Se denomina Periodo Autóctono Lítico al espacio histórico peruano comprendido entre los 20 000 a 5 000 a.C., aproximadamente; es decir, desde la llegada de los primeros habitantes hasta el descubrimiento de la agricultura.
Durante este periodo el hombre peruano fue estableciéndose progresivamente en nuestro medio geográfico, especialmente en las punas o mesetas altoandinas.
Su subsistencia se basa en la caza y la recolección, lo que con condiciona una organización social basada en grupos reducidos numéricamente, conocidos como bandas, los mismos que habitaban cuevas, abrigos rocosos, ensenadas y otros lugares que los protegían de la naturaleza.

Los cambios de clima condicionaron su vida errante. Sus alimentos provenían de la recolección de los frutos, hojas, tallos y raíces, así como de la caza de guanacos, vicuñas, tarucas, aves, roedores, etc.
Para efectuar la caza y la recolección emplearon instrumentos fabricados especialmente de piedra en los que destacaron: las hachas de mano, cuchillos, raspadores, puntas de proyectiles entre otros.

Zonas donde se establecieron en el periodo lítico

El territorio donde habitaban tenia un clima variado y desigual distribución de las aguas, modeló una determinada flora y fauna que favoreció la instalación del hombre en diversas zonas a lo largo y ancho de su ámbito.
Los hallazgos arqueológicos recientes demuestran que los primeros pobladores se instalaron en zonas de altura. Con el transcurso del tiempo, fueron descendiendo hacia zonas más bajas. Así, entre los años 8 000 y 4 000 a.C. el hombre habitó principalmente la región de la Puna. Luego entre los 4 000 y 2 500 a.C. ocupó la región Quechua. Y finalmente entre

Periodo Autóctono.

2 500 y 1 800 a.C., bajo a la región Yunga, donde pudo aprovechar los recursos marinos.
Sin embargo el mayor asentamiento humano se registra en las zonas altoandinas debido a la existencia de pastizales para los auquénidos. La caza de estos animales les proveyó los recursos necesarios para su alimentación y vestido.
Durante la etapa de las culturas alfareras y agrícolas, la población se concentra en la zona quechua.
Posteriormente recorren el flanco occidental, bajando a las lomas, a las orillas de los ríos y playas.
En el flanco oriental su escasa población aprovecha la abundante flora y fauna del lugar.

Estado Cultural

Los primitivos pobladores tuvieron una cultura incipiente. Vivían en cuevas, abrigos rocosos, ensenadas o campamentos cubiertos con pieles de animales o ramadas. Se trasladaban continuamente de un sitio a otro formando pequeños grupos u hordas de 15 a 20 personas. Esa forma de vida se llama nomadismo.
Su principal preocupación era la búsqueda de alimentos. Cazaban y recolectaban diversos animales y vegetales los cuales los comían crudos. Aunque conocían el fuego solo lo utilizaban para protegerse del frio y para ahuyentar a las fieras.
Cubrían sus cuerpos con la piel de los animales que cazaban.

Restos Arqueológicos

Durante la etapa más antigua de la historia peruana, que se extiende entre los 20 y 9 mil a.C. los primeros habitantes andinos se distinguían esencialmente por ser dependientes de la naturaleza.
Los restos arqueológicos mas antiguos de la historia peruana son los siguientes:

Periodo Autóctono.

El Hombre de Pacaicasa

En la aldea de Pacaicasa (Ayacucho) están las cuevas de Pikimachay, Jayguamachay y Rosamachay a una altura de 2 740 metros sobre el nivel de mar.
El arqueólogo norteamericano Richard Mac Neish halló en 1969 las huellas de ocupación humana más antigua en el actual territorio peruano. Datan de aproximadamente 20 000 a.C.
El hallazgo consistió en instrumentos líticos junto a restos óseos. Habían también raspadores, machacadores y buriles de piedra muy toscos, hechos a golpes o percusión, al lado de huesos animales gigantes como el megaterio (semejante a un perezoso gigante), el esmilodonte (semejante al tigre dientes de sable) y mastodontes.

Periodo Autóctono.

El Hombre de Chivateros

Chivateros es una zona ubicada en las cercanías de la desembocadura del río Chillón. Allí el arqueólogo norteamericano Edward Lanning en 1963 encontro vestigios humanos de una antigüedad de 12 000 años.

El Hombre de Toquepala

Periodo Autóctono. En la cueva del diablo a 2700 metros sobre el nivel del mar en Toquepala (Moquegua), se encuentra este importante yacimiento arqueológico. Sus restos fueron encontrados en 1960 por Miomir Bojovich y Emilio Gonzales, estos restos tienen una antigüedad de 9500 años.
Lo más notable de este descubrimiento son las pinturas rupestres estudiadas por el arqueólogo Jorge C. Muelle. Para plasmar su arte, utilizó los colores rojo, blanco, amarillo y negro.
La escena que representa se refiere a la caza de guanacos. En ella los hombres aparecen desnudos, enmascarados y armados con garrotes.

El Hombre de Lauricocha

En los hallazgos arqueológicos anteriores no se encontraron restos humanos directos. Lauricocha es el primer hallazgo de restos humanos directos.
Lauricocha se encuentra a más de 4 000 metros del nivel del mar, en la provincia de Dos de Mayo en Huanuco.
El ingeniero Augusto Cardich, entre 1958 y 1959, halló los primeros restos humanos los cuales tenían una antigüedad de 9 525 años.
En estas cuevas se encontraron 11 esqueletos humanos junto a cenizas, restos de alimentos, utensilios de piedra y huesos de cérvidos y camélidos. Uno de estos esqueletos fue inhumado en forma ritual. Llevaba ajuares funerarias, cuentas de collares de huesos, conchas y turquesas

En las paredes de las cuevas los hombres del arcaico dejaron las huellas e impresiones de su quehacer diario. Ya sea porque fue parte de un rito ancestral o porque simplemente quisieron expresar un hecho importante en sus vidas, las pinturas rupestres son, que duda cabe, uno de los principales registros que el hombre andino ha dejado y que después de miles de años se conservan intactas. Todas las pinturas se encuentran en sitios de difícil acceso y en las partes medias y altas de la cordillera.

La constante en las distintas pinturas rupestres es la escena de caza.

Periodo Autóctono.

Hombres armados con lanzas se abalanzan sobre camélidos y cérvidos y estos huyen despavoridos, pero muchos de ellos ya han sido heridos. En las cuevas de Toquepala, Huargo y Lauricocha se aprecia a los animales y cazadores o a los animales con heridas sangrantes. Las pinturas permiten establecer la dieta del hombre andino y conocer las herramientas con las que cazaban y obtenían su sustento diario. Se cree que estas pinturas responden a ritos ofrendatorios relacionados con la caza con el fin de que los animales no se vayan o no se terminen en la zona y por esta razón los hombres debían emigrar a otros lugares en búsqueda de alimento.
Entre los principales pinturas rupestres se encuentran las ubicadas en las cuevas de Lauricocha, Chuiqichaca (Junín), Huargo (Huánuco) y Toquepala (Tacna).

La domesticación del ambiente (5,000 – 2,000 a.C.)

Con el transcurrir de los años los hombres andinos fueron aprendiendo los ciclos naturales de los animales y plantas. Se dieron cuenta que si recogían todos los frutos y semillas de un valle, al año siguiente no habría nada que recoger, de igual manera si procedían a una caza indiscriminada de animales, les sería muy difícil encontrar otros en los años sucesivos. Hacia el 6,000 a.C. empezó una caza y recolecta selectiva que aseguró a los pobladores del Ande alimentos para las próximas temporadas. Ya no consumían las semillas, solo los frutos o granos maduros, de igual manera ya no se cazaba a todos los animales, sino que dejaban ir a las hembras y a los más pequeños.
Esta revolución condujo años mas tarde al descubrimiento de Agricultura y ganadería y con ello al paso de una nueva secuencia cultural en los Andes. Hacía el 5,000 a.C. se empezó con al domesticación de plantas como la quinua, las calabazas, el pallar y frijol.

El cuy y la llama principalmente fueron domesticados desde esta época. Desde el 7,000 a.C. ya se tiene registro en los diferentes estratos de las cuevas y abrigos rocosos de la preferencia en el consumo del hombre por la llama. Se cree que este cambio en la alimentación (camélidos por cérvidos) se debió al descubrimiento de la domesticación de la llama. Este fue un proceso gradual e irreversible, los animales y plantas domesticadas son diferentes a sus ancestros inmediatos, dependiendo cada vez mas del hombre para su subsistencia.

Periodo Autóctono.

La agricultura para estos años era una incipiente recolecta selectiva pero con mayor cuidado del hombre por juntar y sembrar las semillas. Esta actividad supuso que la trashumancia practicada desde hacía miles de años fuera dejada paulatinamente hasta el total sedentarismo del hombre andino. De igual manera este sedentarismo lo obligó a salir de las cuevas y abrigos rocosos para establecerse donde las tierras fueran más fértiles, principalmente valles. Este proceso duro miles de años hasta la aparición de aldeas y centros urbanos (aprox. 2,500 a.C.)
El sedentarismo tuvo varias etapas pero se sabe con seguridad que apareció posteriormente a la domesticación de camélidos y una rudimentaria vida pastoril. A medida que los valles fueron cultivados, los hombres andinos eligieron como lugar de residencia las márgenes de los ríos y los valles interandinos y costeños. Los restos hallados en las distintas excavaciones revelan para este periodo un significativo aumento de la población.

Origen de la agricultura y ganadería en el periodo autóctono

El descubrimiento de la agricultura y ganadería fue sin duda uno de las más grandes revoluciones del hombre andino. Se cree que la domesticación de plantas y animales empezó en los 8,000 a.C. a raíz de la observación de los ciclos naturales de ambos recursos. La caza indiferenciada fue dejándose a un lado y se paso al cuidado selectivo de los animales y plantas. Ya no se cazó a hembras o animales pequeños, solo a los animales machos. Las plantas sufrieron igual selección. Ya no se recogía todas las frutas, semillas o vallas, tampoco se dejaban solo las maltratadas o secas pues se dieron cuenta que si estas eran las únicas que dejaban, al año siguiente, todos los frutos serían de baja calidad. Se dieron cuenta igualmente que algunas plantas crecen solamente en un sitio determinado y que no es posible conseguirlas en algún otro piso altitudinal. Por esta razón los hombres andinos y costeños empezaron a establecerse en sitios aledaños a sus tierras de cultivo y establecieron campamentos cerca de pastizales frecuentados por camélidos.
No se sabe exactamente como fue que la agricultura llegó a los andes centrales ni tampoco como es que las principales plantas utilizadas se domesticaron y llegaron a ser de consumo masivo para los años siguientes. En las cuevas y abrigos rocosos se han encontrado poquísimas muestras de plantas o semillas ya que la gran humedad existente en ellas impide la preservación por miles de años de estos productos. En la costa se han encontrado algunas semillas y plantas pero estas no son propias del lugar, lo que indica que las plantas fueron domesticadas antes de su llegada a la franja costera.

La domesticación de las plantas, al parecer, se dio de manera independiente y simultánea en varios lugares del continente. No hubo una influencia o una difusión específica entre las distintas regiones americanas y cada una de ellas logró domesticar tanto especies comunes como propias de cada lugar. En los Andes las plantas más importantes que se llegaron a domesticar fueron el maíz (4,000 a.C.), maní (3,800 a.C.), papa (5,000 a.C.), quinua (6,500 a.C.), cañihua (no existen datos sobre su domesticación), calabazas (4,500 a.C.), zapallos (4,500 a.C.), algodón (2,500 a.C.), ají (no existen datos sobre su domesticación), frijol (7,600 a.C.) y quinua (3,000 a.C.).
En la costa se han identificado calabazas, maíz, palto, maní, pacay, yuca, guayabo, algodón y chirimoya.

La costa tuvo en la recolección marina su principal sustento. Sin embargo poco a poco la dieta del hombre costeño fue aumentando con la llegada de las plantas domesticadas. Este cambio en la alimentación costeña fue conocido a través de las investigaciones de Junnius Bird, E. Lanning y T. Paterson entre las décadas de 1950 y 1960. Sus estudios concluyeron que junto a la pesca la agricultura se abrió paso y fue mayormente utilizada en los valles y lomas, con sembríos estacionales y constantes (principalmente algodón).
Pastoreo y agricultura se adaptaron, al parecer, en forma simultanea en la sierra. La domesticación de camélidos se puede medir por la recurrencia de huesos en los recintos arqueológicos y por los patrones relacionados con su aprovechamiento. Los camélidos principalmente fueron adaptados por selección deliberada y se tuvo un control sobre su edad. La gran cantidad de restos de camélidos jóvenes sacrificados sugiere que eran preferidos para el consumo y también como un esfuerzo para controlar la especie. Los huesos de camélidos neonatos o recién nacidos indican su ubicación en corrales ya que es frecuente contraer en estos recintos enfermedades o infecciones.

Existen datos de la domesticación de camélidos desde los 7,000 a.C., pero datos confiables indican que hacia el 4,000 a.C. se formaron sociedades de pastores especializados por todo los Andes centrales. Existen restos de camélidos en Pachamachay, Uchcumachay, San Pedro de Cajas y Telarmachay, todas ubicadas en el actual departamento de Junín.
Animales menores también fueron domesticados y asimilados a la vida cotidiana del hombre del precerámico. Existen restos del cuy desde los 8,000 a.C. (fase Ayacucho), pero no se han encontrado muestras que evidencien su domesticación sobre los 3,500 m.s.n.m.. Junto a la sedentarización del hombre, el cuy se vuelve alimento indispensable en la sierra.

Beneficios del pastoreo altoandino en el Periodo autóctono

En el periodo autóctono La domesticación de animales le permitió al hombre del precerámico obtener numerosos beneficios que no obtenían con la caza o recolección. La permanente reserva de carne, huesos y lana cubrían las principales necesidades para subsistir en las punas cordilleranas.
Datos arqueológicos indican que hacia el 4,000 a.C., el pastoreo se consolidó principalmente en las regiones superiores a los 2,500 ms.n.m., sobretodo en Junín, Pasco, punas de Huánuco y Ancash. El pastoreo se generalizó por su fácil práctica y bajo grado técnico necesario para llevarlo a cabo. Bastaba juntar un rebaño de camélidos pues su alimentación era natural (aprovechamiento de los pastizales naturales en la puna y zonas altas de los Andes) y su cuidado se centraba en la protección del rebaño frente a depredadores. Los camélidos le proporciona en todo tipo de beneficios a los hombres andinos, carne para su alimentación, lana para abrigarse y guano, indispensable combustible en las alturas del Ande. Como transporte, las llamas y guanacos fueron utilizados como bestias de carga no solo en las punas, sino también para movilizar y transportar cosas entre los diferentes pisos altitudinales. En la puna andina la dieta del hombre se complementó con el consumo de plantas que fueron domesticando en paralelo a la generalización del pastoreo. La maca, festuca, opuntia, quinua, cañihua, con altas concentraciones de vitaminas y minerales, fueron el principal consumo en las alturas andinas.

Costumbres funerarias

En este periodo se encontraron muchos restos humanos tanto en la sierra con en la costa. Su posición, ubicación y objetos que acompañan estos cuerpos indican que hubo una especial preocupación por la forma como se enterraban los hombres del precerámico y también por la vida en el mas allá. Lamentablemente la falta de estudios no permite un análisis profundo de la vida y cosmovisión del hombre en el precerámico.
Loa patrones mortuorios tiene características comunes en la costa (Paracas, Supe, Chillón, y Chilca). En la mayoría de excavaciones arqueológicas se han encontrado a los individuos en posición flexionada, usualmente envueltos con mantas u hojas, algunos rodeado de utensilios de uso común, pero siempre hay con especial cuidado en el entierro de niños y jefes de grupo o bando. Muchas veces se han encontrado restos dentro del espacio que corresponde a la vivienda. La ubicación dentro de la morada tuvo mucha importancia, ya que mientras más al centro se encontraba el entierro, mayor era el estatus e importancia del occiso.
Los entierros encontrados en la costa sur: Moquegua, Tacna y norte del actual territorio chileno poseen particularidades respecto a los entierros de la costa central y norte. La evisceración de cuerpos, la momificación y reemplazo de órganos y huesos (cultura Chiribaya), fueron costumbres practicadas por miles de años. Inclusive se han encontrado camélidos y perros momificados.

