La palabra es la unidad mínima gramatical dotada de significado propio. En la cadena hablada, se separa de las demás mediante pausas, y en la escritura mediante espacios en blanco.
Su estudio responde a perspectivas muy diferentes, que van desde su significado hasta su composición a partir de piezas más pequeñas (llamadas morfemas), y su posterior combinación en secuencias lineales (llamadas sintagmas), que a su vez componen unidades más grandes (las frases u oraciones). Así que la palabra es el punto de partida del análisis del lenguaje verbal.
El término palabra proviene del latín parabŏla y comparte su punto de origen, justamente, con la parábola, que es la voz griega parabolê: la acción de lanzar algo al lado de otra cosa para compararlas (pára-, “al lado”; ballo, “lanzar”). A lo largo de la historia, este término sufrió una inversión de sus sonidos r y l (cosa apreciable en el término italiano parola o en francés parole) en el latín vulgar, hasta terminar convertida en «palabra» en español.
Obviamente, todos los idiomas manejan sus propias palabras, formadas de manera distinta y que operan según una lógica propia. Esto se debe a que cada idioma posee una historia gramatical diferente, vinculada directamente con la historia de sus hablantes.
Historia de la palabra
La Etimología es el estudio de la historia de las palabras, de su origen y de cómo su forma y significado han ido cambiando con el paso del tiempo. En el caso de las lenguas que tienen una larga historia escrita, los etimólogos utilizan textos para comprender cómo fueron usadas las palabras en periodos anteriores y cuándo entraron a formar parte de una lengua dada. Los etimólogos utilizan también la Lingüística comparativa para reconstruir la información sobre una lengua cuando no se tiene acceso directo a dicha información.
¿De dónde vienen las palabras nuevas?
Hay tres mecanismos para que una palabra entre a formar parte de una lengua: préstamos, formación de palabras y onomatopeyas
Préstamos
El préstamo aparece cuando se toma una palabra de otra lengua. A dichas palabras se las conoce como préstamos lingüísticos. Es un fenómeno muy común: más de la mitad de todas las palabras inglesas existentes han sido tomadas del francés y del latín. Así como los préstamos lingüísticos del chino son una parte importante del japonés, coreano o vietnamita
Los préstamos lingüísticos normalmente se adaptan a la fonología y ortografía de la lengua receptora. Las palabras inglesas en japonés son prácticamente irreconocibles. Por ejemplo, バレーボール (borēboru) viene del inglés y significa «volleyball», pero la v y la l han sido reemplazadas por la b y la r porque aquellos sonidos no existen en japonés. También se ha añadido una vocal al final porque las palabras en japonés no pueden terminar en una consonante que no sea la n. Estos cambios no fueron deliberados: borēboru es lo que ocurre cuando un japonés pronuncia volleyball de acuerdo con las reglas de pronunciación de su lengua.
Un préstamo lingüístico puede tener un significado diferente del de su lengua original: la palabra rusa портфель portfel′ (“maleta”) viene del francés portefeuille, que significa monedero. Los seudoanglicismos abundan en muchas lenguas: Handy significa teléfono móvil en alemán, lo cual está solo indirectamente relacionado con el significado de “handy” (práctico) en inglés.
La palabra se puede volver a prestar de la lengua receptora: esto significa que una palabra puede ir y venir entre las lenguas. Por ejemplo, la palabra francesa cinema fue tomada de la palabra griega κίνημα kínima que significa movimiento. Más tarde el griego la volvió a prestar del francés y deletreó como σινεμά cinema.
Formación de palabras
Las lenguas tienen muchas formas de crear palabras nuevas. Una de ellas es la derivación, o sea la creación de una palabra nueva basándose en otra que ya existe. Otros tipos incluyen palabras compuestas, formadas a partir de la unión de dos palabras.
Otros mecanismos incluyen los acrónimos (“Renfe” viene de “red nacional de ferrocarriles españoles”)), las abreviaturas (“zoo” viene de “zoológico”) y las contracciones (“al” = “a” + “el”)
Onomatopeyas
Palabras como «tictac» son ejemplos de onomatopeyas
¿Cómo evolucionan las palabras?
Todo evoluciona en una lengua: pronunciación, gramática y palabras. Aparecen nuevas palabras, otras desaparecen y las que continúan existiendo cambian.
