La patología venosa de miembros inferiores es hoy en día una de las patologías más prevalentes que podemos encontrar en la población general.
Las enfermedades venosas aparecen de forma aguda o se manifiestan igualmente de forma crónica. En la mayoría de ocasiones, la enfermedad aguda se cronifica y es por ello que podemos considerar que el paciente portador de esta patología va a ser ‘acompañado’ por ella durante toda su vida, a pesar de que la profilaxis y el tratamiento puedan disminuir o en algunos casos hacer desaparecer temporalmente la sintomatología clínica. De esta manera, dejando aparte las manifestaciones agudas de la enfermedad (tromboflebitis, trombosis venosas profundas, varicoflebitis, etc), hacemos hincapié en el diagnóstico y tratamiento de todos los síntomas y signos que aparecen en lo que denominamos la insuficiencia venosa crónica (IVC).
La factura social que representa la patología venosa crónica (en forma de lo que llamamos secuelas postrombóticas) es muy elevada. Por ello, deberá considerarse por parte del médico que cualquier tratamiento farmacológico o quirúrgico que se lleve a cabo ha de guardar criterios de eficiencia económica, ya que serán terapéuticas en muchas ocasiones provisionales que tendrán posiblemente que repetirse en un futuro.
Cabría reseñar también que debido al carácter crónico de la enfermedad venosa, los pacientes, por iniciativa propia suelen automedicarse o como mínimo tomar la medicación en períodos de tiempo que no son los más indicados en cuanto a duración y estacionalidad. Es nuestra función vigilar que estas conductas sean las más apropiadas para lograr una mayor efectividad de los tratamientos.
Entre los que vemos diariamente pacientes con IVC es bien sabido que ésta se manifiesta en varias fases progresivas, que van empeorando paulatinamente a medida que pasan los años. Vemos pacientes jóvenes, adultos y ancianos, y observamos que la insuficiencia venosa inicialmente se tolera, luego se sufre y, por último, en muchos casos, incapacita. Es tarea de todos nosotros que esta progresión no se produzca y para ello es de suma importancia conocer la etiología, el diagnóstico y el tratamiento preventivo o curativo adecuado.
El aparato circulatorio humano es un sistema que funciona correctamente cuando se cumplen unos requisitos que permiten que todas sus partes mantengan un perfecto equilibrio.
En el caso de la raza humana, con un sistema venoso no acostumbrado a funcionar en contra de la fuerza de la gravedad, cuando durante la evolución de la especie apareció el Homo erectus, este sistema venoso tuvo que realizar unos esfuerzos de adaptación para conducir la sangre desde los pies hasta el corazón en contra de las fuerzas gravitatorias. Por decirlo de alguna manera, es como si el ser humano no estuviera preparado anatómicamente para caminar en bipedestación. Esta lucha contra la gravedad es lo que provoca que en ocasiones se rompa el equilibrio necesario y, por tanto, aparezca la IVC de miembros inferiores, a la que definiremos como «conjunto de síntomas y signos que se producen cuando hay una alteración del retorno venoso por un desequilibrio de los mecanismos que lo regulan».
Las influencias hormonales, embarazos, predisposición genética y obesidad son los factores que más frecuentemente rompen dicho equilibrio, provocando alteraciones como las varices, que se manifiestan de múltiples maneras, cada cual con un tratamiento diferente. En resumen: a cada variz su tratamiento.
Las varices, telangiectasias o varículas son dolencias frecuentes entre la población de más de 40 años, especialmente la femenina. Por ello, son objeto frecuente de tratamientos estéticos. Sin embargo, hay que incidir en que no se trata de patologías que puedan ser tratadas por igual desde una perspectiva uniforme como terapia estética, sino que, en manos de profesionales especializados, se debe acceder a un tratamiento distinto para cada flebopatía e, incluso, para cada variz. De ahí la importancia de que este tratamiento se realice en un centro de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular atendido por un equipo multidisciplinar, formado en distintas ramas médicas, con el fin de obtener la mejor solución a cada flebopatía.
Las varices son la manifestación externa de alteraciones en el aparato circulatorio producidas por el efecto de la bipedestación, es decir, por el hecho de que el hombre camine y permanezca erguido durante el día y a lo largo de su vida. Esta postura obliga al aparato circulatorio a hacer un sobreesfuerzo, venciendo la fuerza de la gravedad, para conseguir que la sangre vuelva al corazón desde los pies; por ello la circulación de retorno o venosa es especialmente dificultosa en las piernas.