Arquitectura monumental

Al parecer la arquitectura monumental apareció de forma simultanea en los Andes centrales. Los mayores ejemplos se encuentran en la costa norte (Piura, Lambayeque) y central (Ancash, Lima), en la sierra norte (Cajamarca, Ancash) y oriental (Huánuco). En menor medida se han encontrado en Ica, Arequipa e inclusive en la región altiplánica. Sin embargo, no llegan a tener la monumentalidad y grandiosidad que tuvo principalmente en la costa norte y central. Se cree que estas construcciones fueron realizadas entre los 3000 a.C. y los 200 a.C. Las particularidades y ordenamiento de estos recintos arquitectónicos indican una profundización en las ideas políticas y religiosas. La presencia de frisos y dibujos muestran a su vez la cosmovisión, en muchos casos guerrera de los habitantes de estos complejos arqueológicos. Con los años estas construcciones fueron haciéndose cada vez mas comunes y crecieron en tamaño e importancia.

Periodo Autóctono.

  • Entre los principales modelos arquitectónicos elaborados en este periodo sobresalen:
  • Edificios con plazas circulares hundidas
  • Los recintos cuadrangulares con fogón central
  • Edificios con plataformas y plazas
  • Edificios con forma en U o de herradura

Periodo Autóctono –

Edificios con plazas circulares hundidas:

Ubicados principalmente en la costa, entre Lambayeque y Lima, estos monumentos poseen distintas dimensiones espaciales y complejidades. Los ubicados en el valle de Supe son los más grandes y antiguos así como los que poseen mayores edificaciones asociadas. Estos recintos poseen básicamente un edificio principal o central, rodeado a la izquierda y derecha por dos edificios de menor tamaño y una plaza circular de variable extensión frente al edificio principal. Son representativos de este modelo: Las Haldas (1,800 a.C.), Alto Salaverry (1,800 a.C.) y Caral (3,000 a.C.).

Recintos cuadrangulares con fogón central

Se cree que este modelo arquitectónico tuvo su aparición hacia los 2,500 a.C. persistiendo su construcción hasta el 500 a.C. coexistiendo con otros modelos constructivos como los edificios de herradura. Durante muchos años se pensó que esta arquitectura era propia de la vertiente oriental de los Andes Centrales, especialmente por la reutilización del estilo en diferentes contextos arquitectónicos. Sin embargo se han encontrado recintos de la misma característica en el Callejón de Huaylas (Ancash), Huanuco y Lima. Este modelo se caracteriza por poseer una estructura cuadrangular con nichos en sus paredes interiores y un doble piso interior con un fogón central y una chimenea que va por debajo del piso. Son representativos de este modelo: Kotosh (2,500 a.C. – 200 d.C.), La Galgada (2,300 a.C.), Huaricoto (2,260 a.C.) y Huanca Edificios con plataformas y plazas

Periodo Autóctono.

Estas construcciones fueron comunes tanto en la costa como en la sierra. La utilización de este modelo tuvo su auge hacia los 1,000 a.C. y posee características particulares respecto a las otras variantes de arquitectura monumental. Poseen estas construcciones grandes terrazas que se ubican generalmente en las laderas de una colina. Sobre estas terrazas se ubica la plataforma principal que usualmente está decorada con grandes bloques de piedra tallada, y se puede acceder a estas plataformas a través de escaleras que conectan a plazas y grandes patios. Son representativos de este modelo: Pacopampa (1,200 a.C), Huancaloma (800 a.C.), Kuntur Wasi (1,100 a.C.), Layzón

Edificios con forma en U o herradura

Este modelo arquitectónico se encuentra mayormente entre Lambayeque por el norte hasta Lima por el sur, pero el mayor número de construcciones se ubica entre el valle de Supe y Mala, ambos en Lima. Los investigadores piensan que estas edificaciones es una tradición costeña que llegó inclusive a la sierra y fue adoptada por grandes centros culturales.
Estas estructuras arquitectónicas se componen de un edifico central y dos laterales que forman una plaza o gran patio. Usualmente se orientan hacia noreste y es el edificio central, el mas grande e importante, pues su utilización ritual se asocia con los grabados y frisos encontrados en ellos. El edificio central posee un atrio medio asociado a una escalera que conduce a la plaza. La plaza es de tamaño variable (de 1 Ha. hasta las 30 Ha.) y en ella no existe edificio alguno, aunque si presentan variados niveles. Se cree que la plaza fue la zona ceremonial menos restringida y en ella se ubicaban los hombres del común. En estas construcciones también se han encontrado plazas circulares.
Son representativos de este modelo: Caral (3,000 a.C.), Garagay (1,400 a.C.) y Cardal (1.300 a.C.).

Periodo Autóctono. Caral

Este impresionante complejo arquitectónico se ubica en el valle de Supe, Barranca; a 182 km al norte de la ciudad de Lima. Las investigaciones arqueológicas demostraron su pertenencia al periodo precerámico pues se desarrolló entre los 3,000 años a.C. y los 1,600 años a.C.. La presencia de este complejo arqueológico desestructurar las hipótesis sobre el desarrollo cultural en los Andes peruanos pues es 1,500 años más antigua que Chavín, considerado por muchos años el foco cultural más antiguo y complejo del antiguo Perú. Se tiene documentación de los centros arqueológicos de Supe desde los años 1940, a través de fotografías aéreas que mostraban las plazas y centros arquitectónicos monumentales. Sin embargo no se hicieron excavaciones ni estudios pues se le daba poca importancia frente a las distintas manifestaciones culturales del antiguo Perú.
En sus 66 hectáreas se distinguen dos zonas diferenciadas arquitectónicamente: la zona nuclear y la zona periférica. En la primera se ubican los edificios monumentales y las residencias de los grupos de la elite, plazas circulares y grandes espacios públicos para reuniones multitudinarias. La zona periférica contiene las viviendas de la gente común agrupadas a manera de archipiélagos a lo largo de la terraza anexa al valle.
Periodo Autóctono

Para este periodo Caral ya había logrado una eficiente agricultura y pesca, sobresaliendo el procesamiento del algodón, elaborando ropa y sobretodo redes para una eficiente extracción del pescado.
Su excedente económico le permitió desarrollar condiciones económicas, sociales y políticas sin precedentes para esos años. También hubo un desarrollo en las ciencias exactas y en las tecnologías empleadas para la construcción de la arquitectura monumental.

Caral se ubicó en la margen derecha del río Supe. Este río es de régimen irregular, como casi todos ríos de la costa. No es posible que la agricultura del valle haya sido la única y principal actividad económica de sus pobladores puesto que la arquitectura monumental y sus islotes de viviendas indican una gran población permanente. El gran trabajo físico utilizado en la construcción de los edificios monumentales y su permanente modificación se sustentó con actividades extractivas como la pesca y la utilización de los excedentes de otros valles, tal vez los de Pativilca y Fortaleza, aledaños a Supe. Su ubicación estratégica, entre la costa y la sierra, le permitió el intercambio de productos con pueblos ubicados entre los valles costeños de Santa (Ancash) y Chancay (Lima) o Chillón, y por el este con los ubicados en el Callejón de Huaylas y la cuenca del Marañón por el este.

Hay que anotar que el valle de Supe contiene a lo largo del río varios asentamientos poblacionales con una extensión variada, algunos más grande que Caral y otras con menos de una hectárea.
En dos recintos arquitectónicos se encontraron un conjunto de flautas realizadas en huesos de pelícano y cóndor. Estos instrumentos musicales revelan una práctica musical importante en la sociedad de Caral pues se cree que fueron interpretadas ante público en las plazas elaboradas para tales fines. Las flautas están decoradas con diseños incisos y están representados monos, cóndores, figuras antropomorfas, etc.

Las artes en el precerámico

Los tejidos aparecen una vez concluida la domesticación del algodón. Para los Andes centrales los tejidos más antiguos fueron encontrados en Huaca Prieta por el arqueólogo Junius Bird en 1946. Junto a varios objetos (mates, restos de comida, tallas en piedra, etc.) los primeros textiles en algodón revolucionaron la concepción que hasta esa fecha se tenía acerca del avance tecnológico del hombre andino. Los tejidos de Huaca Prieta tuvieron un fechado de 2,500 a.C., mil quinientos años anterior al estadio cultural Chavín, considerado hasta entonces como el primer horizonte cultural de avanzada en los Andes.

Periodo autóctono

Se ha encontrado relación entre la iconografía de Huaca Prieta y la realizada años mas tarde en Chavín. Si bien se puede encontrar toda una continuidad cultural e iconográfica de más de mil años entre una cultura y otra, lo cierto es que también para esta región la reproducción de la naturaleza fue práctica común. Seres antropomorfos y zoomorfos fueron la constante temática en muchas culturas prehispánicas, principalmente aves serpientes y plantas. Lo que si es evidente es la presencia de estas figuras por más de 4,000 años en los Andes centrales (pájaros, felinos, serpientes bicéfalas).

Los textiles de Huaca Prieta permiten un acercamiento al mundo del hombre precerámico. A través del tejido se pudo analizar el tipo de animal elegido, es decir si era doméstico o salvaje. También se pudo analizar el conocimiento científico y su dominio del entorno, pues a través del estudio de la fibra textil se obtuvieron importantes datos acerca del conocimiento que tenían sobre los tintes y su composición. La forma de torcer el hilo permitió conocer cuales fueron sus patrones en el tejido y también cuales fueron sus zonas de influencia. La técnica del entrelazado es la más antigua y simple que se conoce para esta época. Es una técnica en la que no se necesita un telar, tan solo se entrecruza de distintas maneras las urdimbres y las tramas del tejido. Sus variantes permite crear múltiples y

De las aldeas a los grandes templos (2000 – 500 a.C.)
Con el transcurrir de los años, el hombre andino logró la domesticación de plantas y animales en casi todos los pisos altitudinales. El cuidado y dedicación que se tuvo con estos bienes obligó a los hombres a volverse sedentarios. Agrupados en aldeas, buscaron el beneficio comunal a través de la división del trabajo. Los valles interandinos, las lomas y valles costeños fueron los escenarios geográficos escogidos para establecerse y formar asentamientos poblacionales de gran envergadura donde resalta la arquitectura monumental de carácter ceremonial, que tuvo sus inicios en el precerámico tardío. Fue principalmente en la costa central y norte donde se encuentran las más grandes construcciones (especialmente pirámides truncas y complejos en forma de U), no obstante en la sierra se han encontrado los primeros restos de arquitectura religiosa.
Junto a estas expresiones arquitectónicas la cerámica apareció en los Andes, pero cabe aclarar que su presencia no es una medida que establece el avance tecnológico del antiguo poblador andino. Para cuando aparece la cerámica en los Andes centrales, existía paralelamente un desarrollo tecnológico y cultural avanzado para la época pero que no usa cerámica (acerámico): Caral.

Lo que sí fue novedoso para la época fue la organización política. Las jefaturas y templos alcanzaron papeles preponderantes en la organización de las aldeas. Las autoridades religiosas obtenían del poblador común su energía y fuerza de trabajo para garantizar con los excedentes producidos el prestigio de los templos. Surgieron especialistas dedicados fundamentalmente a la producción de utensilios y herramientas y que estuvieron principalmente al servicio de las elites y grupos jerárquicos.
Periodo Autóctono.

Uno de los primeros y principales de los centros ceremoniales del Período Inicial fue Kotosh, en el departamento de Huánuco). Su ocupación se remonta al 2,500 a. de C., extendiéndose hasta el 1,500 a. de C. En este se ha hallado el famoso Templo de las Manos Cruzadas, llamado así por el hallazgo de relieves de manos debajo de nichos en uno de sus recintos.
De este período data también la construcción del canal de Cumbemayo, (Cajamarca), una importante obra de irrigación que conecta las cuencas del Pacífico y el Amazonas a través de un agreste terreno. El canal está labrado sobre la roca y estuvo asociado a ceremonias de culto al agua.
Un de los más famosos centros ceremoniales de este período es Cerro Sechín, en el valle de Casma, sobre la costa del Pacífico. La fachada del templo está adornada por lajas de piedra con relieves que presentan guerreros ornamentados con cabezas cercenadas y armados con porras.

Junto a ellos se ha representado una colección de partes humanas que incluye columnas vertebrales, pilas de cabezas cortadas, rosarios de ojos, cuerpos cortados a la mitad, entrañas, etc. conformando una escena macabra. Al parecer, esta escena representa un hecho mítico, incluso un mito de creación, aunque existen otros estudiosos que sostienen que la escena representa un suceso real.

Periodo Autóctono la aparición de la cerámica

La cerámica en los Andes centrales apareció en distintas zonas geográficas y de manera más o menos simultanea. Sin embargo la mayoría de investigadores concuerdan en señalar que su origen estuvo en las zonas costeras de los actuales territorios de Ecuador y Puerto Hormiga, Colombia (3,090 – 80 a.C.). La cultura Valdivia (Ecuador) es la que presenta la cerámica más antigua de Sudamérica: 3,150 – 2,300 a.C.. Al parecer la cerámica llegó desde allí y se difundió de manera desarrollada por todo el territorio peruano. Los registros de cerámica mas antiguos en el Perú datan entre los 1,800 y 1,300 a.C.. Las primeras formas conocidas provienen de la costa peruana y son tecnológicamente primitivas. Sus bordes y paredes son delgados (2 – 3 mm) y sus formas imitan las vasijas y cuencos realizados con mates (calabazas).
Son tres los estilos alfareros que se encuentran identificados para este periodo:

Estilo Ancón-Curayacu:

Al norte de la actual ciudad de Lima se encontró ollas sin cuello, figurinas, botellas y tazas con paredes rectas. Según E. Lanning, En este estilo se puede hacer una diferenciación entre la tradición Ancón y Curayacu pues en la segunda se utiliza pintura roja en la decoración y se aprecia una mayor cuidado en la elaboración

Estilo Wairajirca-Tutishcainyo:

Cerca de la zona de Kotosh (Huánuco) se encontró un estilo alfarero emparentado con tradiciones amazonicas. Resaltan de este estilo las decoraciones con líneas incisas paralelas (hatching)
Estilo Pandeche: Peter Kaulicke, arqueólogo alemán, descubrió en 1975 restos de cerámica en Pacopampa (Cajamarca) que presentaban decoraciones con líneas incisas. Continuando con la excavación Daniel Morales encontró en el mismo lugar vasijas que son el testimonio más antiguo de cerámica y tradición alfarera en el Perú. Estilísticamente posee similitud con la tradición Valdivia tardío y Machalilla temprano.

Arquitectura monumental

Kotosh

El complejo arquitectónico de Kotosh se ubica a 4 kilómetros de la actual ciudad de Huánuco. Se compone de una serie de edificios superpuestos con 6 periodos de ocupación continua que datan desde el precerámico (2,500- 1,900 a.C.) hasta el I o II siglo d.C.. Kotosh es la evidencia más temprana de arquitectura pública y ceremonial en los Andes. Para el periodo inicial se han encontrado 11 edificios construidos en piedra que por su estructura se alejan del precerámico, pero aún se nota un burdo trabajo en su costrucción. Los recintos mas conocidos son el templo de las Manos Cruzadas y el Templo de los Nichitos, ubicado encima del primero. Las plataformas presentan uniones con argamasa y muros de contención que forman la base de las estructuras. La comunicación entre las distintas plataformas del edificio fue a través de escaleras y pequeños pasadizos.


En el templo de las Manos Cruzadas se encontraron dos esculturas de diferente tamaño con las manos cruzadas una con la mano derecha sobre la izquierda y la otra con la izquierda sobre la derecha. Esta diferenciación ha llevado a los investigadores a pensar que para este periodo ya estaba presente la idea de dualidad y complementariedad, principio común en todos los Andes en los siglos posteriores. Este complejo forma parte de la Tradición Mito, que se define por sus características religiosas en la arquitectura monumental.
El desconocimiento de la vida en Kotosh se debe a la casi inexistente presencia de restos domésticos. Tan solo se han encontrado restos quemados de huesos de camélidos y de cérvidos, así como resto de cuyes fuera de los recintos. Por comparación con otros lugares y por la época se cree que los hombres de Kotosh conocieron la agricultura y la domesticación de camélidos y animales menores como el cuy.
Paralelamente a este sitio se desarrolló Sillacoto, Huaricoto y la Galgada, pertenecientes todos a la tradición mito.