Es relativamente fácil conocer la historia de las palabras cuando existen documentos escritos, pero cuando este no es el caso, los métodos comparativos ayudan a los lingüistas a reconstruir lenguas antiguas comparándolas con sus descendientes. Una de las principales características de la evolución de una lengua es el cambio en los sonidos: los cambios en la pronunciación no afectan a palabras concretas sino a la lengua en su conjunto. Por ejemplo, el ancestro de las lenguas eslavas modernas tenía el sonido G. Este se mantuvo en la mayoría de las lenguas, pero en algunas, como el checo y el eslovaco, cambió gradualmente a H: la palabra «montaña» en ruso y esloveno es gora pero en checo y eslovaco es hora. Los cambios en los sonidos no son siempre tan fáciles porque a veces los sonidos se modifican solo en ciertos contextos (al final de una palabra, antes de una vocal, etc.), pero este es el principio general que usan los lingüistas para comparar las lenguas y reconstruir sus ancestros.
Miles de años de evolución pueden cambiar tanto las palabras que estas se vuelven irreconocibles: el Proto-Indo-European *ḱm̥tóm (el símbolo * es usado por los lingüistas para indicar que una palabra ha sido reconstruida y nunca ha sido hallada en un texto), que significa «cien», se ha convertido en palabras tan diferentes como šimtas en lituano, sto en las lenguas eslavas, cent en francés, صد sad en persa y εκατό ekató en griego.
La reconstrucción de las palabras se dificulta debido a los préstamos y al hecho de que el significado de aquellas cambia: «diezmar» ahora significa «destruir casi completamente» pero en su origen significaba «matar a uno de diez», y la palabra francesa travail viene del latín tripalium (un instrumento de tortura).
Según la lingüística tradicional, todas las palabras que existen poseen un significado (un sentido abstracto y mental que hace referencia a algún aspecto de la realidad) y un significante (una forma oral y/o escrita que le corresponde y que la distingue de las demás palabras del idioma).
Por ejemplo, el término «árbol» tiene un significado que todos los seres humanos hemos experimentado de un modo u otro (el de esos seres inmóviles, altos y antiguos, que tienen ramas, hojas, y dan frutos), pero un significante exclusivamente hispano (“árbol”, que en otros idiomas será “tree”, “baum”, “albero” o “arbre”).
Tipos de palabras
Las palabras se pueden clasificar de muchas y muy variadas maneras, tantas que resulta difícil listarlas todas. Por ejemplo, se puede distinguir entre buenas y malas palabras (o sea, las que son apropiadas para ocasiones formales y las que no), entre palabras compuestas y simples (dependiendo de si son producto de fusión de otras palabras o no), o en español entre:
- Palabras graves
- Palabras agudas
- Palabras esdrújulas
De acuerdo a la ubicación de su sílaba tónica.
Sin embargo, la clasificación más importante quizá sea la que distingue entre sus categorías gramaticales, o sea, en base a su función dentro de la lógica de la lengua. Así, tenemos:
- Sustantivos. Son las palabras que nombran objetos de la realidad (concreta o abstracta), o sea, las cosas que tienen sustancia. Su función dentro de la lengua es hacer las veces de etiquetas. Por ejemplo: perro, planeta, edificio, subsuelo, José, América, París, Luxemburgo.
- Verbos. Son las palabras que nombran acciones, y cuya forma se suele adaptar (dependiendo del idioma) al modo específico en que la acción se llevó a cabo (conjugación). En español, los verbos presentan para ello un tiempo verbal, un modo verbal y una persona verbal. Son ejemplos de verbo: correr, dormir, nació, vendrán, dijimos, amar, viviré.
- Adjetivos. Son las palabras que sirven para añadirle significados a un sustantivo o a un pronombre, aportando su propio sentido a lo dicho. Son uno de los tipos de modificadores que existen, ya que se usan para justamente modificar el sentido propio de los sustantivos. Por ejemplo: feo, bonita, grande, poco, estrafalario, graduado, amarillo, abundante.
- Adverbios. Son las palabras que sirven para añadirle significados a los verbos, o a los propios adjetivos, o incluso a otros adverbios. Son los más versátiles de los modificadores de la lengua. Por ejemplo: muy, tan, rápidamente, especialmente, cómo, dónde, ayer, aquí, bastante.
- Artículos. Son las palabras que sirven para especificar dos aspectos específicos de un sustantivo o de un pronombre, que son el número y el género. En algunos idiomas, como el inglés, existe un único artículo para todo (the), mientras que en español existen dos: masculino (el) y femenino (la), y en alemán hay tres distintos: masculino (der), femenino (die) y neutro (das).
- Pronombres. Son las palabras que sirven para sustituir sustantivos (o a veces fragmentos enteros de una oración), de modo de hacer la lengua más ágil y menos repetitiva. En principio, son palabras sin un significado fijo, sino que lo adquieren de acuerdo al contexto en que estén siendo usadas, expresando así un cierto tipo de relación. Por ejemplo: tú, yo, lo, ello, ella, nosotros, te, ti, su, mi.
