Cultura Chachapoyas Ubicación

  • Ubicación Geográfica de la Cultura Chachapoyas

Cultura Chachapoyas ubicación, el territorio Chachapoyas se ubicó entre los 2000 y 3000 m.s.n.m. Su ámbito de expansión cubría un amplio territorio, entre los ríos Marañón y Huallaga. De norte a sur ocuparon unos 300 km. La parte principal correspondió a la cuenca del río Utcubamba hasta las cercanías de Bagua donde se une al Marañón. Los Chachapoyas ocuparon el área rodeada por el río Huallaga al este, el río marañón al oeste y al Norte donde son actualmente los pueblos de Bagua y Moyobamba y por el sur con el río Abiseo. Tuvieron como centro principal de desarrollo la cuenca alta y media el río Utcubamba donde erigieron la gigantesca fortaleza de Kuelap.

  • CRONOLOGÍA de la Cultura Chachapoyas

No existen evidencias de alguna cultura principal previa a los Chachapoyas. Federico Kauffman Doig sostiene que el origen de los Chachapoyas habría tenido sus antecedentes en tiempos de la cultura Tiahuanaco – Wari o Wari, alrededor del siglo VII d. C. Esto se produjo posiblemente por la necesidad de expandir tierras para la agricultura. Hubo entonces una gran migración hacia los Andes Amazónicos norteños.

Cronológicamente los Chachas se desarrollaron alrededor el año 800d.c. prolongándose hasta la segunda mitad del S. XV. en que fueron incorporaos por Túpac Yupanqui al Imperio Incaico.

  • Chachapoyas, una joya perdida en Perú

La enigmática ciudad de Chachapoyas es la capital del Amazonas peruano y cuna de la milenaria cultura chacha. Posee numerosos riquezas arqueológicas y naturales escondidas entre la sierra y la selva y que permanecen en el olvido por el difícil acceso. La fortaleza de Kuelap es conocida como «el segundo Machu Picchu».

 

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Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. Chachapoyas, capital del Amazonas peruano y cuna de la enigmática y milenaria cultura chacha, posee numerosas riquezas arqueológicas y naturales escondidas entre la sierra y la selva, pero que permanecen en el olvido debido al difícil acceso. EFE-Stephanie Zollner Sarcófagos, cataratas, fortalezas y otros muchos hallazgos de espectacular belleza se hallan en la región del noroeste de Perú, mientras yacen casi inaccesibles, porque actualmente una carretera con origen en Chiclayo, y en pésimo estado, es el único acceso a la zona. Es el caso de los Sarcófagos de Karagía que, desde una cueva inaccesible situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Luya (Amazonas), parecen esperar eternamente a los pocos visitantes que pueden contemplarlos, tras un viaje de casi tres horas desde Chachapoyas por abruptas pistas y una larga caminata.

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Un par de turistas recorren la Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner

  • La fortaleza de Kuelap

Se trata de seis estatuas funerarias de 2,5 metros de altura, consideradas formas de entierro únicas en el mundo, hechas a base de barro y caña, y decoradas con pinturas de color ocre y crema, que recuerdan a las conocidas esculturas de la Isla de Pascua. Según los expertos, fueron construidas por los Chachapoyas para sepultar a los personajes más importantes de su cultura, ubicándolas estratégicamente en lo alto de un farallón para evitar la profanación de los restos mortuorios, que aún permanecen intactos en el interior de dos las efigies. En situación parecida se encuentra el Valle de Utcubamba -en quechua, «Llanura de Algodón»-, una gran metrópoli con diferentes e inaccesibles complejos arqueológicos distribuidos por la ribera de la cuenca, donde los ancestrales Chachapoyas residían, según explica el especialista y guía turístico de esta fortificación, Carlos Chávez Muñoz. Uno de estos centros arqueológicos es Macro, un asentamiento residencial y con funciones de vigilancia militar, que sólo se puede ver desde la lejanía, ya que está situado en la ladera de un imponente monte que se alza al pie del río Utcubamba. Detalle de un tallado en piedra en un muro de Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner Desde allí se pueden observar pequeñas plataformas circulares de piedra (en su momento las casas de los Chachapoyas) junto a diversos orificios realizados en la roca vertical de la montaña, donde enterraban a sus seres queridos. En este paraje admirable, se encuentra la máxima expresión de la cultura Chachapoyas: la fortaleza de Kuelap. Conocida por muchos como «el segundo Machu Picchu», en Kuelap vivía la elite de estos antepasados, cuyo nombre en quechua significa «hombres de las neblinas», ya que habitaban en una zona de bosques nubosos, destaca Chávez. Según el experto, en las seis hectáreas que recorren Kuelap se ha registrado el enterramiento humano más grande del mundo y es «la ciudadela fortificada de carácter preinca más grande de Sudamérica».

 

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Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner Sin embargo, la falta de inversión y la dificultad para llegar (14 horas desde Chiclayo y casi un día desde Lima en coche) hacen que sólo 45 turistas se acerquen hasta Kuelap cada día, mientras Machu Picchu es visitado por 3.000 viajeros diariamente. Chávez destaca la importancia de una mayor inversión y promoción de la fortaleza, pero señala que el objetivo en Kuelap no es un turismo masivo, sino «responsable y sostenible». El pasado 31 de enero fue el 166 aniversario y, desde entonces, se han registrado entre 150 y 200 entierros humanos, por lo que próximamente se va a instaurar un museo para exhibir todas las piezas y restos arqueológicos hallados en la fortificación. Se han encontrado antiquísimos documentos escritos por cronistas que, ya en la época en que los incas llegaron a Kuelap (siglo XV), describen la cultura Chachapoyas y las peculiaridades de sus integrantes.

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Detalle de un tallado en piedra en un muro de Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner Ejemplo de ello es el relato de Pedro Cieza de León, considerado príncipe de los cronistas españoles, quien en sus relatos describe a las mujeres de la región como las «más bellas» que nunca él había visto anteriormente. Estos datos se corroboran en la actualidad, ya que en Chachapoyas y en las regiones colindantes de la Amazonía peruana se encuentran los peruanos con la tez más blanca del país. Tal es la importancia de esta fortaleza milenaria, construida en el año 500 d.C. aproximadamente, que hasta ahora los intrépidos turistas que se proponían llegar hasta Kuelap, pasaban de largo por la ciudad de Chachapoyas, dirigiéndose directamente hasta la fortificación.

