La Literatura. – El vocablo literatura deriva etimológicamente del término latino litera (“letra”) y sirve para designar cualquier forma de comunicación escrita. Definición tan genérica tiene alguna exclusión (la llamada literatura oral) y admite un amplio uso del término, que comprende.
- El sentido no literario: cualquier información impresa o bibliografía.
- El sentido peyorativo: condena de escritos convencionales, esa “parte escrita registrada” que, según Goethe, goza de efímera vida.
- El sentido de “bello arte”: el que emplea como instrumento la palabra.
Evoca los elementos refinados de un inmenso campo.
Esta última acepción es la que suele prevalecer cuando se habla o se escucha hablar de literatura. En este caso se quiere aludir a una creación estética o lingüística. Estética por que persigue la belleza, y lingüística por que pretende la comunicación, es decir, porque ambiciona convencer o emocionar por medio de composiciones bellamente escritas.
El escritor inglés Thomas Carlyle aseguraba que el propósito que debe guiar al literato es llevar a cabo su tarea dentro de los principios universales de la belleza poética y de la naturaleza humana, pero no como están escritos en los libros de texto, sino como están grabados en los corazones y en la imaginación de los seres humanos.
En un principio, literatura era “lo escrito”, es decir, lo que se trasmitía oralmente y no merecía el prestigio consustancial a la letra, ya que no era digno de perdurar. De ahí que, desde sus orígenes, la literatura haya estado tan estrechamente vinculada a la religión (que precisó de los textos escritos para propagar las creencias), a la historia (que siempre pretendió aperturar los acontecimientos) y a la clase social predominante, que ejerció su poder por medio de la palabra escrita (ordenes, deseos, relaciones, etc.).
El concepto de literatura ha variado a través de la historia. En la edad media estaba ligada fundamentalmente a la religión. El humanismo del Renacimiento la liberó del vínculo religioso y, más adelante, en la Europa del siglo XVII, se empezó a considerar al escritor como un moralista que debía instruir y deleitar. Con el romanticismo se separó radicalmente la literatura como arte de la literatura como expresión del pensamiento.
Restringiendo únicamente el espacio de la literatura a la consideración estética del hecho literario. Es posible establecer una rigurosa distinción entre la literatura como arte y otras disciplinas del conocimiento. Sí así se hace, habría que excluir del ámbito de la literatura no sólo todos los saberes que se expresan mediante signos gráficos, sino también la ingente producción literaria banal y perecedera. La literatura, pues, es una actividad que el ser humano realiza de una forma natural que responde a una necesidad interior y que, en principio, no obedece a una obligación dictada por su instinto de supervivencia. Sin embargo, también es el arte de escribir obras duraderas que, sumadas, ponen de manifiesto el complejo devenir del hombre y de las sociedades.
El libro de los muertos constituye una muestra del acervo literario del antiguo Egipto. En él se ofrecían revelaciones sobre el mundo de ultratumba y se instruía acerca de cómo superar el juicio de Osiris.
El creador literario en el mundo clásico debía dominar la teoría de la retórica y de la poética. La poética ofrecía al escritor las normas necesarias para encausar y desarrollar la creación; la retórica le proporcionaba los recursos lingüísticos necesarios para embellecer la expresión. Ambos recursos procedían de la oratoria, cuya finalidad primordial era convencer a los oyentes.
De manera que la literatura es, sobre todo las otras posibles cosas, una creación lingüística sujeta a ciertos cánones y que persigue la belleza.
El material de la literatura es el lenguaje. Sin embargo, el lenguaje no es una materia inerte, sino más bien una creación del ser humano cargada de herencia cultural y sujeta a constante transformación. Cada grupo lingüística enriquece el lenguaje con particularidades expresivas. El sistema lingüístico surge del individuo agrupado en sociedad, aunque su realización sea independiente de la realidad del hombre. El signo lingüístico es inmutable a pesar de la mutabilidad diacrónico que experimentan todas las lenguas. Como afirmó Saussure, el sistema lingüístico es incapaz de funcionar sin sus dos puntos de apoya, los sujetos hablantes y la realidad social, lo que da lugar a diferentes tipos de lenguaje: profesional, científico, artístico, artesano, de Germania, etc.
El lenguaje literario concede importancia al signo, al significante y al simbolismo fónico de la palabra. Es un lenguaje connotativo. Abunda en ambigüedades y pretende influir en la actitud del lector. Por el contrario, otros tipos de lenguaje, como el científico, son fundamentalmente denotativos, es decir, tienden a una correspondencia entre el signo y la cosa designada, y en el signo es arbitrario, pudiendo ser sustituido por otro equivalente sin que por ello cambie el significado.
El lenguaje coloquial, por su parte, se diferencia del literario en que carece de una estructura, emplea los recursos del habla de una manera desordenada y es evidente pragmático.
Aunque las condiciones del lenguaje y de su finalidad artística, la obra literaria debe tener una característica distintiva que le permita diferenciarse de otras grandes obras del pensamiento humano: la ficción. En toda obra literaria existen elementos fantásticos, ya que siempre intervienen en ella la subjetividad del autor.
No obstante, a pesar de todas estas características referenciales no resulta fácil determinar que es literatura y que no lo es. Hay que apoyarse en consideraciones como el contenido psicológico de las obras, su análisis de la condición humana o su naturaleza lúdica para llegar a una definición educativa de literatura.
La función de la literatura.
El hecho literario ha planteado históricamente interrogantes que los propios literatos intentaron responder. Por ejemplo; ¿Cuál es la misión específica de la literatura que la distingue de las otras formas de expresión artística?, o bien: ¿qué papel desempeña en el conjunto de los saberes del ser humano? Preguntas que podría reformularse de la siguiente manera: ¿para qué sirve la literatura y hasta qué punto colabora en la ampliación o desarrollo del campo del conocimiento?
