- Ubicación Geográfica de la Cultura Chachapoyas
Cultura Chachapoyas ubicación, el territorio Chachapoyas se ubicó entre los 2000 y 3000 m.s.n.m. Su ámbito de expansión cubría un amplio territorio, entre los ríos Marañón y Huallaga. De norte a sur ocuparon unos 300 km. La parte principal correspondió a la cuenca del río Utcubamba hasta las cercanías de Bagua donde se une al Marañón. Los Chachapoyas ocuparon el área rodeada por el río Huallaga al este, el río marañón al oeste y al Norte donde son actualmente los pueblos de Bagua y Moyobamba y por el sur con el río Abiseo. Tuvieron como centro principal de desarrollo la cuenca alta y media el río Utcubamba donde erigieron la gigantesca fortaleza de Kuelap.
- CRONOLOGÍA de la Cultura Chachapoyas
No existen evidencias de alguna cultura principal previa a los Chachapoyas. Federico Kauffman Doig sostiene que el origen de los Chachapoyas habría tenido sus antecedentes en tiempos de la cultura Tiahuanaco – Wari o Wari, alrededor del siglo VII d. C. Esto se produjo posiblemente por la necesidad de expandir tierras para la agricultura. Hubo entonces una gran migración hacia los Andes Amazónicos norteños.
- Chachapoyas, una joya perdida en Perú
La enigmática ciudad de Chachapoyas es la capital del Amazonas peruano y cuna de la milenaria cultura chacha. Posee numerosos riquezas arqueológicas y naturales escondidas entre la sierra y la selva y que permanecen en el olvido por el difícil acceso. La fortaleza de Kuelap es conocida como «el segundo Machu Picchu».
- La fortaleza de Kuelap
Se trata de seis estatuas funerarias de 2,5 metros de altura, consideradas formas de entierro únicas en el mundo, hechas a base de barro y caña, y decoradas con pinturas de color ocre y crema, que recuerdan a las conocidas esculturas de la Isla de Pascua. Según los expertos, fueron construidas por los Chachapoyas para sepultar a los personajes más importantes de su cultura, ubicándolas estratégicamente en lo alto de un farallón para evitar la profanación de los restos mortuorios, que aún permanecen intactos en el interior de dos las efigies. En situación parecida se encuentra el Valle de Utcubamba -en quechua, «Llanura de Algodón»-, una gran metrópoli con diferentes e inaccesibles complejos arqueológicos distribuidos por la ribera de la cuenca, donde los ancestrales Chachapoyas residían, según explica el especialista y guía turístico de esta fortificación, Carlos Chávez Muñoz. Uno de estos centros arqueológicos es Macro, un asentamiento residencial y con funciones de vigilancia militar, que sólo se puede ver desde la lejanía, ya que está situado en la ladera de un imponente monte que se alza al pie del río Utcubamba. Detalle de un tallado en piedra en un muro de Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner Desde allí se pueden observar pequeñas plataformas circulares de piedra (en su momento las casas de los Chachapoyas) junto a diversos orificios realizados en la roca vertical de la montaña, donde enterraban a sus seres queridos. En este paraje admirable, se encuentra la máxima expresión de la cultura Chachapoyas: la fortaleza de Kuelap. Conocida por muchos como «el segundo Machu Picchu», en Kuelap vivía la elite de estos antepasados, cuyo nombre en quechua significa «hombres de las neblinas», ya que habitaban en una zona de bosques nubosos, destaca Chávez. Según el experto, en las seis hectáreas que recorren Kuelap se ha registrado el enterramiento humano más grande del mundo y es «la ciudadela fortificada de carácter preinca más grande de Sudamérica».
- Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner
Por ello, se acaba de reconstruir la primera iglesia que los españoles erigieron en 1569 en la ciudad de Chachapoyas y se ha instaurado en este templo un museo de sitio con el objetivo de fomentar el turismo en la capital. Todo un patrimonio que abarca muchas más riquezas como la Catarata de Gocta -la tercera más alta del mundo- la Caverna de Quiocta o el Pueblo de los Muertos, entre otros, y que junto a las interesantes tradiciones Chachapoyas merece ser visitado y salir de la clandestinidad. En Lima, la capital del Perú, una exposición de los hallazgos arqueológicos en las cuevas de los Andes, muestran momias de personas misteriosas que conquistaron los Incas y a quienes llamaban *los que viven en las nubes* porque vivían en aldeas situadas en las laderas de las montañas cubiertas de bosques tropicales, a menudo escondidos detrás de las nubes. Hace unos meses en una cueva de un granjero se descubrió una momia que estaba allí desde hace más de 600 años, su rostro contraído por el miedo, las manos agarrando su cabeza, la boca abierta. A su lado estaba la momia de un niño, así como joyería, cerámica y tejidos. Las paredes estaban decoradas con pinturas rupestres. Los arqueólogos se sorprendieron al hallar momias con caras de mujer de rasgos blancos. Algunos creen que estos rasgos no deberían aparecer en el proceso de momificación natural. Otros creen que la razón de los rostros de mujer blanca eran anomalías durante la momificación. Sin embargo, el nombre de esta tribu es Chachapoyas. Ellos eran altos, de pelo blanco y de piel blanca. Los Chachapoyas fueron una de las tribus más avanzadas de la Amazonía. Del 800 al 1500 su reino se extendía en el territorio de los Andes, hasta que fueron conquistados por los Incas. Y los Incas más tarde fueron invadidos por los españoles que provocaron una salida desesperada de éstas tribus que se refugiaron en las montañas y los asentamientos construidos en lo oculto en *la cima de las nubes*. Se sabe que los Chachapoyas eran agricultores y sus campos fueron tratados en las terrazas de las montañas. El clima de montaña les obligó a convertirse en excelentes tejedores y de gran independencia espiritual, ellos predicaban tratar a los vecinos con precaución y respeto por los ideólogos locales, los Chamanes. Pero la historia de ésta nación todavía está llena de misterios. Casi todos los registros escritos de la tribu se perdieron después de la conquista española y también de los conquistadores incas en 1512. La primera evidencia de la existencia de las personas de las nubes se remonta al siglo IX antes de Cristo, es decir 600 años antes de la aparición del Imperio Inca. Los Chachapoyas ocupaban las montañas boscosas entre el Marañón y los ríos Uayaga en un área de 30.000 kilómetros cuadrados donde construyeron cientos de asentamientos en las cimas de las montañas inaccesibles. Algunos de los asentamientos consistían en docenas de edificios, otros eran de hasta cuatro. Los asentamientos estaban protegidos por fortificaciones de gran alcance, defensa contra sus propios vecinos, como otros grupos de esta zona. Sin embargo, a pesar del aparente misterio, las principales características de esta cultura están claramente trazado por las tradiciones peruanas antiguas, la momia y el entierro, los edificios de piedra, y la tradición de fabricación de telas. Los Chachapoyas vivían en una ciudadela llamada Kuelap, a una altitud de 3000 metros sobre el nivel del mar. Se componía de más de 400 edificios y torres defensivas, muchas de ellas con molduras decorativas y murales en las paredes. Recordemos que los habitantes de piel clara de los Andes ya habían despertado el interés del famoso explorador y aventurero noruego Thor Heyerdahl. En sus estudios señaló que los Incas describían sus dioses de alta estatura, tez blanca y con barba, que no corresponde a ninguno de los destacados conocidos grupos raciales que vivieron en América del Sur. Además, se encontró con que los actuales habitantes de los lagos de montaña persisten en la construcción de sus barcos de papiro según el modelo de los antiguos egipcios.
- Los orígenes.