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  • Fortaleza de Kuelap, en el departamento de Amazonas en Perú. EFE-Stephanie Zollner

Por ello, se acaba de reconstruir la primera iglesia que los españoles erigieron en 1569 en la ciudad de Chachapoyas y se ha instaurado en este templo un museo de sitio con el objetivo de fomentar el turismo en la capital. Todo un patrimonio que abarca muchas más riquezas como la Catarata de Gocta -la tercera más alta del mundo- la Caverna de Quiocta o el Pueblo de los Muertos, entre otros, y que junto a las interesantes tradiciones Chachapoyas merece ser visitado y salir de la clandestinidad. En Lima, la capital del Perú, una exposición de los hallazgos arqueológicos en las cuevas de los Andes, muestran momias de personas misteriosas que conquistaron los Incas y a quienes llamaban *los que viven en las nubes* porque vivían en aldeas situadas en las laderas de las montañas cubiertas de bosques tropicales, a menudo escondidos detrás de las nubes. Hace unos meses en una cueva de un granjero se descubrió una momia que estaba allí desde hace más de 600 años, su rostro contraído por el miedo, las manos agarrando su cabeza, la boca abierta. A su lado estaba la momia de un niño, así como joyería, cerámica y tejidos. Las paredes estaban decoradas con pinturas rupestres. Los arqueólogos se sorprendieron al hallar momias con caras de mujer de rasgos blancos. Algunos creen que estos rasgos no deberían aparecer en el proceso de momificación natural. Otros creen que la razón de los rostros de mujer blanca eran anomalías durante la momificación. Sin embargo, el nombre de esta tribu es Chachapoyas. Ellos eran altos, de pelo blanco y de piel blanca. Los Chachapoyas fueron una de las tribus más avanzadas de la Amazonía. Del 800 al 1500 su reino se extendía en el territorio de los Andes, hasta que fueron conquistados por los Incas. Y los Incas más tarde fueron invadidos por los españoles que provocaron una salida desesperada de éstas tribus que se refugiaron en las montañas y los asentamientos construidos en lo oculto en *la cima de las nubes*. Se sabe que los Chachapoyas eran agricultores y sus campos fueron tratados en las terrazas de las montañas. El clima de montaña les obligó a convertirse en excelentes tejedores y de gran independencia espiritual, ellos predicaban tratar a los vecinos con precaución y respeto por los ideólogos locales, los Chamanes. Pero la historia de ésta nación todavía está llena de misterios. Casi todos los registros escritos de la tribu se perdieron después de la conquista española y también de los conquistadores incas en 1512. La primera evidencia de la existencia de las personas de las nubes se remonta al siglo IX antes de Cristo, es decir 600 años antes de la aparición del Imperio Inca. Los Chachapoyas ocupaban las montañas boscosas entre el Marañón y los ríos Uayaga en un área de 30.000 kilómetros cuadrados donde construyeron cientos de asentamientos en las cimas de las montañas inaccesibles. Algunos de los asentamientos consistían en docenas de edificios, otros eran de hasta cuatro. Los asentamientos estaban protegidos por fortificaciones de gran alcance, defensa contra sus propios vecinos, como otros grupos de esta zona. Sin embargo, a pesar del aparente misterio, las principales características de esta cultura están claramente trazado por las tradiciones peruanas antiguas, la momia y el entierro, los edificios de piedra, y la tradición de fabricación de telas. Los Chachapoyas vivían en una ciudadela llamada Kuelap, a una altitud de 3000 metros sobre el nivel del mar. Se componía de más de 400 edificios y torres defensivas, muchas de ellas con molduras decorativas y murales en las paredes. Recordemos que los habitantes de piel clara de los Andes ya habían despertado el interés del famoso explorador y aventurero noruego Thor Heyerdahl. En sus estudios señaló que los Incas describían sus dioses de alta estatura, tez blanca y con barba, que no corresponde a ninguno de los destacados conocidos grupos raciales que vivieron en América del Sur. Además, se encontró con que los actuales habitantes de los lagos de montaña persisten en la construcción de sus barcos de papiro según el modelo de los antiguos egipcios.