Si a ello se añade el hecho de que muchas personas están sometidas a largas horas trabajando de pie y en un espacio reducido, acabarán, en un 60% de los casos, por presentar algún síntoma de insuficiencia venosa en los miembros inferiores. El sedentarismo y la obesidad, los embarazos, los tratamientos hormonales, así como la falta de ejercicio habitual dificultan, obviamente, el retorno venoso de las extremidades inferiores.
La patología varicosa es también un hecho hereditario, y algunas personas están expuestas genéticamente a esta «herencia varicosa». La manifestación de los síntomas, en estos casos, aparece a una edad muy precoz.
La mujer padece mucho más que el hombre este tipo de trastornos porque influyen en ella factores hormonales. Las hormonas femeninas provocan una debilidad de la pared venosa que puede inducir a una mayor dilatación de la misma. En las gestaciones, además del aumento hormonal ya sabido, existe un efecto mecánico de presión del útero, que ha aumentado de tamaño, sobre las grandes venas que conducen todo el retorno venoso de las piernas al corazón. Esta circunstancia provoca el consiguiente sobreesfuerzo que se añade al exceso de peso soportado por las piernas durante el embarazo.
También los preparados hormonales destinados al control ovulatorio en la edad fértil, o aquellos otros indicados para evitar la sintomatología propia de la menopausia colaboran en la aparición precoz de las varices.
En realidad es imprescindible hacer un estudio vascular correcto con Eco-Doppler de cada variz, y de la persona en general y luego, con la historia clínica en mano, buscar el mejor tratamiento, ya sea farmacológico o quirúrgico. En la planificación de este tratamiento, habrá varices que pueden requerir cirugía, en particular si estamos frente a varices situadas en grandes troncos venosos. Otras, podrán ser simplemente esclerosadas con buenos resultados. Pero habrá algunas otras varices residuales que no han respondido suficientemente bien a estos tratamientos y en ellas, el láser ofrece muy buenos resultados.
No existe un único método ni ninguna aplicación milagrosa que erradique esta patología. Pero, como ocurre en otros aspectos de la medicina, lo fundamental es hacer una indicación terapéutica adecuada en función de los parámetros tales como la edad, el grado evolutivo de las varices, su localización, los factores hormonales o de riesgo, la calidad de cada vaso, etc.
En el caso de las denominadas telangiectasias (arañitas), el método terapéutico, y no siempre satisfactorio, es la microesclerosis con o sin espuma y el láser. El problema del láser es que es una fuente de calor que aplicamos como cromóforo selectivo de la hemoglobina a la que capta y coagula. Pero la longitud de onda necesaria para captar la hemoglobina es muy parecida a la de la melanina, con lo cual hay que planificar muy bien la acción del láser para no lesionar los tejidos circundantes de manera que no queden afectados por quemaduras ni por una hiperpigmentación; puesto que si de lo que se trata es de un resultado estético, sería peor el resultado que la variz precedente.
El conocimiento e identificación de los tejidos a tratar (piel clara o morena), así como la absorción del agua que habrá de provocar el láser en ellos son cruciales para un buen resultado. Poner frío para rebajar la temperatura de la zona a tratar y un cálculo preciso de todos los parámetros será decisivo para lograr un resultado óptimo.
Las varículas, que no dependen directamente del sistema principal de las venas safenas, son tratadas con esclerosis química transcutánea. Aunque es un método bastante eficaz, es imprescindible conocer y dominar su técnica y las posibles complicaciones que pudiera originar.
Y finalmente, en cuanto a la enfermedad varicosa evolutiva que afecta al sistema principal de las venas safenas, con insuficiencia valvular de las mismas, el tratamiento más eficaz es el quirúrgico, mediante el cual se puede extirpar todo el sistema varicoso lesionado (Stripping) o reconducir el flujo sanguíneo alterado (técnica CHIVA). También es aplicable en este caso la radiofrecuencia y el endoláser, técnicas que utilizamos frecuentemente por ser menos agresivas y más resolutivas que las anteriores.