Periodo Autóctono Garagay

Ubicada en la margen norte del río Rimac (Lima), Garagay posee una antigüedad de 1,400 a.C. y se cree tuvo su ocaso hacia el 200 a.C.. La monumentalidad de Garagay indica que estuvo bajo el poder político de una elite con dominio sobre varias de las aldeas cercanas a este complejo arquitectónico. Se compone de 5 edificios de gran tamaño que forman una U y una plaza circular en el centro del complejo, típica arquitectura para este periodo en la costa central y norte.

En una de las paredes del edificio secundario se encontraron varios frisos de colores con representaciones humanas y felínicas. El personaje principal de estas decoraciones esta asociado a un molusco o crustáceo. También ha sido relacionado con una araña, animal recurrente en la iconografía Cupisnique.
Se han encontrado varios utensilios que revelan la presencia de especialistas en Garagay. Esculturas líticas y en madera asociadas a figuras antropomorfas como la del Lanzón monolítico de Chavín permiten establecer el impacto y la influencia que esta cultura pudo haber tenido en la costa norte. De igual manera los objetos de cerámica encontrados en Garagay se relacionan con muchos elementos encontrados en recintos culturales próximos, por lo que es fácil deducir su contacto con zonas como Chillón, Lurín Santa Rosa de Quives, Curayacu, entre otros.

Los andes del Norte:

Periodo Autóctono Kuntur Wasi

Kuntur Wasi esta ubicado en la cuenca del río Jequetepeque, a 50 kms. al sur de Pacopampa (Ancash) y se desarrolló a partir de los 1,100 a.C. hasta los 50 a.C.. El centro ceremonial Kuntur Wasi fue construido sobre el cerro La Copa, y al parecer sufrió modificaciones en sus cuatro terrazas pues se trató de nivelarlo. Su monumentalidad y compleja arquitectura indican una ocupación territorial desde el formativo temprano. Fue emparentado con Chavín debido al parecido que guarda con este complejo y también por las litoesculturas que ambas culturas poseen, sin embargo investigaciones recientes a cargo del arqueólogo japonés Yoshio Onuki demuestran que la ocupación de este sitio es de mayor antigüedad. La misión japonesa, que trabajó durante varios años esta zona, logró analizar varios contextos funerarios y encontró asociado a ellos varias piezas de orfebrería entre las que se incluyen collares, coronas, orejeras, pectorales repujados y pequeñas cabezas trofeo, todas ellas de oro.

Las evidencias arqueológicas indican lazos comunes con Chavín (galería de las ofrendas), no solo por las piezas de oro parecidas, sino también por la utilización del mismo tipo de vasijas encontradas en ambos sitios.
Onuki pudo realizar una secuencia estilística que permite establecer 5 periodos culturales para este complejo arquitectónico. Esta secuencia permitió encontrar parentescos no solo con Chavín, sino también con Cupisnique en la costa norte y también con Layzon (Cajamarca).

Periodo Autóctono Sechín

Cerro Sechín se encuentra ubicado en el valle de Casma (Ancash), en la confluencia de los ríos Sechín y Moxeque. Se cree que el templo de Sechín fue erigido hacia los 1,900 a.C.. Su monumentalidad se encuentra asociada con los frisos esculpidos en bloques de piedra y que son parte de las principales paredes del templo.

El templo posee más de 350 esculturas realizadas en piedra y escenifican tal vez, batallas míticas de los héroes civilizadores de esta cultura. Las distintas composiciones representan personajes con vestidos ceremoniales que marchan formando dos columnas a los lados opuestos de la entrada principal del templo. Distintas partes del cuerpo humano fueron esculpidas así como figurines que miden entre los 4 metros y los 85 centímetros. La mayoría de cabezas muestran los ojos cerrados, por lo que se ha interpretado como una matanza ritual asociada a mitos civilizatorios. De igual manera las cabezas cortadas han sido interpretadas como la representación de un mito de creación asociado con el culto al maíz, pues las cabezas, según algunos investigadores, están ligadas a elementos mágicos de orden agrícola.
Se cree que sus habitantes hablaron el sec, y que su producción agrícola fue insuficiente (debido al poco caudal de los ríos cercanos), por lo que tuvieron vinculados con poblaciones ubicadas en los valles de Nepeña y Santa (ambos ubicados en Ancash).

Periodo Autóctono Cupisnique

La cultura Cupisnique fue descubierta hacia 1933 por Rafael Larco Hoyle. El principal asentamiento de los Cupisnique se encuentra en la actual hacienda Sausal, ubicada, al este de Ascope, Trujillo. Por asociación, y en base a la técnica empleada en su cerámica, se le relacionó tempranamente con Chavín de Huantar y se le denominó la variante costeña de esta cultura o como chavinoide. Tras estudiar la secuencia cronológica de esta cultura se pudo definir con exactitud que Cupisnique fue un desarrollo cultural propio de la zona y con características bien definidas.
La mayoría de sus construcciones presenta paredes con adobes cónicos, con coincidencia en las bases, agrupados en doble fila unidos con argamasa de barro o bien realizados con grandes piedras como cimiento, y sobre ellas, se colocaron los adobes o bien piedras que junto a otras más pequeñas formaron los sólidos muros de sus construcciones.
Sin duda lo mas representativo de esta cultura es su cerámica. Moldeada y cocida en hornos cerrados, estos ceramios tienen la particularidad de poseer en su mayoría los colores rojo, marrón, crema y negro, pero por deficiencia en la cocción tienden a presentar un color anarajando. En su mayoría, estos ceramios son cántaros globulares con asa estribo y con decoración incisa en todo su cuerpo. Las figuras escultóricas, muchas de ellas de tipo realista, representan hombres, animales y frutos. También trabajaron la talla en turquesas, conchas y huesos. La presencia de elementos panandinos como el jaguar, el cóndor y serpiente indica un contacto con culturas del mismo horizonte.

Periodo Autóctono Cronología

  • Sechín (1800 – 1200 ac)
  • Garagay (1400 – 200 ac)
  • Kuntur Wasi (1100 – 80 ac)
  • Kotosh (2) Los primeros vestigios de la tradición panandina

(500 – 200 a.C.)
El Horizonte Temprano (1,000 – 200 a. de C.) es el período en el cual se produce la transición definitiva hacia un modelo estatal, basado en señoríos. Estos obtenían su cohesión gracias al liderazgo de elites religiosas fuertes dedicadas al culto y a las observaciones astronómicas (de gran importancia para la agricultura). Su poder se vio reflejado en la construcción de imponentes templos a lo largo de toda la costa del Perú. Estos tuvieron un patrón distintivo por tener plantas en forma de U y, a menudo, plazas ceremoniales de considerable extensión. Las divinidades de este período están caracterizadas por su aspecto terrible con grandes colmillos, aspecto felínico y cabezas de serpientes.

Periodo Autóctono Chavín de Huantar

Fue descubierto por Julio C. Tello en la década de 1920. Por su complejidad y monumentalidad fue considerada la cultura matriz de los Andes centrales. En la actualidad se sabe que Chavín es el resultado de un conjunción de elementos tradicionales de la costa y sierra del norte peruano. Paralelamente a Chavín se desarrollaron una amplia variedad de formas culturales que muestran algunos rasgos en común con dicha cultura. En la costa norte estuvo el estilo Cupisnique que tuvo un intenso desarrollo alfarero, aunque similar a la Chavín en su pintura monócroma. Centros Cupisnique fueron Caballo Muerto en el valle del río Moche y Perulén en el de Zaña, entre otros. En la sierra norte se construyeron centros como Pacopampa y Kunturwasi en Cajamarca. Sin embargo, los centros más importantes fueron los de la costa central, donde se construyeron un gran número de templos en forma de U. Estos se remontan al período Inicial (son anteriores a Chavín de Huantar) y muestran afinidades iconográficas con el arte Chavín. Más hacia el sur en el actual departamento de Ica, se desarrolló la cultura Paracas, en forma paralela a Chavín (1,000 – 200 a. de C.). Es conocida por las abundantes tumbas de esta cultura halladas en la península de Paracas. Basándose en ellas se distinguen dos etapas. La primera se denomina Paracas Cavernas y se caracteriza por sus tumbas en forma de botellas de pico largo. En el fondo de estas se colocaban fardos funerarios ornados de textiles multicolores y una cerámica de decoración incisa y pintura post cocción. La segunda etapa es Paracas Necrópolis, notable por la gran perfección de su textilería. En esta etapa, las tumbas adoptan la forma de verdaderas ciudades de muertos, de allí el nombre de Necrópolis. Es de destacar la profusión del empleo de la deformación y la trepanación craneana en las momias paracas.

Periodo Autóctono Chavín de Huantar

La cumbre del desarrollo del Horizonte Temprano estuvo dada por la construcción del centro ceremonial de Chavín de Huantar en el actual departamento de Ancash. Su importancia fue tal que el arqueólogo peruano Julio C. Tello lo consideró el centro matriz de la alta cultura en el Perú. Hoy se sabe que Chavín fue precedido por un largo desarrollo cultural que se remonta al Precerámico, del cual fue su culminación. Su ocupación comenzó hacia el 1,000 a. de C. y las sucesivas etapas del sitio son han quedado plasmadas en su arquitectura.

La construcción más antigua de Chavín de Huantar es el llamado Templo Antiguo, una construcción de piedra en forma de U que rodea una plaza hundida circular. El templo está atravesado por una serie de galerías subterráneas, en una de cuyas intersecciones fue encontrado el ídolo principal del complejo, el denominado Lanzón Monolítico. Este es una alta escultura en forma de un gran cuchillo clavado en el centro del templo. Representa a un personaje pequeño con rasgos de felino y serpiente, por ejemplo tiene una gran boca con las comisuras hacia arriba y grandes colmillos y una cabellera de serpientes. Otra escultura asociada al Templo Antiguo es el Obelisco Tello que aunque fue hallado fuera de contexto, probablemente estuvo ubicado en el centro de la plaza circular. Representa un estadio posterior en el desarrollo de la iconografía Chavín. Muestra a una pareja de seres míticos con forma de grandes caimanes con rasgos de felinos y serpientes, que al parecer eran una especie de dualidad originaria. Existen evidencias de que el Templo Antiguo atrajo a un gran número de fieles, incluso de pueblos lejanos, cuya huella a quedado registrada a través de sus ofrendas.

Periodo Autóctono.
Con el paso del tiempo, el Templo Antiguo fue quedando reducido para las necesidades del culto, así que fue ampliado progresivamente hasta crear el llamado Templo Nuevo en su ala derecha. Es considerablemente más grande que el otro pero también tiene galerías que recorren su interior. Enfrente de él, se encuentra una gran plaza cuadrada con edificaciones secundarias en sus alas. Las paredes del Templo Nuevo estuvieron adornadas por cabezas clavas, esculturas en piedra representando seres mitológicos, pero hoy en día sólo queda una en su ubicación original. Se cree que la divinidad principal del Templo Nuevo está representada en la Estela Raimondi, hallada de casualidad por el sabio italiano Antonio Raimondi en el siglo XIX. Muestra un personaje antropomorfo con fuertes rasgos felínicos (colmillos y garras) que sostiene en cada mano un báculo o cetro. Sobre su cabeza se extiende un alto tocado formado por cabezas y colas de felinos. El Templo Nuevo tuvo un largo período de esplendor, antes de que Chavín de Huantar fuese abandonada hacia el 200 a. de C.

Periodo Autóctono Paracas

La cultura Paracas se extendió aproximadamente desde Cañete por el norte hasta Yauca por el sur, siendo su centro más importante la ciudad de Ica. Si bien son evidentes las notorias influencias de la cultura Chavín, el origen mismo de Paracas es aún un misterio, pues lo hace súbitamente.

Las excavaciones de Julio C. Tello y Toribio Mexía Xesspe realizadas durante los años veinte del siglo pasado dieron como fruto el conocimiento al mundo de esta cultura, y son las investigaciones del primero sobre los patrones funerarios Paracas los que han dado la tipología más usada hasta hoy: Paracas Cavernas (700-200 a.C.) y Paracas Necrópolis (200 a.C. – 0). En 1964, gracias a las investigaciones de diversos investigadores sobre los estilos Paracas, se pudo determinar por lo menos 10 fases secuenciales dentro de las dos mencionadas por Tello. (Bonavia 1991: 223)
Los medios de subsistencia de los Paracas fueron como los del resto de las culturas de la Costa. Su base fundamental fue la agricultura (con indicios de uso de irrigación), complementado con la pesca, la recolección y en menor escala la caza. En cuanto a su historia sociopolítica, luego de su ya mencionada influencia Chavín inicial, hacia fines de Paracas Cavernas hay en el área de Ica un gran florecimiento cultural, incluyendo un aumento poblacional y diferenciaciones locales, sumado a la aparición de nuevos dioses, todo lo cual podría significar un rechazo a la tradición Chavín. Lo interesante es que durante este proceso, los Paracas nunca levantaron grandes centros ceremoniales como en la Costa Central y Norte.

Periodo Autóctono Cronología Chavín (1000 – 200 ac)
Paracas (700 ac – 0)

Los desarrollos regionales (200 a.C. – 500 d.C.)

Si bien se conoce a este periodo con el clásico nombre de Intermedio Temprano acuñado por John Rowe, otros investigadores han acuñado, a lo largo del siglo XX, diversos nombres para tan compleja y diversa etapa. La variedad de culturas que surgieron y se desarrollaron a lo largo de todo el territorio nacional no impide se encuentre entre ellas muchas similitudes, relaciones e intercambios. Características como el urbanismo, el desarrollo artístico avanzado, la diferenciación social marcada, la jerarquía de deidades, el comercio a largas distancias y los cambios en el plano sociopolítico (que para algunos investigadores incluiría hasta el surgimiento del Estado en la costa norte) son las más saltantes del periodo, sin ser su alcance por ello homogéneo en todas las culturas.

El debate sobre el surgimiento del Estado es central para este periodo y la mayoría de los arqueólogos e investigadores han dado su apoyo o rechazo a esta teoría. La organización administrativa de un Estado se detecta arqueológicamente y debe presentar por lo menos tres niveles ordenados jerárquicamente: capital o sede del poder; centros secundarios o cabezas de región; centros de tercera categoría y comunidades. La presencia del Estado también se detecta en los patrones domésticos y residenciales, a través de las grandes obras públicas, palacios y residencias para los líderes, construcciones que señalan la presencia de una clase dirigente profesional. Otros detalles como el control del territorio, el cobro de un tributo, el reclutamiento de personas para la guerra y la realización de la misma con fines de dominación se vieron en los vestigios arqueológicos a través de la aparición de centros urbanos fortificados y guarniciones estratégicas a lo largo del territorio controlado por el Estado.

Periodo Autóctono.
La existencia o no de la ciudad en este periodo es también un tema aún en debate, y está ligado íntimamente a la existencia o no del Estado. Para comprobar si las aldeas se convirtieron en ciudades no basta con ver el crecimiento demográfico, es necesario encontrar también la existencia de una estructura administrativa y un sistema de producción controlado. Los vestigios arqueológicos parecen no dar suficientes luces sobre el asunto, pero es posible decir, tomando uno de los polos, que si bien no existió la ciudad propiamente dicha, los desarrollos regionales estuvieron muy cerca de conseguirla. Uno de los ejemplos más claros es Tiahuanaco, centro urbano ubicado en el altiplano boliviano.
Esta etapa especialmente bélica, y por qué no decirlo, violenta de nuestra historia, a saber por la cantidad de fortalezas y sitios fortificados encontrados así como por las representaciones artísticas donde hay escenas relacionadas con el tema y por la cantidad de muertos por violencia que se ha encontrado en las tumbas; tiene un alto desarrollo en el tema tecnológico, agrícola y en las artes. Estos aspectos se entenderán mejor cuando revisemos cada una de las culturas.