No se sabe con certeza cuándo empezaron los chachapoyas a entrar en el valle del Utcubamba. La primera cuestión que está en debate es si los pueblos que conquistaron la ceja de selva de las cuencas del Marañón, Huallaga y Uctubamba entraron en el territorio provinientes de la selva baja, por la zona de Bagua, o lo hicieron desde las cumbres andinas. Algunos lo definen cómo la selvatización de la sierra o la serranización de la selva. Muchos de los elementos culturales que apreciamos en los restos encontrados podrían apuntar tanto en un sentido como en otro. No obstante, en nuestra modesta opinión, entendemos que normalmente hablamos de los chachapoyas a partir del siglo IX. Si tal y como avanzan los vestigios su presencia en la zona es anterior y se va dando un desarrollo cultural autóctono, entonces sus contactos tanto con las culturas adyacentes de la selva como de la sierra pudieron ser muy prolongados en el tiempo, lo que no posibilita conocer con seguridad, utilizando sólo el contexto cultural si la influencia de unos u otros pueblos eran un bagaje traido por los moradores desde el principio o si se debe a un intercambio cultural realizado a lo largo de los años y quizás hasta de los siglos. Independientemente de ello, las investigaciones en las cavidades de la zona ponen de manifiesto que estas fueron los primeros enclaves utilizados como lugares habitacionales. Probablemente se tratase de grupos humanos que vivían de la caza y que utilizaban las cuevas para vivir. En algún momento determinado debieron dar el salto de la caza a la agricultura y al pastoreo, lo que supondría un proceso de sedentarización que les llevase a construir ciudades mucho más estables. Son las famosas casas redondas de piedra que conocemos. Este es el momento que se ha tomado como origen de la emergencia de los Chachapoyas, allá por el año 800, antes del eclipse de la Cultura Wari que se había constituido como imperio entre los años 500 y 1000 de nuestra era. Sin embargo, los Wari no llegaron a ocupar el territorio Chachapoyas. A finales del siglo XV la expansión Inca proveniente del Cuzco parecía totalmente imparable, pero al llegar a la tierra Chachapoyas su avance se detuvo drásticamente y fue necesario que Inca Túpac Yupanqui viniera en persona para doblegar a esos poderosos guerreros lo que consiguió en 1470, aunque no de manera total ya que posteriormente se sublevaron hasta quedar sometidos por Huayna Cápac. Con la llegada de los españoles en 1532 se aliaron con estos para liberarse de los incas pero su futuro quedó frustrado por las enfermedades que sobrevinieron al contacto con el hombre blanco. Su población debió ser bastante numerosa como lo apuntan los más de 600 lugares con restos arqueológicos que se han hallado sobre todo en la parte alta de los cerros. Según Peter Lerche debió de alcanzar un total de entre 300 y 530 mil habitantes. 200 años después del primer contacto con los europeos, la población había disminuido en un 90%.
- LOS HOMBRES DE LA NIEBLA
En su interior unas cuatrocientas casas y edificaciones ceremoniales en envidiable estado de conservación están cubiertas por vegetación. Una vez más acude a la mente ortodoxa el enigma de cómo se logró levantar allí semejante construcción, sin conocimiento de la rueda y la polea, y para defenderse de qué o de quién.
La magnitud de cualquier construcción defensiva revela siempre proporcionalmente el poder del enemigo que se espera, que en este caso, parecía ser enorme, aunque los historiadores no pueden explicar de quién o qué pudo tratarse, al no existir ningún indicio histórico que demuestre la existencia de un poderoso antagonista, ni restos arqueológicos que evidencien grandes batallas, ni siquiera una tradición oral que refiera a grandes enemigos de esta cultura.
- La población.
Tanto Pedro Cieza de León como Antonio Herrera, cronistas de la época, nos hablan de que los Chachapoyas eran feroces guerreros, altos y de tez clara y que sus mujeres eran tan bellas que eran las preferidas del Inca. Según apuntan algunas fuentes el nombre proviene de un vocablo de la perdida lengua de los Chachapoyas compuesto por las palabras Sacha (bosques) y Puyos (nubes), lo que podría hacer referencia al hábitat en el que se ubicaba esta población. A una altura considerable sobre el nivel del mar, en medio de la espesa vegetación de la selva tropical y con una orografía montañosa, los Chachapoyas serían los que habitaban los bosques de las nubes. Otros dicen que el vocablo es de origen quechua y que lo impusieron los incas, significando ‘gente de las nubes’. Otros señalan que la traducción exacta haría referencia a su característica belicosa: ‘los guerreros de las nubes’. En todo caso, su fortaleza fue tal que aunque fueron ocupados y conquistados por los incas no se llegaron a doblegar del mismo modo como había ocurrido con otros pueblos. Es conocido que los incas imponían como principio de la historia su propia aparición hasta el punto de que incluso llegaron a realizar exhumaciones de cadáveres para volverlos a enterrar según sus ritos. Sin embargo esto no ocurrió así con los Chachapoyas que llegaron a preservar muchas de su costumbres. Entre los hallazgos realizados en la Laguna de los Cóndores se han encontrado telas con motivos que no son incaicos, sino anteriores, así como una manufactura peculiar y menos tosca que la inca. Tocados de plumas propios y telas incluso de origen chipibo. En la arquitectura encontrada en los innumerables sitios arqueológicos conviven las típicas casas circulares Chachapoyas con los rectangulares habitáculos característicos de los incas. Su fortaleza debió preservar rasgos propios de su cultura, si bien debieron de pagar altos tributos al Tahuantinsuyo y acatar el culto al Sol impuesto por sus invasores cuzqueños. Para poder controlarlos, los incas instalaron fortificaciones militares y deportaron a muchos Chachapoyas a otros lugares del imperio.