- Proposiciones. Son las palabras que sirven para indicar relaciones entre las demás palabras, sean del tipo que sean, para ganar mayores niveles de precisión respecto de lo que se dice. Su significado es siempre gramatical, o sea, propio de lo que la lengua es capaz de expresar, y pueden indicar relaciones espaciales, materiales, de pertenencia y un inmenso etcétera. Por ejemplo: de, para, sobre, por, en, con, desde, hacia, bajo, entre.
- Conjunciones. Son las palabras que permiten unir otras palabras o términos de una oración (o incluso oraciones entre sí) para formar cadenas de sentido. Carecen de un significado por fuera de la lengua, es decir, tienen sentido sólo como piezas de utilería del idioma. Por ejemplo: y, pero, sin embargo, no obstante, además, o, aunque.
- Interjecciones. Son palabras de sentido y forma fija en el idioma, que se emplean con fines pragmáticos, o sea, para expresar información por fuera de lo dicho, usualmente de tipo emocional o subjetiva. Muchas provienen de proverbios o palabras del pasado, que sobreviven sólo a medias y han perdido su sentido original. Son ejemplo de ello: ay, eh, zas, hola, adiós, ojalá, vaya.
Formación de las palabras
Las palabras se forman a través de varios procesos distintos, ya que no todas tienen un mismo origen. Dichos procesos son los siguientes:
Composición. La composición es un proceso de “fabricación” de palabras a partir de la unión o juntura de dos raíces de palabras (raíces léxicas) dotadas de significado propio cada una. En algunas lenguas, como el alemán, este proceso es más complejo y produce términos largos y complicados a partir de muchas palabras distintas, mientras que en español suele abarcar dos (en algunos casos tres) términos diferentes en una misma y nueva palabra.
Por ejemplo:
- Dos sustantivos diferentes: coliflor, bocacalle, motochorro.
- Dos verbos diferentes: toma y dame, duermevela, subibaja.
- Dos adjetivos diferentes: sordomudo, agridulce, altibajo.
- Un verbo y un sustantivo: sacacorchos, abrelatas, aguafiestas.
- Un sustantivo y un adjetivo: aguamarina, pelirrojo, boquiabierto.
- Un adjetivo y un sustantivo: medianoche, salvoconducto, bajorrelieve.
- Un adverbio y un adjetivo: malpensado, biempensante, bienvenido.
- Un pronombre y un verbo: quehaceres, cualquiera, quienquiera.
Derivación. La derivación es otro proceso distinto a través del cual se obtienen palabras nuevas, que consiste en añadir partículas derivativas (afijos) a la raíz de una palabra, para obtener así términos nuevos con un sentido similar al original. Dependiendo del tipo de partícula empleada, podemos hablar de prefijos, sufijos, infijos o flexivos:
- Prefijación. Consiste en añadir una partícula antes de otra palabra, para modificar su sentido original. En estos casos, sin embargo, se trata de un proceso casi de composición, ya que los prefijos en español tienen todos unos sentidos propios (ya que en su mayoría son herencias de lenguas antiguas). Por ejemplo: invisible (prefijo in, palabra visible), submarino (prefijo sub, palabra marino).
- Sufijación. La principal fuente de palabras derivadas del idioma es la sufijación, que consiste en añadir una partícula al final de la raíz léxica. Así, de una misma raíz se pueden derivar palabras muy diferentes entre sí, tal y como en el siguiente ejemplo: de la raíz flor se puede derivar florería (añadiendo el sufijo –ería), florero (añadiendo el sufijo –ero), floración (añadiendo el infijo –a– y el sufijo –ción), floresta (añadiendo el sufijo –esta) o floritura (añadiendo el infijo –it– y el sufijo –ura).
- Flexión. La flexión es un caso de derivación gramatical sumamente común, ya que es lo que ocurre cuando conjugamos un verbo: añadimos a la raíz una terminación que no cambia su sentido léxico (el que aparece en el diccionario), sino únicamente su sentido gramatical. Por ejemplo, a la raíz léxica camin- se le puede añadir diversos sufijos flexivos, como -ar (caminar), –o (camino), –as (caminas), –emos (caminemos), –abas (caminabas), adaptando la raíz a distintos casos gramaticales, sin alterar su significado de base.
Parasíntesis. Se llama parasíntesis al caso en el que ocurren, al mismo tiempo, procesos de composición y de derivación de distinta naturaleza, para obtener así una palabra nueva mediante diversos procesos simultáneos. Tal es el caso, por ejemplo, de paraguazo, fruto de la composición de para y aguas, a la vez que de la derivación con el sufijo –azo. Otros casos son anaranjado, quinceañera o enrojecido.
Gramaticalización. A diferencia de los demás es un proceso que se da de manera diacrónica, o sea, a lo largo del tiempo. Consiste en el cambio de significado de una palabra presente en la lengua, debido a la pérdida de su referente real (lo cual comúnmente significaría que la palabra se deje de usar) y su sustitución por un sentido meramente gramatical, o sea, funcional a la lengua.
