La literatura didáctica

La literatura didáctica. – La literatura didáctica (del griego didaskien, “enseña”) trata de expresar o mostrar un conocimiento relegando la forma estética a un papel secundario. Se basa más en la búsqueda de la belleza; en la expresión inteligente de las ideas –de forma rigurosa, clara y ordenada- que de la imaginación.

Durante el romanticismo y el modernismo algunos autores han mantenido que esté género no debía ser considerado como una forma pura de expresión literaria, ya que no perseguía expresar la belleza por medio de la palabra. No obstante, en siglos anteriores era impensable la concepción de una obra literaria, sino que su texto no aportase una enseñanza útil para el conocimiento de las doctrines o la exposición de los saberes de la época.

La forma tradicional de dividir la literatura didáctica en género comprende:

  • Dialogo didáctico
  • El ensayo
  • La epístola
  • La fabula

Diálogo didáctico. – Es un subgénero literario que se base en el intercambio de opiniones entre dos o más personas, en el que una de ellas plantea una tesis u opinión y replica las posibles objeciones que surgen entre las personas restantes. Este tipo de diálogos puede estar escrito en prosa o en verso y no debe confundirse con los ensayos en forma dialogada ni con los teatrales.

Entre los griegos, la forma dialogal tuvo la importancia de un método de controversia filosófica utilizado como recurso dialéctico para encontrar la verdad. Sócrates utilizó esta forma como vehículo para exponer sus enseñanzas, pero no dejo ningún texto escrito. Es, pues, a sus seguidores a loa que se pueden considerar como iniciadores del género, en especial a Platón.

Durante la edad media, en Castilla se emplearon las disputas y los debates como forma de expresión literaria. Ejemplos, de ello son la Disputa de Elena y María, que trata sobre quien dispone de condiciones más favorables para el amor; un clérigo o un caballero; la Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, en el que cada una de las bebidas glorifican sus excelencias, y la Disputa del alma y el cuerpo. También en España el marqués de Santillana utilizo esta fórmula en su obra Dialogo de Bias contra Fortuna, donde se mantiene que sólo la razón y el ánimo pueden oponerse a los males con los que la fortuna y la muerte deciden el destino de los seres humanos. En Italia, Petrarca, en su dialogo Secreto mío (De secreto conflictu curarum mearum), conversa con San Agustín en una suerte de examen de conciencia que hace en escritor:

En sus diálogos didácticos, Erasmo de Rotterdam utilizó el debate como formas de expresión literaria

Agustín: Conoces perfectamente tu

enfermedad y ahora conocerás la

causa. Di, pues: ¿qué es lo que tanto

te aflige? ¿La fuga de los bienes

temporales, el dolor corporal, alguna

afrenta excesiva de la fortuna?

Francesco: Un único motivo, por sí

solo, no podría tanto. Si simplemente

me viera enzarzado en un combate

singular, me mantendría bien en pie:

¡pero todo un ejército me derriba

ahora!

En el siglo XVI cultivaron el dialogo, entre otros el Italiano Nicolás Maquiavelo, Erasmo de Rotterdam en Holanda y Juan Valdés en España, con su obra filosófica Diálogo de la lengua.

También Alfonso Valdés, con el dialogo de Mercurio y Carón, y el italiano Baldassar Castiglione en su Cortesana, del cual se extracta el siguiente texto:

(Capitulo II. En el cual prosiguiendo

el magnífico Julián su plática en las  

calidades de la dama, dice los

ejercicios que le competen, y cómo los

debe usar; y también quiere que la

dama tenga noticias de letras, de

música y del pintar, y otras muchas

calidades, sobre lo cual pasan entre

los cortesanos sutiles razones y

réplicas.)

Pues que yo –respondió el

Magnifico- tengo licencia de formar

esta dama a mi placer, no solamente

no quiero que use esos ejercicios tan

impropios para ella, pero quiero que

aun aquellos que le convienen los

trate mansamente, y con aquella

delicadeza blanda que, según ya

hemos dicho, le pertenece.

