Los Vikingos en América. Exploraron y colonizaron las islas situadas en la costa este de Canadá cinco siglos antes de la llegada de los españoles al continente Americano. En esta entrada vamos a analizar el proceso de expansión vikinga en el Atlántico Norte, concretamente en Islandia y Groenlandia, para después analizar la historia del primer asentamiento europeo en América. La colonización de los diversos lugares del Atlántico Norte por parte de los vikingos (Islandia, Groenlandia y América) se realizó en todos los casos en tres fases diferenciadas. En la primera fase, un barco es desviado más al Oeste de su destino original debido a los vientos y descubre accidentalmente un nuevo lugar. Posteriormente, se organiza una expedición con el objetivo de explorar el territorio que antes ha sido descubierto. Por último, una vez que se comprueba que el lugar es óptimo para vivir, se organiza una expedición de colonización con familias enteras, para asentarse en él.
Fueron los vikingos noruegos los primeros que navegaron más hacia el noroeste. Sobre el año 800 aproximadamente colonizan las Islas Feröe (isla de los Corderos). Décadas después, sobre el 860, Gardar Svavarsson, de origen sueco, fue el primero en llegar a Islandia. Gardar estaba casado con una mujer de las islas Hébridas. En un viaje hacia esas islas para reclamar la herencia de su suegro, una tormenta desvió el barco de Gardar que llegó a Islandia. Posteriormente, realizó una expedición hacia la isla el noruego Hrafna-Floki Vilgerdarson, que la llamó Island (tierra del hielo). La colonización y el asentamiento definitivo en Islandia ocurrieron en el año 874 y fue realizado por Ingólffr Arnasson en el lugar donde hoy se sitúa la capital del país, Reykjavik.
Groenlandia fue descubierta al igual que Islandia, de manera casual, en el año 930 por Gunnbjörn Úlf- Krakkason, navegante de origen noruego, que en un viaje a Islandia fue desviado por una corriente marítima. Posteriormente llegaron a Groenlandia en el año 981 Hrölf Thorbjarnarson y Sneabjörn Holmsteinsson que desembarcaron en la costa oriental de la isla. La expedición de colonización de Groenlandia fue liderada por Erik Thorvaldsson, apodado El Rojo. Tras una serie de muertes violentas en Islandia en el año 982, Erik fue condenado a tres años de destierro. Se dirigió hacia Groenlandia, donde estuvo esos años. Al cumplir su condena volvió a Islandia donde dijo maravillas de la nueva tierra, a la que llamó tierra verde. Esto hizo que muchas familias se decidieran a viajar junto a Erik “El Rojo” para asentarse definitivamente en Groenlandia. La expedición contó con veinticinco barcos y se asentó en un Fiordo elegido previamente por Erik, llamado Brattahlid.
La colonia formada por Erik “El Rojo” en Groenlandia tuvo inicialmente unas cuatrocientas granjas y una población que oscilaba entre tres mil y cinco mil personas. La colonia fue creciendo durante los siglos once, doce y trece. Tuvo una diócesis en Gardar y se exportaba marfil, cuerdas y productos agropecuarios al continente europeo. En 1261 la población aceptó el gobierno del rey de Noruega, aunque la colonia siguió autogobernándose. En 1380 Groenlandia se unió al Reino de Dinamarca. La colonia empezó a declinar en la segunda mitad del siglo catorce. La Diócesis de Gardar no existía desde 1378 y los últimos asentamientos en la isla datan del año 1430. Existen diversas teorías acerca de porque la colonia vikinga en Groenlandia desapareció en el siglo quince. La llegada de la Pequeña Edad de Hielo (PEH), periodo que comienza a inicios del siglo quince y que duró hasta la mitad del siglo diecinueve y que consistió en un enfriamiento del Hemisferio Norte de 1º C de media, pudo suponer una mayor dificultad para el comercio en el Atlántico Norte. Además, el marfil groenlandés fue sustituido por el más económico marfil africano.
