Las estaciones. Las estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, son los cuatro períodos regulares en que cada año se divide, de acuerdo a las condiciones climáticas concretas y recurrentes que se manifiestan en la atmósfera. Cada una tiene una duración aproximada de tres meses, y en total conforman un sistema cíclico de condiciones meteorológicas y climáticas, que se da de manera continua.
Las estaciones son un fenómeno planetario, consecuencia de los movimientos de traslación e inclinación del planeta en su órbita alrededor del Sol, y aunque se dan en los dos hemisferios terrestres, lo hacen siempre de manera invertida, es decir, cuando en el norte es verano, en el sur es invierno y viceversa. Para distinguirlas, normalmente se habla de estaciones boreales (del hemisferio norte) y estaciones australes (del hemisferio sur).
Además, las estaciones se manifiestan de modos muy diferentes dependiendo de la franja climática. Por ejemplo, las regiones más próximas al ecuador no presentan estaciones definidas, sino épocas de lluvia y de sequía con leves variaciones de temperatura, mientras que en la zona templada las estaciones son marcadas y con diferencias sustanciales en materia climática y meteorológica. Incluso así, el modo exacto en que cada estación se manifiesta depende de la geografía del lugar.
Desde un punto de vista general, las cuatro estaciones se pueden entender de la siguiente manera:
Las distintas culturas comprendieron desde tiempos antiguos las estaciones como un ciclo eterno, al cual asociaron sus relatos funcionales y sus ciclos cosmológicos. El alargamiento de las noches y la debilidad del Sol durante los meses de invierno, por ejemplo, se asociaba a la muerte y el fin de los tiempos, lo cual convertía la primavera en una época de renacimiento y celebración, de victoria de la vida por encima de la muerte.
Este tipo de asociaciones y metáforas se hallan presentes en numerosas tradiciones mitológicas e incluso en la simbología de la mayoría de las doctrinas religiosas.
Características de las estaciones
Las estaciones del año se caracterizan por lo siguiente:
¿Por qué existen las estaciones?
La inclinación del eje terrestre permite el cambio de estaciones.
Las estaciones se deben a la combinación de:
Esto quiere decir que en los extremos de su órbita, la incidencia de los rayos solares varía, llegando de manera directa y frontal a un hemisferio (donde se experimentará el verano) y de manera indirecta y oblicua al otro (donde se experimentará el invierno). De este modo, el ángulo en que la luz solar impacta sobre el planeta varía a lo largo del año, lo que crea días más largos o más breves, dependiendo del hemisferio.
Solsticios
Llamamos solsticio a los dos puntos del recorrido del Sol a lo largo del año en los que coincide al mediodía con los dos trópicos del planeta: Cáncer y Capricornio, alcanzando así su mayor declinación respecto al ecuador terrestre. Dicho en otras palabras, los solsticios ocurren cuando el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, alejándose del ecuador terrestre en +23° 27’ (Norte) o en -23° 27’ (Sur).
Los solsticios ocurren dos veces al año: solsticio de verano y solsticio de invierno, marcando así el inicio de dichas estaciones, las más cálidas o las más frías, respectivamente, de acuerdo al hemisferio en que uno se encuentre. Así, hacia finales de junio se produce el solsticio de verano en el hemisferio norte y de invierno en el sur, y viceversa hacia finales de diciembre. Este fenómeno está vinculado al movimiento de inclinación del planeta.
El término solsticio proviene del latín sol sistere (“sol quieto”), debido a que en esos días se producen los días de mayor (verano) y menor (invierno) duración del año. Por ello las distintas culturas antiguas de la humanidad les prestaron a ambos días especial atención, considerándolos puntos máximos o de plenitud de calor o de frío, y por lo tanto asociándolos con el imperio del sol y el punto de máximo esplendor, vitalidad y luminosidad del año (verano) y el de menos luz, menos fertilidad, más frío y por ende mayor presencia del mundo espiritual, como se suele considerar al mundo nocturno. De hecho, la tradición más popular del solsticio de invierno es la navidad.
Muchas culturas consideraban los equinoccios como fechas de cambio de un plano a otro.
Mientras los solsticios son los puntos de mayor alejamiento del Sol del ecuador, produciendo los puntos máximos de las respectivas estaciones del verano e invierno, los equinoccios vienen a ser todo lo contrario: los días en que el plano del Sol coincide lo más posible con el ecuador del planeta, generando así días y noches de la misma duración aproximada. Los equinoccios son dos también a lo largo del año, en marzo (verano) y septiembre (otoño) respectivamente, en el hemisferio norte (se invierten en el sur).
Muchas culturas tradicionales humanas consideraban los equinoccios como fechas de cambio de un plano a otro, épocas de transición en las que se daba la bienvenida a la vida (primavera, con el reverdecer) o a la muerte (otoño, con la caída de las hojas).