Pero, en las varices, como en cualquier patología, no sólo es importante el tratamiento, sino una eficaz prevención. Así, trataremos de evitar el sedentarismo, de realizar ejercicio físico. Evitar también el aumento de peso, no sólo como problema estético, sino porque favorece la aparición de trastornos circulatorios, no utilizar piezas de ropa ajustadas y vigilar los trastornos hormonales.
La patología venosa de miembros inferiores es hoy en día una de las patologías más prevalentes que podemos encontrar en la población general.
Las enfermedades venosas aparecen de forma aguda o se manifiestan igualmente de forma crónica. En la mayoría de ocasiones, la enfermedad aguda se cronifica y es por ello que podemos considerar que el paciente portador de esta patología va a ser ‘acompañado’ por ella durante toda su vida, a pesar de que la profilaxis y el tratamiento puedan disminuir o en algunos casos hacer desaparecer temporalmente la sintomatología clínica. De esta manera, dejando aparte las manifestaciones agudas de la enfermedad (tromboflebitis, trombosis venosas profundas, varicoflebitis, etc), hacemos hincapié en el diagnóstico y tratamiento de todos los síntomas y signos que aparecen en lo que denominamos la insuficiencia venosa crónica (IVC).
La factura social que representa la patología venosa crónica (en forma de lo que llamamos secuelas postrombóticas) es muy elevada. Por ello, deberá considerarse por parte del médico que cualquier tratamiento farmacológico o quirúrgico que se lleve a cabo ha de guardar criterios de eficiencia económica, ya que serán terapéuticas en muchas ocasiones provisionales que tendrán posiblemente que repetirse en un futuro.
Cabría reseñar también que debido al carácter crónico de la enfermedad venosa, los pacientes, por iniciativa propia suelen automedicarse o como mínimo tomar la medicación en períodos de tiempo que no son los más indicados en cuanto a duración y estacionalidad. Es nuestra función vigilar que estas conductas sean las más apropiadas para lograr una mayor efectividad de los tratamientos.
¿Se pueden prevenir las varices?
Tampoco podemos evitar la posición vertical del cuerpo, ya que ésta es característica de la especie humana. Y la mayoría de veces, tampoco se puede evitar el estar de pie si forma parte de nuestra profesión. Pero, sí que existen una serie de medidas y formas de vida con las cuales podemos prevenirlas o evitar sus complicaciones.
El mejor tratamiento es una vida más equilibrada, evitar el sedentarismo y el estar de pie y quieto lo menos posible, además de practicar algún deporte, hacer ejercicio físico, hacer gimnasia o masajes, ya sean manuales, mecánicos o por presoterapia, porque todos ellos facilitan la circulación venosa.
Si la profesión de una persona le obliga a estar muchas horas de pie y quieto, deberá procurar hacer largas caminatas en su tiempo de ocio. Las personas con predisposición familiar o personal han de practicar la natación y ciclismo de manera asidua, ya que estos deportes son ideales para los trastornos venosos de las piernas.
Tampoco hay que descuidar los problemas ortopédicos de los pies, las piernas, las caderas y la columna, ya que éstos pueden provocar una alteración en la relación estético-dinámica de las extremidades inferiores e influir en la aparición de trastornos varicosos.
Las medias terapéuticas se han manifestado con evidencia científica como la mejor opción preventiva de complicaciones, tanto en las varices como en la Insuficiencia Venosa Crónica y su utilización junto a flebotónicos como la mejor forma de aliviar los síntomas.
La IVC de los miembros inferiores ha de considerarse en principio una afección ‘benigna’. Queremos decir con ello que rara vez constituirá una situación grave con peligro de pérdida de la vida. No obstante, hay que tener en cuenta que para el individuo que la padece, aunque sea ‘menos grave’ es la más importante para él y tratar de mejorar o curar su enfermedad es, en su caso, una prioridad evidente. Además, esto conllevará rebajar el coste social del que hablábamos anteriormente, no sólo desde el punto de vista económico, sino también en cuanto a mejoría de la calidad de vida personal, tanto en el aspecto de comodidad familiar como en el aspecto de comodidad social y de relación con el entorno.
Entre los que vemos diariamente pacientes con IVC es bien sabido que ésta se manifiesta en varias fases progresivas, que van empeorando paulatinamente a medida que pasan los años. Vemos pacientes jóvenes, adultos y ancianos, y observamos que la insuficiencia venosa inicialmente se tolera, luego se sufre y, por último, en muchos casos, incapacita. Es tarea de todos nosotros que esta progresión no se produzca y para ello es de suma importancia conocer la etiología, el diagnóstico y el tratamiento preventivo o curativo adecuado.