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Heyerdahl llevó a cabo su propia experiencia, construyó un barco de papiro al que llamó *Ra* y cruzó hasta el Océano Atlántico, llegando a la costa de América del Sur, lo que demuestra la posibilidad de que éstas tribus llegaron desde el Mediterráneo. Curiosamente, el primer intento, cuando Thor Heyerdahl construyó el barco utilizando materiales y tecnologías autóctonas del norte de África, el intento fracasó. El segundo barco *Ra-2*, que logró cruzar el Atlántico, fue construido con materiales y tecnología usada por los residentes actuales de los Andes, lo que fue uno de los grandes descubrimientos geográficos del el pasado. Sin embargo, el planeta no abre todos sus secretos. Uno de ellos se remonta a la selva amazónica en el norte de Perú, cuando el Escritor y viajero Josh Bernstein de Discovery Channel, fue a estos lugares inaccesibles para aprender todo acerca de la civilización Chachapoyas. Allí, comprobó que el territorio en el que vivían los *guerreros de las nubes*, como los llamaban los Incas, las condiciones naturales los aislaban prácticamente del resto del mundo. Para acceder al territorio de los Chachapoyas hay que llegar al triángulo que forman las dos caras de la Utkubamba del río Marañón, y para llegar a estos lugares, es posible únicamente haciendo rafting en los ríos salvajes de montaña, o bien a través de la superación de las grandes extensiones de selva impenetrable y los Andes, el Amazonas. Ésta opción es la que optó Josh Bernstein, acompañado por guías locales fue hacia la ciudad-fortaleza de Kuelap, bastión de la civilización Chachapoyas. En sus viajes Josh estaba motivado por el deseo de resolver los rompecabezas y descubrir los secretos, pero si hubiera podido acceder a Kuelap en coche, con mucho gusto lo habría hecho, pero esto no era posible ya que parte de la carretera pasa a través de densos matorrales de la selva peruana. Junto con los guías, se unió a la lucha contra la selva, un machete sin el cual era imposible avanzar y apenas… unos pocos pasos. Imaginemos que durante los tiempos de los Chachapoyas estos tramos eran realmente selva intransitable, ahor el bosque da paso al hombre que hace el camino y que puede tomar caballos y mulas. Así, la expedición lleva a cabo el andar a caballo y algunos otros de. Al fin Josh, luego de tres millas de dura pendiente, llega a Kuelap, la antigua ciudad de piedra. La misma cubre un área de cerca de seis hectáreas y consta de 420 edificios, el mayor de ellos posee una torre y una fortaleza. La ciudad está rodeada por un enorme muro de 25 metros de altura. A pesar de que la fortaleza fue descubierta por los arqueólogos ya en 1843, la oportunidad de explorar activamente recién ahora, era real. Los investigadores, que llegaron medio siglo atrás a éste lugar, no habían encontrado las altas murallas y las ruinas antiguas, que sobresalen apenas de la tierra. La fortaleza fue casi totalmente cubierta de roca. Para llegar a la verdad, era necesario liberar a la ciudad de su cárcel de piedra. Desde hace muchos años se exportan decenas de toneladas de roca y, finalmente, en 2007, los arqueólogos del equipo encabezado por Alfredo Narváez= gerente de proyecto para la restauración de Kuelap= vieron las primeras casas y calles. Según Narváez, la ciudad fue atacada por los Incas, y los Chachapoyas eran sus eternos enemigos. Los habitantes de la fortaleza fueron asesinados, y ella fue incendiada. Tal conclusión fue abordada por los científicos porque la mayoría de las momias estaban chamuscadas por el fuego, y sus actitudes expresan el horror y la desesperación. Josh Bernstein se unió a los arqueólogos en su trabajo. Pero para llegar a la excavación tuvo que bajar por un sendero extremadamente angosto. Se puso el casco con una linterna y una máscara de respiración, sin la cual habría sido difícil respirar a causa de las nubes de polvo, y después de superar varias decenas de metros en vertical vio la imagen de la terrible masacre que tuvo lugar más de cinco siglos atrás. Momias perfectamente conservadas de ancianos, mujeres y niños, que cubrían sus caras con las manos, como congeladas en esa posición en la que había seguramente, hallado la muerte. La gente poco sabe de éstos hallazgos en el Perú, las leyendas casi no existen sobre éste pueblo, y las referencias Incas de los altos de piel clara *guerreros de las nubes*, era la única huella para probar su existencia. Hoy en día, gracias a los descubrimientos de los arqueólogos se logró obtener un conocimiento más o menos preciso de la cultura Chachapoyas. Ya en el año 800 DC, era una civilización bastante avanzada, y el triángulo entre los dos ríos estaba densamente poblado. Debido al aislamiento geográfico de los Chachapoyas, no hay evidencia de que tenían comunicación con otras tribus que vivían en los Andes.

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Los hallazgos demuestran que ejercían la maestría en la manipulación del metal y la piedra. Eran buenos constructores y sobre todo excelentes agricultores. Ellos también eran buenos soldados, y ésto es confirmado por la evidencia de los Incas, que habían intentado sin éxito someter a éste pueblo durante cuatro siglos. La resistencia de los *hombres de las nubes*, continuó de 1000 a 1460 años, hasta la caída de la fortaleza de Kuelapa, último bastión de los Chachapoyas. Después de eso, algunos representantes de la otrora gran nación que logró mantenerse con vida después de una brutal masacre de los Incas, fueron trasladados por la fuerza desde sus hogares, a los rincones más diversos del vasto Imperio Inca que se extendía desde Ecuador hasta Chile. Sin embargo, el enfrentamiento entre las dos civilizaciones no se detuvo allí. Los Chachapoyas se vengaron de los Incas cuando el los conquistadores llegaron a América del Sur, y ellos, estaban del lado de los españoles. Sin embargo, igualmente no se salvaron: 200 años de dominio español diezmó el número de Chachapoyas disminuido en un 90%. La mayoría de ellos murieron a causa de las enfermedades introducidas por los europeos, especialmente la viruela, y el resto no fueron capaces de mantener su identidad y se fusionaron con otras tribus indígenas y los pueblos del continente. Josh Bernstein, cuando realizó el examen de las momias encontradas, se sorprendió al encontrar en algunas de éstas, agujeros de bala. En primer lugar, ésto lo puso en un callejón sin salida: la batalla con los Incas tuvo lugar en Kuelap mucho antes de que los conquistadores llegaron a la parte continental, y los Incas, al igual que los Chachapoyas, no conocían las armas de fuego. Sin embargo, se encontró la solución rápidamente. Los científicos han dicho a Bernstein que las heridas mortales fueron causadas con piedras, disparadas desde un cabestrillo. Estas piedras volaban hasta trescientos metros, y unos buenos honderos lograban a 70 metros casi siempre impactar en la cabeza de los enemigos, así el hombre caía muerto, casi instantáneamente. Josh decidió poner a prueba la teoría de los científicos y montó en una zona especial, largos palos plantados en los cuales clavó sandías y calabazas a manera de cráneos, y hondeó varias veces con piedras, tal como lo hubieran hecho los Incas. Los dos primeros disparos no estuvieron ni siquiera cerca de los blancos, pero en el tercer intento tuvo más éxito, logró perforar una sandía que hacía las veces de cráneo. Pero la selva siempre tiene algo que ocultar a los arqueólogos. Bernstein comentó acerca de otro descubrimiento realizado cerca de la fortaleza de Kuelap. En 2005, durante la investigación de ésta remota área peruana, una expedición alemana descubrió accidentalmente una cascada, que resultó ser la tercera más alta del mundo. Por lo tanto, de la fortaleza de Kuelap Josh fue a la cascada de 771 metros que se encuentra en el corazón del antiguo reino de los Chachapoyas. Para ver el milagro de la naturaleza peruana en todo su esplendor, Josh tuvo que dejar bastante sudor: el camino era ahora a través de una verdadera selva impenetrable y difíciles tramos rocosos. Debido a su inaccesibilidad, desde hace mucho tiempo se mantuvo en la oscuridad, y los residentes locales trataron de mantenerse alejados de él. Según la leyenda, en sus aguas habita un espíritu maligno que amenaza con maldecir a cualquiera que rompa la paz del lugar. Pero Josh no estaba asustado aunque tuvo que lidiar con las supersticiones locales y las posibles maldiciones. Mucho tiempo rechazó la sugerencia de que los nativos americanos verdaderos eran personas de la raza blanca, algo que fué confirmado después de otro descubrimiento, las fosas en las Paracas en la zona de Perú. Allí, estaban éstas momias recuperadas de tumbas de arena de 2.000 años después de su enterramiento. Con adornos de plumas, un tocado y un precioso pelo largo rojizo, bordadas con hilos de lana de colores que se conservan en la arena seca. Una raza nórdica que es de los más famosos antiguos misterios de la América del Sur, tal como los dibujos de Nazca en el Valle de los Gigantes, que data de alrededor del 500 AC Los dibujos, muchos de los cuales sólo son visibles con una vista aérea, por lo general denominados como *el valle de los indios de Nazca*. En Paracas tras el desentierro se encuentran grandes cuerpos bien conservados, de los representantes de la clase alta y sacerdotes, cerca de 400 momias. Casi todos ellos tenían signos evidentes de la raza blanca, por ejemplo, color de pelo rojizo. Estos antiguos pobladores blancos de América Central y del Sur fueron el prototipo de las leyendas de los indios de Quetzalcóatl y otros dioses de piel clara, que habrían llegado a América navegando por el océano.