Una vez que los vikingos se asentaron en Groenlandia era bastante probable que en algún momento llegaran a las costas de América, ya que la distancia entre Groenlandia y América es una séptima parte de la distancia entre Noruega e Islandia. Dos son los testimonios escritos que llegaron a nuestros días que cuentan el asentamiento vikingo en América, “La Saga de los Groenlandeses” y “La Saga de Erik el Rojo”, que según el libro de Jones Gwyn “La saga del Atlántico Norte: establecimientos de los Vikingos en Islandia, Groenlandia y América” son fechadas en el 1200 y 1260 respectivamente. Por lo tanto estamos ante dos relatos que combinan la ficción con la realidad y que son escritos dos siglos después del asentamiento vikingo en el Atlántico Norte trasmitiéndose oralmente de generación en generación.
En la Saga de los Groenlandeses, el primero en llegar a América fue Bjarni Herjojfsson en el año 985 o 986. Bjarni se entera que su padre se ha ido en la expedición de Erik “El Rojo” antes mencionada para asentarse en Groenlandia y parte para reencontrarse con él, pero su barco se desvía y llega a la costa canadiense. Como el paisaje que ve no coincide con el paisaje que le describieron para que supiera que había llegado a Groenlandia, decide no desembarcar.
Unos quince años después, alrededor del año 1000, uno de los hijos de Erik “El Rojo”, Leif Eriksson, decide ir en busca de las tierras a las que se supone que Bjarni había llegado. Para ello compra el barco a Bjarni y con treinta y cinco hombres comienza la expedición. Cuando Leif llega al lugar donde se supone que Bjarni llegó, vio un lugar cubierto de piedras, estéril para la agricultura, al que llamó Helluland (tierra de las piedras planas). Decidió seguir explorando hacia el sur y llegó a unas tierras a las que bautizó con el nombre de Markland (tierra de bosques). Siguió aún más al sur y encontró unas tierras donde Leif y sus hombres arribaron para pasar el invierno. Al encontrar cepas y uvas, Leif bautizó a ese territorio Vinland. Es ahí donde los Vikingos se asentaron en el territorio americano a partir del siglo once.
En cambio en la Saga de Erik “El Rojo” se describe a Leif Eriksson como el primero que llegó a Vindland de manera casual empujado por los vientos tras una tormenta, al igual que en la historia de Bjarni en la Saga de los Groenlandeses. Posteriormente, el hermano de Leif, Thorvald Eriksson, con el barco familiar viaja a Vinland con treinta hombres donde se asientan durante dos o tres años. Los continuos enfrentamientos bélicos con los indígenas del lugar, llamados por los vikingos Skraeling y que probablemente fueran indígenas algonquinos, donde en uno de ellos matan a Thorvald, son la causa de que la expedición vuelva a Groenlandia. También realizó otra expedición Thorstein Eriksson, hermano de Leif y de Thorvald, que partió también de Groenlandia con el barco familiar. Sin embargo, Thorstein perdió el rumbo de la navegación y estuvo navegando durante el verano entre Groenlandia, América e Irlanda sin conseguir llegar a tierra. Una vez llegado el invierno, volvió a su casa en Groenlandia.
También describe la Saga de Erik “El Rojo” una expedición del islandés Thorfinn Karlsefni con tres naves y ciento sesenta hombres y algunas mujeres. Se asentaron durante un par de años en Vinland donde tuvieron también muchos enfrentamientos con los indígenas. En ese asentamiento nació el hijo de Thorfinn y de su mujer Dudris Thorbjörnsdottir, Snorri, primer bebé de origen europeo nacido en América.
Las evidencias más fiables de la presencia vikinga en América comenzaron en el año 1837. El arqueólogo danés Carl Christian Rafn (16 de enero de 1795- 20 de octubre de 1864) tradujo y divulgó las Sagas islandesas y sostuvo la idea de la existencia de Vinland y por tanto de la existencia de asentamientos vikingos en América en una época donde se consideraba que los hechos que se narraban en esas sagas eran pura ficción.
