ANATOMIA

Las secuelas del coronavirus

Las secuelas del coronavirus. Todavía queda mucho por aprender acerca del COVID-19, pero las más recientes investigaciones ya han dado resultados sólidos sobre las principales secuelas que deja esta enfermedad.

A fecha que se escribe este artículo (14 de septiembre de 2020), la pandemia de Covid-19 continúa su, por el momento, irrefrenable expansión. Desde que el virus empezara a causar estragos en todo el mundo alrededor del mes de marzo de este mismo año, la enfermedad cuenta ya con cifras muy elevadas.

Se han registrado unos 28’9 millones de casos en todo el mundo (sabiendo que ha habido muchos más que no se han registrado) y el número de fallecimientos se acerca ya al millón, pues 922.000 personas han perdido la vida a causa de este virus que, entre todos, llevamos meses intentando detener.

Estas cifras epidemiológicas han permitido que se puedan realizar ya estudios estadísticos más fiables. Y uno de los temas que más interés despierta es la tasa de letalidad. Pues bien, recientemente la OMS la ha situado en el 0’6%. Esto significa que, de cada 1.000 personas que contraen la enfermedad, 6 mueren.

Pero lo que nos interesa en el artículo de hoy no es la mortalidad del virus, sino las secuelas que deja en las personas que sobreviven a él. Es decir, ¿qué pasa con las 994 personas que, de cada mil, superan la enfermedad?

Las secuelas del coronavirus

¿Por qué el coronavirus deja secuelas?

Antes de responder a esta pregunta, es importante entender exactamente qué es el coronavirus y qué pasa en nuestro organismo cuando nos infecta. Y es que el Covid-19 es un virus de la familia de los coronavirus, un grupo vírico en el que se encuentran especies que dan un cuadro clínico similar al de un resfriado, por lo que está especializado en infectar las células de nuestro sistema respiratorio.

El coronavirus penetra en las células de los pulmones, lo que le permite tanto utilizarlas (y de paso, dañarlas) para replicarlas como para camuflarse del sistema inmune. Y en estos dos aspectos radica la razón de existir de las secuelas.

Que infecte las células de los pulmones es lo que genera, en parte, la sintomatología. Y es que los virus utilizan los mecanismos de replicación de nuestras células para hacer copias de su material genético y así dar lugar a más partículas víricas. Por el camino, las células de nuestros pulmones mueren.

Pero lo que de verdad potencia la sintomatología y la probabilidad de secuelas es, por irónico que parezca, nuestro propio sistema inmune. Las células inmunitarias están diseñadas para detectar y neutralizar todas aquellas amenazas que lleguen a nuestro cuerpo. Esto es posible porque para cada patógeno con el que nos hemos topado alguna vez desarrollamos anticuerpos, unas moléculas en las que, de algún modo, está escrita la información sobre qué germen nos está atacando y de qué modo tenemos que actuar.

Gracias a estos anticuerpos, nuestro sistema inmune no actúa del mismo modo cuando tenemos un resfriado que cuando tenemos una meningitis, por ejemplo. El sistema inmunitario pone en una balanza el riesgo de la enfermedad y las consecuencias que puede tener su propia acción. Y es que la inflamación que desarrolla el sistema inmune (aumento de fiebre incluido) también hace daño a nuestro cuerpo.

Si es una enfermedad leve, para el sistema inmune es mejor no actuar demasiado y simplemente contenerla, pues los riesgos de su sobre estimulación serían peores que los de la propia enfermedad. Pero si es una enfermedad grave con un peligro alto, el sistema inmune activará al máximo todos sus sistemas, pues vale la pena correr el riesgo, ya que la infección debe superarse lo más rápido posible.

Pero, ¿qué pasa con el coronavirus? Que, aunque seguramente la infección en sí no sea tan grave (sigue siendo grave), al tratarse de un virus nuevo para la humanidad, nuestro sistema inmune no lo reconoce. Y al ir a ciegas, él tiene que comportarse como si se tratara del patógeno más peligroso del mundo. Si el sistema inmunitario ve que un virus que no reconoce está infectando nuestros pulmones, no se la puede jugar.