Un claro ejemplo de ello es el uso moderno del verbo haber, cuyo sentido original de “tener” o “poseer” se perdió en el tiempo y fue reemplazado con el uso de haber como verbo auxiliar de los tiempos compuestos: “haber tenido”, “haber venido”, “habrás dicho”, “habrán querido”, etc.
Familias de palabras
Cuando hablamos de familias de palabras o familia léxica, nos referimos a un conjunto de palabras que comparten una misma raíz de significado léxico, o sea, que son fruto de procesos derivativos y/o flexivos a partir de una misma raíz. De este modo, a las palabras “ancestrales” son llamadas palabras primitivas, y a sus descendientes, palabras derivadas.
Un ejemplo de familia léxica es la proveniente de la raíz mar: marea, marítimo, marinero, mareado, marejada, marear, marinar, submarino, etc. Como podemos ver, las familias léxicas comparten un mismo significado raíz, aunque lo expresen de maneras totalmente distintas, pues se trata de palabras diferentes entre sí.
Palabra de Dios
Se habla de la “palabra de Dios” con un sentido fijo y exclusivo, que es el de referirse a las sagradas escrituras de alguna religión monoteísta, especialmente las cristianas, predominantes en Occidente. La Biblia, en ese sentido, constituye para los fieles la trascripción de la palabra de Dios, es decir, que para ellos lo contenido en dichos libros no es fruto de la inventiva humana, sino un dictado del ser supremo a sus profetas antiguos.
¿Qué es el léxico?
Se entiende por léxico al conjunto de palabras conocidas de un idioma, es decir, su vocabulario, lo que recogen los diccionarios de dicha lengua. Es un conjunto de palabras y de significados asociados, que sin embargo funciona en diferentes niveles:
- El de la lengua formal. Los decir, los significados ampliamente utilizados y aceptados por las instituciones de la lengua y por la mayoría de sus hablantes;
- El de la lengua informal. Ya que cada comunidad adapta la lengua a sus necesidades e imaginario, generando así un léxico comunitario, local o geográficamente determinado.
Así, el idioma contempla un léxico general, mientras las comunidades crean uno específico, de uso puntual. Es algo semejante a lo que ocurre con el lenguaje técnico o especializado: palabras de uso específico, circunscrito a determinados grupos de saber, como ocurre con la terminología científica, médica, etc.
Esa es la razón por la cual no todo se llama igual en países que manejan el mismo idioma, como los latinoamericanos, sino que hay diferencias puntuales que deben ser aprendidas; pero el funcionamiento esencial de la lengua, así como los significados más básicos y abundantes, permanecen inmutables.
Dentro del léxico también suelen hallarse préstamos de otras lenguas, neologismos o palabras inventadas para cubrir una nueva necesidad expresiva, de modo que lejos de ser un conjunto estable y universal de palabras, se trata de un sistema vivo y en perpetua modificación.
Léxico y semántica
La semántica es la ciencia que estudia los significados de la lengua: el modo en que se componen, sus mecanismos y procedimientos, etcétera. Además, en una lengua específica, las palabras que componen el léxico se ordenan de acuerdo a sus significados compartidos, a las asociaciones que a partir de ellos surgen, en estructuras mentales llamadas campos léxico-semánticos.
Estos campos equivalen a un ordenamiento “por tema” de las palabras, pero también por semejanza fonética y gramatical. Por ejemplo: en el campo léxico-semántico de la palabra “mascota” figurarán a su alrededor, como una nube de significados, otros términos asociables como “perro”, “gato”, “conejo”, “animal de compañía”, pero también otros de asociación menos inmediata como “hogar”, “infancia”, “familia” y, posiblemente, otras palabras que suenan parecido como “mascotín” o a palabras derivadas de “mascot–” aunque signifiquen cosas totalmente diferentes.
Tipos de léxico
La lingüística distingue entre varios tipos de léxico:
- Léxico activo. Llamado también léxico productivo, está constituido por las palabras más comúnmente empleadas y de mayor uso en la lengua, ya que su significado es conocido por todos sus hablantes y no requiere de aprendizajes o entrenamientos especiales.
- Léxico pasivo. Se le llama también vocabulario receptivo, pues abarca el conjunto de palabras que no son de utilización común y cotidiana, pero cuya comprensión es relativamente simple, es decir, no requieren de un aprendizaje especializado para comprenderse.
- Jerga. Se trata de un léxico especializado al cual no se tiene acceso si no se pertenece a la comunidad que lo ideó y utiliza. Es lo que ocurre por ejemplo con la jerga científica, con la jerga carcelaria o delincuencial, o con la jerga típica de una región de un país determinado.