  • Los orígenes.

No se sabe con certeza cuándo empezaron los chachapoyas a entrar en el valle del Utcubamba. La primera cuestión que está en debate es si los pueblos que conquistaron la ceja de selva de las cuencas del Marañón, Huallaga y Uctubamba entraron en el territorio provinientes de la selva baja, por la zona de Bagua, o lo hicieron desde las cumbres andinas. Algunos lo definen cómo la selvatización de la sierra o la serranización de la selva. Muchos de los elementos culturales que apreciamos en los restos encontrados podrían apuntar tanto en un sentido como en otro. No obstante, en nuestra modesta opinión, entendemos que normalmente hablamos de los chachapoyas a partir del siglo IX. Si tal y como avanzan los vestigios su presencia en la zona es anterior y se va dando un desarrollo cultural autóctono, entonces sus contactos tanto con las culturas adyacentes de la selva como de la sierra pudieron ser muy prolongados en el tiempo, lo que no posibilita conocer con seguridad, utilizando sólo el contexto cultural si la influencia de unos u otros pueblos eran un bagaje traido por los moradores desde el principio o si se debe a un intercambio cultural realizado a lo largo de los años y quizás hasta de los siglos. Independientemente de ello, las investigaciones en las cavidades de la zona ponen de manifiesto que estas fueron los primeros enclaves utilizados como lugares habitacionales. Probablemente se tratase de grupos humanos que vivían de la caza y que utilizaban las cuevas para vivir. En algún momento determinado debieron dar el salto de la caza a la agricultura y al pastoreo, lo que supondría un proceso de sedentarización que les llevase a construir ciudades mucho más estables. Son las famosas casas redondas de piedra que conocemos. Este es el momento que se ha tomado como origen de la emergencia de los Chachapoyas, allá por el año 800, antes del eclipse de la Cultura Wari que se había constituido como imperio entre los años 500 y 1000 de nuestra era. Sin embargo, los Wari no llegaron a ocupar el territorio Chachapoyas. A finales del siglo XV la expansión Inca proveniente del Cuzco parecía totalmente imparable, pero al llegar a la tierra Chachapoyas su avance se detuvo drásticamente y fue necesario que Inca Túpac Yupanqui viniera en persona para doblegar a esos poderosos guerreros lo que consiguió en 1470, aunque no de manera total ya que posteriormente se sublevaron hasta quedar sometidos por Huayna Cápac. Con la llegada de los españoles en 1532 se aliaron con estos para liberarse de los incas pero su futuro quedó frustrado por las enfermedades que sobrevinieron al contacto con el hombre blanco. Su población debió ser bastante numerosa como lo apuntan los más de 600 lugares con restos arqueológicos que se han hallado sobre todo en la parte alta de los cerros. Según Peter Lerche debió de alcanzar un total de entre 300 y 530 mil habitantes. 200 años después del primer contacto con los europeos, la población había disminuido en un 90%.

  • LOS HOMBRES DE LA NIEBLA

 

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Una de las culturas más enigmáticas del Amazonas precolombino es la Chachapoyas, una deformación fonética del nombre original de la misma, Sachapuyas, que significa «Los Hombres de la Niebla» ó «Los Habitantes de las Nubes».

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Eran de piel blanca, ojos claros y cabello rubio o pelirrojo, adoraban a una estrella ( Chuquiquincay ) y a los dioses que habitan en ella, y levantaban todas sus ciudades a varios miles de metros de altitud, en lugares casi inaccesibles, en una actitud defensiva a ultranza, que llevaban al extremo de matar a cualquier intruso que osara subir hasta ellos.

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Jamás descendían de las alturas pues tenían la creencia de que abajo habitaban los descendientes de los demonios del inframundo, capaces de robarles el espíritu, y rendían un extraño culto a la muerte y a perdurar más allá de ella a través de la momificación.

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Adoraban a las culebras y su principal deidad era el Ave Cúntur (el cóndor) e invocaban a la Constelación de Leo como protección contra el ataque de animales salvajes. Su arte rupestre demuestra que eran una cultura milenaria en la región, posiblemente descendientes de razas y culturas ancestrales ( de quienes conservaron sus huellas genéticas ) que se pierden en la niebla de los tiempos, como los Chachapoyas lo hacían en la niebla de las alturas.

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Dejaron como mudo testimonio de su enigmática cultura un importante número de monumentos de piedra, como la Fortaleza de Kuelap y El Gran Pajatén, estableciéndose su centro de desarrollo el Valle del río de Utcubamba ( «Tierra de Cuevas» ), extendiéndose hasta el sur del Río Abiseo, donde se levanta la Ciudadela de Gran Pajatén.

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La impresionante fortaleza de Kuelap, la ciudad de la niebla, se encuentra a más de tres mil metros de altura en un lugar casi inexpugnable, lleno de traicionaeros y peligrosísimos precipicios y senderos de lodo.

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Una muralla de piedra de más de 20 metros de altura para cuya construcción se necesitó más del triple de piedras que para levantar la Gran Pirámide de Keops, rodea el énclave y el acceso se logra a través de dos muros enfrentados de unos tres metros de ancho que van estrechándose hasta poco menos de medio metro.

En su interior unas cuatrocientas casas y edificaciones ceremoniales en envidiable estado de conservación están cubiertas por vegetación. Una vez más acude a la mente ortodoxa el enigma de cómo se logró levantar allí semejante construcción, sin conocimiento de la rueda y la polea, y para defenderse de qué o de quién.