Y en consecuencia, activará todos los mecanismos que pueda para superar cuanto antes la enfermedad. De ahí que la fiebre sea alta en la mayoría de casos. Y además de esta fiebre, la famosa inflamación de tejidos y órganos.

La enfermedad, debido a la sobre estimulación del sistema inmune, genera una inflamación en muchos órganos y tejidos de nuestro cuerpo (no solo en los pulmones), pues estas células inmunitarias no saben exactamente qué sucede, por lo que su respuesta es desmedida. Esta inflamación, que suele ser una señal de que las células inmunes están trabajando adecuadamente, es lo que da lugar a una sintomatología grave (problemas para respirar) y también a las secuelas.

Las secuelas del coronavirus

¿Qué secuelas deja el Covid-19?

Ahora que ya hemos entendido por qué la enfermedad por coronavirus deja secuelas, podemos pasar a analizarlas individualmente. Recordemos que una secuela es una condición de salud negativa que permanece después de haber sufrido una enfermedad.

Cada sistema inmune es único y, por lo tanto, cada persona que ha sido infectada por el coronavirus ha respondido de una forma distinta. Algunas han pasado por la enfermedad de forma asintomática, pues su sistema inmunitario ha actuado sin dar señales de su presencia. Otras, por una enfermedad más leve. Y, por último, las que han pasado por un cuadro clínico grave (aquellas cuyo sistema inmune se ha sobre estimulado), es posible que hayan desarrollado distintas secuelas.

Todavía queda mucho por entender acerca del coronavirus, pero por el momento, estas son las secuelas estadísticamente significativas que se han encontrado. Cabe mencionar que, por ahora, no se cree que estas secuelas vayan a ser de carácter crónico, pero habrá que esperar a ver cómo progresan las personas que las presentan. De hecho, los resultados demuestran, de momento, que las secuelas (y su duración) no son tan graves como se temía y que se superan en pocos meses.

Las secuelas del coronavirus

1. Problemas respiratorios

El principal cuadro clínico del coronavirus se da a nivel pulmonar, con el tan característico síntoma de la dificultad para respirar. No es de extrañar, pues, que la secuela más importante sean los problemas respiratorios. Evidentemente, son más leves que los de la enfermedad en sí, pero estas secuelas (más comunes en pacientes que fueron intubados) consisten especialmente en tos, sensación de presión en el pecho, dolor torácico y falta de aliento.

Depende mucho de la persona, pero generalmente estamos hablando de varios meses hasta que se recupera por completo la función pulmonar. Por ello, y teniendo en cuenta que incluso personas jóvenes y sanas pueden ver su capacidad pulmonar reducida en un 60%, hay que tener en cuenta que es normal que no se pueda llevar el mismo ritmo de vida que antes, especialmente en lo que se refiere a deporte. Recordemos, sin embargo, que estas secuelas terminan superándose y que parece ser que solo se desarrollan en aquellas personas que han pasado por la sintomatología más grave de la enfermedad.

2. Miocarditis

Entramos ya en el terreno de lo que resulta menos conocido. Y es que si bien es de lógica que deje secuelas a nivel pulmonar, ya es más extraño que las deje en otros órganos como por ejemplo el corazón. Pero recordemos que en las formas más graves de la enfermedad se da una inflamación generalizada por parte del sistema inmune, afectando a la anatomía y fisiología de otros tejidos y órganos del cuerpo.

En este sentido, muchos médicos ya han alertado de que algunos de sus pacientes sufren problemas cardíacos, derivados generalmente de una miocarditis, es decir, de una inflamación del corazón. Esto suele manifestarse con sensación de presión en el pecho y requiere de medicación para controlar su evolución. De nuevo, estas secuelas parecen ser temporales, no crónicas.

3. Fatiga muscular

Los músculos conforman un tejido que tampoco se salva de las secuelas, siempre que, recordemos, la persona haya pasado por un cuadro clínico grave con inflamación generalizada. Los músculos también sufren las consecuencias de esta inflamación, y los daños musculares derivan en sensación de fatiga, debilidad y cansancio físico constantes. La persona se siente exhausta al realizar el mínimo esfuerzo físico.