El aparato circulatorio humano es un sistema que funciona correctamente cuando se cumplen unos requisitos que permiten que todas sus partes mantengan un perfecto equilibrio.
En el caso de la raza humana, con un sistema venoso no acostumbrado a funcionar en contra de la fuerza de la gravedad, cuando durante la evolución de la especie apareció el Homo erectus, este sistema venoso tuvo que realizar unos esfuerzos de adaptación para conducir la sangre desde los pies hasta el corazón en contra de las fuerzas gravitatorias. Por decirlo de alguna manera, es como si el ser humano no estuviera preparado anatómicamente para caminar en bipedestación. Esta lucha contra la gravedad es lo que provoca que en ocasiones se rompa el equilibrio necesario y, por tanto, aparezca la IVC de miembros inferiores, a la que definiremos como «conjunto de síntomas y signos que se producen cuando hay una alteración del retorno venoso por un desequilibrio de los mecanismos que lo regulan».
Las influencias hormonales, embarazos, predisposición genética y obesidad son los factores que más frecuentemente rompen dicho equilibrio, provocando alteraciones como las varices, que se manifiestan de múltiples maneras, cada cual con un tratamiento diferente. En resumen: a cada variz su tratamiento.
Las varices, telangiectasias o varículas son dolencias frecuentes entre la población de más de 40 años, especialmente la femenina. Por ello, son objeto frecuente de tratamientos estéticos. Sin embargo, hay que incidir en que no se trata de patologías que puedan ser tratadas por igual desde una perspectiva uniforme como terapia estética, sino que, en manos de profesionales especializados, se debe acceder a un tratamiento distinto para cada flebopatía e, incluso, para cada variz. De ahí la importancia de que este tratamiento se realice en un centro de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular atendido por un equipo multidisciplinar, formado en distintas ramas médicas, con el fin de obtener la mejor solución a cada flebopatía.
Las varices son la manifestación externa de alteraciones en el aparato circulatorio producidas por el efecto de la bipedestación, es decir, por el hecho de que el hombre camine y permanezca erguido durante el día y a lo largo de su vida. Esta postura obliga al aparato circulatorio a hacer un sobreesfuerzo, venciendo la fuerza de la gravedad, para conseguir que la sangre vuelva al corazón desde los pies; por ello la circulación de retorno o venosa es especialmente dificultosa en las piernas.
Si a ello se añade el hecho de que muchas personas están sometidas a largas horas trabajando de pie y en un espacio reducido, acabarán, en un 60% de los casos, por presentar algún síntoma de insuficiencia venosa en los miembros inferiores. El sedentarismo y la obesidad, los embarazos, los tratamientos hormonales, así como la falta de ejercicio habitual dificultan, obviamente, el retorno venoso de las extremidades inferiores.
La patología varicosa es también un hecho hereditario, y algunas personas están expuestas genéticamente a esta «herencia varicosa». La manifestación de los síntomas, en estos casos, aparece a una edad muy precoz.
La mujer padece mucho más que el hombre este tipo de trastornos porque influyen en ella factores hormonales. Las hormonas femeninas provocan una debilidad de la pared venosa que puede inducir a una mayor dilatación de la misma. En las gestaciones, además del aumento hormonal ya sabido, existe un efecto mecánico de presión del útero, que ha aumentado de tamaño, sobre las grandes venas que conducen todo el retorno venoso de las piernas al corazón. Esta circunstancia provoca el consiguiente sobreesfuerzo que se añade al exceso de peso soportado por las piernas durante el embarazo.
También los preparados hormonales destinados al control ovulatorio en la edad fértil, o aquellos otros indicados para evitar la sintomatología propia de la menopausia colaboran en la aparición precoz de las varices.
En realidad es imprescindible hacer un estudio vascular correcto con Eco-Doppler de cada variz, y de la persona en general y luego, con la historia clínica en mano, buscar el mejor tratamiento, ya sea farmacológico o quirúrgico. En la planificación de este tratamiento, habrá varices que pueden requerir cirugía, en particular si estamos frente a varices situadas en grandes troncos venosos. Otras, podrán ser simplemente esclerosadas con buenos resultados. Pero habrá algunas otras varices residuales que no han respondido suficientemente bien a estos tratamientos y en ellas, el láser ofrece muy buenos resultados.