La magnitud de cualquier construcción defensiva revela siempre proporcionalmente el poder del enemigo que se espera, que en este caso, parecía ser enorme, aunque los historiadores no pueden explicar de quién o qué pudo tratarse, al no existir ningún indicio histórico que demuestre la existencia de un poderoso antagonista, ni restos arqueológicos que evidencien grandes batallas, ni siquiera una tradición oral que refiera a grandes enemigos de esta cultura.

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Cerca de Kuelap, y de la inhóspita y enigmática Laguna De Los Cóndores (ver foto arriba), dentro de múltiples cavernas, se levantan unos extraños sarcófagos de trazas gigantescas que parecen observar eternamente el horizonte, en cuyo interior yacen los cuerpos de sacerdotes, nobles y reyes, y, cercanos a ellos, colgados de las barranqueras, cuerpos retorcidos de decenas de momias que parecen espantarse de su destino.

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El escritor Federico Kauffman descubrió en su expedición realizada en 1984 una gruta cavada de ex profeso en Karajía que cobija los sarcófagos más conspicuos de todos cuantos fueron construidos por los antiguos Chachapoyas, que, colocados verticalmente, con una cabeza-máscara cuyos rasgos hacen recordar a los de los Moais de la Isla de Pascua, y un cuerpo de contornos fálicos, alargado y cilíndrico, parecen ser fantasmagóricos custodios del lugar. Junto a los sarcófagos, los restos mortuorios pueden observarse a través de las oquedades.

  • La población.

Tanto Pedro Cieza de León como Antonio Herrera, cronistas de la época, nos hablan de que los Chachapoyas eran feroces guerreros, altos y de tez clara y que sus mujeres eran tan bellas que eran las preferidas del Inca. Según apuntan algunas fuentes el nombre proviene de un vocablo de la perdida lengua de los Chachapoyas compuesto por las palabras Sacha (bosques) y Puyos (nubes), lo que podría hacer referencia al hábitat en el que se ubicaba esta población. A una altura considerable sobre el nivel del mar, en medio de la espesa vegetación de la selva tropical y con una orografía montañosa, los Chachapoyas serían los que habitaban los bosques de las nubes. Otros dicen que el vocablo es de origen quechua y que lo impusieron los incas, significando ‘gente de las nubes’. Otros señalan que la traducción exacta haría referencia a su característica belicosa: ‘los guerreros de las nubes’. En todo caso, su fortaleza fue tal que aunque fueron ocupados y conquistados por los incas no se llegaron a doblegar del mismo modo como había ocurrido con otros pueblos. Es conocido que los incas imponían como principio de la historia su propia aparición hasta el punto de que incluso llegaron a realizar exhumaciones de cadáveres para volverlos a enterrar según sus ritos. Sin embargo esto no ocurrió así con los Chachapoyas que llegaron a preservar muchas de su costumbres. Entre los hallazgos realizados en la Laguna de los Cóndores se han encontrado telas con motivos que no son incaicos, sino anteriores, así como una manufactura peculiar y menos tosca que la inca. Tocados de plumas propios y telas incluso de origen chipibo. En la arquitectura encontrada en los innumerables sitios arqueológicos conviven las típicas casas circulares Chachapoyas con los rectangulares habitáculos característicos de los incas. Su fortaleza debió preservar rasgos propios de su cultura, si bien debieron de pagar altos tributos al Tahuantinsuyo y acatar el culto al Sol impuesto por sus invasores cuzqueños. Para poder controlarlos, los incas instalaron fortificaciones militares y deportaron a muchos Chachapoyas a otros lugares del imperio.

  • La arquitectura.

Los asentamientos de los Chachapoyas suelen encontrarse en ciudadelas de entre 30 y 400 estructuras, por lo general, dispuestas a lo largo de las crestas de los cerros y ubicadas en ellas de manera aleatoria, aunque en Cuélape (Kuelap) se articulan en un espacio más estructurado urbanísticamente en función de las vías de distribución y de patios. Su ubicación en lugares altos podía deberse bien a fines de carácter defensivo (aunque parecen poco guarecidas) o a elementos más primarios de necesidad: en un lugar climatológico de alta humedad y abundancia de lluvias se utilizaban enclaves donde no se podían producir inundaciones que echasen al traste con sus depósitos de alimentos. La arquitectura Chachapoyas estaba constituida, fundamentalmente, por edificios de planta circular con una cornisa de piedras planas que se apoyaba sobre una base también circular y que servía a la vez para dar horizontalidad a la vivienda y para almacenar enseres y alimentos. Un gran techo cónico de paja coronaba la edificación. Entre los muros de las casas aparecen con frecuencia restos humanos, lo que hace pensar que los antepasados eran enterrados dentro de los muros, en hornacinas. Es frecuente el hecho de que las casas conformen ciudadelas de un cierto tamaño entre las que podemos destacar Llaqtacocha, Gran Vilaya (con más de 20.000 edificaciones) y la ciudadela de Cuélape. Uno de los elementos comunes de la arquitectura Chachapoyas es la presencia de frisos en las edificaciones. Estos suelen ser zigzag, rombos, diseños escalonados, o mosaicos figurativos. La significación de los mismos es muy discutida. Algunos plantean que los trazos en zigzag evocan a la serpiente, mientras que los rombos representan el ojo del jaguar.

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  • Organización política.