A partir de esta época, el diálogo como forma literaria se ha seguido cultivando, si bien en muchos casos ha evolucionado hacia el ensayo o hacia formas propias del género periodístico como las conversaciones o la entrevista.

El ensayo.

Es un subgénero literario que se basa en la exposición de hipótesis no demostradas o no resueltas todavía. Es importante que éstas tengan un carácter sistemático o exhaustivo, de modo que el lector pueda reflexionar sobre ellas o se le ofrezcan propuestas sugerentes para profundizar en la cuestión planteada. El ensayo se caracteriza por la subjetividad del autor en el tratamiento de los temas, y su no excesiva extensión. Debe poseer una brillante técnica expositiva en el desarrollo de las ideas, que favorezca el interés intelectual del lector, así como un estilo de expresión ameno, ágil y sin tecnicismos.

Se acepta generalmente que la palabra ensayo procede del escritor francés Michel de Montaigne, quien en su libro de observaciones morales Essais expuso su particular visión sobre el mundo y sus experiencias personales, de forma amena, y divulgativa, evitando las digresiones de carácter erudito.

Entre los ensayistas más celebres de las letras españolas se pueden destacar a José Cadalso, con sus cartas marcadas; Fray Benito Jerónimo Feijoo, con sus cartas eruditas, o a José María Blanco White, con sus cartas desde España, publicada en Inglaterra en 1822. En el siglo XIX se produjo una eclosión de brillantes ensayistas entre los integrantes de la generación del 98: José Martínez Ruiz, Azorín, con clásicos y modernos o Castilla; Ramírez de Maeztu, con la crisis del humanismo, o defensa de la hispanidad, o Manuel de Unamuno, con En torno al casticismo o del sentimiento trágico de la vida, y más tarde, Américo Castro, con la realidad histórica de España, o con origen, ser o existir de los españoles; Eugenio D’Ors, con La filosofía del hombre que trabaja y juega o Glossari; Gregorio Marañón, con Raíz y decoro de España o Tres ensayos sobre la vida sexual, y José Ortega y Gasset, con España invertebrada o La rebelión de las masas.

En la actualidad sobresalen por su rigor las obras de José Luis López Aranguren, con La juventud europea y otros ensayos o catolicismo y protestamiento como forma de existencia; Julio Caro Baroja, con Rasas, pueblos y linajes o sondeos históricos; Julián Marías, con La mujer en el siglo XX, y Fernando Savater, con La infancia recuperada o panfleto contra todo.

Latinoamérica ha contribuido también a ensanchar la nómina de grandes ensayistas. Se deben mencionar, entre otros muchos, al boliviano G. Francovich, con Los mitos profundos de Bolivia; a los ecuatorianos R. Díaz Icaza, con Por la Tierra, y C. Ortiz Arellano, con Ecuador, sociedad y lenguaje; a los peruanos, J. Ortega, con La cultura peruana, y Mario Vargas Llosa, con José M. “Arguedas, entre sapos y halcones y la orgia perpetua: Flaubert y “Madame Bovary; al argentino Ernesto Sábato, con Apología y rechazos y Hombres y engranajes; al cubano Alejo Carpentier, con La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos y La música en Cuba; al guatemalteco galardonado con el nobel de literatura Miguel Ángel Asturias, con Los hombres, los héroes y los dioses de Guatemala antigua; a los mexicanos Octavio Paz, También premio nobel, con Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Carlos Fuentes, con Sobre la nueva novela hispanoamericano y casa con dos puertas; al uruguayo Mario Benedetti, con Letras del continente mestizo, y al Venezolano Arturo Uslar Pietri, con Letras y hombres de Venezuela.