Equinoccios
Se llama equinoccio a cualquiera de los dos momentos de un año en que el Sol se ubica sobre el plano ecuatorial de la Tierra, alcanzando según el punto de vista de un observador ubicado en el ecuador terrestre, su punto máximo o cénit (a 90° con respecto al suelo).
Esto ocurre dos veces al año, a final de los meses de marzo y de septiembre, dependiendo de si se trata del equinoccio de primavera o del de otoño, respectivamente, y sirve para marcar formalmente el inicio de dichas estaciones en cada hemisferio terrestre: en marzo es primavera en el Norte y otoño en el Sur, y en septiembre viceversa.
El término equinoccio proviene del latín aequus nocte (“noche igual”), que alude al hecho de que ese día la noche y el día tienen aproximadamente la misma duración en todo el mundo, dado que el paralelo de inclinación del Sol coincide con el ecuador a la mitad del planeta.
Los equinoccios se emplean además como punto de referencia en astronomía, y en numerosas culturas humanas posee una significación importante en la tradición religiosa o cosmológica, dado que marcaba el renacimiento de la vida luego del invierno (la primavera), y por lo tanto una época de celebración y ritos de fertilidad para iniciar la cosecha; pero también del inicio del decaimiento, el enfriamiento y la muerte (otoño), y por lo tanto una época de retraimiento, intimidad y reflexión.
Los solsticios son el grado opuesto y complementario de los equinoccios.
Si el equinoccio es el punto en que el plano del Sol coincide con el ecuador terrestre, haciendo que el día y la noche tengan la misma longitud y marcando el tránsito de la época caliente a la fría o viceversa (dependiendo del hemisferio), los solsticios en cambio están determinados por el posicionamiento del Sol sobre las líneas imaginarias de los trópicos terrestres (Cáncer y Capricornio, según las constelaciones ubicadas en ellos) y produciendo así los puntos más extremos de clima y temperatura en el planeta: el invierno y el verano.
Los solsticios son, así, el grado opuesto y complementario de los equinoccios, en los que el Sol transita en cambio las constelaciones de Aries y Libra. Los solsticios suelen ocurrir a finales de los meses de junio (solsticio de verano) y de diciembre (solsticio de invierno) en el hemisferio Norte, y viceversa en el hemisferio Sur.
Los solsticios y equinoccios son puntos clave del recorrido orbital de la Tierra alrededor del Sol.
Se llama solsticio (del latín sol statum) y equinoccio (del latín aequal nox) a los cuatro puntos clave del recorrido orbital de la Tierra alrededor del Sol, los cuales se dan siempre en la misma fecha y que marcan el tránsito entre una estación y la otra. Existen dos solsticios y dos equinoccios, que son:
Tanto solsticios como equinoccios han sido, en diversas culturas, considerados momentos de cambio cósmico, es decir, de cierre o inicio de ciclos, lo cual tenía alguna incidencia sobre la vida humana: auge o caída de gobiernos y reinados, inicio de guerras o revoluciones, etcétera.
Estaciones del año en el hemisferio norte
Las estaciones boreales, es decir, las estaciones del hemisferio norte, se dan de acuerdo al siguiente calendario:
Estaciones del año en el hemisferio sur
Las estaciones australes, es decir, las estaciones del hemisferio sur, se dan de acuerdo al siguiente calendario:
La rotación de la Tierra
La rotación de la Tierra es elmovimiento que realiza el planeta al girar sobre su propio eje, es decir, sobre sí mismo. Este eje consiste en una línea imaginaria que atraviesa los polos geográficos y que tiene una inclinación de 24° respecto a la órbita de la Tierra.
El movimiento de rotación terrestre tarda 24 horas en hacer el giro completo, a una velocidad de 1.700 kilómetros por hora si se mide en el ecuador. Nosotros no sentimos el movimiento porque se realiza de manera constante y porque nos movemos a la misma velocidad con la Tierra, es decir, formamos parte del mismo sistema de movimiento terrestre. Si la velocidad del movimiento no fuera constante, la sentiríamos debido a la inercia.
Consecuencias del movimiento de rotación
El movimiento de rotación constante es responsable de achatar el eje de la Tierra.
El movimiento de rotación de la Tierra genera consecuencias a nivel geográfico, climático, terrestre y físico. Las principales son:
Velocidad de rotación de la Tierra
La velocidad de la rotación terrestre varía dependiendo de la zona del planeta donde se la calcule. Desde el ecuador, es decir, la línea imaginaria que marca la circunferencia máxima de la Tierra, el recorrido es de 1.700 km por hora.
A medida que se aleja del ecuador hacia los polos, la velocidad es menor. Por ejemplo, en el punto ubicado a 45° latitud norte, la velocidad de rotación es de 1.000 km por hora. Sobre los polos, por donde pasa el eje imaginario, la velocidad es nula o de 0 km por hora.
Traslación de la Tierra
Nuestro planeta tarda 365 días y 6 horas en completar ese trayecto de traslación.