- La arquitectura.
Los asentamientos de los Chachapoyas suelen encontrarse en ciudadelas de entre 30 y 400 estructuras, por lo general, dispuestas a lo largo de las crestas de los cerros y ubicadas en ellas de manera aleatoria, aunque en Cuélape (Kuelap) se articulan en un espacio más estructurado urbanísticamente en función de las vías de distribución y de patios. Su ubicación en lugares altos podía deberse bien a fines de carácter defensivo (aunque parecen poco guarecidas) o a elementos más primarios de necesidad: en un lugar climatológico de alta humedad y abundancia de lluvias se utilizaban enclaves donde no se podían producir inundaciones que echasen al traste con sus depósitos de alimentos. La arquitectura Chachapoyas estaba constituida, fundamentalmente, por edificios de planta circular con una cornisa de piedras planas que se apoyaba sobre una base también circular y que servía a la vez para dar horizontalidad a la vivienda y para almacenar enseres y alimentos. Un gran techo cónico de paja coronaba la edificación. Entre los muros de las casas aparecen con frecuencia restos humanos, lo que hace pensar que los antepasados eran enterrados dentro de los muros, en hornacinas. Es frecuente el hecho de que las casas conformen ciudadelas de un cierto tamaño entre las que podemos destacar Llaqtacocha, Gran Vilaya (con más de 20.000 edificaciones) y la ciudadela de Cuélape. Uno de los elementos comunes de la arquitectura Chachapoyas es la presencia de frisos en las edificaciones. Estos suelen ser zigzag, rombos, diseños escalonados, o mosaicos figurativos. La significación de los mismos es muy discutida. Algunos plantean que los trazos en zigzag evocan a la serpiente, mientras que los rombos representan el ojo del jaguar.
- Organización política.
Sin embargo, al parecer no existía una clara organización política que unificara todas las poblaciones que se ubicaban en el eje del río Utcubamba. Divididos en pequeños curacazcos, los Chachapoyas parecía tener similares costumbres e incluso un idioma común, pero sólo se unificaban en función de sus necesidades defensivas y al terminar las acciones bélicas volvían a disolverse. Incluso era común no mantener fidelidad respecto a un curaca concreto, sino que se aliaban con quien entendían que era el más fuerte. Distintos autores hablan de distintas posibles tribus que pertenecían a los chachapoyas. Entre ellas las más conocidas serían tres: los luya-chillao, los cascayungas y los chilcho. Los luya-chillao podrían haber ocupado el norte del río Utcubamba., en un área que iría por el oeste hasta el río Marañón, por el sur hasta Cuélape y por el este, por lo menos, hasta la zona de san Carlos. Los cascayungas habrían ocupado la parte nororiental hasta el territorio de los chancas, en la actual Rioja. Los chilchos, por su parte, habrían sido los que ocupaban la zona sur del valle del Utcubamba. hasta algo más allá de la Laguna de los Cóndores. Las relaciones entre unos curacazcos y otros no debían de seguir patrones de cohesión grandes, sino que cada cual, más o menos, podía vivir ‘a lo suyo’. Sin embargo, la fortaleza de Cuélape ofrece el pie para una interesante teoría del profesor Peter Lerche, quien opina que podría haber supuesto el principio de un embrionario Estado Chachapoyas. Según entiende el profesor P. Lerche, la alta densidad de población requería de los habitantes de la cuenca del Utcubamba una mayor diversidad de cultivos lo que exigía buscar una variedad climática que posibilitara una multiplicidad de frutos de la tierra. Esta diversidad climática se conseguía mediante la distinta ubicación en altura, desde el cauce del río hasta las zonas más altas de los cerros. Pero esta movilidad dejaba vulnerables los depósitos donde se almacenaban las cosechas. Esto suponía no pocos enfrentamientos entre distintas tribus pertenecientes a la misma etnia, pero quedaban regularmente equilibrados. Lo que originó un desequilibrio mayor fue el aumento de incursiones que desde el Este realizaban otros pueblos y que esquilmaba su producción. La construcción de la ciudad de Cuélape ocupa la parte más alta que divide los dos pasos naturales desde donde se podían realizar tales incursiones. Un eficaz sistema de comunicación de cerro a cerro por medio de elementos luminosos posibilitaba reunir tropas en la ciudadela una vez detectada la intrusión. Así, aunque no se pudiese contener la entrada de los predadores al volver estos a retornar hacia sus tierras, cargados con el botín, eran blanco fácil para las hondas y las flechas de los Chachapoyas que les esperaban en Cuélape. Así, Cuélape se convirtió, aprovechando la idoneidad de su clima debido a la altura, en una impresionante despensa. Para su construcción debieron aportar hombres todas las tribus de la región y debieron participar igualmente en su defensa.