Sin embargo, al parecer no existía una clara organización política que unificara todas las poblaciones que se ubicaban en el eje del río Utcubamba. Divididos en pequeños curacazcos, los Chachapoyas parecía tener similares costumbres e incluso un idioma común, pero sólo se unificaban en función de sus necesidades defensivas y al terminar las acciones bélicas volvían a disolverse. Incluso era común no mantener fidelidad respecto a un curaca concreto, sino que se aliaban con quien entendían que era el más fuerte. Distintos autores hablan de distintas posibles tribus que pertenecían a los chachapoyas. Entre ellas las más conocidas serían tres: los luya-chillao, los cascayungas y los chilcho. Los luya-chillao podrían haber ocupado el norte del río Utcubamba., en un área que iría por el oeste hasta el río Marañón, por el sur hasta Cuélape y por el este, por lo menos, hasta la zona de san Carlos. Los cascayungas habrían ocupado la parte nororiental hasta el territorio de los chancas, en la actual Rioja. Los chilchos, por su parte, habrían sido los que ocupaban la zona sur del valle del Utcubamba. hasta algo más allá de la Laguna de los Cóndores. Las relaciones entre unos curacazcos y otros no debían de seguir patrones de cohesión grandes, sino que cada cual, más o menos, podía vivir ‘a lo suyo’. Sin embargo, la fortaleza de Cuélape ofrece el pie para una interesante teoría del profesor Peter Lerche, quien opina que podría haber supuesto el principio de un embrionario Estado Chachapoyas. Según entiende el profesor P. Lerche, la alta densidad de población requería de los habitantes de la cuenca del Utcubamba una mayor diversidad de cultivos lo que exigía buscar una variedad climática que posibilitara una multiplicidad de frutos de la tierra. Esta diversidad climática se conseguía mediante la distinta ubicación en altura, desde el cauce del río hasta las zonas más altas de los cerros. Pero esta movilidad dejaba vulnerables los depósitos donde se almacenaban las cosechas. Esto suponía no pocos enfrentamientos entre distintas tribus pertenecientes a la misma etnia, pero quedaban regularmente equilibrados. Lo que originó un desequilibrio mayor fue el aumento de incursiones que desde el Este realizaban otros pueblos y que esquilmaba su producción. La construcción de la ciudad de Cuélape ocupa la parte más alta que divide los dos pasos naturales desde donde se podían realizar tales incursiones. Un eficaz sistema de comunicación de cerro a cerro por medio de elementos luminosos posibilitaba reunir tropas en la ciudadela una vez detectada la intrusión. Así, aunque no se pudiese contener la entrada de los predadores al volver estos a retornar hacia sus tierras, cargados con el botín, eran blanco fácil para las hondas y las flechas de los Chachapoyas que les esperaban en Cuélape. Así, Cuélape se convirtió, aprovechando la idoneidad de su clima debido a la altura, en una impresionante despensa. Para su construcción debieron aportar hombres todas las tribus de la región y debieron participar igualmente en su defensa.

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La economía.

La fuente básica de la pervivencia de la población era la agricultura. Como hemos señalado anteriormente, el hábitat de los Chachapoyas posibilitaba una variedad de climas, todos húmedos, pero unos más fríos y otros más cálidos en función de la altura. Así, los Chachapoyas transformaron las laderas de los cerros en terrazas de cultivo y realizaron importantes obras de drenaje para mitigar las inundaciones de las zonas más bajas. En estas se encontraría la producción de ají, algodón y coca. También cultivaban una amplia gama de tubérculos. En cuanto a la caza, los Chachapoyas cazaban venados cuyas astas servían de motivos decorativos para las casas. Su piel era utilizada para distintas cosas, como la fabricación de instrumentos musicales. Según Pedro Cieza también se dedicaban al pastoreo de llamas y alpacas.

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  • El arte.

Si bien los textiles de los Chachapoyas superaban con creces los de los invasores incas, no ocurría así con su cerámica. Esta era mucho más tosca que la que introdujeron los incas. La mayoría de las piezas cerámicas recuperadas son utilitarias moldeadas sin más con los dedos aunque en algunos casos se utilizó la técnica de los rollos. La decoración que le imponían a la cerámica era por incisión o estampados. En algunos de los restos se percibe la influencia de otros pueblos como Cajamarca. En cuanto a los textiles eran mucho más depurados que los incas. No sólo por la finura de la confección, sino también por la variedad y riqueza de los motivos representados en ellos.

  • La religión.

Poco, por no decir nada, sabemos de la religión de los Chachapoyas. La invasión inca impuso el culto al Sol aunque no debieron prohibirse las veneraciones religiosas locales. Lo que nos ha llegado, a partir de las crónicas, es una combinación de religión Inca, wakas (lugares u objetos sagrados) locales, pacariscas (lugares de origen) y del culto a los ancestros. Algunos estudios apuntan a que las distintas etnias tenían diferentes deidades, aunque había algunos elementos comunes: el puma, la serpiente y el caimán. Al parecer, la identificación con estas deidades tenía como sustrato un cierto estudio astrológico. A su vez, cada uno de estos elementos favorecían de ciertas funciones. Así, el grupo de estrella Machacuay se identificaba con el símbolo del Zig Zag y era probablemente el culto principal. El Zig Zag era la serpiente y su función era la de proteger y fertilizar. Chuquichinchay, otra de las identificaciones de grupos de estrella, se identificaba con el Rombo y presentaba también una función protectora a la vez que ofensiva, y se referenciaba con la imagen del caimán. Por último, el tercer grupo de estrella, Ancochinchay, identificado con las grecas, aportaba la función de resistencia y defensa. De una manera más parcial, cada familia debía tener su propias deidades más particulares. Posiblemente ese sea e origen de los distintos elementos pictóricos que abundan en las tumbas chachapoyas. Podría ser que cada una de las familias tuviera distintos tótems que identificaran algún aspecto peculiar de las deidades. Esto explicaría la profusión de representaciones que aparecen en los lugares de enterramiento. Uno de los elementos que podemos descubrir en relación con los restos encontrados es la importancia que dan los Chachapoyas a sus difuntos. Generalmente estos se encuentran o bien formando parte de las estructuras de sus viviendas o bien en enterramientos colectivos. La presencia de ofrendas en estos últimos podrían apuntar a una cierta creencia en vida después de la muerte. Las momias de personajes importantes, conocidas como mallkis, frecuentemente eran consideradas wakas, adoradas y visitadas por miembros de su ayllu. Hay una equivocada creencia de que los chachapoyas desde siempre habían momificado a sus difuntos, pero esto no es así. La momificación llegará a los chachapoyas de la influencia inca. Las formas de enterramiento anteriores estarían representadas en sus diversas formas de rendir el culto a los ancestros. Se han encontrado numerosos lugares funerarios en las cavidades de la zona. Alguna en lugares que aún no comprendemos cómo pudieron acceder, descendiendo pozos verticales por los que hoy es imposible entrar sin ir provistos de cuerdas. Uno de los elementos más llamativos son los Purunmachus, figuras construidas con cañas y barro de aspecto antropomorfo que contenían en su interior los restos del difunto. También encontramos estructuras denominadas chullpas, lugares de enterramientos colectivos en su mayoría. Los sarcófagos o Purunmachus los encontramos más relacionados con la etnia de los luya-chillao, mientras que las chullpas parece que eran más propias de los curacazcos del sur. Albornoz relata que el ayllu de Chuquipuyuntu veneraba una waka conocida como Calondi, » una piedra que estaba en una cueva junto al pueblo de pucso vica «. Cuychacolla, waka de los indios de Para, era una lagunilla cerca del pueblo de Llaucamalla, la pacarisca de los Chuhayayas. Algunos cronistas, como Sarmiento de Gamboa y Murúa señalan que Cuychacolla representaba a la waka principal de los Chachapoyas, la cual fue trasladada al Cuzco por un general de Huayna Capac. Los Incas tomaban las wakas de los pueblos conquistados y las mantenían, como rehenes, con todos los honores, en el Cuzco. Ya que Cuychacolla era una lagunilla, posiblemente que agua de esta fuera introducida en una vasija y de esta forma fuera transportada al Cuzco. Según el Padre Diego Isidoro García podría establecerse una relación entre los enterramientos y los lugares con agua (lagunas y ríos). No se sabría aún la vinculación entre estos dos elementos, pero no deja de ser significativo que prácticamente todos los enterramientos encontrados tienen a la vista lugares con agua. Garcilaso señala que los Chachapoyas adoraban culebras y tenían al cóndor como su principal Dios. La únicas imágenes de la iconografía Chachapoyas que pudieran ser interpretadas como cóndores están representadas en un friso que decora un edificio en Gran Pajatén. Sin embargo, se encuentran gran cantidad de imágenes de serpientes talladas en piedra, como la encontrada en la cima Shubet, una de las montañas más altas en la provincia de Luya, o aplicadas con motivos decorativos en la cerámica Chachapoyas. Los Chachapoyas veneraron muchas wakas, aunque algunas pudieron haber sido más importantes que otras, actuando como santuarios regionales. Ciertas estructuras o sectores, en los lugares Chachapoyas, podrían haber funcionado como santuarios ceremoniales, como el Tintero o el sector de Pueblo Alto, en Kuelap. Otro dato que tampoco se sabe muy bien cómo interpretar es la existencia de colores característicos de lo sagrado: el rojo y el ocre.

