos. El tribunal tenía su sede cerca del ágora de Atenas. Se reunía alrededor de 200 días al año. Dentro de la Heliea había distintos tribunales o dikasteria con diferentes competencias, presididos por un magistrado. En los juicios de la Heliea no intervenían abogados. Los litigantes se defendían por sí mismos. Los más ricos encargaban discursos a oradores para poder pronunciarlos en defensa propia. No existía la figura del juez, ni una normativa estricta sobre pruebas. Los miembros del jurado no eran instruidos sobre aspectos legales, salvo a través de las versiones de los litigantes. El veredicto por lo tanto dependía más de sus emociones y principios morales que del reconocimiento de los hechos. Los juicios debían desarrollarse en un mismo día. El alegato de la acusación no podía superar los cuarenta minutos y el de la defensa diez. Una clepsidra se utilizaba para controlar el tiempo de las intervenciones. Tras escuchar el motivo del pleito y los alegatos, los miembros del jurado no se retiraban a deliberar. Debían votar inmediatamente el veredicto de culpabilidad o de inocencia. El papel de los testigos en los juicios era importante. El testimonio de los esclavos sólo era válido si se obtenía por medio de tortura. Debido a los riesgos físicos que corrían en los juicios, los amos procuraban no hacer uso del testimonio de sus propios esclavos. En el procedimiento judicial se ponía bastante cuidado en elegir a los miembros del jurado de tal forma que se evitase la corrupción. La votación en los juicios era secreta. Los miembros del jurado depositaban sus votos (piedras) en la urna de la absolución o de la condena. Para fijar el castigo se usaban tablas recubiertas de cera y los miembros del jurado señalaban una línea corta, mediana o larga, indicando así su decisión sobre una pena mínima, normal o dura.

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En el caso de juicio privado (diké), la parte interesada ejecutaba la sentencia. Si el acusado no la cumplía, por ejemplo el pago de una multa, podía ser procesado de nuevo y, en casos extremos perder sus derechos de ciudadanía (atimía). En el caso de juicio público (graphé), las sentencias de muerte eran aplicadas por funcionarios del Estado.

Figura 12: Tablillas de identificación de los ciudadanos para el sorteo de los jurados. Museo del Ágora de Atenas.

Figura 13: Ruinas del edificio donde se reunía la Heliea. Ágora de Atenas.

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LA POLIS OLIGÁRQUICA: ESPARTA

Esparta, a diferencia de otras póleis de su entorno, nunca abolió la monarquía. No conoció ni la tiranía ni la democracia. Fue un Estado militarista: los ciudadanos eran educados para la guerra. En la literatura griega los lacedemonios aparecen caracterizados por un modo de vida austero y disciplinado, el cual fue objeto de admiración entre los detractores de la democracia ateniense del siglo IV a.C. Esparta aparece también como un estado cerrado al exterior e, incluso, secreto. Desde el siglo X a.C. los espartanos habían reducido a la esclavitud a una población muy superior a la suya. La proporción pudo haber sido de seis hilotas por cada ciudadano libre. El Estado vivió en constante temor a una revuelta de las poblaciones esclavizadas y tuvo que desarrollar una organización social enfocada a controlar este problema interno. Las principales fuentes literarias de que disponemos para conocer el funcionamiento de la antigua Esparta son las siguientes: Jenofonte, Repúplica de los Lacedemonios; Aristóteles, Politeia de los Lacedemonios; Critias, República de los Lacedemonios; Polibio, Historias, libro VI) y Plutarco (Vida de Licurgo). algunas pasajes de Platón 1.Organización social

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a)Homoioi (“los iguales”) Así se llamaban a sí mismos los ciudadanos espartanos de plenos derechos. Para ser “un igual” era necesario nacer de padre y madre espartanos, pero este requisito no bastaba; además era preciso someterse a un riguroso sistema educativo: la Agogué. Los ciudadanos participaban en las comidas públicas y recibían para su sustento un lote de tierras del Estado (cléros). Participaban en la Apella y podían ser elegidos éforos, en condiciones de igualdad. La “igualdad” era más bien ficticia, pues existía cierta jerarquía social entre los homoioi, la cual se acentuó a lo largo del siglo IV a.C. Su número fue decreciendo desde la época arcaica hasta el siglo IV a.C. En época clásica pudo haber habido unos 10.000 homoioi.

b)Periecoi (“los que viven alrededor”) Eran los lacedemonios no espartanos que habitaban mayoritariamente en la llanura del río Eurotas. Estaban integrados en unas cien comunidades, las cuales tenían cierta autonomía local. Los periecos eran libres, pero no disponían de todos los derechos de los ciudadanos espartanos. No se les asignaban cléroi, por lo que apenas se dedicaban a la agricultura, sino al comercio y a la artesanía. Los que habitaban en la costa también vivían de la pesca. Debido a la importancia de su papel económico, fue un grupo protegido por el Estado. Estaban obligados a participar en el ejército. El contingente de periecos creció en comparación con el de espartanos, hasta el punto de que en el siglo IV a.C. pasaron a ser parte esencial del ejército espartano.