La economía.
La fuente básica de la pervivencia de la población era la agricultura. Como hemos señalado anteriormente, el hábitat de los Chachapoyas posibilitaba una variedad de climas, todos húmedos, pero unos más fríos y otros más cálidos en función de la altura. Así, los Chachapoyas transformaron las laderas de los cerros en terrazas de cultivo y realizaron importantes obras de drenaje para mitigar las inundaciones de las zonas más bajas. En estas se encontraría la producción de ají, algodón y coca. También cultivaban una amplia gama de tubérculos. En cuanto a la caza, los Chachapoyas cazaban venados cuyas astas servían de motivos decorativos para las casas. Su piel era utilizada para distintas cosas, como la fabricación de instrumentos musicales. Según Pedro Cieza también se dedicaban al pastoreo de llamas y alpacas.
- El arte.
Si bien los textiles de los Chachapoyas superaban con creces los de los invasores incas, no ocurría así con su cerámica. Esta era mucho más tosca que la que introdujeron los incas. La mayoría de las piezas cerámicas recuperadas son utilitarias moldeadas sin más con los dedos aunque en algunos casos se utilizó la técnica de los rollos. La decoración que le imponían a la cerámica era por incisión o estampados. En algunos de los restos se percibe la influencia de otros pueblos como Cajamarca. En cuanto a los textiles eran mucho más depurados que los incas. No sólo por la finura de la confección, sino también por la variedad y riqueza de los motivos representados en ellos.
- La religión.
Poco, por no decir nada, sabemos de la religión de los Chachapoyas. La invasión inca impuso el culto al Sol aunque no debieron prohibirse las veneraciones religiosas locales. Lo que nos ha llegado, a partir de las crónicas, es una combinación de religión Inca, wakas (lugares u objetos sagrados) locales, pacariscas (lugares de origen) y del culto a los ancestros. Algunos estudios apuntan a que las distintas etnias tenían diferentes deidades, aunque había algunos elementos comunes: el puma, la serpiente y el caimán. Al parecer, la identificación con estas deidades tenía como sustrato un cierto estudio astrológico. A su vez, cada uno de estos elementos favorecían de ciertas funciones. Así, el grupo de estrella Machacuay se identificaba con el símbolo del Zig Zag y era probablemente el culto principal. El Zig Zag era la serpiente y su función era la de proteger y fertilizar. Chuquichinchay, otra de las identificaciones de grupos de estrella, se identificaba con el Rombo y presentaba también una función protectora a la vez que ofensiva, y se referenciaba con la imagen del caimán. Por último, el tercer grupo de estrella, Ancochinchay, identificado con las grecas, aportaba la función de resistencia y defensa. De una manera más parcial, cada familia debía tener su propias deidades más particulares. Posiblemente ese sea e origen de los distintos elementos pictóricos que abundan en las tumbas chachapoyas. Podría ser que cada una de las familias tuviera distintos tótems que identificaran algún aspecto peculiar de las deidades. Esto explicaría la profusión de representaciones que aparecen en los lugares de enterramiento. Uno de los elementos que podemos descubrir en relación con los restos encontrados es la importancia que dan los Chachapoyas a sus difuntos. Generalmente estos se encuentran o bien formando parte de las estructuras de sus viviendas o bien en enterramientos colectivos. La presencia de ofrendas en estos últimos podrían apuntar a una cierta creencia en vida después de la muerte. Las momias de personajes importantes, conocidas como mallkis, frecuentemente eran consideradas wakas, adoradas y visitadas por miembros de su ayllu. Hay una equivocada creencia de que los chachapoyas desde siempre habían momificado a sus difuntos, pero esto no es así. La momificación llegará a los chachapoyas de la influencia inca. Las formas de enterramiento anteriores estarían representadas en sus diversas formas de rendir el culto a los ancestros. Se han encontrado numerosos lugares funerarios en las