El movimiento de traslación se da entre dos cuerpos celestes cuando el primero da una vuelta sobre su órbita alrededor del segundo. En el caso de la Tierra consiste endar la vuelta alrededor del Sol. Nuestro planeta tarda 365 días y 6 horas en completar ese trayecto de traslación.
Cuando el movimiento de traslación de la Tierra interactúa con el movimiento de rotación, se producen fenómenos como la sucesión de las estaciones del año, y la duración del día y de la noche.
Traslación de la Tierra
El movimiento de traslación alcanza un recorrido de 930 millones de kilómetros.
La traslación de la Tierra es uno de los movimientos que realiza el planeta y consiste en dar la vuelta alrededor del Sol. Tarda 365 días y 6 horas en completar el trayecto. Cada cuatro años, esas horas se suman y dan un total de 24 horas. Esa la razón por la que, cada cuatro años, contamos con un año bisiesto en nuestro calendario, en el que el mes de febrero tiene un día más.
El movimiento de traslación ocurre en la órbita terrestre y alcanza un recorrido de 930 millones de kilómetros. Si bien la distancia promedio entre la Tierra y el Sol es de 150 millones de kilómetros, la órbita en forma de elipse u óvalo genera que, en algunos tramos, la Tierra se encuentre más cerca del Sol y en otros, más alejada. Esas distancias provocan diferencias climáticas sobre el planeta que dan origen a las estaciones del año.
Consecuencias del movimiento de traslación
Las variaciones de la Tierra con respecto a su distancia al Sol producen las estaciones.
Las dos consecuencias principales del movimiento de traslación de la Tierra son:
En las regiones del ecuador el clima es tropical durante todo el año porque los rayos del Sol se proyectan de manera directa, sin demasiadas alteraciones. Solo se producen dos estaciones que se diferencian por la intensidad de las lluvias: la estación seca y la estación lluviosa.
Velocidad de traslación de la Tierra
Debido a que la Tierra se mueve sobre su órbita que es elíptica, la velocidad del movimiento de traslación no es constante, tiene una leve variación. Se estima que la velocidad de traslación aproximada es de 107.000 kilómetros por hora. Nosotros no la sentimos debido a la fuerza de gravedad de la Tierra, que atrae como un imán a todo lo que está sobre la superficie terrestre.
Rotación de la Tierra
El eje de la Tierra tiene un ángulo de inclinación de 24° respecto a órbita terrestre.
El movimiento de rotación se da cuando un cuerpo, como el planeta Tierra, gira sobre su propio eje, que permanece fijo. Por otra parte, el movimiento de traslación es el movimiento que hace un cuerpo celeste al girar sobre su órbita alrededor del Sol.
El eje de la Tierra es una línea imaginaria que no está recta, sino que tiene un ángulo de inclinación de 24° respecto de la órbita terrestre. Esa inclinación provoca que los rayos del Sol impacten con diferente intensidad en el hemisferio norte respecto del hemisferio sur.
Los puntos cardinales
Se llama puntos cardinales a los cuatro sentidos o direcciones que, en un sistema de referencia cartesiano, permiten la orientación espacial en un mapa o en cualquier región de la superficie terrestre.
Los puntos cardinales son Este (E), Oeste (O), Norte (N) y Sur (S). Se entiende por Este la región aproximada del planeta por la que sale el Sol cada día; por Oeste el punto contrario, por donde el Sol se oculta cada día; por Norte la parte superior del eje del planeta tierra y por Sur la parte inferior del mismo eje sobre el que rota.
Esto da como resultado dos ejes: Este-Oeste y Norte-Sur, entre los que se hallan también puntos intermedios: Noroeste (NO), Noreste (NE), Suroeste (SO) y Sureste (SE), conocidos como puntos cardinales secundarios. De esta operación geométrica se deriva la “Rosa de los vientos”, empleada junto con una brújula para la navegación desde tiempos antiguos.
Los nombres de los cuatro puntos son de origen germano: Nordri (Norte), Sudri (Sur), Austri (Este) y Vestri (Oeste), de la mitología germánica. Estos términos se universalizaron e incorporaron a otras lenguas de modo relativamente reciente, pues antes se llamaban en español: Septentrión o Boreal (Norte), Meridión o Austral (Sur), Oriente, Levante o Naciente (Este) y Occidente o Poniente (Oeste).
Por su parte, el término puntos cardinales proviene del término latino cardus, que era el nombre que daban los romanos a los ejes de orientación, generalmente Norte-Sur, con que construían sus campamentos militares y sus ciudades. De allí la expresión de ser “cardinal” cuando se trata de algo central o muy importante. En las distintas tradiciones Occidentales, los cuatros puntos cardinales se incorporaron a determinadas imaginaciones y concepciones de la naturaleza, que los asociaban a los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y viento), las cuatro estaciones (verano, primavera, otoño, invierno), los cuatro humores (sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema), etc.
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