Periodo Autóctono Salinar

Como consecuencia de los intercambios entre la costa y la sierra durante el Horizonte Temprano, se dieron una serie transformaciones que concluyeron en una unidad estilística, además de darse una serie de cambios en la alfarería, textilería, arquitectura y metalurgia. Dentro de este contexto, y ubicada en un corto periodo transicional entre Cuspisnique y Moche, surge y se desarrolla la cultura Salinar (200 a.C. – 200 d.C.) que se ubicó espacialmente entre los valles de Moche y Chicama.
Salinar se ubica dentro de una tradición más amplia que los investigadores han llamado Blanco sobre Rojo, y que corresponde a un tipo de alfarería cocida en ambientes saturados de oxígeno (lo que da colores rojos y naranjas) y pintada con arcilla crema antes de introducirla al horno. Los pueblos que utilizaron este tipo de cerámica se asentaron en las antiguas zonas de Chavín de Huántar, Kunturhuasi y Layzón (Cajamarca).
También hay un factor ambiental -una sequía posiblemente- que habría causado problemas en la producción agrícola. Esto provocó el traslado de poblaciones dispersas, su conglomeración en centros y la construcción de fortificaciones destinadas a defender las pocas tierras cultivables.
Cerro Arena, ubicado al sur del Río Moche, es el sitio conocido más grande de los Salinar, cubre 2 km² y se compone de cientos de estructuras domésticas diseminadas, rodeadas de construcciones de función administrativa y religiosa. La arquitectura pasa de lo monumental a lo doméstico, siendo pocos los centros ceremoniales de gran envergadura. Se utilizó en su construcción adobes moldeados a mano y piedras unidos con argamasa de arcilla. Las viviendas fueron generalmente de planta cuadrangular con muros bajos.
La cerámica Salinar forma parte del ya mencionado estilo Blanco sobre Rojo, incorporando nuevas formas, como el gollete con figura y asa puente, junto a otras que provienen de Cupisnique. La pintura crema sobre rojo no deja de lado la presencia de decoración incisa ni de figuras modeladas que se inician con Cupisnique y que alcanzarían su máximo esplendor con Moche.

Periodo Autóctono Vicús

Las primeras informaciones de la cultura Vicús nos la proporciona el investigador peruano Ramiro Matos en 1963. Esta cultura, cuyos orígenes deben remontarse a los 500 a.C., ocupó los territorios del alto Piura (desde Tambo Grande hasta Salitral) hasta llegar al río Macará y quizá hasta la sierra sur ecuatoriana. Su centro principal lo encontramos en el Cerro Vicús (50 km. al este de Piura), incluyendo los complejos de Yecalá, Loma Negra y Tamarindo. El límite temporal de Vicús lo tenemos alrededor de los 800 d.C.

La cultura Vicús, no obstante las diversas investigaciones que se han realizado, excavaciones y hallazgos de vestigios que han engrosado los fondos de museos y colecciones particulares, sigue siendo un enigma en muchos de sus aspectos y uno de los grupos culturales menos entendidos del pasado. El problema del huaqueo ha sido dramático para los restos de esta cultura, y son pocas las investigaciones que realmente han utilizado información contextualizada que brinde resultados concluyentes. Uno de los principales enigmas es su origen, pues los arqueólogos no se ponen de acuerdo, y el único punto de acuerdo que existe entre ellos es afirmar que Vicús es un área de desarrollo propio, pero que recibe influencias de Ecuador (quizá Colombia) y de diferentes culturas de los Andes Centrales y de la Costa Norte.

Periodo Autóctono.

Tomando en cuenta que en Vicús no se encuentra un solo estilo sino una mezcla y coexistencia en la que hay varios componentes culturales (Moche, Virú), sus asociaciones y secuencias no están muy claros. Las tipologías alfareras y funerarias que presentamos a continuación son las más usadas, mas no las definitivas.
Sus entierros fueron subdivididos en 10 tipos por Matos, siendo el más común el que tiene forma de bota o L, alcanzando algunos hasta 14 metros de profundidad. Son de forma cilíndrica o cuadrangular. Los cadáveres no aparecen completos, encontrándose dientes y restos de color marrón, sugiriendo que los muertos fueron cremados.

Sobre la cerámica, hay tres tipos según Matos. El «Vicús Negativo» comprende cerámica escultórica con decoración simple de triángulos y círculos, siendo los temas principales los músicos, los guerreros, las escenas eróticas y las figurinas desnudas de ambos sexos. El «Vicús Blanco sobre Rojo» es similar al anterior y presenta recipientes escultóricos antropomorfos, zoomorfos y fitomorfos, y como su nombre lo indica, la decoración combina el color blanco con líneas, volutas y puntos. El «Vicús Monócromo» es de apariencia tosca con manchas oscuras debido a la cocción.
Makowski y Amaro (1994) proponen una clasificación alfarera diferente, y lanzan la hipótesis que el origen de Vicús debe ser buscado en la zona norte ligado al estilo Chorrera en Ecuador, y no en el sur con los Moche.

Periodo Autóctono Gallinazo o Virú

Descubierta por el estudioso Rafael Larco Hoyle en la década del treinta, la cultura Gallinazo o Virú es ubicada como una sociedad con elementos urbanos previa a Moche y posterior a Salinar. Últimas investigaciones afirman que Gallinazo tendió a concentrarse en las parte medias del valle de Virú, desarrollando sistemas de regadío que le permitió fortalecerse y expandirse a través de algunos valles, combinando jerarquía e unificación, poder político centralizado, alcanzando un posible nivel de desarrollo de jefatura o señorío. Inclusive se ha encontrado que había jerarquía de asentamientos por valle. Otros prefieren reconocer que de su organización social se sabe muy poco, y que sólo se puede afirmar que hubo cohesión política sólo dentro de los límites de un valle y cierta organización social, pero, como se ve en las costumbres funerarias, no hubo grandes diferenciaciones.

Bennett ha dividido a Gallinazo en tres fases, siendo las fases Temprana y Media en las que se ubicaron en las partes bajas de los valles; mientras la fase Gallinazo Tardío es en la que, bajo influencia Moche y Recuay, se asentaron en las partes más altas, lo cual implica nuevos conceptos de irrigación y de defensa con la utilización de fortificaciones.
Esta cultura presenta sus asentamientos más grandes en la margen norte del río Virú, donde encontramos por lo menos 5 edificios piramidales sobre unos 2 Km. de longitud. Su estilo urbanístico es irregular y aglutinado, con pequeños recintos y edificios semiaislados que tal vez pertenecieron a personas de alto rango. Sobre el tipo de viviendas, tenían una plataforma y una pared, con dos postes en el frente para sostener un techo, organizadas bajo un patrón irregular alrededor de patios o plazas. Su trazo es ortogonal de diseño tipo panal con acceso de corredores.

Periodo Autóctono.

Sus patrones funerarios comprenden el entierro en fosas, en posición extendida sobre esteras de cañas, junto a cerámicas como ofrendas. También se han encontrado pequeños montículos sepulcrales donde se han hallado entierros que fueron sucesivamente depositados a lo largo de los años.
Su cerámica es fundamentalmente escultórica, y tiene diversos tipos alfareros y tipos de decorados, siendo una de las que alcanzó mayores logros estéticos hasta su tiempo. Incluye las jarras globulares, las de cuello corto, los cuencos profundos, para los tipos; y decorado negativo, combinación de negro, rojo y blanco, representación de cabezas de felinos, de aves, serpientes y monos. La cerámica Gallinazo ha sido encontrada a lo largo de una gran extensión territorial que incluye los valles de Jequetepeque, Lambayeque, La Leche, Santa, Nepeña, Casma y Huarmey.

Periodo Autóctono Los Moche

Moche es una de las culturas más conocidas del Perú prehispánico. Los recientes descubrimientos que se han realizado de esta cultura han permitido a los investigadores lanzar una serie de hipótesis que a la postre han dado nuevas luces sobre el estilo de vida, la organización sociopolítica y el desarrollo de Moche como una cultura. Los vestigios que nos ha dejado esta cultura, es conocido, son realmente maravillosos, debido a lo cual encontrar en la actualidad algún contexto funerario o monumento no profanado es prácticamente imposible.

La cultura Moche se desarrolló entre los años 100 a.C. y 700 d.C. en la costa norte, siendo su centro principal el valle de Moche (Trujillo). Las primeras excavaciones de esta cultura datan de finales del siglo XIX y fueron realizadas por el arqueólogo alemán Max Uhle, exactamente en la plataforma sur de la Huaca del Sol. Posteriormente Julio C. Tello coincidió con Uhle en ubicar a los Moche antes que los Chimú. Con Rafael Larco Hoyle se da un salto en las investigaciones en la zona de Moche, el cual publicó sus investigaciones en dos volúmenes titulados Los Mochica (1938-1939).

Orígenes del Periodo Autóctono.

Si bien su zona principal fue el valle del Moche, específicamente la zona en las que se encuentran las famosas Huacas del Sol y de la Luna, los orígenes de esta cultura parecen encontrarse al norte de Chicama. Según Luis Lumbreras, las primeras fases Moche tienen representación en el estilo Vicús, pero esta afirmación no ha sido corroborada totalmente. El arqueólogo alemán Peter Kaulicke encontró lo que podría ser los orígenes de los Moche en la zona del Alto Piura, donde identificó alfarería con dibujos muy semejantes a los de la iconografía Moche y entierros cuyos contextos guardan muchos parecidos con los mochicas. En cambio, el arqueólogo polaco Krzysztof Makowski asegura que esos restos son producto de la dominación moche sobre los piuranos, luego de una ocupación Gallinazo.

Organización sociopolítica de Periodo Autóctono

No hay muchos datos sobre el hombre común moche. La edad promedio se calcula en unos 33 años y su altura entre 1.60 m. y 1.70 m. La población total de la cultura Moche se calcula en unos 250,000 individuos, de los cuales 10,000 habitaban sólo en el valle de Moche. Se trató de una cultura exclusivamente costeña.
El tipo de organización estatal moche, según los arqueólogos, podría ser entendida como un conjunto de jefaturas. En las excavaciones de contextos funerarios no se ha encontrado a muchos personajes cuyo ajuar denote algún tipo de importancia mayor a los hombres del común. Eso puede ser por los huaqueos y robos de tumbas realizados desde tiempos coloniales, porque guardaban las momias de los personajes de alto rango en otros lugares como edificios, o simplemente porque aún no existían señores de tipo hereditario como al parecer sí sucedió en la cultura Chimú. Las investigaciones en la Huaca del Sol y de la Luna, donde se encontraron una gran cantidad de entierros de hombres adultos de cierto rango de importancia a juzgar por las ofrendas que los rodeaban, parecen evidenciar que la cultura Moche estaba dominada por una serie de adultos ‘viejos’ cuyo status era dado por una serie de oficios ordenados jerárquicamente.

La organización política en el Periodo Autóctono

En cuanto a su organización, para el arqueólogo japonés Izumi Shimada la cultura Moche no significó un Estado con dominio territorial continuo, pues en su zona geográfica se lo impediría por las grandes extensiones de desierto. Más bien se habla de colonias Moche (en el caso de Piura y Huarmey) que pudo haber significado tanto dominación o control, así como un centro de intercambio de productos, ideas y tecnologías. Esto permitió a los Moche establecer relaciones económicas pacíficas y a las otras culturas adoptar algunos estilos artísticos mochica.

Periodo Autóctono

En cambio, Teresa Topic afirma que es evidente que los Moche tenían un sistema de impuestos y de administración que les permitió realizar grandes obras como canales de regadío y construcciones monumentales, lo cual es evidencia de la existencia de un Estado organizado y jerarquizado en el valle de Moche. Esta misma investigadora afirma que, a partir de la iconografía y del hallazgo de habitaciones en la parte alta de la Huaca del Sol y de la Luna, se puede inferir que sí existió un personaje cuya importancia fue mayor que la de los comunes y los señores intermedios. Este ‘señor’ actuaría como administrador de bienes y como cohesionador social, y bajo su poder se mezclarían el mando político y el religioso. Finalmente, la investigadora afirma que Moche ha sido la capital de un Estado expansionista que utilizó los métodos de la conquista y la dominación política, mientras que en el ámbito interno fue un gobierno formal con fuerzas institucionalizadas y centralizadas en la valle de Moche, que utilizó una fuerza coercitiva con la cual se consiguieron realizar obras públicas.

Fuera de estas dos interpretaciones, es seguro que la sociedad Moche estuvo dividida en sectores sociales y utilizó imágenes con fines coercitivos estatales, según nos lo demuestra su iconografía en cerámica y murales. Pero estas imágenes no nos muestran la totalidad de la sociedad moche, sólo los aspectos que las normas de la época imponían. Los entierros, la arquitectura y la especialización de oficios son tres características que vale la pena revisar y que darían más luces sobre la sociedad moche.

Periodo Autóctono La guerra

El tema bélico parece haber tenido especial importancia en la iconografía moche. Al parecer, por las fortificaciones estratégicas que se han encontrado en las zonas limítrofes del territorio mochica cercanas a la serranía, habrían existido tensiones con poblaciones externas. Otra posible explicación sea que la guerra no haya sido utilizada sólo para ampliar territorios, sino con la finalidad de conseguir prisioneros para sus sacrificios. Existe una tercera opción salida del análisis de la iconografía moche, que afirma que las guerras eran rituales, como muchos otros aspectos de la vida moche, pues la vestimenta y las características físicas de los guerreros dibujados en la cerámica son muy similares, haciendo parecer que el enfrentamiento se da entre dos partes que pertenecen a la misma tradición.

Sistemas de subsistencia en el Periodo Autóctono.

La agricultura ha sido la base primaria de la subsistencia mochica, siendo la dieta una de las más variadas que hayan existido, además de una mejora en el tamaño de los frutos, lo cual evidencia una selección y un avance tecnológico agrícola. La carne, en un 90% provenía de animales terrestres como camélidos, cuy, perro y caracoles terrestres, el resto eran animales marinos. Todo indica que se cuenta con un sistema organizado de producción de alimentos bajo control estatal, en el cual participaba la mayoría de la población, sin que por ello no existiese la producción o caza individual fuera del control.

Periodo Autóctono El señor de Sipán

El hallazgo de las Tumbas Reales de Sipán en 1987 por un grupo de arqueólogos entre los cuales destacan Walter Alva, Susana Meneses y Luis Chero, es quizá uno de los más importantes que se han realizado en la historia de la arqueología peruana. La cantidad de información recabada de su contexto intacto, así como la impactante fastuosidad de sus ofrendas hacen del Señor de Sipán uno de los descubrimientos más valiosos e interesantes para cualquier interesado en el pasado prehispánico.

Su descubrimiento no escapa a la historia. Gracias a unos decomisos de piezas de oro, plata y cobre realizados por la policía en 1987, el grupo de Alva decidió excavar el sitio de donde habían sido sustraídas. Se trata de tres pirámides ubicadas al norte del pueblo de Sipán, a 26 km. al este de la ciudad de Chiclayo, que constituyen un complejo arquitectónico comunicado entre sí por plazas o puentes. La pirámide más importante es la más pequeña y aislada, donde se han encontrado las tumbas reales, y tiene seis fases de construcción entre 100 d.C. y el 300 d.C. Los saqueadores lograron acceder a un entierro real en esta pirámide y esas piezas son las que se encontraron en poder de la policía Alva y su equipo decidieron no sólo investigar la tumba profanada, sino continuar excavando bajo la misma, sin saber lo que estaban a punto de encontrar bajo sus pies.

Periodo Autóctono Religión Moche

La religión en la cultura Moche fue muy importante y estuvo vinculada con muchas de las actividades de la sociedad. Los Moche lograron separar bastante bien la división del mundo real con la del mundo mítico o divino. A diferencia de otras culturas andinas como Chavín, donde ambos mundos pertenecen a una misma visión del mundo, los Moche crearon un universo de seres divinos con diferentes categorías y destinados a ejercer acciones sobre diversos aspectos de la vida cotidiana. Hay dioses relacionados con el mar, con la tierra, con la agricultura, etc., dentro de los cuales resalta un personaje que se repite constantemente en la iconografía de cerámicas y murales, y que podría representar una especie de dios supremo, llamado por los arqueólogos Aia Paec. Tiene faz humana y dientes de felino, generalmente lleva un tocado con una cara de felino en la frente y las orejas adornadas con cabezas de serpientes y está representado casi siempre sentado en un trono y con las manos en las rodillas.

Las creencias religiosas se vieron también en las costumbres mortuorias. La compleja ceremonia que precedía al entierro y el entierro mismo evidencian una concepción muy desarrollada del más allá.

Periodo Autóctono Organización religiosa

Ya hemos mencionado que el poder político y el religioso en la cultura Moche no tenían una división específica. Es común en la tradición prehispánica que un mismo personaje reuniera las dos funciones, o al menos los que cumplían con el cargo religioso también pertenecieran a la clase dirigente. Hocquenghem afirma que eran una suerte de chamanes, intermediarios entre los tres mundos encontrados en la iconografía: el mundo de los vivos, de los seres míticos y de los muertos. Tanto hombres como mujeres formaban parte de esta casta político-religiosa, como se ha logrado probar a partir de las investigaciones en San José de Moro, donde se encontró a una sacerdotisa cuyo referente iconográfico lo encontramos en la famosa Escena del Sacrificio.