 Así mismo, entre los ensayistas en lengua no castellana se pueden citar, sobre todo al inglés Francis Bacón, quien también empleo el término ensayo para definir esta forma de subgénero literario en su obra Essayes (1612: Ensayos), donde trató complicados temas filosóficos; a los franceses Voltaire, con su Eassai sur les mouers (1576; Ensayo sobre las costumbres), Diderot, Rousseau y, ya en nuestro siglo, a Jean Paul Sartre, con ¿Qué es la literatura?, y Albert Camus, con El mito de Sísifo.

Entre los escritores ingleses se puede destacar al economista Malthus (1798; Ensayo sobre el principio de la población) o al filósofo John Locke, autor de Essay Concerning Huamán Understanding (1690; Ensayo sobre el conocimiento humano), y al filósofo Bertrand Russell, con Religión y ciencia.

En la actualidad, autores de éxito en el género ensayístico son la estadounidense Susan Sontag, con La enfermedad y sus metáforas o Contra interpretación, y el italiano Ítalo Calvino, con Seis propuestas para el próximo milenio o Una piedra encima.

La epístola.

Se trata de una composición literaria en la que, en forma de carta y escrita en prosa o en verso, el autor expone sus opiniones o expresa sus sentimientos y cuyo fin es moralizar, enseñar o satirizar.

En la antigüedad destacó la Epístola a los Pisones, o Arte poética, de Horacio, escrita en verso en el siglo I, donde se tratan temas literarios o morales en un tono levemente satírico. Por su carácter directo y sencillo de entender, la epístola ha sido también utilizada como forma expresiva en 21 de los 27 libros que componen el Nuevo Testamento, bajo el título de Epístolas de los Apóstoles. En el siglo XVI, el español Juan Buscan intercambio epístolas en verso con don Diego Hurtado de Mendoza, donde le da cuenta de su idílica felicidad conyugal:

El estado mejor de los estados

es alcanzar la buena medianía,

con la cual se remedian los cuidados.

Y así yo por seguir apuesta vía

heme casado con una mujer

que es principio y fin del alma mía.

Esta me ha dado luego un nuevo ser,

con tal felicidad que me sostiene,

llena la voluntad y el entender.

Esta me hace ver que ella conviene

a mí y las otras no me convenían:

a esta tengo yo y ella me tiene.

En el siglo XVII se atribuyó, entre otros, a Andrés Fernández de Andrada la famosa Epístola moral a Fabio, escrita en tercetos encadenados y dirigida a un personaje que confía recibir favores del rey. Sus primeros versos dicen así:

Fabio, las esperanzas cortesanas

prisiones son do el ambicioso muere

y donde el más activo nacen canas;

el que no las limare o las rompiere,

ni el nombre de varón ha merecido,

ni subir al honor que pretendiere.

El ánimo plebeyo y abatido

procura, en sus intentos temerosos,

antes estar suspenso que caído;

que el corazón entero y generoso

al caso adverso inclinará la frente,

ante que la rodilla al poderoso.

En ocasiones se han escrito epístolas expresamente para ser publicadas como, por ejemplo, las Cartas de Plinio el joven o las Cartas marruecas, de José Cadalso; otras veces, por su interés literario, su difusión pública ha sido posible sólo tras la muerte del autor. Tal es el caso de la correspondencia epistolar de Santa Teresa de Jesús o la de Francisco de Quevedo. Algunos autores, como Rainer María Rilke en sus Cartas a un joven poeta, han utilizado el género epistolar como un expresivo recurso estilístico para una de sus obras narrativas.