Posteriormente, en el año 1959, el explorador noruego Helge Ingstad (Meráker 30 de diciembre de 1899 – Oslo 29 de marzo de 2001), tras una visita en Groenlandia decide buscar los restos de la presencia vikinga en América junto a su mujer, la arqueóloga Anne Igne Stine (11 de febrero de 1918 – 6 de noviembre de 1997). Tras realizar múltiples excavaciones sistemáticas por todas las islas de la costa este canadiense, ambos encontraron el único asentamiento vikingo en el continente americano que se conoce en la actualidad, L´Anse aux Meadows, en el extremo norte de la isla de Terranova, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Excavaron diversas casas construidas con bloques de turba sobre un esqueleto de madera, al igual que se hacían en Islandia y en Groenlandia alrededor del año 1000. Además encontraron una cantidad importante de objetos que sin lugar a duda eran de origen Escandinavo, así como la herrería y restos de la carpintería. Existen dudas entre los diversos estudiosos de los vikingos en América sobre si la tierra de Vinland descrita en las Sagas de los Islandeses corresponde a Terranova, o si en cambio correspondería a unas tierras más cálidas situadas más al sur.
Por otra parte, se encontró en Islandia un linaje, denominado C1e, que es mitocondrial (se hereda exclusivamente por vía materna) y típico de los amerindios y del este de Asia y que no existe en Europa. Se investigó a las cuatro familias (unas ochenta personas) que lo portan y no hay evidencias de matrimonios con extranjeros posteriores al siglo diecisiete. La hipótesis más factible es que estos genes correspondiesen a una mujer amerindia que fue llevada desde América por los vikingos cerca del año 1000.
La colonización de América del Norte por parte de los vikingos es un hecho bien documentado arqueológica e históricamente. Ha sido descrita en la tradición literaria escandinava, en obras como la Saga de Erik el Rojo y la Saga Grœnlendinga. En Groenlandia se estableció una colonia a fines del siglo X y perduró hasta la mitad del siglo XV. Los restos de la colonia escandinava de L’Anse aux Meadows en Terranova (Canadá) fueron descubiertos en 1961 por los exploradores Helge y Anne Ingstad.4 Con frecuencia se asocia la colonización de Terranova con Vinland, país mencionado en las sagas islandesas. En estos documentos se relata la epopeya de los colonos vikingos liderados por Leif Eriksson. Por otro lado, algunos hallazgos en la isla de Baffin sugieren una presencia nórdica en esa región después del abandono de L’Anse aux Meadows, aunque también se ha propuesto que esa evidencia material podría corresponder a la cultura Dorset.
Hay pocas fuentes que describan el contacto existente entre los nativos americanos y los colonos nórdicos, conociéndose solo el existente entre los thule, a los que denominaban skræling y los nórdicos entre los siglos XII o XIII. Las sagas sobre Vinland, escritas siglos más tarde, describen el comercio y los conflictos con los pueblos indígenas. La evidencia arqueológica para el contacto en Groenlandia es limitada, pero parece indicar que los noruegos no afectaron sustancialmente las adaptaciones indígenas, sus tecnologías o su cultura.
Actualmente alrededor de 80 islandeses tienen marcadores genéticos de una mujer indígena que pudo haberse asentado en Islandia en el siglo XI. Para explicarlo se ha formulado la hipótesis de que podría haber sido una mujer llevada a Europa por los exploradores nórdicos.
Varias crónicas europeas de los siglos XV y XVI recogen noticias de avistamientos de territorios americanos anteriores a 1492. El español Bartolomé de las Casas afirmó que un barco de la península Ibérica, probablemente portugués, que se dirigía a Flandes o a Inglaterra había sido arrastrado por una tormenta hasta las Antillas. Daba crédito a la historia entre otras cosas porque los indios de Cuba afirmaban que hombres blancos y con barba habían visitado La Española pocos años antes que Colón. Además Las Casas recoge noticias de tres navegantes distintos, un portugués, un andaluz y un gallego, que habían avistado tierra al occidente de Irlanda; en uno de los casos el cronista dice que «creo yo cierto que era la [tierra] que ahora llamamos la de los Bacallaos».