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c)Hilotai Esclavos públicos de Esparta. Cultivaban los cléroi de los ciudadanos espartanos o bien eran empleados por éstos en tareas domésticas. Se distribuían por todo el territorio espartano, pero la mayor concentración se daba en Mesenia. Allí protagonizaron varias rebeliones contra el Estado espartano. Su modo de vida era malo, aunque disponían de cierta movilidad y podían tener una familia e, incluso, contraer matrimonios mixtos, con periecos u homoioi. Debido a su elevado número el Estado espartano tuvo que emplearse a fondo para evitar sublevaciones, sacrificando así su proyección hacia el exterior. El problema del origen de los hilotas ya fue debatido en la Antigüedad. Desconocemos el proceso histórico que desencadenó la esclavización masiva de estas gentes. Predomina la teoría de que los hilotas eran descendientes de los pobladores autóctonos sometidos por los conquistadores dorios. A estos esclavos “predorios” se habrían sumado después los mesenios, igualmente esclavizados. Otros historiadores opinan que los hilotas fueron el resultado de una situación semejante a la que se dio en el Ática del siglo VII a.C.: serían personas que habían sido esclavizadas por deudas.

Según esta teoría, al contrario que Atenas, donde Solón liberó a los campesinos que habían caído en la esclavitud por el impago de deudas, en Esparta no se habría llegado a una solución similar y ello habría dado lugar a la formación del grupo de los hilotas. A esta teoría pueden hacerse objeciones: no se entiende el problema del endeudamiento en una polis donde las tierras pertenecían al Estado y no hay indicios de que los hilotas en alguna época hayan sido espartanos.

Figura 14: Esparta en época antigua

Figura 15: Laconia

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Instituciones políticas

Los antiguos atribuían la constitución espartana (Rhetra) a Licurgo, personaje semilegendario sobre el que existen muchas dudas. Pudo haber existido un rey o legislador así llamado, pero es poco probable que haya sido el único autor de la constitución espartana. No sabemos exactamente en qué época vivió, pues los datos son contradictorios. Aristóteles lo sitúa en el siglo VIII a.C.; Jenofonte a finales del XII a.C.; y Plutarco, por su parte, reconoce que “no se sabe cuándo vivió ni quién fue”.

  1. a)Monarquía
  2. b)Eforado
  3. c)Gerusía
  4. d)Apella
  5. De 7 a 12 años: Los niños de la misma edad eran integrados en grupos llamados agélai (“rebaños”), dirigidos por aquellos a los que se consideraba mejor capacitados para imponer respeto por su fuerza física o inteligencia. En esta fase realizaban distintas pruebas, desnudos y descalzos, para comprobar su valor. Asimismo, recibían una enseñanza de materias propias de la paideia de cualquier ciudad griega: lectura, escritura, aritmética elemental, expresión oral, música, danza y poesía. Los éforos supervisaban cada diez días el proceso educativo castigando y ridiculizando a los niños obesos o afeminados.
  6. De 12 a 14-16 años: En esta fase, dentro de las agélai los niños eran divididos en ílai o “compañías”. Se les asignaba un instructor adulto: paidónomos. Permanecían siempre en grupos tanto de día como de noche. Con las cañas de las orillas del río Eurotas fabricaban lechos donde dormían. Se vestían sólo von un manto, tanto en verano como en invierno. Las raciones de comida que se les ofreía eran muy escasas e, incluso, se les incitaba a robar para comer, en la creencia de que esto agudizaba su ingenio.
  7. De 14-16 a 20 años: En esta etapa se establecía un mayor vínculo entre los jóvenes y ciertos adultos que les instruían en la vida política y se convertían en sus tutores, lo que solía implicar prácticas homosexuales. Algunos historiadores interpretan que en Esparta existió una “política pederástica” o, cuando menos, una “pederastia ritualizada”. Se trataba de ritos de iniciación de los adolescentes al mundo viril, asumidos con normalidad. El ciclo terminaba con el rito de la flagelación en el altar de Artemis Ortia. Con esta práctica se simulaba una muerte ritual de la cual los jóvenes renacían con un nuevo estatus: el de ciudadanos integrados en su comunidad.
  8. Desde el final de la Agogué hasta los 30 años: A los 20 años los jóvenes podían dejarse el pelo largo y cuidar más su aspecto. A esa edad comenzaban una instrucción en el ejército en calidad de irenés. Los trescientos mejores eran seleccionados para formar parte de los hippeis o guardia real. A los 30 años alcanzaban la plena ciudadanía: podían participar en la asamblea, ser alistados en las filas de hoplitas y presentarse como candidatos a las magistraturas del Estado. También a esa edad se casaban, formaban una familia y comenzaban a explotar su cleros.

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