El tema de los sacrificios humanos y de animales llevados a cabo por chamanes fue por muchos años negado, bajo una visión romántica de las culturas prehispánicas. En los Moche, los sacrificios tienen diversas representaciones iconográficas y escultóricas, y al parecer fueron llevados a cabo regularmente como un ritual religioso. Muchas de las batallas rituales mencionadas anteriormente tuvieron como objetivo obtener ‘prisioneros’ para los sacrificios, los cuales podían ser por decapitación, estrangulación o sacándole el corazón a los individuos.

Periodo Autóctono Arte Moche

Los moche tuvieron no sólo un alto desarrollo tecnológico en irrigación y una compleja estructura sociopolítica. Su arte fue uno de los más desarrollados de la época y hasta hoy sus vestigios siguen impresionando a todo el mundo. La cerámica, la orfebrería y la arquitectura fueron manifestaciones culturales dominadas por el Estado, el cual las usó como medio de transmisión ideológica y de control, siendo no pocos los talleres organizados para dichos fines. Según la fase de desarrollo moche es también posible encontrar manifestaciones individuales. Uno de los ejemplos más saltantes de esto es la cerámica, pues los motivos dibujados en ella o las formas que los artistas moche les dieron nos brindan, además de una notable belleza, una gran cantidad de información, siendo la cultura prehispánica que más ha sido investigada a través de su iconografía.

Periodo Autóctono la Cerámica
La técnica básica de la cerámica moche es el molde completo o parcial. El modelado directo existía, pero ha sido utilizado como técnica secundaria. Los colores base de estas vasijas eran de color blanco crema o pardo y lo motivos se pintaban con color rojo, naranja y en menor medida negro. La cerámica moche es típica por su estilo escultórico con gollete tubular en arco o «gollete estribo», como muchos huacos retratos, aclarando que estos estilos sólo comprenden un 5% de la producción alfarera total de esta cultura. Los objetos más comunes son los cántaros de formas geométricas, las ollas y tazas, luego la representación escultórica de cabezas humanas, animales, frutas y situaciones. Es muy saltante por su belleza la decoración pintada de la cerámica, que es muy fina y elegante, realizada con gran destreza y un horror al vacío que a la postre lo llevaría a un abarrotamiento de figuras.

La cerámica moche, por más que sus representaciones sean tan artísticas y naturales para nuestros ojos, fue realizada en la gran parte de los casos bajo estrictos controles de los grupos de poder. Los Moche concibieron su cerámica escultórica y pictórica como un medio de refuerzo ideológico, mediante el cual las elites representaban su cosmovisión y la difundían a las masas como también sucedió con los murales moche con representaciones divinas o de sacrificios en la Huaca del Sol y de la Luna, y en El Brujo. Las repeticiones en los motivos y la elección de ciertos temas hacen pensar que había escuelas de ceramistas y que los artesanos tenían reglas impuestas por los sistemas religiosos y sociales. Esto se ve reforzado si vemos que existen dos grandes estilos en la cerámica moche, el que de la cerámica de elite y el de la cerámica local. En el primer caso el estilo no varía de valle a valle, lo cual confirma que la producción se realizaba en centros especiales bajo cierto tipo de control. En el segundo, los estilos varían según las particularidades de cada valle, pues el control de este tipo de cerámica, más utilitaria y de menor calidad, era más laxo.

Periodo Autóctono la Metalurgia

Los mochicas no se quedaron atrás en cuanto a la producción metalúrgica. Trabajaron el oro, la plata, el cobre y la tumbaga a través de hornos simples con corrientes de aire forzadas por tubos. Los objetos que elaboraron fueron tanto utilitarios como de adorno, desde cinceles, agujas y anzuelos, hasta cuchillos «tumi», collares, pecheras y otros ornamentos. Para Lechtman los objetos metalúrgicos tenían tres funciones: las estatales, las religiosas, y las de uso personal; y a juzgar por el poco mineral que se encuentra en la costa norte, los moche priorizaron los objetos ornamentales sobre los utilitarios, sobre todo los ligados al poder político, a la categoría social y a la religión. Es debido a ello que los acabados, la pureza y los motivos son de alta calidad.
Una de las cosas que más llama la atención es la habilidad altamente desarrollada que tenían los mochicas para realizar aleaciones entre minerales. Además de la tumbaga ya mencionada, los Moche tienen en su haber el oro plateado, el cobre dorado y otros tipos de coloraciones de metal a través de complejos procesos electroquímicos.

Periodo Autóctono la Arquitectura

El control de las elites políticas sobre la producción de cerámica parece repetirse en las formas arquitectónicas. Entre ella se puede diferenciar claramente las estructuras de carácter público, casi siempre sobre plataformas sólidas cuadradas o rectangulares con terrazas escalonadas, decoradas en los techos a dos aguas y en las paredes, con pinturas murales al temple mate con paleta polícroma y temas religiosos; de aquellas domésticas que estuvieron compuestas por simples conjuntos de cuartos contiguos.
Dos de los ejemplos más saltantes en cuanto a los miles de ejemplos monumentales de la arquitectura moche son las Huacas del Sol y de la Luna. Estas dos construcciones monumentales hechas con ladrillos de adobe, por su posición estratégica y el conjunto de contextos laborales, habitacionales y funerarios asociados a las mismas, podrían haber sido en centro de poder de esta cultura. Existen diferencias en el uso que se le dio a cada uno de estos espacios, pues la Huaca del Sol tiene vestigios de ocupación constante, con corredores, cuartos y basura doméstica; mientras que la Huaca de la Luna fue un lugar sagrado y poco ocupado, por ello no se ha encontrado basura y sus paredes han sido adornadas en diferentes épocas con pinturas murales policromas.

La construcción de acequias es otro punto importante dentro del desarrollo arquitectónico mochica. Su importancia es obvia en una zona donde las lluvias son esporádicas y ocasionalmente devastadoras (durante el Fenómeno del Niño), como consecuencia a la necesidad de contar con mayores recursos para la creciente población de la zona. Este es un problema en general de la zona andina y costeña, y su uso es más antiguo que el de esta cultura. En el valle de Moche había dos subsistemas dentro de un sistema general de irrigación, uno para la parte norte y otro para la parte sur, y se realizaron primero los que de las partes altas y medias del valle, por una cuestión de facilidad y practicidad, pues es más fácil controlar el agua en acequias sobre zonas con pendientes inclinadas. Es recién cuando los mochicas lograron dominar esta tecnología que la aplicaron a las zonas bajas del valle, donde los riesgos de salificación por estancamiento de agua son mucho mayores. Su técnica era tan eficiente que investigadores aseguran que el área cultivada con la tecnología actual es el 50% de la que los Moche lograron utilizar.

Periodo Autóctono Nazca

Nazca fue investigada por primera vez por Max Uhle, entre 1900 y 1901. A lo largo de los años diversos investigadores se han interesado por esta cultura, alcanzando a ser la más renombrada y conocida de su periodo, luego de Moche. Los límites geográficos de Nazca son el Valle de Chincha por el Norte hasta el de Yauca por el Sur, y su centro estuvo en la cuenca de Río Grande. Por su zona geográfica y continuidad temporal, la cultura Nazca es un proceso que continúa la tradición Paracas, y que se ubica entre los primeros años de nuestra era hasta el quinto siglo d.C., cuando recibe la influencia de los Huari.

Los Nazca tenían ciudades pequeñas en Pisco, Ica, Nazca y Acarí, y se caracterizan fundamentalmente por concentraciones densas de casas con plazas abiertas. Cada una de ellas controla una población rural. Debido a que las mismas se encontraban en pleno desierto y el mismo ya estaba durante los nazca en expansión, dicha cultura tuvo que ingeniárselas para poder acceder al agua, para lo cual construyeron reservorios alimentados por canales y galerías de tal tecnología que no encontramos en ninguna otra cultura del Perú. La red comprende más de 11,000 metros entre canales y galerías, y uno sólo de ellos podía llegar a irrigar hasta 240 hectáreas.

Periodo Autóctono Cahuachi

Fue el centro habitacional y ritual más importante de la cultura Nazca. Para muchos investigadores, Cahuachi marca la pauta de expansión habitacional en la Costa Sur. Otros investigadores le dan más importancia como centro ceremonial político, pues han logrado encontrar vestigios ceremoniales y sagrados. En esta zona se han encontrado cuatro grandes conjuntos de edificios que suman más de 31 montículos y pirámides, cantidad rara para la Costa Sur, que a diferencia de la Costa Norte no se caracterizó por levantar grandes edificios o huacas, o en todo caso no se han conservado. El edificio más importante el denominado Gran Templo, una pirámide de 20 m. de alto con una base de 110 x 90 metros, con funciones residenciales y monumentales. Es significativo para la importancia del sitio que esté orientado hacia el norte, hacia la pampa de San José, lugar donde se concentran una gran parte de las líneas de Nazca.

Periodo Autóctono Las Líneas de Nazca

La obra más conocida de los Nazca y por la cual se han hecho famosos en todo el mundo es, sin duda, las líneas y figuras trazadas en el desierto. Lamentablemente, salvo contadas investigaciones, no hay trabajos serios que interpreten o busquen el origen de estas líneas y figuras. Descubiertas en 1926 por Toribio Mejía Xesspe, las líneas y figuras están ubicadas geográficamente en las pampas de Jumana y San José. Ocupan un área de más de 1,000 km², lugar donde el tipo de suelo tiene ese peculiar color rojizo debido a la oxidación diaria del rocío y el sol, además de contar con riolita roja y otras piedras volcánicas que permitieron formar las figuras simplemente limpiando la superficie para las más delgadas, y acumulando las piedras al borde y luego limpiando la zona para las más gruesas.
Se han dividido los motivos en tres tipos: líneas de diferentes tamaños (entre 30 metros y más de 9 kilómetros) que corren paralelas, en todas direcciones o irradiando desde un punto central, a veces asociadas a montículos; luego hay espacios amplios de formas triangulares o trapezoidales que pueden tener de 200 a 500 metros de largo; la tercera categoría son las conocidas formas que pueden ser de animales, plantas o figuras extrañas, incluyendo espirales.

El tema más debatido es el de la función de las líneas y figuras. Mucha tinta ha corrido, asegurando que se trataba de caminos ceremoniales, calendarios, lugares de reuniones sagradas y culto a los muertos, figuras con finalidades coreográficas, juegos deportivos, imágenes dedicadas al culto de la fertilidad y hasta realizadas por extraterrestres. Si bien la teoría más aceptada es la de Paul Kosok y María Reiche, la de una especie de calendario agrario ritual, sobre el cual las líneas representan el movimiento de astros y planetas, y las figuras son un tipo de escritura simbólica asociada a la trayectoria de algún astro. Lamentablemente no existe ningún informe que sustente estas teorías. Las nuevas investigaciones lanzan diversas interpretaciones, dejando de lado por completo la tesis de Reiche.
No se sabe a ciencia cierta en qué fecha fueron realizadas las líneas y figuras. Algunas investigaciones aseguran que fueron realizadas para la fase tardía de la cultura Nazca, que correspondería al siglo VI d.C. Otros afirman que muchas de ellas fueron realizadas ya cuando la zona Nazca estaba ocupada por los Huari.

Periodo Autóctono Cerámica

Al estar ligada a la tradición Paracas, lo que nos marca el cambio a Nazca es el uso de pintura pre-cocción, y la mayor importancia de la misma sobre el tejido para presentar imágenes religiosas. La variedad y calidad de la cerámica nazca es otra de las razones del prestigio con el que cuenta esta cultura. Las formas más usadas son los cántaros globulares de dos picos cilíndricos verticales con asa puente, con decoración pintada a pincel hasta con once graduaciones de color. Los motivos pintados sobre estos ceramios son diversos, desde animales y plantas de todos los tipos hasta figuras humanas y escenas de guerra para la época más tardía.

Las Líneas de Nazca

La obra más conocida de los Nazca y por la cual se han hecho famosos en todo el mundo es, sin duda, las líneas y figuras trazadas en el desierto. Lamentablemente, salvo contadas investigaciones, no hay trabajos serios que interpreten o busquen el origen de estas líneas y figuras. Descubiertas en 1926 por Toribio Mejía Xesspe, las líneas y figuras están ubicadas geográficamente en las pampas de Jumana y San José. Ocupan un área de más de 1,000 km², lugar donde el tipo de suelo tiene ese peculiar color rojizo debido a la oxidación diaria del rocío y el sol, además de contar con riolita roja y otras piedras volcánicas que permitieron formar las figuras simplemente limpiando la superficie para las más delgadas, y acumulando las piedras al borde y luego limpiando la zona para las más gruesas.

Se han dividido los motivos en tres tipos: líneas de diferentes tamaños (entre 30 metros y más de 9 kilómetros) que corren paralelas, en todas direcciones o irradiando desde un punto central, a veces asociadas a montículos; luego hay espacios amplios de formas triangulares o trapezoidales que pueden tener de 200 a 500 metros de largo; la tercera categoría son las conocidas formas que pueden ser de animales, plantas o figuras extrañas, incluyendo espirales.
El tema más debatido es el de la función de las líneas y figuras. Mucha tinta ha corrido, asegurando que se trataba de caminos ceremoniales, calendarios, lugares de reuniones sagradas y culto a los muertos, figuras con finalidades coreográficas, juegos deportivos, imágenes dedicadas al culto de la fertilidad y hasta realizadas por extraterrestres. Si bien la teoría más aceptada es la de Paul Kosok y María Reiche, la de una especie de calendario agrario ritual, sobre el cual las líneas representan el movimiento de astros y planetas, y las figuras son un tipo de escritura simbólica asociada a la trayectoria de algún astro. Lamentablemente no existe ningún informe que sustente estas teorías. Las nuevas investigaciones lanzan diversas interpretaciones, dejando de lado por completo la tesis de Reiche.
No se sabe a ciencia cierta en qué fecha fueron realizadas las líneas y figuras. Algunas investigaciones aseguran que fueron realizadas para la fase tardía de la cultura Nazca, que correspondería al siglo VI d.C. Otros afirman que muchas de ellas fueron realizadas ya cuando la zona Nazca estaba ocupada por los Huari.

Periodo Autóctono Cerámica

Al estar ligada a la tradición Paracas, lo que nos marca el cambio a Nazca es el uso de pintura pre-cocción, y la mayor importancia de la misma sobre el tejido para presentar imágenes religiosas. La variedad y calidad de la cerámica nazca es otra de las razones del prestigio con el que cuenta esta cultura. Las formas más usadas son los cántaros globulares de dos picos cilíndricos verticales con asa puente, con decoración pintada a pincel hasta con once graduaciones de color. Los motivos pintados sobre estos ceramios son diversos, desde animales y plantas de todos los tipos hasta figuras humanas y escenas de guerra para la época más tardía.

Una de las primeras cosas que hay que mencionar cuando hablamos de Tiahuanaco es el medio geográfico en el cual se desenvolvió. La hoya del lago Titicaca y gran parte del Altiplano presentan una geografía bastante uniforme y diferente con respecto al resto de los Andes. La altura (sobre los 3,000 m.s.n.m.) y las condiciones climáticas (alternancia climática, inundaciones, sequías, impiden un desarrollo extensivo de la agricultura, reduciéndola a tubérculos y quenopodiáceas (quinua); mientras fue de suma importancia el uso del ganado camélido andino. Si bien queda claro que esta zona es separable de los Andes Centrales, es por demás interesante que el Altiplano haya sido una zona donde se gestaron muchos de los procesos económicos, sociopolíticos e ideológicos que luego tendrían repercusión en las culturas andinas hasta los Incas, cuyos gobernantes fundadores reclamaban proceder de esta zona.
Los investigadores se han interesado por Tiahuanaco desde 1892, estableciendo que se trataba de una cultura anterior a la de los Incas. En 1932, Wendell Benett establece una secuencia de tres épocas para esta cultura: Tiahuanaco Temprano, Clásico y Decadente. Investigaciones posteriores han llegado a la conclusión que esta clasificación es incompleta y hasta errada, pero lamentablemente a falta de otras que la esclarezcan, se sigue usando, no sin reparos.