Desde el encuentro entre América y Europa en 1492, se han hecho muchas conjeturas sobre el origen de los americanos y la posibilidad de interacciones antes de la llegada de Colón a Guanahani. Algunas de estas conjeturas intentaron explicar el surgimiento de civilizaciones indígenas en el Nuevo Mundo a partir de supuestas migraciones prehistóricas. En ese tenor se encuentran la hipótesis sobre la influencia africana en el origen de la cultura olmeca, sostenida por Ivan van Sertima y las especulaciones sobre la probable influencia china en Mesoamérica y los Andes, particularmente en las culturas chavín y maya, en cuyos estilos artísticos algunos arqueólogos y aficionados han querido ver una muestra material de los vínculos entre el Lejano Oriente y América durante la época precolombina. Tanto las especulaciones sobre la africanidad de los olmecas como sobre la influencia oriental en las culturas de América son consideradas obsoletas por los especialistas, o bien, calificadas como pseudoarqueológicas.
Como se dice en este mismo artículo, algunos arqueólogos han considerado la posibilidad de contactos a través del Pacífico Sur. Además de especialistas como Storey, Matisoo-Smith y Ramírez Aliaga, quienes han adelantado hipótesis sobre hallazgos en Polinesia y América reseñados en este mismo artículo, otros autores han propuesto que los sudamericanos pudieron llegar a Polinesia basados en la interpretación de la mitología sudamericana y polinésica. Quizá el caso más conocido es el de Thor Heyerdahl quien, a partir de su trabajo de campo en Fatu Hiva (islas Marquesas). En ese lugar encontró monolitos esculpidos que él atribuyó a una colonización incaica. Para probar su hipótesis, él y su equipo construyeron una embarcación con materiales y tecnología disponibles en la costa sudamericana del Pacífico. Salió de El Callao (Perú) con rumbo hacia el poniente, su balsa —a la que llamó Kon-Tiki— llegó al archipiélago de las Tuamotu tras 101 días de viaje el 7 de agosto de 1947.
La presencia en América de un gran número de lenguas aisladas ha llevado a algunos lingüistas a buscar relaciones entre ciertas lenguas o familias lingüísticas americanas con las habladas en el Viejo Mundo. La más reciente de ellas es la hipótesis dené-yeniseica, de Vajda, que pretende mostrar la relación genética entre las lenguas na-dené del norte de América y un grupo de lenguas habladas en Siberia cuya relación entre sí es dudosa. Lingüistas como Campbell consideran que la evidencia presentada por Edward Vajda no puede considerarse concluyente. Se ha querido encontrar parecido entre el chino y el maya, o entre el japonés, el purépecha de Mesoamérica y el quechua de los Andes, pero estas hipótesis han sido completamente desechadas.
Otro gran conjunto de hipótesis sobre posibles contactos transocéanicos precolombinos está sostenido en mitos y leyendas del Viejo Mundo. Hasta el descubrimiento de L’Anse aux Meadows, los asentamientos vikingos en América formaban parte de ese conjunto de hipótesis dudosas. Desde 1492, los europeos especularon con la posibilidad de que los amerindios fueran descendientes de la tribu perdida de Israel, tema que aparece en repetidas ocasiones en las crónicas de Indias. En las leyendas británicas de san Brandán y Madoc o en el mito griego de Atlántida, en los escritos chinos sobre un lugar desconocido llamado Mu Lan Pi o sobre la vida de Zheng He, autores de todos los tiempos han querido ver una prueba de contactos entre América y el Viejo Mundo antes de las expediciones de Colón. Sin embargo, no hay mayor evidencia en favor de estas conjeturas, por lo que no son consideradas serias por los especialistas.
