Las fuerzas contra las que lucharon los romanos fueron muy diversas, desde ejércitos de estados e imperios rivales, como los de Cartago en el oeste o los de la Persia sasánida al este, hasta grupos de guerreros tribales y caballería nómada. No hubo nunca una gran ventaja tecnológica por parte de ninguno de los pueblos contendientes, pero sí una enorme variedad en los aspectos tácticos, de organización y disciplina, y en el concepto que tenían de la guerra. Las diferencias entre los guerreros de las tribus celtas o germanas, que seguían a su caudillo en la batalla, y las heterogéneas tropas de Cartago se tradujo en resultados muy distintos en el campo de batalla, y el ejército cartaginés estuvo a punto de lograr la conquista de Roma.
-LOS CARTAGINESES.
El ejército con el que el gran general cartaginés Aníbal invadió Italia en el 218 a.C. era una fuerza mercenaria de procedencia muy diversa, reclutada principalmente entre los aliados y tributarios norteafricanos de Cartago y en Hispania. No se hizo nada por refundir aquellas tropas en una fuerza uniforme, sino que cada pueblo luchaba con los suyos y a su manera. Los libios tenían una infantería formidable y los seminómadas númidas una excelente caballería ligera, que montaba sin silla, armada con lanzas y jabalinas. Las tribus montañesas hispanas luchaban a caballo o a pie, armadas por lo general con una espada corta. Los baleares eran especialistas en el uso de la honda, con la que lanzaban una lluvia de piedras o bolas de plomo.
Los elefantes de guerra de Aníbal, de una raza africana menor y suministrada sobre todo por los númidas, servían para dispersar a la caballería enemiga y como torre para lanzar flechas y jabalinas. Lo que mantenía unidad a una fuerza tan diversa eran los combates compartidos y, ante todo, la fidelidad al líder. Los mercenarios lucharían hasta el fin mientras hubiera dinero o botín para recompensarles. El ejército de Aníbal infligió una sangrienta derrota a los romanos en Cannas, en el 216 a.C., y su campaña en Italia duró quince años. Al trasladarse la lucha al norte de África, el ejército cartaginés tuvo que nutrirse de reclutas autóctonos. Roma derrotó definitivamente a aquel diluido ejército en Zama en el 202 a.C.
-LOS GERMANOS.
Las tribus y federaciones germánicas –teutones, alamanes, godos, francos, vándalos y muchas otras- figuraron entre los enemigos más decididos y persistentes del Imperio Romano desde el s.II a.C. al V d.C. Al igual que los celtas, los germanos estaban acostumbrados a la guerra tribal más o menos permanente, practicada por lo general en bandas capitaneadas por un líder experimentado y de reconocidas cualidades. Sus tácticas de batalla diferían de las de los celtas por el uso de formaciones más compactas y una mayor coordinación. Según escribió Julio César en el s.I a.C., luchaban en una densa falange de infantes armados con lanzas con punta de hierro. Los germanos procuraban evitar las batallas campales, prefirieron la emboscada y el ataque por sorpresa seguido de una retirada rápida. Fue de este modo como debilitaron y al fin destruyeron a las legiones de Varo en el bosque de Teutoburgo, en el 9 d.C. Sus jinetes, montados sobre caballos pequeños y fuertes, avanzaban armados con escudo y jabalinas, acompañados por ligeros y veloces hombres de a pie armados de modo similar. Entre los ostrogodos y los vándalos surgió una aristocracia montada con armadura que prefiguró al caballero medieval.
Muchos guerreros de las tribus germánicas encontraron empleo como auxiliares romanos, y hacia el s. IV algunos llegaron a ocupar puestos eminentes en el Imperio Romano de Occidente. Los godos que saquearon la ciudad de Roma en el año 410 procedían del ejército romano, y fueron jefes godos y de otros pueblos germanos quienes reinaron posteriormente en los estados surgidos tras la desintegración del Imperio de Occidente.
-LOS CELTAS.
Los celtas de Europa occidental, galos, britanos o de la península Ibérica, practicaban la guerra de un modo que contrastaba vivamente con el de los romanos. Grupos de hombres jóvenes liderados por un jefe de experiencia y valor probados realizaban incursiones en los pueblos vecinos, y las batallas tribales tenían un claro carácter ritual: antes de empezar el combate, algunos guerreros se destacaban para retar a sus enemigos al combate individual. Al atacar, cargaban entre un griterío ensordecedor. A pesar de que algunos historiadores romanos afirmaron que luchaban desnudos, solían llevar túnica y pantalones. Los guerreros de élite utilizaban casco e incluso cota de malla o armadura de cuero, aunque su defensa principal era el escudo. Luchando por lo general a pie, blandían largas espadas de tajo y lanzas cortas. Algunos pueblos celtas usaban carros para desbaratar la formación enemiga.
Los romanos se encontraron por vez primera con los celtas cuando éstos invadieron Italia en el s. IV a.C., y lucharon posteriormente contra ellos en numerosas ocasiones, entre las que destacan la campaña contra los galos dirigidos por Vercingetórix en el 52 a.C. y la supresión de la revuelta de los incenos de la reina britana Boudicca en el 60-61 d.C. A los romanos les impresionaban la fuerza física de los celtas, así como su arrojo en el combate.
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