  Géneros La literatura didáctica Período histórico   Autores destacados
Diálogo didáctico       Ensayo           Epístola       Fábula A partir de la antigüedad clásica       A partir del siglo XVI           A partir de la antigüedad clásica       Desde la civilización asiriobabilonica Platón, el marqués de Santillana, Petrarca, Maquiavelo, Erasmo de Rotterdam, Juan Valdés, B. Castiglione.   Montaigne, Voltaire, Francis Bacon, Locke, Russell, Cadalso, Blanco White, Azorin, Unamuno, Marañón, Eugenio D’Ors, Ortega y Gasset, Sábato, Carpentier, Asturias, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Susan Sontag.   Horacio, San Pablo, Juan Boscan, Fernández de Andrada, Quevedo, Rilke, Flaubert, Stendhal, Gide, Menéndez Pelayo.   Esopo, Pedro, Arcipreste de Hita, La Fontaine, Iriarte, Samaniego.

La correspondencia entre escritores ha desvelado en muchas ocasiones la intimidad personal y el quehacer literario. Así sucede, por ejemplo, en las recopilaciones de epístolas de Flaubert, Stendhal o Gide, en Francia; o, en España, la correspondencia epistolar de Menéndez de Pelayo con Valera o las Epístolas familiares, de Antonio de Guevara, en la España de Carlos y donde se recogen hechos históricos como la guerra de los comuneros o la campaña del gran Capitán.

 Así mismo, el género epistolar ha sido escogido por un apreciable número de mujeres –como Simone de Beauvoir y Virginia Wolf entre otras-. Actualmente, la epístola ha caído en desuso, aunque todavía sigue empleándose para tratar temas religiosos (Ilustrísimos señores, del Cardenal Albino Luciani, luego Juan Pablo I), o políticos (Carta abierta al género Franco, de Fernando Arrabal).    

La fabula.

Es una composición narrativa breve, generalmente en verso, con {animo de enseñanza moral y espiritu crítico, protagoniza casi siempre por animales revestidos de los vicios y virtudes humanas. todas las fábulas se resumen en una moraleja (o epifonema), con un pretendido rango de verdad universal, dirigida a críticar la realidad humana mediante la fantasia y la invención.

Aunque se estima que la fabula tuvo su origen en la civilización asiriobabilónica (según algunos textos en caracteres cunieiformes) o quizás en la cultura india (Pachantranta), el griego Esopo, con sus fábulas de cáracter moral y satírico, de las que aún se conservan 270 y que constituyen un retrato fidedigno de la sociedad occidental. uno de sus libros más conocidos es La vida Ysopet con sus fábulas historiadas, al que pertenece la fábula de La Raposa y la suvas.

La raposa, viendo los racimos de las

uvas maduras y codiciando comer de

ellas, imaginaba e intentaba toda

manera de subir al parral por

alcanzar y comer de ellas, más como

todos sus pensamientos y tentaciones

fuesen baldios y no pudiese alcanzar

ni satisfacer su deseo, tornando en

tristeza comiensa a desir así:

-Aquellos racimos aún mucho son

verdes y agreses. y caso que las

pudiese alcanzar no los comeria, y así

no me da nada.

Significa que esta fabula que es

prudencia y sabiduria mostrar que no

hay ganas ni se quieren algunas cosas

que se desean en verdad, cuando se

conocen que no se podrian alcansar.

Por su parte, el romano Fedro inspirandose en los temas de Esopo, y utilizando igualmente a los animales como argucia para distanciarse y ampararse en ellos con el fin de aludir a cuestiones de tipo político, fue también uno de los grandes fabulistas de la antiguedad clásica.

Durante la edad media, la fábula empleada por su cencillez didactica y su carácter moralizante como vehiculo para introducir las enseñanzas cristianas. Algunos autores, como el arcipreste de Hita en el Libro del buen amor, o don Juan Manuel en su Conde Lucanor, emplean fábulas en las narraciones para facilitar su comprensión.

En España, en el siglo XVIII, Tomas de Iriarte, con fabulas Literárias, cuyos personajes -representados por monos, loros y cotorras, o Felix Maria Samaniego, con sus fábulas morales, inspiradasen las Fables de la Fontaine y en Fedro y Esopo, retoman el género para situarlo entre lo mejor de la literatura castellana.

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