  • Arquitectura y Cerámica Chachapoyas

 

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La zona central del desarrollo de la cultura Chachapoyas fue la cuenca del Utcubamba. Allí podemos encontrar los conjuntos arquitectónicos de Olán, Yalapé, Purunllacta o «Monte Peruvia», Congón (rebautizado como Gran Vilaya), Vira Vira, Pajatén y otros. Pero Cuélap es, sin duda, el monumento más grandioso, de casi 600 metros de largo y muros que alcanzan 20 metros de alto. Las construcciones habitacionales y monumentales son circulares con bases altas, cornisas de piedras grandes y piedras planas sobresaliendo sobre la superficie de las bases. Poseen rampas inclinadas o escaleras, dirigidas hacia la entrada. Los Chachapoyas desarrollaron un lenguaje simbólico común con motivos geométricos en forma de triángulos, rombos, serpenteadas y ornamentos cuadrados, que aparecen en los frisos de piedra de las viviendas circulares. Estos símbolos tuvieron un valor étnico y social, y sirvió para demostrar la fuerza de identidad local, mantenida a través del período Inca. También la arquitectura funeraria caracteriza a la cultura Chachapoyas e incluye dos tipos de sepulturas: el sarcófago y el mausoleo. El sarcófago es una evolución del fardo funerario que se expresa en espacios cordilleranos y costeños de los tiempos Tiahuanaco-Huari

  • El Reino perdido de los Chachapoyas, en Perú

 

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Es muy poco lo que sabemos de los antiguos Chachapoyas. Sólo el Inca Garcilazo de la Vega (que nunca visitó la región), y Pedro Cieza de León, que probablemente estuvo en la ciudad de Chachapoyas, mencionan a este pueblo y lo describen como un «gran reino». Según documentos del Virrey nato español la provincia Inca de Chachapoyas tenía 30.000 pagadores de tributos (en comparación la provincia de Chincha tenía 10.000 en esa época). Se sabe que no hablaban quechua y que su nombre (chachapoyas) es un vocablo inca. Seguramente desarrollaron un idioma propio que hoy no conocemos. Hay pinturas rupestres que datan de miles de años, por lo que es probable que la región haya estado siempre poblada desde épocas remotas, y se haya relacionado con otras culturas de la red de ríos amazónicos. Según Kauffman Doig, debió alcanzar su florecimiento a partir del año 1000 después de cristo y se prolongó hasta la llegada de los españoles al Perú. De todas las ruinas descubiertas, destaca Kuelap. Kuelap es una ciudadela ubicada en lo alto de una montaña que controla el río Utcubamba. Posee un estilo de arquitectura único, un estilo «amazónico» que parece no haber sido copiado de ninguna ciudad andina (lo más parecido es Chavín). El Pajatén es aún más misterioso. No sólo su arquitectura es única, sino la iconografía usada en sus construcciones. Pero lo que más llama la atención del mundo chachapoyano son sus sarcófagos. El mundo andino y costeño enterraba a sus muertos bajo tierra. Los chachapoyas lo hacían en lo más alto de las montañas y en sarcófagos de madera con forma humana (como los antiguos egipcios). Lo más parecido a los sarcófagos chachapoyanos son las inmensas esculturas de la Isla de Pascua. ¿Será Rapa Nui una isla conquistada por los antiguos chachapoyas hace siglos?

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Cieza de León los describe como «blancos». Anota en su crónica: «…Así, vemos hoy día que las indias que han quedado desde linaje (de los chachapoyas) son en extremo hermosas, porque son blancas». Los Chachapoyas fueron conquistados por los incas pocos años antes de la llegada de los españoles, imponiendo sus costumbres en sus ciudades anexadas al Imperio, pero hubo una facción que desobedeció el mandato del Inca y fundó sus propias ciudades en la Selva: Cieza de León:

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«Y tiénese por cierto que por esta parte (Chachapoyas) tierra adentro están poblados los descendientes del famoso capitán Ancoallo (vencido por los Incas), el cual se fue con los chancas que le quisieron seguir. Y la fama cuenta grandes cosas de una laguna donde dicen que están los pueblos de estos.» ¿Será una reseña de la Laguna de los Cóndores y de la zona cercana a Kuelap? En junio de 1997 se produjo allí un hallazgo de momias y objetos chachapoyas, chimúes (¿los chancas exiliados de Cieza de León?) e incas, que fueron expuestos en la Municipalidad de Leymebamba. ¿Habrán huido de los incas, los Chimú y la Chachapoyas junta adentrándose hacia la Selva? Apenas empezamos a resolver el rompecabezas del Reino Perdido de los Chachapoyas.