No existe un único método ni ninguna aplicación milagrosa que erradique esta patología. Pero, como ocurre en otros aspectos de la medicina, lo fundamental es hacer una indicación terapéutica adecuada en función de los parámetros tales como la edad, el grado evolutivo de las varices, su localización, los factores hormonales o de riesgo, la calidad de cada vaso, etc.
El conocimiento e identificación de los tejidos a tratar (piel clara o morena), así como la absorción del agua que habrá de provocar el láser en ellos son cruciales para un buen resultado. Poner frío para rebajar la temperatura de la zona a tratar y un cálculo preciso de todos los parámetros será decisivo para lograr un resultado óptimo.
Pero, en las varices, como en cualquier patología, no sólo es importante el tratamiento, sino una eficaz prevención. Así, trataremos de evitar el sedentarismo, de realizar ejercicio físico. Evitar también el aumento de peso, no sólo como problema estético, sino porque favorece la aparición de trastornos circulatorios, no utilizar piezas de ropa ajustadas y vigilar los trastornos hormonales.
La patología venosa de miembros inferiores es hoy en día una de las patologías más prevalentes que podemos encontrar en la población general.
Las enfermedades venosas aparecen de forma aguda o se manifiestan igualmente de forma crónica. En la mayoría de ocasiones, la enfermedad aguda se cronifica y es por ello que podemos considerar que el paciente portador de esta patología va a ser ‘acompañado’ por ella durante toda su vida, a pesar de que la profilaxis y el tratamiento puedan disminuir o en algunos casos hacer desaparecer temporalmente la sintomatología clínica. De esta manera, dejando aparte las manifestaciones agudas de la enfermedad (tromboflebitis, trombosis venosas profundas, varicoflebitis, etc), hacemos hincapié en el diagnóstico y tratamiento de todos los síntomas y signos que aparecen en lo que denominamos la insuficiencia venosa crónica (IVC).
La factura social que representa la patología venosa crónica (en forma de lo que llamamos secuelas postrombóticas) es muy elevada. Por ello, deberá considerarse por parte del médico que cualquier tratamiento farmacológico o quirúrgico que se lleve a cabo ha de guardar criterios de eficiencia económica, ya que serán terapéuticas en muchas ocasiones provisionales que tendrán posiblemente que repetirse en un futuro.
Cabría reseñar también que debido al carácter crónico de la enfermedad venosa, los pacientes, por iniciativa propia suelen automedicarse o como mínimo tomar la medicación en períodos de tiempo que no son los más indicados en cuanto a duración y estacionalidad. Es nuestra función vigilar que estas conductas sean las más apropiadas para lograr una mayor efectividad de los tratamientos.
¿Se pueden prevenir las varices?
Tampoco podemos evitar la posición vertical del cuerpo, ya que ésta es característica de la especie humana. Y la mayoría de veces, tampoco se puede evitar el estar de pie si forma parte de nuestra profesión. Pero, sí que existen una serie de medidas y formas de vida con las cuales podemos prevenirlas o evitar sus complicaciones.
El mejor tratamiento es una vida más equilibrada, evitar el sedentarismo y el estar de pie y quieto lo menos posible, además de practicar algún deporte, hacer ejercicio físico, hacer gimnasia o masajes, ya sean manuales, mecánicos o por presoterapia, porque todos ellos facilitan la circulación venosa.
Si la profesión de una persona le obliga a estar muchas horas de pie y quieto, deberá procurar hacer largas caminatas en su tiempo de ocio. Las personas con predisposición familiar o personal han de practicar la natación y ciclismo de manera asidua, ya que estos deportes son ideales para los trastornos venosos de las piernas.
Tampoco hay que descuidar los problemas ortopédicos de los pies, las piernas, las caderas y la columna, ya que éstos pueden provocar una alteración en la relación estético-dinámica de las extremidades inferiores e influir en la aparición de trastornos varicosos.
Las medias terapéuticas se han manifestado con evidencia científica como la mejor opción preventiva de complicaciones, tanto en las varices como en la Insuficiencia Venosa Crónica y su utilización junto a flebotónicos como la mejor forma de aliviar los síntomas.
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