4. Daño renal

Los riñones tampoco se salvan de las consecuencias de un cuadro clínico grave. Estos órganos, esenciales para purificar la sangre y mantenernos saludables, pueden inflamarse y dar lugar a complicaciones potencialmente graves. De hecho, se ha observado que algunos pacientes desarrollan una insuficiencia renal crónica, lo que requiere de tratamiento inmediato.

5. Problemas de memoria

El coronavirus también afecta a la capacidad cognitiva de las personas que desarrollan la enfermedad. En este sentido, una de las secuelas que se ha observado son los problemas de memoria, que vienen acompañados de pesadez mental y que suelen manifestarse con problemas para organizar tareas diarias, recordar qué teníamos qué hacer, dificultades para mantener una conversación…

6. Taquicardia

Derivado de los problemas cardíacos, se ha observado que una de las secuelas más comunes en pacientes que han superado un cuadro clínico grave es la taquicardia, es decir, un aumento en el ritmo de latidos del corazón. Y aunque parece ser que no son casos graves, es importante iniciar un tratamiento para resolverlo, pues aumenta el riesgo de padecer problemas de salud graves, incluido el infarto o la insuficiencia cardíaca.

7. Fatiga intelectual

Como venimos diciendo, una de las secuelas más importantes es la que se da a nivel cognitivo. En este sentido, los pacientes (incluidos aquellos que no han tenido un cuadro demasiado grave) pueden presentar fatiga intelectual, es decir, la sensación de siempre tener una especie de niebla en la mente. Esto, que suele resolverse en unas semanas, hace que la persona tenga problemas para concentrarse y realizar tareas que antes hacía sin ningún problema.

8. Dolor en las articulaciones

Debido a la sobre estimulación del sistema inmune, las articulaciones también se inflaman. Y es que una secuela común es la conocida como artralgia, una condición clínica que se manifiesta con dolor en distintas articulaciones del cuerpo, el cual se sufre ya que estas están inflamadas.

9. Pérdida de audición

Quizás una de las secuelas menos conocidas, pero no por ello menos relevantes. Y es que las investigaciones indican que, debido al modo al que el coronavirus afecta a la circulación sanguínea, las estructuras del oído interno no funcionan adecuadamente, lo que conduce a una pérdida de audición. Estos problemas para escuchar suelen aparecer de forma repentina después de superar la enfermedad con una gravedad variable (se han notificado casos de una pérdida casi total), aunque tienden a manifestarse con la presencia de zumbidos más que con problemas para oír.

10. Trastornos psicológicos

Los problemas a nivel psicológico son, seguramente, las secuelas más comunes y a la vez dañinas. Y es que el temor por pasar la enfermedad, especialmente si la persona ha estado ingresada y su vida ha corrido peligro, tiene un impacto enorme a nivel emocional. En este sentido, las alteraciones del estado de ánimo (que se estimulan por la fatiga muscular e intelectual), el insomnio, la ansiedad e incluso la depresión son secuelas a tener en cuenta y que deben ser tratadas y abordadas con la misma necesidad que las físicas.

11. Problemas neurológicos

El cerebro no se libra de las consecuencias de la inflamación generalizada de tejidos y órganos. Y es que, especialmente en personas mayores que han superado un cuadro clínico grave, el daño cerebral sufrido puede acelerar el deterioro cognitivo. Estas afectaciones a nivel neurológico están muy ligadas tanto a la fatiga intelectual como a los problemas de memoria.

12. Problemas circulatorios Como hemos comentado en el aspecto de la pérdida de audición, una de las principales secuelas son los problemas circulatorios, es decir, las afectaciones en el flujo sanguíneo. Al parecer, los vasos sanguíneos también se inflaman, lo que lleva a una alteración en la presión sanguínea y en la capacidad de coagulación de la sangre, aumentando así el riesgo de padecer trombosis. Por lo tanto, se debe dar tratamiento para restablecer esta presión.

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