  • REINOS PERDIDOS: «EL PUEBLO DE LAS NUBES» (PERÚ 800-1470 D.C.)

 

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Este misterioso pueblo cuyos orígenes se remontan al 800 d.C. más de 600 años antes de la expansión del Imperio Inca, fue ocupando lentamente unos 30 mil kilómetros cuadrados de tupido bosque entre los ríos Huallaga y Marañón, en el Perú, quizás fueron los incas quienes les dieron el nombre de «Chachapoyas» que significa «Pueblo de las Nubes», este pueblo construyó cientos de asentamientos en cimas y salientes montañosas, las ruinas chachapoyas son tan abundantes en la espesura del bosque y las escarpadas colinas que al entrar en esta región, no es extraño toparse con alguna construcción de ellos.- El más conocido de los sitios chachapoyas, Cuelap, ubicado a gran altura sobre el río Utcubamba, es unoo de los asentamientos prehispánicos más sorprendentes de Suramérica, en este punto conocido como «ceja de selva» la precipitación pluvial anual llega a ser de hasta 4 mil milímetros, por eso para proteger los restos de sus respetados muertos, los chachapoyas escogieron lugares donde estos quedaran a salvo del agua estancada.- En el microclima seco al pie de las salientes construyeron plataformas de madera o piedra como tumbas y también depositaron momias en las cuevas naturales, se han hallado momias encerradas en una cubierta de barro, piedras, y hierba semejante al yeso y decorada con rostros pintados, los ocupantes de las cámaras funerarias en peñascos fueron amortajados con sumo cuidado con varias capas de telas de lana y algodón, también se les rodeó de objetos usados en la vida cotidiana, como piezas de cerámica y armas, dado que este pueblo no dejó rastro escrito, son estos objetos los que registran su historia.- Los chachapoyas desarrollaron una cultura con relativa rapidez y construyeron enormes asentamientos y fortalezas, al parecer para defenderse los unos de los otros, pues no existen vestigios de culturas rivales, aproximadamente en 1470 fueron aplastados por la llegada de los incas, debiendo parte de su pueblo trasladarse a otras zonas.- En abril de 1997 la comunidad arqueológica peruana quedó consternada con las noticias referentes al área que rodea a la «Laguna de los Cóndores», en un peñasco de 120 metros sobre el lago los saqueadores habían encontrado y ultrajado cinco «chullpas», así se llama a estos mausoleos, ubicados en las laderas de las montañas, son tumbas de barro y piedra, unos cuantos palos le sirven de techumbre que protegen restos momificados y canastas con ofrendas.- Con motivo de proteger estos hallazgos, en las estribaciones orientales de los Andes, a unos 200 metros de altura en un abrupto barranco, se encontró la entrada a una chullpa que asemeja una cabaña, donde se hallaba un fardo mortuorio intacto, las paredes emplastadas de la cámara funeraria trazada contra el peñasco rocoso motivó que se la llamara «Casa Blanca».- Cuelap, el más famoso de los sitios chachapoyas, ocupaba un lugar estratégico al que enormes fortificaciones protegían de ataques de otros chachapoyas, invasores de fuera e imperios del sur, al otro lado de la imponente pared de 20 mts. De altura, yacen esculturas de piedra y más de 400 viviendas circulares, entre ellas las que se han restaurado para el turismo.-

  • EL GRAN PAJATÉN

 

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En la cuenca misma del río Abiseo, este enclave lleno de pétreos edificios circulares que denotan un perfecto conocimiento de ingeniería y arte lítico por parte de los Chachapoyas, estuvo oculto por la selva durante siglos y es casi tan inaccesible hoy como ayer.

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El Inca llegó allí en 1470 pero no modificó ni arquitectura ni creencias, sino más bien las continuó. El cronista Cieza de León comenta al respecto que: «los chachapoyas son los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las indias (…) y sus mujeres fueron tan hermosas, que por serlo, merecieron ser de los incas y llevadas a los templos del sol»

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El complejo arqueológico, si bien previamente era utilizado como sitio de paso por los indígenas, fue descubierto por casualidad por Carlos Tomás Torrealba Juárez, alcalde del distrito de Pataz, región La Libertad, en setiembre de 1964. Se encontró con el recinto mientras dirigía a un grupo de vecinos que recorrían la zona en busca de lugares apropiados para el desarrollo de la agricultura.

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En 1965, un explorador norteamericano, Eugene Savoy, siguiendo los pasos de Torrealba Juárez, accedió hasta la gran urbe y la bautizó como El Gran Pajatén, dando al evento tal difusiòn que llegó a atribuírsele erróneamente el descubrimiento del sitio.

El hallazgo atrajo el interés del gobierno, incluido el propio presidente peruano Fernando Belaúnde, y se envió una expedición de reconocimiento encabezada por el arqueólogo Víctor Pimentel Gurmendi secundado por su colega Duccio Bonavia, cuyos resultados entusiasmaron aún más al gobierno peruano que ordenó una limpieza de la vegetación a finales de 1965 y el establecimiento de un helipuerto en 1966, aclarándose aún más gran parte de la vegetación protectora que rodeaba el sitio, con lo cual las ruinas de piedra comenzaron a deteriorarse rápidamente.

En 1985, un equipo dirigido por el departamento de antropología de la Universidad de Colorado ( EE.UU. ), comenzó un importante proyecto de investigación en el Gran Pajatén y sus alrededores en el Parque Nacional Río Abiseo, con gran publicidad, revuelo mediático y debates sobre la apertura del sitio al turismo.

Una expedición televisiva peruana en 1990, despejó nuevamente la vegetación protectora del sitio y dañó más las ruinas.

Actualmente, existen planes para la construcción de varias carreteras y la infraestructura turística en la región pero esto se opone a la fragilidad de las ruinas, el alto costo de la conservación del sitio y la difícil tarea de reducir al mínimo los impactos turísticos en su integridad arqueológica y el contexto ambiental.

  • EL GRAN PAJATÉN: RESÚMEN

 

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A continuación, brindamos la cronología del descubrimiento de El Gran Pajatén, su ubicación geográfica, y las características de la arquitectura Chachapoyas, magistralmente graficada por Lyanne Saldaña Villacorta , de la Universidad Ricardo Palma, Facultad de Arquitectura y Urbanismo del Perú.

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