Una hipótesis que ha surgido a principios del siglo XX, forjada por el argentino Bernardo Biados y el boliviano Freddy Arce, postula que la existencia del Nuevo Mundo era perfectamente conocida por los fenicios, los cartaginenses y los egipcios, los cuales presuntamente habrían circunnavegado África durante el I milenio a. C., y que dichos conocimientos provenían de los sumerios. Es sabido que los sumerios navegaban en sus embarcaciones a través de los canales de los ríos Tigris y Éufrates con fines comerciales, y que tenían un puerto comercial en la Isla de Baréin activo durante el III milenio a. C., el cual era llamado Dilmun, y de allí partían sus flotas hacia la desembocadura del Valle del Indo, de donde remontaban en Indo hasta llegar a Mohenjo-Daro para intercambiar tejidos, oro, incienso y cobre. Sus embarcaciones podían desplazar un máximo de 36 toneladas y habían llegado a circunnavegar África en el III milenio a. C.
Según sostiene Biados, cuando los sumerios llegaron a las Islas de Cabo Verde encontraron bloqueado el paso por vientos contrarios que soplaban incesantemente hacia el Sureste. Por tanto, se vieron obligados a tomar una ruta hacia el Oeste en busca de vientos favorables; y fue así como habrían llegado a las costas de Ceará, Paraíba, Piauí y Maranhão (actual Brasil). Y entonces, supuestamente, de esos puntos comenzaron a explorar el continente remontando los afluentes del Amazonas, más precisamente el Madeira y el Beni. De esta manera, llegaron al Altiplano Andino, que probablemente en el año 3000 a.C. no tenía un clima tan frío.
Los sumerios, ya estando levemente establecidos en aquellos lugares, se habrían mezclado con la población pucará, que a la vez provenía de la Amazonia (expansión Arawak), y con los pueblos colla (cuyos descendientes hoy en día hablan la lengua aimara). La cultura sumeria influenció a los pueblos del altiplano no sólo en lo que respecta a lo religioso, sino también a lo lexical. Muchos lingüistas, en efecto, encontraron muchas similitudes entre el protosumerio y el aimara, aunque dichas pruebas resultan muy dudosas y son descartadas por ser consideradas pseudocientíficas.
Se cree que lo que ha llevado a pensar esto son las escrituras halladas en la Fuente Magna, las edificaciones religiosas y los monolitos de Tiahuanaco (los cuales representan a gente alta, de ojos sobresalientes y con abundante barba, características que no suelen poseer las etnias de esas zonas) y los rostros incrustados en los muros interiores del Templo de Kalasasaya (los cuales, se dice, representan bustos de personas de todo el mundo, desde África hasta China); lo que relaciona esta controvertida e imaginativa hipótesis con postulados de la famosa Teoría de los Antiguos Astronautas; y la misteriosa Pedra de Ingá, hallada en el yacimiento arqueológico de la hipotética Cultura de Ingá, de la cual se cree que es de origen fenicio. Esta teoría no está aclarada ya que dicho yacimiento no está siendo explorado actualmente.
Abubakari II fue un mansa (Rey de Reyes) del imperio de Malí, África, en el siglo XIV. Desde muy joven se interesó por el mar occidental (Atlántico), se entrevistó con armadores de barcos de Egipto y de ciudades mediterráneas y decidió construir naves en la costa del actual Senegal. Abubakari II envió una expedición al Atlántico pero la mayoría de los barcos se hundieron durante una tormenta.
Abubakari nombró a un nuevo regente para su imperio y salió en 1311, bajando por el río Senegal, con una segunda expedición al frente de 4.000 canoas equipadas con remos y velas. Las naves se comunicaban con tambores, todas las comunicaciones se coordinaban con la nave capitana. Según relatos árabes y norteafricanos, el emperador llegó a costas americanas y se quedó allí.
Envió a marineros de regresos que relataron lo que habían visto y gracias a eso se realizaron mapas que luego sirvieron a navegantes portugueses de inspiración para sus viajes de descubrimiento. Los historiadores y los científicos modernos son escépticos sobre el viaje, pero el relato de estos sucesos se conserva en expedientes escritos del norte de África y en las leyendas orales de los djelis de Malí.
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