Ninfa
Las ninfas son seres mágicos procedentes de las fuerzas de la naturaleza.
En la mitología griega, una ninfa (en griego antiguo, νύμφα) es una deidad menor femenina típicamente asociada a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, un monte, un mar o una arboleda.
Se les aplicaba el título de olímpicas, y se decía que eran convocadas a las reuniones de los dioses en el Olimpo y que eran hijas de Zeus. Diferentes de los dioses, las ninfas suelen considerarse espíritus divinos que animan la naturaleza, se representan en obras de arte como hermosas doncellas desnudas o semidesnudas, que aman, cantan y bailan. Poetas posteriores las describen a veces con cabellos del color del mar. Se creía que moraban en los árboles, en las cimas de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas. Según el lugar que habiten se las llama Nereidas (Νηρείδες), Oréades (Ὀρειάς) y Náyades (νηϊάδες). Aunque nunca envejecen ni mueren por enfermedad, y pueden engendrar de los dioses hijos completamente inmortales, ellas mismas no son necesariamente inmortales, pudiendo morir de distintas formas, aunque para Homero todas las ninfas son inmortales (Iliada XVII 78) y como diosas se les hacían sacrificios (Odisea XVII 204).
Homero las describe con más detalle presidiendo sobre los juegos, acompañando a Artemisa, bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales. A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes. Los hombres les ofrecían sacrificios en solitario o junto con otros , como por ejemplo Hermes. Con frecuencia eran el objetivo de los sátiros.
El matrimonio simbólico de una ninfa y un patriarca, a menudo el epónimo de un pueblo, se repite sin fin en los mitos fundacionales griegos; su unión otorgaba autoridad al rey arcaico y su linaje.
Su creación es simple; la esencia natural de ninfa crea un cuerpo y lo “habita”. Este cuerpo es siempre el de una mujer de enorme atractivo y encanto. Además, conservan el aspecto de mujer joven durante el paso de los años.
La ninfa es un ser muy inteligente, de mente rápida e ingeniosa. Aumentan su encanto hablando en su propio lenguaje musical. Cualquier animal que esté cerca de una ninfa se acercará para ser acariciado por ella, sin importarle tener cerca incluso a su peor enemigo.
Las ninfas sólo habitan en los lugares más hermosos; palacios de hielo, grutas oceánicas, lagos y arroyos cristalinos, y los más maravillosos bosques.
Estos encantadores seres no son agresivos, al contrario, intentarán huir siempre que noten el peligro cerca. Tienen la capacidad de escapar creando una puerta dimensional. A pesar su carácter pacífico, son pocos los que se atreven a enfrentarse a una ninfa ya que el simple hecho de contemplarla produce, en la mayoría de los casos, una ceguera irreversible. Si alguien contempla a una ninfa desnuda puede morir en el acto.
A pesar de ser unas criaturas muy tranquilas y de vida ordenada, en ocasiones, suelen verse seducidas por la música del caramillo de los sátiros y los acompañan en sus ruidosas y estridentes fiestas del vino.
Las ninfas odian la fealdad y el mal. Su condición de seres mágicos de la naturaleza las convierte en defensoras de bosques, lagos, ríos y océanos. Curan animales heridos, reparan flores y árboles rotos.
Una ninfa puede vivir durante varias generaciones, por lo que suelen conocer bien su entorno y donde se encuentran la mayoría de lugares secretos y entradas ocultas.
Existe una variedad de ninfas de agua conocida como ondinas que pueden encontrarse en lagos y aguas dulces.
Adaptaciones
Las ninfas griegas eran espíritus invariablemente vinculadas a lugares, no muy diferentes de los genii loci latinos, y la dificultad de transferir su culto puede verse en el complicado mito que llevó Aretusa a Sicilia. En las obras de los poetas latinos educados en griego, las ninfas absorbieron gradualmente en sus categorías a las divinidades indígenas italianas de los manantiales y los cursos de agua (Juturna, Egeria, Carmenta, Fonto), mientras que las Linfas (originalmente Lumpae) o diosas del agua italianas, debido a la similitud fortuita de sus nombres, pudieron ser identificadas con las ninfas griegas. Es improbable que las mitologías de los poetas romanos clasicistas influyeran en los ritos y cultos de las ninfas individuales veneradas por los campesinos en las fuentes y cañadas del Lacio. Entre los romanos cultos su esfera de influencia fue reducida, y aparecen casi exclusivamente como divinidades del medio acuático.
Clasificación y adoración
Todas las ninfas, cuyo número es casi infinito, pueden ser divididas en dos grandes clases. La primera abarca todas aquellas que pueden ser consideradas como un tipo de divinidad inferior, reconocida en el culto de la naturaleza. Los griegos antiguos veían en todos los fenómenos ordinarios de la naturaleza alguna manifestación de la divinidad. Fuentes, ríos, grutas, árboles y montañas; todos les parecían cargados de vida y no eran más que las encarnaciones visibles de otros tantos agentes divinos. Los saludables y beneficiosos poderes de la naturaleza eran, pues, personificaciones y considerados otras tantas divinidades, y las sensaciones producidas en el hombre por la contemplación de la naturaleza (sobrecogimiento, terror, alegría, placer) se atribuían a la acción de diversas deidades de la naturaleza. La segunda clase de ninfas son personificaciones de tribus, razas y estados, tales como Cirene y otras.