cavidades de la zona. Alguna en lugares que aún no comprendemos cómo pudieron acceder, descendiendo pozos verticales por los que hoy es imposible entrar sin ir provistos de cuerdas. Uno de los elementos más llamativos son los Purunmachus, figuras construidas con cañas y barro de aspecto antropomorfo que contenían en su interior los restos del difunto. También encontramos estructuras denominadas chullpas, lugares de enterramientos colectivos en su mayoría. Los sarcófagos o Purunmachus los encontramos más relacionados con la etnia de los luya-chillao, mientras que las chullpas parece que eran más propias de los curacazcos del sur. Albornoz relata que el ayllu de Chuquipuyuntu veneraba una waka conocida como Calondi, » una piedra que estaba en una cueva junto al pueblo de pucso vica «. Cuychacolla, waka de los indios de Para, era una lagunilla cerca del pueblo de Llaucamalla, la pacarisca de los Chuhayayas. Algunos cronistas, como Sarmiento de Gamboa y Murúa señalan que Cuychacolla representaba a la waka principal de los Chachapoyas, la cual fue trasladada al Cuzco por un general de Huayna Capac. Los Incas tomaban las wakas de los pueblos conquistados y las mantenían, como rehenes, con todos los honores, en el Cuzco. Ya que Cuychacolla era una lagunilla, posiblemente que agua de esta fuera introducida en una vasija y de esta forma fuera transportada al Cuzco. Según el Padre Diego Isidoro García podría establecerse una relación entre los enterramientos y los lugares con agua (lagunas y ríos). No se sabría aún la vinculación entre estos dos elementos, pero no deja de ser significativo que prácticamente todos los enterramientos encontrados tienen a la vista lugares con agua. Garcilaso señala que los Chachapoyas adoraban culebras y tenían al cóndor como su principal Dios. La únicas imágenes de la iconografía Chachapoyas que pudieran ser interpretadas como cóndores están representadas en un friso que decora un edificio en Gran Pajatén. Sin embargo, se encuentran gran cantidad de imágenes de serpientes talladas en piedra, como la encontrada en la cima Shubet, una de las montañas más altas en la provincia de Luya, o aplicadas con motivos decorativos en la cerámica Chachapoyas. Los Chachapoyas veneraron muchas wakas, aunque algunas pudieron haber sido más importantes que otras, actuando como santuarios regionales. Ciertas estructuras o sectores, en los lugares Chachapoyas, podrían haber funcionado como santuarios ceremoniales, como el Tintero o el sector de Pueblo Alto, en Kuelap. Otro dato que tampoco se sabe muy bien cómo interpretar es la existencia de colores característicos de lo sagrado: el rojo y el ocre.
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- EL GRAN PAJATÉN
El hallazgo atrajo el interés del gobierno, incluido el propio presidente peruano Fernando Belaúnde, y se envió una expedición de reconocimiento encabezada por el arqueólogo Víctor Pimentel Gurmendi secundado por su colega Duccio Bonavia, cuyos resultados entusiasmaron aún más al gobierno peruano que ordenó una limpieza de la vegetación a finales de 1965 y el establecimiento de un helipuerto en 1966, aclarándose aún más gran parte de la vegetación protectora que rodeaba el sitio, con lo cual las ruinas de piedra comenzaron a deteriorarse rápidamente.
En 1985, un equipo dirigido por el departamento de antropología de la Universidad de Colorado ( EE.UU. ), comenzó un importante proyecto de investigación en el Gran Pajatén y sus alrededores en el Parque Nacional Río Abiseo, con gran publicidad, revuelo mediático y debates sobre la apertura del sitio al turismo.
Una expedición televisiva peruana en 1990, despejó nuevamente la vegetación protectora del sitio y dañó más las ruinas.
Actualmente, existen planes para la construcción de varias carreteras y la infraestructura turística en la región pero esto se opone a la fragilidad de las ruinas, el alto costo de la conservación del sitio y la difícil tarea de reducir al mínimo los impactos turísticos en su integridad arqueológica y el contexto ambiental.
- EL GRAN PAJATÉN: RESÚMEN