Periodo Autóctono Tiahuanaco Temprano

Con Tiahuanaco Temprano (100 a.C. – 500 d.C.) se inicia un gran desarrollo arquitectónico y agrario. Es durante esta época que se construyó el famoso complejo llamado Tiahuanaco, ubicado a unos 20 km. Al sudeste del Lago Titicaca y a 3,850 m.s.n.m. Este enorme complejo comprende una serie de construcciones megalíticas en las que se combinaba la piedra labrada con los adobes, y ha sido sindicado como uno de los primeros centros planificados de Sudamérica, así su función no esté del todo esclarecida. Su estilo arquitectónico proviene de la tradición de los Andes Centrales, que fue potenciada por las tecnologías de labrado Tiahuanaco, y que han sido consideradas como los antecedentes de las técnicas utilizadas en el Tawantinsuyo.

La totalidad del complejo de Tiahuanaco, con pirámides, patios hundidos, caminos y canales, debió servir como un centro ceremonial. Como la secuencia de construcción no ha sido esclarecida, es muy difícil saber si en otro momento estuvo habitada por una gran población, dándole más carácter de ciudad que de centro ceremonial. En esto los investigadores nunca se pusieron de acuerdo.
Durante el Tiahuanaco Temprano se conoció la metalurgia de cobre, plata y oro. La cerámica de este periodo no es muy fina. Se ha empleado la decoración polícroma pintada e incisa, los motivos son complejos y estilizados, siendo común las botellas de gran tamaño.

Periodo Autóctono La Portada del Sol

Es durante esta época que se edificó la famosa Portada del Sol. Se trata de una enorme pieza plana de piedra andesita de 2.72 m. de altura por 4.00 m. de largo, donde se abrió una puerta de 1.00 m. por 2.00 m. Uno de los detalles más importantes es la iconografía presente, el lugar central lo ocupa el llamado Dios de los Báculos, de cuya cabeza salen rayos que representan al sol. Flanquean a esta figura tres filas de pequeños seres alados portando un báculo, los de arriba y abajo con cabeza antropomorfa, y los del medio con cabeza de ave. En la parte inferior se puede ver una franja con rostros similares a los del personaje central. Su uso, no completamente esclarecido, parece haber sido el de un calendario agrícola, donde los personajes representan los meses del año. Fue encontrada en el edificio llamado Kalasasaya, pero hay indicios que haya estado antes en otro lugar, inclusive se encuentra quebrada en dos partes.

Periodo Autóctono Organización sociopolítica y religiosa

Es durante el Tiahuanaco Clásico (500 – 900 d.C.) que podemos desarrollar las características sociales y políticas, pues su expansión y consolidación se dio en esta época y se tiene mucha mayor información. Durante esta época se estableció lo que algunos investigadores denominan un «estado imperial» sobre la base de un sistema teocrático de carácter pacífico. Este sistema combina tanto una expansión real evidenciada en los motivos iconográficos Tiahuanaco y en la cerámica de esta cultura encontrada en vastos territorios que comprenden el Altiplano, la selva de Bolivia, la costa sur del Perú y norte de Chile; así como una expansión no continua, que utilizó islas de producción económica diseminadas por el territorio mencionado a través de diversos pisos ecológicos, que buscaba una complementariedad productiva y un tráfico comercial típico de las culturas del Altiplano. Este tipo de expansión responde más a las necesidades naturales derivadas de las inhóspitas condiciones geográficas y climáticas ya mencionadas que a un afán bélico expansionista; si a esto le sumamos la existencia de una religión de alto prestigio que se diseminó mediante el intercambio comercial, tenemos una respuesta más o menos clara al tipo de expansión Tiahuanaco, que mediante la iconografía de textiles y cerámica, sumado a la gente que las transportaba, logró influenciar en gran parte de los Andes, incluyendo a los Huari.

Así, tenemos a una cultura que desarrolló un sistema centralizado con poder suficiente como para ejercer poder sobre sus centros de poder más alejados, además de organizar un sistema de distribución de productos bastante compleja por las distancias. Asimismo, utilizó su religión como nexo entre diferentes etnias económicas, teniendo como figura central el Dios de los Báculos presente en la Puerta del Sol.
Este sistema le permitió la administración efectiva de un extenso territorio sin necesidad de recurrir a acciones bélicas, o en todo caso no existe evidencia de ello. Este sistema de complementariedad económica fue luego utilizado por los Incas sobre una extensión de territorio mucho más vasta, complementándolo con la movilización de poblaciones enteras o mitmac.
Sobre el periodo Tiahuanaco Post-Clásico se tiene muy poca información, y su desarrollo correspondería al siguiente módulo. De este periodo tan sólo mencionaremos que se produjeron cambios en los motivos religiosos que aparecen en la cerámica, además de una pérdida de calidad y nuevas formas. Hacia el siglo XIII el fenómeno Tiahuanaco termina de forma abrupta, probablemente producto de una crisis agrícola derivada de cambios climáticos repentinos que causaron una gran sequía en la región alrededor del 1100 d.C.

Periodo Autóctono Tecnología agraria

Las difíciles condiciones geográficas y climáticas colindantes a la zona del Titicaca obligaron a que los pobladores de Tiahuanaco desarrollaran una serie de técnicas y tecnologías que les permitieran no sólo una supervivencia, sino la posibilidad de desarrollarse y consolidar una cultura por más de un milenio.
Acueductos, sistemas de canales, diques y campos elevados son las técnicas utilizadas en la zona de Koani. Los campos elevados, llamados camellones o waru-waru, son plataformas artificiales rodeadas por canales que alcanzan alturas de 1.50 m. por 20 m. de ancho y hasta 100 m. de largo. El agua que las rodeaba capturaba la energía solar durante el día y la liberaba en la noche, creando un efecto térmico que protegía a los cultivos. Otro método utilizado fue el de las cochas o lagunas artificiales de forma rectangular u ovalada, que creaban un clima favorable para sembrar tubérculos, ollucos, tarwi, habas, oca, quinua, entro otros.
Estas técnicas permitieron que el vertiginoso desarrollo de la tradición Tiahuanaco fuera posible, abasteciendo a grandes centros poblados y, luego, logrando complementar su producción gracias a la expansión y sistemas de distribución. Inclusive los Tiahuanaco consiguieron excedentes agrícolas que, bajo la batuta del Estado, dieron sustento a una naciente burocracia.

Periodo Autóctono Ganadería

Si bien la agricultura les permitió desarrollarse, fue la ganadería la real fuente de riqueza de los Tiahuanaco, integrando ambos sistemas productivos. Ello se ve en los grandes rebaños que manejaba esta cultura, y la manufactura de sus fibras, que llegaron a ser de gran calidad y les permitió incluirlos en el complejo de intercambios que se realizaban con otras culturas. Esos tapices polícromos fueron una muestra de poder y un medio de difusión ideológica que utilizaron los Tiahuanaco con sus aliados comerciales.

Periodo Autóctono Huari

En la zona del actual Ayacucho para el Intermedio Temprano ya había presencia de grupos urbanos importantes que se desarrollaron paralelamente, uno con influencia Nazca y otro con influencia Tiahuanaco. Si bien no hubo un conflicto armado, la influencia religiosa Tiahuanaco se dejó sentir y se sobrepuso a la tradición Nazca, formando una tradición estatal muy fuerte a partir de la tradición local Huarpa. Alrededor del 550 d.C. es que surge un Estado Panandino expansionista que los investigadores llaman Huari, y que se desarrollará hasta el 900 d.C., a través de 6 etapas urbanísticas y estilísticas.

Durante la primera fase aparece el Estado y la ciudad y hay una presencia de imágenes Tiahuanaco en la cerámica. Durante la segunda fase los cambios son más dramáticos, la ciudad crece vertiginosamente y el Estado Huari se expande hacia la sierra norte hasta el Callejón de Huaylas, hacia la sierra sur hasta Cuzco y en la costa central y sur. En la fase siguiente Huari entraría a un periodo de reestructuración política y realizó una segunda expansión en la zona central andina, además que la ciudad de Huari alcanzó su máxima extensión y población. En la cuarta fase se expandirían las fronteras hasta Cajamarca, La Libertad, Moquegua y Sicuani. Luego de esta última expansión, durante las dos últimas fases la ciudad de Huari se despoblaría por una crisis a partir de las condiciones climáticas que afectaron la producción de alimentos. Asimismo colapsan los centros provinciales, desapareciendo la administración Huari y su proyecto.
Vale la pena mencionar que la administración Huari fue la más avanzada de su tiempo en cuanto uso de tecnologías de comunicación (caminos) y en cuanto al desarrollo de las ciudades (urbanismo). Estos elementos desarrollados por los Huari se conservaron durante el Intermedio Tardío y fueron utilizados por los Incas para establecer su poder a lo largo de los Andes.

Periodo Autóctono Formación del estado Huari

Una de las principales interrogantes de los investigadores es en qué momento la Cultura Huari pasa de ser un Estado local a Estado Panandino o Imperio (según la usanza, más no correcta). Para responder esta pregunta tenemos que remontarnos al desarrollo inicial Huarpa, alrededor de los 500 a.C., cuando significaba sólo un centro manufacturero secular sin mayor importancia, que no había recibido mayores influencias ni miramientos de las culturas pasadas. Las influencias de Nazca y Tiahuanaco permiten a los Huarpa que desarrollen intercambios en la costa sur y funden colonias comerciales, mientras conseguían otros logros de orden secular tales como un urbanismo temprano y experiencias administrativas generalizas mucho más amplias que las que surgían bajo regímenes religiosos. Centros administrativos pre-estatales como Ñawinpuquio, Churucana, Tantawasi, Simpapata y Tablapata son muy útiles para investigar el origen del fenómeno Huari, pues presentan cambios sustanciales en sus rasgos arquitectónicos y urbanísticos tales como plazas, canales, vías de circulación interna, canchas y muros divisorios. La diferenciación de espacios en estas ciudades, junto a la iconografía de la cerámica, evidenciaría la gestación de una jerarquización de la sociedad. Poco a poco las aldeas se aglutinarían en un proceso de desruralización, formando centros de producción alfarera sofisticada y en serie.
Es esta secularización de la sociedad Huari que le permite que surja la cuidad y el Estado Panandino casi al mismo tiempo. Los Huari adoptan un sistema de creencias foráneo (Tiahuanaco) y la exportan como un medio de control ideológico hacia las poblaciones ocupadas, es por ello que no desarrollan grandes templos destinados al culto en sus ciudades.
Así se formó el estado Huari, como una entidad panandina que dominó extensos territorios y mantuvo relaciones basadas en lo político, cultural, religioso y económico con diversas tradiciones de diferente jerarquía política.

Periodo Autóctono La ciudad de Huari

El complejo urbanístico de Huari, ubicado a 25 km. al noreste de la actual ciudad de Ayacucho y a 3,000 m.s.n.m., empezó a crecer y desarrollarse a fines de la primera etapa de la cultura. La complejidad de Huari, sumado a las pocas excavaciones que se han hecho en la zona, impide tener una exacta idea de las dimensiones y detalles arquitectónicos. A partir de las investigaciones se ha llegado a la conclusión que la ciudad ha tenido diversas etapas de construcción y se han realizado cambios continuos y graduales, inclusive se ha determinado que hubo una ocupación con influencia Chavín en la zona. Esta área urbana comprende entre 1,000 y 1,500 hectáreas, mientras que el núcleo arquitectónico tiene una extensión de entre 260 y 500 hectáreas. Dentro de sus murallas se encuentran varios barrios claramente diferenciados, dentro de los cuales los más complejos son Cheqo Wasi y Muraduchoyoc, el primero con cámaras semisubterráneas y tumbas, y el segundo con un templo semisubterráneo y patios rodeados por habitaciones rectangulares. El logro arquitectónico de esta ciudad se ve en las anchas calles, el sistema de canales de desagüe y las casas de dos o tres pisos. Se calcula que hubo entre 10,000 y 70,000 habitantes en la ciudad de Huari.

Periodo Autóctono El urbanismo Huari

La necesidad de construir ciudades para los Huari fue que estas representaban el poder y fueron centros de administración ubicados a distancias muy lejanas de la zona de Ayacucho, más que lugares donde se concentraba la población. A partir de estos lugares se irradió la imposición religiosa y la difusión de la cultura Huari a las áreas conquistadas. La idea difundida por los investigadores es la de un modelo urbano Huari que se podía repetir en diversas partes sin la necesidad que sea levantada por los mismos constructores, sin que por ello no variara su tamaño, importancia o complejidad. Los investigadores señalan también que el origen del urbanismo Huari sería de los Andes Centrales más que de Tiahuanaco, por más que la arquitectura sí haya recibido influencia de los del Altiplano.

Lugares como Piquillaqta al este de Cuzco, Wiracochapampa en Huamachuco, Huariwillca en el Callejón de Huaylas, Honqo Pampa en Ancash, Cajamarquilla y Pachacámac en Lima, son ejemplos de la extensión y diversidad de centros Huari, construidos en el transcurso de su segunda etapa. Vale la pena mencionar que el modelo de articulación de las zonas costeñas es diferente que el de las serranas, lo cual habla de una flexibilidad ante los desarrollos locales, parte de la habilidad de control Huari.

Lo que hace que los Huari hayan desarrollado el fenómeno del urbanismo, y no simplemente la proliferación de ciudades, es el alto grado de planificación con el que se edificaron sus ciudades, inclusive con escuelas para este fin, donde los arquitectos aprendieron y luego llevaron a cabo principios espaciales y estructurales de la arquitectura. Primero se levantaban las paredes del contorno, y dentro se subdividía el espacio en cuadrículas para poder aprovecharlo al máximo, llegando en algunos casos a construir los canales antes que el resto de la ciudad, lo cual es una prueba del alto grado de planificación.

Periodo Autóctono Expansión e influencia

Los límites de lo que se llama el Imperio Huari tuvieron su máxima extensión a fines de la segunda etapa (600 d.C.). Los vestigios iconográficos Huari que se caracterizan por su homogeneidad se han encontrado por el norte desde Cajamarca y el sur del departamento de Amazonas, hasta el sur en Cuzco y Puno, y la zona de Sihuas en Arequipa. En la costa norte el límite no es claro, pero es seguro que controló la zona de Lambayeque, quizá hasta Piura.
El tipo de expansión Huari fue militar, según lo demuestran las evidencias arqueológicas, pues en ellas se ven cambios radicales en la organización social y política de las zonas sometidas. Es común ver en el uso de los tapices y en las figuras geométricas un claro patrón Huari, además del ya mencionado urbanismo. Otro elemento importante en la expansión Huari es la representación del Dios de los Báculos en la iconografía de las culturas sometidas, siendo éste uno de los principales medios de dominación ideológica.

Teniendo a la guerra y a la difusión de la religión como principales elementos de la expansión Huari, es fácil deducir que en zonas donde existieran estos dos elementos desarrollados localmente existiera una resistencia. La zona donde parece que les fue más difícil a los Huari asentarse fue en la costa norte, zona de dominio Moche en una de sus últimas etapas. Los vestigios del arte moche nos demuestran ligeros cambios en la forma y en el tipo de dibujo de sus cerámicas, llegando a la policromía, signo claro de influencia Huari. Las últimas investigaciones descartan el dominio violento de los Huari sobre los Moche, y se habla más de un mestizaje cultural, pues quedan vigentes muchas de las manifestaciones artísticas de los mochicas después de la llegada de los Huari. Otros investigadores hablan de un colapso de los Moche antes de la llegada de los Huari, que más que conquistar simplemente ocuparon los territorios abandonados por los mochicas.

Periodo Autóctono Arte

Los Huari dominaron diversas expresiones artísticas, llegando a producir obras de gran calidad y belleza. Sus influencias Nazca y Tiahuanaco se ven en los tapices y en la cerámica.
Los tapices Huari que fueron manufacturados entre los años 500 y 900 d.C. están considerados entre los más finos del mundo, tanto por su belleza estética como por sus imágenes. Fueron elaborados con algodón y lana de camélidos como la vicuña. Ya hemos mencionado que los Huari usaron a la religión como un transmisor ideológico de dominación, y en ello los textiles tienen un papel predominante, pues es allí que la iconografía se trasladaba físicamente cientos de kilómetros por los territorios dominados. También los «ponchos» fueron parte de la vestimenta ritual usada en ceremonias rituales, donde los colores brillantes, diferentes técnicas de bordado y compleja iconografía siguen impresionando a los investigadores.

