PERIODO INICIAL

Periodo Inicial

Periodo Inicial. Con el transcurrir de los años, el hombre andino logró la domesticación de plantas y animales en casi todos los pisos altitudinales. El cuidado y dedicación que se tuvo con estos bienes obligó a los hombres a volverse sedentarios. Agrupados en aldeas, buscaron el beneficio comunal a través de la división del trabajo. Los valles interandinos, las lomas y valles costeños fueron los escenarios geográficos escogidos para establecerse y formar asentamientos poblacionales de gran envergadura donde resalta la arquitectura monumental de carácter ceremonial, que tuvo sus inicios en el precerámico tardío. Fue principalmente en la costa central y norte donde se encuentran las más grandes construcciones (especialmente pirámides truncas y complejos en forma de U), no obstante en la sierra se han encontrado los primeros restos de arquitectura religiosa. Junto a estas expresiones arquitectónicas la cerámica apareció en los Andes, pero cabe aclarar que su presencia no es una medida que establece el avance tecnológico del antiguo poblador andino. Para cuando aparece la cerámica en los Andes centrales, existía parelamente un desarrollo tecnológico y cultural avanzado para la época pero que no usa cerámica (acerámico): Caral.

 

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Periodo inicial

Lo que si fue novedoso para la época fue la organización política. Las jefaturas y templos alcanzaron papeles preponderantes en la organización de las aldeas. Las autoridades religiosas obtenían del poblador común su energía y fuerza de trabajo para garantizar con los excedentes producidos el prestigio de los templos. Surgieron especialistas dedicados fundamentalmente a la producción de utensilios y herramientas y que estuvieron principalmente al servicio de las elites y grupos jerárquicos. Uno de los primeros y principales de los centros ceremoniales del Período Inicial fue Kotosh, en el departamento de Huánuco). Su ocupación se remonta al 2,500 a. de C., extendiéndose hasta el 1,500 a. de C. En este se ha hallado el famoso Templo de las Manos Cruzadas, llamado así por el hallazgo de relieves de manos debajo de nichos en uno de sus recintos. De este período data también la construcción del canal de Cumbemayo, (Cajamarca), una importante obra de irrigación que conecta las cuencas del Pacífico y el Amazonas a través de un agreste terreno. El canal está labrado sobre la roca y estuvo asociado a ceremonias de culto al agua. Un de los más famosos centros ceremoniales de este período es Cerro Sechín, en el valle de Casma, sobre la costa del Pacífico. La fachada del templo está adornada por lajas de piedra con relieves que presentan guerreros ornamentados con cabezas cercenadas y armados con porras. Junto a ellos se ha representado una colección de partes humanas que incluye columnas vertebrales, pilas de cabezas cortadas, rosarios de ojos, cuerpos cortados a la mitad, entrañas, etc. conformando una escena macabra. Al parecer, esta escena representa un hecho mítico, incluso un mito de creación, aunque existen otros estudiosos que sostienen que la escena representa un suceso real.

La presencia temprana de poblaciones prehistóricas en la zona tiene que ver directamente con el aprovechamiento estacional de los recursos de loma. Un conjunto de campamentos precerámicos se extiende en la parte más elevada del tablazo, al pie del Cerro Tres Marías, ocupando una considerable extensión de aprox. 8 ha. A juzgar por 550m2 excavados (1991-1998), de los cuales 123m2 mediante decapage, cada campamento se componía de un número reducido de fogones (menor de 5), frecuentemente ubicados dentro de cavidades naturales de tereno, y circundados por áreas de actividad y descarte. Según se desprende de las carácterísticas del contexto y de la cantidad de los desechos orgánicos acumulados, la ocupación fue muy breve en cada caso. Probablemente, el área era adecuada para establecer campamentos temporales en el límite del coto de caza, cuando camélidos y cérvidos (venado de cola blanca, Odocoileus virginianus, y guanaco, Lama guanicoe) acudían a la loma en búsqueda de alimento. La dieta basada en el consumo de ambas especies estuvo complementada con la recolección de moluscos en las playas arenosas, en particular de Mesodesma donacium, con la caza de fauna menor de loma, y con la pesca ocasional. El procesamiento de alimentos y la talla de andesitas, hematitas, calcedonias y cuarzo de orígen local son las únicas actividades bien documentadas. Las características tecnológicas y las preferencias en la dieta indican que los habitantes de campamentos provenían del interior del valle. Se desconoce el contexto preciso de cuatro entierros humanos, considerados precerámicos por M. Cárdenas, de los cuales uno contenía a un individuo masculino, dolicocefálico. El quinto entierro, fechado GaK-2470, 7830 180 BP, fue encontrado en el fondo de la quebrada Atocongo, distante de los campamentos.

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