Las ninfas de la primera clase deben ser de nuevo divididas en varias especies, según las diferentes partes de la naturaleza de las que sean representativas:
- Ninfas del elemento acuático: Deben mencionarse primero a las ninfas del océano, las Oceánides (Ὠκεανίδες u Ὠκεανῖναι; o ninfas marinas, νύμφαι ἅλιαι), que son consideradas hijas de Océano, y a continuación a las ninfas del Mediterráneo o del mar interior, que son consideradas hijas de Nereo, por lo que son llamadas Nereidas(Νηρεΐδες). Los ríos eran representados por las Potámides (Ποταμηΐδες), quienes, como divinidades locales, eran bautizadas según sus ríos como Aqueloides, Anígrides, Amnisíades o Pactólides. Pero las ninfas del agua dulce, ya sea de ríos, lagos, arroyos o pozos, son también designadas por el nombre general de Náyades (Νηΐδες), aunque tengan además sus nombres específicos, como Creneas (Κρηναῖαι), Pegeas (Πηγαῖαι), Ἑλειονόμοι, Limnátides (Λιμνατίδες) o Limnades (Λιμνάδες). Incluso los ríos de las regiones inferiores (el Inframundo) se describen con sus ninfas, de ahí las Nymphae infernae paludis (‘ninfas del pantano infernal’) y las Avernales. Muchas de estas ninfas presidían sobre las aguas o las fuentes, creyéndose que inspiraban a quienes bebían de ellas, por lo que se pensaba que las propias ninfas estaban dotadas de poderes proféticos u oraculares y los inspiraban a los hombres, otorgándoles así el don de la poesía. Los adivinos o sacerdotes inspirados eran por esto llamados a veces ninfileptos (νυμφύληπτοι). Sus poderes, sin embargo, varían con los de la fuente sobre la que presiden, considerándose así que algunas tenían el poder de devolver la salud a las personas enfermas, y como el agua es necesaria para alimentar a la vegetación así como a todos los seres vivos, las ninfas acuáticas (Hidríades, ἱδριάδες) eran también adoradas junto con Dioniso y Deméter como dadoras de vida y bendición a todas las criaturas, y este atributo es expresado por una variedad de epítetos, tales como καρποτρόφοι, αἰπολικαί, νόμιαι (‘nomias’), κουροτρόφοι (‘curótrofas’) y otros. Como su influencia era de esta forma ejercida sobre todas las secciones de la naturaleza, aparecen con frecuencia relacionadas con divinidades superiores, como por ejemplo con Apolo, el dios profético y protector de las manadas y rebaños; con Artemisa, la cazadora y protectora del juego, pues ella misma fue originalmente una ninfa arcadia; con Hermes, el fructífero dios de los rebaños; con Dioniso y con Pan, los Silenos y los Sátiros, a quienes se unían en deleites y bailes báquicos.
- Ninfas de las montañas y grutas, llamadas Oréades (Ὀρειάδες) y Orodemníades (Ὀροδεμνιάδες), pero a veces también por nombres derivados de las montañas concretas que habitaban, como Citerónides (Κιθαιρωνίδες), Pelíades (Πηλιάδες), Coricias (Κορύκιαι), etc.
- Ninfas de los bosques, arboledas y praderas, donde se creía que a veces se aparecían y asustaban a los viajeros solitarios. Eran designadas por los nombres Alseides (Ἀλσηΐδες), Ὑληωροί, Auloníades(Αὐλωνιάδες) y Napeas (Ναπαῖαι).
- Ninfas de los árboles, de las que se creía que morían junto con los árboles en los que vivían y con los que habían llegado a existir. Eran llamadas Dríades (Δρυάδες), Hamadríades (Ἁμαδρυάδες) o Adríades (Ἀδρυάδες), de δρῦς, que significa no sólo ‘roble’ sino también cualquier árbol silvestre que crece majestuoso. Las ninfas de los árboles frutales eran llamadas Mélides (Μηλίδες), Melíades (Μηλιάδες), Epimélides(Ἐπιμηλίδες) o Hamamélides (Ἁμαμηλίδες). Parecen ser de origen arcadio y nunca aparecen junto con los grandes dioses.
La segunda clase de ninfas, que estaban relacionadas con ciertas razas o localidades (Νύμφαι χθόνιαι), tienen normalmente un nombre derivado de los lugares con los que estaban asociadas, como Nisíadas, Dodónidas o Lemnias.
Los sacrificios ofrecidos a las ninfas solían consistir en cabras, corderos, leche y aceites, pero nunca vino. Eran adoradas y honradas con santuarios en muchas partes de Grecia, especialmente cerca de las fuentes, arboledas y grutas, como por ejemplo cerca de una fuente en Cirtones, en Ática, en Olimpia, en Mégara, entre Sición y Fliunte y en otros lugares.