La cerámica Huari tiene una clara influencia Tiahuanaco, y es a partir de Ayacucho que se expandió a través de los territorios conquistados. Son cuatro los estilos que predominan en el Horizonte Medio: Conchopata, Robles Moqo, Chakipampa y Viñaque. Ello implica que en un mismo lugar se puedan encontrar varios estilos cerámicos. El estilo Conchopata se basa en grandes urnas de unos 80 cm. de largo destinadas a servir como repositorio de ofrendas. En su parte externa se ven personajes similares a los de la Portada del Sol de Tiahuanaco. El estilo Robles Moqo procede del mismo Huari, se basa de urnas, cántaros, vasos y figuras de llama, con decoraciones geométricas y naturalistas, donde también están presentes los motivos Tiahuanaco. El estilo Chakipampa, de influencia Nazca, es ordinario y no tiene el carácter ceremonial de los anteriores. Se basa en botellas pequeñas, vasijas modeladas como tubérculos o figuras humanas, decorada con colores blanco, crema, púrpura y gris. Finalmente, el estilo Viñaque procede de la ciudad de Huari, y es considerado un producto de la expansión, pues reúne varios sub-estilos de zonas de Nazca y Lima, además de elementos Robles Moqo y Chakipampa. Sus principales formas son los cuencos semiemiesféricos, cántaros con cuellos-efigie y botellas de dos cuerpos, y sus motivos son cabezas de felinos vistas de perfil, plantas estilizadas, cráneos, entre otros.

Cronología Tiahuanaco (100 ac – 1200 dc)
Huari (550 – 1000 dc)

Periodo Autóctono La época de los grandes reinos (1000 – 1450 d.C.)

El renacimiento de las culturas locales se circunscribe en un marco cronológico difícil de definir. La paulatina desintegración de los Huari y la igual expansión incaica dejan muchas dudas en cuanto a la imposición de las fechas, sobre todo si en las manifestaciones de la cerámica -uno de los principales métodos de diferenciación de las culturas- después de los Huari no hay una ruptura clara, sino más bien una mezcla regional. Las fechas convencionales se ubican entre el 900 d.C. y el 1400 d.C. pero pueden variar según los investigadores consultados.
La otra difícil definición es el del sistema político que surgió en este periodo. Se ha hablado de reinos, señoríos y curacazgos, pero todos ellos son insuficientes y no comprenden cabalmente la complejidad del desarrollo de tradiciones y culturas del Intermedio Tardío.

Para complicar el panorama, la estabilidad de fronteras durante este periodo casi no existe, hubo constantes pugnas de poder, movilizaciones de población y un mosaico lingüístico variado que no se ha conservado hasta nuestros días (los Incas modificaron los nombres originales por fonemas quechua).
Lo que se puede deducir de los desarrollos regionales durante esta época es la existencia de una dicotomía en cuanto a la organización política entre las culturas de la costa y las de la sierra. En la costa primó una organización compleja a través de vastas extensiones de terreno, a través de varios valles. En la sierra más bien de organizaron pequeños señoríos dispersos y concentrados en las zonas altas, más cercanas a las fuentes de agua. También durante este periodo hubo una gran incidencia en los conflictos fronterizos, al parecer por una demostración e intento de acumulación de poder, como parte del legado expansionista Huari, o como parte de la necesidad de obtener mayores pastizales y zonas de cultivo en un contexto de sequía desde el siglo XI y que duró unos 200 años.

Otro legado Huari fue el del urbanismo, sobre todo en la costa norte y algunas ciudades pequeñas en la costa central. En la sierra se desarrollaron ciudades fortificadas, que al parecer nacieron como producto de una inicial reacción contra los Huari. La economía no sufrió mayores cambios, mientras que siguieron los patrones de producción andina que hemos visto en periodos pasados. En cuanto al arte, vemos que la principal transformación es una menor sacralización del mismo, sin que por ello desaparezcan los motivos religiosos. La tecnología agrícola también es la misma que hemos visto anteriormente, sólo que llevada a un punto más alto del desarrollo, como el caso de los canales intervalles de la costa en la zona de Lambayeque.
Finalmente, ocurre un proceso divergente en el desarrollo del arte. Por una parte la alfarería se empieza a producir en serie a través de moldes, por lo cual pierde calidad y acabado; mientras que los textiles costeños encuentran un alto punto de calidad y belleza. Se sigue trabajando la metalurgia, el oro principalmente en el norte y la plata en el sur.

Periodo Autóctono Lambayeque

Los Lambayeque se desarrollaron entre el 700 d.C. y 1350 d.C. en la costa norte, teniendo como centro primero la zona de Batán Grande (900 – 1000 d.C.) y luego 10 kilómetros hacia el suroeste, hasta Túcume (1100 – 1350 d.C.) y sus límites por el norte hasta Piura y por el sur al valle de Chicama. Sus orígenes se remontan al fin de la cultura Moche, pasando por las influencias de los Huari y de los Cajamarca, de tal manera que se originó un nuevo estilo cerámico e iconográfico.
El carácter político de los Lambayeque fue el de un Estado teocrático con una estructura social altamente estratificada compuesta por una elite basada en lazos familiares con un origen divino, un cuerpo de administradores, un grupo de artesanos y agricultores. Si bien existía cierta independencia entre estos grupos, la cohesión la daba una serie de alianzas rituales y de parentesco, que era la base de la estructura de poder. Una de las pruebas del poder y complejidad de la sociedad Lambayeque son las magníficas tumbas reales, donde se han encontrado abundante spondylus y oro. Otro elemento son los complejos arquitectónicos tronco-piramidales con rampas de acceso y murales pintados con motivos de aves y escenas marinas en relieve.

El complejo de Batan Grande estaba compuesto por 17 pirámides truncas que alcanzaban alturas superiores a los 30 metros. Relacionadas a estas construcciones encontramos una serie de tumbas reales y patios que las comunicaban. Batan Grande fue el centro religioso, administrativo y económico de los Lambayeque, donde se enterraban a los miembros de la elite y se tomaban las decisiones más importantes, desde el desarrollo y distribución agrícola como la producción metalúrgica.
En el especto mítico religioso, la cultura Lambayeque introduce dos nuevos elementos a la historia de la cultura peruana. El primero es un mito de origen en el cual el personaje principal, Naylamp, proviene de tierras lejanas a través del mar para fundar una dinastía que luego sería la elite de los Lambayeque. Este mito seguía vigente a la llegada de los españoles, y fue recogido por el cronista Miguel Cabello de Balboa con impresionante detalle. El segundo elemento es un personaje alado que se ve repetido en los trabajos de orfebrería y que es el protagonista de unas hachas rituales conocidas como tumi. Se trata de la divinidad central de la cultura Lambayeque, y se cree que se trataría de la misma imagen de Naylamp. Su representación tiene ciertos detalles curiosos, como los ojos con extremo en punta que se eleva, la nariz prominente y las orejas puntiagudas con grandes aretes.

Periodo Autóctono

La economía de los Lambayeque estaba basada en la agricultura intensiva de maíz y algodón por irrigación. Durante su desarrollo en Batan Grande es que se desarrolló un avanzado sistema de canales que articuló los valles de Reque, Chancay, Lambayeque y La Leche. Los principales canales eran tres, el Raca Rumi que unía los ríos Chancay con La Leche; el Taymi Antiguo, que irrigaba la zona norte y sur del valle de La Leche; y el Canal de Collique, que irrigaba el valle de Zaña.
En el campo del arte, los Lambayeque desarrollaron finamente la metalurgia. Son ellos, por su trabajo y motivos, los mejores exponentes de todas las culturas prehispánicas en este campo. Esta tradición es conocida en la costa norte desde los Moche, pero recién es en el Intermedio Tardío que logra su máxima expresión, usando el oro, la playa, y una aleación de ambos, además del cobre arsenical. Se han encontrado tal cantidad de vestigios relacionados a la extracción y trabajo de material que los arqueólogos han logrado reconstruir casi todo el proceso, hasta el punto de identificar las impresionantes y complicadas técnicas de aleaciones utilizadas por los Lambayeque para conseguir un dorado con poca presencia aurífera.

Periodo Autóctono Chimú

La tradición o cultura Chimú se desarrolló en la costa norte entre el 1000, justo después del repliegue Huari en dicha zona, y 1460 d.C., momento de la llegada de los Incas. Las últimas investigaciones han dado nuevas luces acerca de una tradición Chimú traducida en un estilo cerámico, y por otra parte un señorío o reino llamado Chimor que a la postre serían los líderes supremos de la cultura Chimú. Sin embargo vale la pena aclarar que el origen de Chimú y Chimor no es el mismo, por más que hayan terminando siendo una unidad política.

Chimor, según los textos escritos por los cronistas, se origina gracias a un fundador mitológico que llegó por el mar en una balsa de palo, y que reunió los poderes políticos y religiosos. Así, el reino de Chimor se fue desarrollando a través de provincias gobernadas por un jefe local que usufructuaba de los tributos y cosechas.

Periodo Autóctono
Durante su época de apogeo, los Chimú alcanzaron a controlar unos 20 valles, desde el Chillón (norte de Lima) hasta Tumbes en el extremo norte, justo antes de la conquista Inca. A medida que fueron expandiendo su territorio a partir del 1300 d.C., que llegó a tener más de 1000 km. de extensión, tuvieron que crear centros administrativos para poder ejercer su control político y religioso. Su centro fue la conocida ciudad de Chanchán, conocida por su impresionante extensión y organización, pero también son importantes los complejos de Túcume (valle de la Leche), Pacatnamú (río Jequetepeque) y Farfán (sierra de La Libertad).

Periodo Autóctono Organización sociopolítica

En la cultura Chimú es muy difícil separar el aspecto político del económico. Los investigadores lanzan la hipótesis que en esta sociedad primaba una organización socio-económica que cumplen diversos roles en la producción y el trabajo. La diferenciación en los entierros y la organización de los centros urbanos parece confirmar un alto grado de diferenciación social para los Chimú, más que para cualquier otra cultura prehispánica, pero se debe tomar en cuenta también si no se tratara más bien de una especialización más que de una diferenciación social. En todo caso, no existe un acuerdo entre el número de castas ni la composición de cada una, sólo parecen coincidir en que Chimú fue una sociedad jerarquizada, donde la elite compartía funciones aristocráticas y teocráticas.

Un segundo tipo de diferenciación es la que forman los centros regionales por un lado y la capital por otro. De esta manera, los roles productivos de ciertas regiones les habrían conferido un carácter de casta, como sería el caso de los pescadores de la costa norte, que adoraban a sus propios dioses, tenían sus propios caminos e inclusive se casaban endogámicamente.
La organización política Chimú se nutre de los aspectos locales que se remontan hasta Moche, y de la presencia Huari en la zona. Ello se ve en el trazado de los centros urbanos y en la subordinación de lo social ante la arquitectura. Se cree que los chimúes concentraron el poder político en una sola persona, el cual aseguraba el funcionamiento del Estado a través del cobro de un tributo, para lo cual contaba con una clase administrativa. Así, a medida que los Chimú se fueron expandiendo y diversificando, esta clase adquirió mayor importancia y poder, pues debía organizar la producción, la redistribución y el consumo. Otros investigadores defienden la tesis del gobierno dual, que habría permitido una estabilidad política y religiosa.

Periodo Autóctono Organización religiosa

Lamentablemente, a diferencia de los Moche, no existe un estudio serio sobre iconografía para los Chimú, el cual nos podría dar mayores luces acerca de su organización religiosa. Por otra parte, los Chimú separaron lo religioso de lo secular, y al parecer no contaron con un dios creador, sino con una variedad de divinidades locales, lo cual se puede explicar por la violenta etapa de expansión pero corta etapa de asentamiento, que impidió que se desarrollara una religión oficial.

La luna, el sol y el mar eran divinidades importantes, relacionadas a la agricultura, la pesca y la producción en general. Además, cada valle tenía sus santuarios locales, con sus propias leyendas y cultos, algunos de los cuales se conservan hasta el día de hoy como huacas. También es tradicional en la zona costeña norte la presencia de oráculos o hechiceros, llegando inclusive a ser identificados en la iconografía moche, lo cual demuestra que esta tradición es más antigua que los Chimú.
El carácter divino de los señores de Chimú es un aspecto aún en debate. Algunos investigadores mencionan que eran considerados semi-divinos, que su vida transcurría en un semi-aislamiento y sin mucho contacto con el pueblo y que a su muerte eran enterrados con gran pompa y hasta sacrificios. Otra categoría especial para la costa norte es la de los curanderos, una especia de oficial público que hacía sus curaciones a base de yerbas.

Chanchán

Es considerada la capital de los Chimú, y la ciudad de barro más grande de América, con unos 6 km² de extensión construida y unos 20 km² de construcción circundante relacionada a la ciudad. Chanchán fue ocupada alrededor del 850 d.C., tuvo un momento de consolidación entre el 1125 y 1350 d.C. y un tercer momento alrededor del 1470 d.C. La traza de la ciudadela es rectangular, de grandes dimensiones, con muros divisorios entre zonas o barrios, patios cuadrangulares (grandes y chicos), recintos y plataformas funerarias. Se han identificado tres sectores en el interior de Chanchán, llamadas ciudadelas, y al sur y oeste de las mismas conjuntos de construcciones menores aglutinadas. Dentro de estos tres grandes sectores se han logrado identificar 10 recintos o barrios, denominados de la siguiente manera: Squier, Gran Chimú, Bandelier, Uhle, Chayhuac, Tschudi, Rivero, Laberinto, Velarde y Tello. El acceso fue muy restringido, pues altos muros cerraban el paso a la ciudadela, salvo por una estrecha puerta.

Los Chimú hicieron el uso del barro para construir esta ciudadela, llegando a dominarlo y trabajarlo en su máxima expresión. Los frisos modelados en altorrelieve de las paredes que representan figuras geométricas de aves y peces, son un ejemplo de la belleza del sitio. Además del barro, se utilizó madera, paja, totora, cantos rodados y arena.
La función principal de Chanchán fue la de funcionar como centro administrativo, es por ello que una red de caminos unían la ciudadela con todos los centros de producción y distribución de todo el territorio Chimú. Al parecer estos caminos habrían sido reutilizados por los Chimú a partir de los construidos por culturas anteriores, y usados una vez más por los Incas.
La ciudadela de Chanchán ha sufrido una destrucción paulatina producto tanto por los factores climáticos típicos del norte, incluyendo el fenómeno de El Niño, además de la depredación de los saqueadores antiguos y modernos. Lamentablemente el gran responsable de la destrucción de Chanchán es el Estado Peruano.

Periodo Autóctono La pesca

Los Chimú desarrollaron tanto la pesca como la navegación. La primera fue una actividad importante, y parece que utilizaron balsas construidas con totoras, de menor tamaño a las utilizadas en la época de los Moche. También utilizaron una balsa más elaborada, construida con troncos sobre los cuales se colocaba un mástil y una vela, y que podía navegar distancias mucho más lejanas, como lo prueban los restos de peces de zonas más alejadas del litoral. Otra técnica de pesca era la utilización del cormorán, como se ve representado tanto en las pinturas como en los ceramios escultóricos. Este tipo de pesca consiste en utilizar un ave semi-doméstica, amarrada y con un aro en el cuello que le impide tragar el pescado que caza; es entonces que el pescador recupera el ave, le quita el pescado y la vuelve a soltar para que continúe. Posiblemente el ave utilizada por los Moche y Chimú haya sido el guayán.

La navegación fue una técnica muy desarrollada por los Chimú, y su función principal fue la de comerciar con otras zonas alejadas del continente. Para esta actividad se utilizó exclusivamente la balsa de troncos descrita anteriormente. El tamaño y complejidad de estas balsas durante la época Chimú son tales que han llegado a ser consideradas míticas. Se dice que algunas de ellas tenían una cabina para la tripulación y hasta bodegas, mientras que existieron otras que soportaban hasta 70 toneladas y navegaban por varios meses. Estas balsas siguieron navegando hasta principios de nuestro siglo.

Periodo Autóctono Chincha

La existencia de un tipo de organización social en la zona de Chincha, en el litoral al sur de Lima entre 1100 y 1450 d.C., es un hecho comprobado por los investigadores. Lo que no han logrado establecer es el carácter de esta sociedad, su organización y la fuente de su riqueza, la cual a la llegada de los españoles parecía haber sido muy grande. Son varios los cronistas que hacen referencia a un gran reino en la zona de Chincha, y se menciona frecuentemente que en los sucesos de Cajamarca del 16 de noviembre de 1532 que las dos únicas autoridades llevadas en andas eran Atahualpa y el señor de Chincha.

La dificultad de las fuentes proviene a que la versión de los cronistas depende en este caso de la de los incas, y es sabido que éstos reinterpretaron y tergiversaron gran parte de la historia antes del Tawantinsuyo. Es por ello que mientras algunos investigadores aseguran que en Chincha existió una organización centralizada, otros aseguran que había una serie de especialistas y que la principal actividad era el comercio.
La historiadora María Rostworowski es una de las principales defensoras de esta teoría. Ella asegura que existió un comercio a lo largo de la costa basado en un mercadeo a modo de indios, es decir, sin moneda y basada en el trueque. Según la historiadora, en Chincha había por lo menos 600 mercaderes que realizaban viajes hasta el Cuzco y por todo el Collao (donde comerciaban lana y cobre), mientras que por el norte llegaban a Quito para comerciar esmeraldas y spondylus. Este mercadeo costeño se realizó mediante balsas construidas con totoras y troncos de árbol.

Periodo Autóctono

Inclusive se cree que la expansión del quechua en los andes provino de estos mercaderes, pues investigadores han comprobado que fue desde Ecuador que este idioma se dispersó por los andes por medio de los Incas.
Los principales centros de esta cultura los encontramos en los sitios de La Centinela y Tambo de Mora (Chincha), que debieron ser centros administrativos ceremoniales, unidos con otros centros menores mediante una red de caminos que luego formaron parte de la red vial Inca o Qhapaqñan. La evidencia allí encontrada confirma que los Chincha desarrollaron una economía múltiple que comprendía la agricultura, la pesa, el intercambio y la producción de artesanías (canastas, artefactos de madera).

La cerámica Chincha tiene un estilo muy característico, por más que se noten influencias del Horizonte Medio y de la tradición Ica. Las piezas son muy bien hechas, elaboradas y decoradas. Las formas son cántaros con cuello y con asas en la parte alta, formas de botellas, barriles, tazas, platos con paredes verticales y figurinas. En cuanto a la metalurgia, tanto el oro como plata y una aleación de cobre con oro y plata fue extensamente utilizada, sobre todo para la elaboración de vasos retrato, que son una demostración de la avanzada técnica de los Chincha, pues utilizaban una sola lámina de metal y le daban la forma deseada sin soldaduras ni uniones metálicas.

Periodo Autóctono Chachapoyas

Los Chachapoyas se han desarrollado entre los 700 y 1500 d.C., en una zona extensa que incluía desde la confluencia de los ríos Marañón y Urubamba hasta la cuenca del Abiseo, siendo su centro la cuenca del Utcubamba, un área entre dos y tres mil metros de altitud. Esta zona, si bien está comprendida dentro de los Andes, tiene una frondosa vegetación tropical.

Una de las costumbres más saltantes de esta cultura, es que dentro de sus costumbres funerarias utilizaron el sarcófago o el mausoleo. En el primero de los casos tenemos el lugar de Carajía, donde suntuosas tumbas fueron colocadas en sarcófagos de arcilla, palos y piedras, y emplazadas en grutas excavadas en lo alto de precipicios. En algunos casos, los entierros más complejos contaban con una falsa cabeza colocada en la parte superior similar a máscaras mortuorias del Horizonte Medio.

En el segundo, se trataba de una especie de pequeñas viviendas de un metro de alto ubicadas en acantilados, con techo a dos aguas. En su interior se ubicaron nichos donde se depositaban los cuerpos junto a numerosas ofrendas como redes, collares, plumas, vasijas e instrumentos musicales. Al parecer la costumbre de los sarcófagos provendría de los fardos funerarios o de las chullpas de los Huari y de los Tiahuanaco.
La cerámica es de un estilo propio, con formas de vasijas con cuerpo oval, ollas de base plana con asas horizontales y pequeños vasos subglobulados. Sus representaciones pueden ser pintadas, grabadas o incisas, y se trataba de motivos geométricos, bandas o listones, rectos o curvos.

Periodo Autóctono Arquitectura
Uno de los vestigios más importantes que han dejado los Chachapoyas es la majestuosidad de sus fortalezas, las cuales sorprenden por su tamaño, diseño e iconografía. Son dos los principales centros conocidos, ambos insertos en medios de la espesa vegetación: El Gran Pajatén y Kuélap.

Periodo Autóctono El Gran Pajatén

Ubicada en la confluencia de dos ríos tributarios del Abigeo, el centro arquitectónico de Pajatén se levanta en una meseta en medio de una zona de espesa vegetación y precipicios. Se construyeron terrazas artificiales para resolver el problema del terreno desigual y sobre ellas se erigieron construcciones circulares y cuadrangulares y espacios libres. Para los primeros se utilizó piedra pizarrosa cortada en bloques planos y unidos por arcilla, y cuentan con una decoración a base de frisos hechos en la misma piedra. En el caso del edificio más grande (por lo menos 14.80 metros de diámetro) la decoración es profusa y de gran belleza. Se observan personajes antropomorfos cuyas caras son cabezas clavas empotradas en la pared. En otros edificios priman las imágenes de cóndores y huancas.

Kuélap

Ubicada en el distrito de Tingo (Luya), en el departamento de Amazonas, se encuentra la ciudadela fortificada de Kuélap. El complejo tiene una extensión de 450 hectáreas, de las cuales sólo parte es la fortaleza misma, y también cuenta con zonas de entierros y barrios rurales. La fortaleza cuenta con un muro perimétrico de 20 metros de altura, y sólo tres estrechas entradas, dos por el lado este y una por el oeste. Al parecer este muro no sólo servía como protección, sino que fue necesario como terraza de contención para las construcciones que arriba se edificaron, las cuales cuentan más de 420, en su mayoría circulares y seis de ella decoradas con frisos.
Estas construcciones, cuyos muros alcanzaron hasta los 4 metros de altura, al parecer tuvieron un uso doméstico.

Chancay

Dentro del complejo de culturas que se desarrollaron en la Costa central, sobresale la Chancay por su tamaño y organización. Ubicada en el actual departamento de Lima, al norte de la ciudad capital, en los valles de Chancay, Huaura y Chillón, esta cultura tuvo presencia entre los años 1300 y 1450 d.C., momento de la conquista Inca.
Lo curioso de esta cultura es que debido a su cercanía a Lima y a la acción de los huaqueros, es poco el material encontrado en su contexto original o los lugares que no hayan sido destruidos. Es por ello que si bien se han logrado recuperar valiosos vestigios cerámicos, textiles y de plumería, es poca la información con la que contamos de su sociedad o política.

La cerámica Chancay se basa principalmente en la utilización del color blanco para el fondo y el negro para los diseños sobre peculiares representaciones modeladas de peces, monos, gatos, aves, escaques y grecas. Estas formas se consiguieron con técnicas de modelado y moldes, siendo comunes también los grandes cántaros con asas verticales, los platos con pedestal como diversas representaciones escultóricas. Pero quizá la representación más famosa de los Chancay son unos cántaros en cuyo cuello se representa una cabeza humana modelada y pintada con tocado, orejeras y pintura facial. A estos cántaros se les ha dado el nombre de «chinas» por la forma de los ojos. Los textiles Chancay son especialmente peculiares por las imágenes presentes en los lienzos. Los personajes, animales y símbolos son hechos con trazos simples y sin mayor elaboración, y dan la impresión de pertenecer más a una escuela de arte moderno que a la cosmovisión de una cultura prehispánica. Temas como las olas del mar y una serpiente bicéfala son recurrentes y presentan temas como la dualidad y el cosmos. Los colores son terrosos y los contornos de colores más oscuros, marrones o negros.

En cuanto a la plumería de los Chancay, ésta parece haber reemplazado a los ceramios en cuanto de desarrollo de color. Son impresionantes las combinaciones y efectos causados con los colores de los mantos de plumas que eran elaborados insertando las plumas en un hilo principal que luego se cosía a una tela. La iconografía presente, como en los Chimú, es principalmente la del Dios de los Báculos de la Portada del Sol en Tiahuanaco. También son frecuentes las imágenes de pájaros, peces, felinos, perros y monos, muchas veces a través de imágenes en serie, pues a diferencia de los telares, los mantos de plumas Chancay son mucho más rígidos y tradicionales en las costumbres iconográficas andinas.

Periodo Autóctono Otros grupos étnicos

Chanca

La tradición Chancha estuvo ubicada en la cuenca del río Pampas, en la moderna provincia de Andahuaylas. Surge en el momento de retirada de los Huari, en el que las ciudades son dejadas por villorrios, los cuales se ubican en zonas altas de cerros y donde la topografía del terreno lo permitía. Es muy difícil identificar su organización política y los principales centros de esta cultura, pues su estilo cerámico tiende a confundirse con el Inca inicial y otros estilos locales.

Periodo Autóctono
Arqueológicamente no se sabe nada de los Chanca. Para los investigadores su importancia radica en haber obligado a los Incas a desarrollarse en cuanto a organización política y de expansión, debido a la amenaza que representaron en un momento en que los Incas estaban planeando trascender sus fronteras mediante alianzas y redes de poder. En realidad lo que se sabe de los Chancas es el relato de los Incas registrado por los cronistas, que asegura que los Chanca, en pleno proceso de expansión, conquistaron a los Quechua -grupo en alianza con los Incas- y decidieron arremeter con los liderados por Viracocha. El Inca se refugia en una fortaleza cerca de Calca y el que enfrenta a los Chanca es el hijo no heredero de Viracocha, Yupanqui, el cual logra que las piedras cobren vida y contribuyan al triunfo militar de los Incas. El vencedor Yupanqui se coronó Inca y cambió su nombre por Pachacútec.
Lo cierto es que no existe información arqueológica para corroborar o desmentir lo dicho por los Incas

Huanca

Los Huanca se desarrollaron en la sierra central, entre Jauja y Huancayo, luego de la retirada de Huari hasta aproximadamente 1460, momento de la conquista Inca. Su organización política fue bastante incipiente, siendo clasificada por los investigadores como tribal desarrollada. De los Huanca se cuenta con gran variedad de información arqueológica y etnohistórica, y gracias a ella sabemos que este grupo dominó las punas, el valle medio aluvial y desarrollaron relaciones con la ceja de selva. Los sitios investigados más importantes son Hatunmarca (el más representativo de la cultura Huanca), Tunamarca y Unpamalca, centros que a su vez integraron administrativamente otros pequeños sitios. En ellos vemos el uso de una arquitectura pública, cosa ausente en las aldeas domésticas.
Luego de la conquista de los Incas, los Huanca pasaron a depender administrativamente de ellos y a contribuir en su red económica de producción.

Los Lupaca en el Periodo Autóctono

En el tiempo de la conquista incaica existían dos grandes reinos aymara hablantes en la zona del Collao, los Lupaca y los Colla, los cuales se originan luego de la caída de Tiahuanaco junto a otros señoríos menores. De estos dos, los Lupaca parecen haber controlado porciones discontinuas de territorio que les habría permitido contar con los productos de diversos pisos ecológicos, hasta la costa en el caso de Mollo y Churajón. Este control debió haber partido de una organización militar, política y económica, pero los datos arqueológicos aun no han podido dar más luces de las características exactas de este sistema.
Las zonas ocupadas -no diremos conquistadas, debido a su connotación bélica- comprenden desde la Cordillera Occidental bajando hacia la costa entre Arequipa y Arica, hacia el norte hasta Sicuani y al sur hasta las planicies saladas chileno-bolivianas.

Los Lupaca en la zona del Collao habrían sido comunidades que se dedicaban principalmente a la agricultura de tubérculos y pastoreo de camélidos, los cuales llegaron a contarse por decenas de miles. También practicaron la recolección, la caza y la pesca. La necesidad de complementar su dieta los llevó al trueque, y organizaron caravanas de llamas que recorrían entre 170 y 270 Km. entre al área altiplánica hasta zonas costeras, en unos 40 y 50 días de viaje.
Para asegurar este sistema, los Lupaca establecieron colonias que se encargaban de la producción y el intercambio. Así, obtuvieron el control de los pastos de puna, la producción de sal, ají, coca, algodón y maíz.

  • Cronología Lambayeque (700 – 1350 dc)
  • Chimú (1000 – 1460 dc)
  • Chincha (1100 – 1450 dc)
  • Chachapoyas (700 – 1500 dc)
  • · Chancay (1300 – 1450 dc)

Los Incas

(1450 – 1553)
Durante el Intermedio Tardío proliferaron pequeñas organizaciones curacales, llamadas señoríos por los investigadores, por los toda el área andina. Si bien durante esta misma época estos señoríos coexistieron con organizaciones más complejas como los Chimú, ninguna resaltaba en especial, a no ser por ciertos vestigios anecdóticos y particulares de la zona andina. Nada hacía presagiar que de entre estos curacazgos, uno del Cuzco se haría el más famoso de todos: el de los Inca.

Los Inca para el siglo XII eran un pequeño grupo tribal que ocupaba la cuenca del Cuzco, evolucionando hacia señorío a inicios del siglo XIV y formando un Estado recién para el siglo XV. Fue allí que grupos como los Chanca empezaron a constituir una amenaza. Al parecer se libró una batalla, con lo cual se refuerza una idea de un grupo preparado para la guerra, el cual después sería uno de los principales caracteres de la expansión: administrativa, militar y cultural. Este carácter bélico de los Incas puede encontrar su origen en la expansión Huari, en su intento por conquistar el valle del Cuzco, mantuvo a la etnia originaria de los Inca en una alerta constante. Esto los fortaleció y les permitió atacar a los Chanca. Pero no sólo esto recibieron de los Huari, pues también aprendieron de su tipo de organización, la cual después reprodujeron a gran escala en el Tahuantinsuyo.
Lamentablemente no contamos con información confiable para relatar cómo fue esta expansión incaica, quedándose la historia trunca, entremezclada con el mito y con la leyenda. El trabajo de los arqueólogos en este sentido está en deuda, más aun si se cuenta con gran número de vestigios arqueológicos, como en este caso.

Periodo Autóctono

Tentativamente, los investigadores han usado las siguientes fechas para delimitar el desarrollo de los incas: Hacia el año 1200 d.C. se estableció el Estado Inca, en 1438 aproximadamente ocurrió la coronación de Pachacútec, y de ahí habría comenzado la vertiginosa expansión incaica hasta el momento de la llegada de los españoles, en 1532.
De los Huari heredaron una organización muy compleja, los caminos, las construcciones de piedra y por sobre todo la idea imperial. De los Chimú, quizá la cultura más poderosa y compleja hasta su contacto con los Incas, heredaron la divinización del mandatario y de su entorno, y la existencia de una jerarquía administrativa. El tema de la dualidad incaica lo encontramos en una tradición que no puede ser atribuida a una sola etnia, y parece que fue una institución bastante arraigada del área andina.
Para finalizar queremos enfatizar que si bien los Incas recibieron gran parte de las tecnologías e instituciones que luego utilizó y expandió, el enorme territorio que lograron administrar política y comercialmente, así como los impresionantes monumentos que han hecho a esta cultura mundialmente famosa, es prueba de una sorprendente capacidad organizativa que va más allá de la simple reproducción de tecnologías e instituciones. En ese sentido los Incas no copiaron, sino aprovecharon lo aprendido para mejorarlo y potenciarlo.

Los trece incas

NOMBREPERÍODOPANACADINASTÍA
MANCO CÁPAC1198-1228 Chima panacaHURIN
SINCHI ROCA1228-1258Raura panaca
LLOQUE YUPANQUI1258-1288Awayni panaca
MAYTA CÁPAC1288-1318Uscamayta panaca
CÁPAC YUPANQUI1318-1348Apu MaytaCápac panaca
INCA ROCA1348-1378Wikak’iraw panacaHANAN
YÁHUAR HUACA1378-1408Awkaylli panaca
WIRACOCHA1408-1438Suqsu panaca
PACHACÚTEC INCA YUPANQUI1438-1471Hatun ayllu
TÚPAC INCA YUPANQUI1471-1493Cápac ayllu
HUAYNA CÁPAC1493-1527Tumipanpa panaca
HUÁSCAR1527-1532
ATAHUALPA1532-1533Hatun Ayllu
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