Aristóteles, cuando habló de la “causa final”, quiso ofrecer una respuesta a la necesidad de elaborar una clasificación literaria y también al tema de la utilidad de la literatura. De acuerdo con este principio, los antiguos dividían el ámbito de la composición retórica en:
- Deliberativa
- Judicial
- Demostrativa
Y a partir de esta premisa basaban sus distinciones entre los caracteres estilísticos, ya que cada uno se adoptaba a un fin específico. Así pues, la literatura servía para informar, conmover y deleitar, utilizándose diferentes estilos literarios en función de lo que se pretendía conseguir. No está muy lejos de esta teoría la tendencia relativamente moderna que sugiere que la literatura cumple funciones propagandísticas o bien funciones de mero entretenimiento (el llamado escapismo que se le atribuye a ciertas obras literarias).
Entre “lo dulce” y “lo útil”, se ha intentado establecer a lo largo de los siglos la función de la literatura. Lo dulce como expresión de una noble actividad del entendimiento, y lo útil en el sentido de enseñar o, mejor, en el de la constante búsqueda de la verdad. Sin embargo, la “poesía por la poesía”, en sentido estricto no reporta utilidad alguna, ya que no pretende instruir al lector. Tal vez busque la verdad, pero nunca será una verdad empírica, basada en investigaciones y en comprobaciones experimentales.
T.S. Eliot y Jean-Paul Satre, entre otros autores, fueron acérrimos defensores de la función propagandística de la literatura. Difundir una idea específica o una creencia, presentar un determinado punto de vista de una manera conscientemente parcial bajo el supuesto de que el arte debe comprometerse o tomar partido, son algunas de las premisas en que se apoyan quienes defienden el carácter propagandístico de la literatura.
John Stuart Mill advertía sobre las consecuencias perversas de esta actitud.
Así, en el siglo XVIII, cuando casi todas las gentes instruidas y las que sin serlo se dejaban conducir por Ellas, se extasiaban admirando la llamada civilización y las maravillas de la ciencia, la literatura y la filosofía moderna, y mientras, exagerando grandemente la diferencia Entre los hombres en los tiempos antiguos y modernos, daban por sentado que toda ella era en su propio favor, explotaron muy saludablemente, como bombas, las Paradojas de Rousseau, dislocando la compacta masa de la opinión unilateral y forzando a sus elementos a combinarse de nuevo en una forma mejor y con elementos adicionales. John Stuart Mill, sobre la libertad. |
Sin embargo, la distinción entra arte y propaganda es válida desde el momento en que una obra literaria puede ser ambas cosas, pero nunca al mismo tiempo. Si la atención del lector se centra en los valores artísticos, soslayará lo que en la obra haya de propaganda; en la inversa, si su única preocupación es la de asimilar el mensaje o la idea subyacente, habrá eliminado de ella los valores exclusivamente artísticos.
Lo cierto es que, para determinar la función de la literatura, resulta imprescindible tomar en cuenta al lector, por más que sus experiencias sean tan subjetivas como irrepetibles. Parece indudable que, sí bien las obras literarias no proporcionan verdades científicas, sí pueden llegar a aportar verdades humanas de enorme valor.
A la literatura le corresponde en exclusiva la capacidad de iluminar esos oscuros recovecos del espíritu, el trasfondo psicológico del ser humano y los impulsos que le llevan a cometer acciones que modifican el sentido de la historia.
Sin embargo, no se debe perder de vista que la verdadera literatura no puede ni debe, sustituir a las ciencias empíricas, aunque se sepa que a veces es complementaria. Al escritor le compete una responsabilidad moral, que no es otra que la de asistir al lector en la búsqueda de una conciencia más clara sobre los problemas de su tiempo y sobre su propia condición.
Géneros y estructuras literarias.
Tradicionalmente se habla de tres géneros literarios:
- Épica
- Lírica
- Dramática
Esta clasificación de las obras literarias tiene por objeto dar un principio de orden a la inmensa extensión y complejidad de la literatura y responde a las características intrínsecas de las obras más que a la época o al lugar en que fueron escritas. Para agruparlas se toma en cuenta la forma exterior y la forma interior. Por la forma exterior se entiende aquellos rasgos formales y de estructura que distinguen, por ejemplo, a una narración de una poesía. La forma interior guarda relación con el tema o el propósito de la obra (sí es didáctica o recreativa, etc.).
En principio es muy fácil distinguir los tres géneros:
- La épica cuenta algún hecho y fundamentalmente se basa en la narración
- En la lírica se expresa una situación sentida por un yo subjetivo y se usa el verso.
- En la dramática el texto está hecho para ser representado en un escenario y se estructura a través de diálogos. Sin embargo, como es muy difícil encontrar formas puras, resulta más exacto hablar de estructuras literarias que de géneros.
Nacida, junto con la tragedia, en la antigua Gracia, la comedia constituye una de las formas de la dramática que todavía se cultiva en la actualidad
Aristóteles fue uno del primero en describir unas normas para clasificar los géneros poéticos. En su libro La Poética completa tres:
- Épica
- Tragedia
- Lírica.
Para el filósofo griego, la forma exterior de cada una se adecua a los propósitos estéticos. Por ello, la épica exige el hexámetro dactílico, que es un verso de corta narrativa. La tragedia en cambio, se realiza con versos yámbicos, porque estos están más cerca del diálogo y del tono convencional. Aristóteles también pensaba que los géneros nunca debían mezclarse: había que mantenerlos en estado puro y no contaminarlos con formas que pertenecieran a otros géneros. De la misma manera, la teoría clásica diferenciaba socialmente los temas que trataba cada género: la épica y la tragedia contaban sucesos de la nobleza; la comedia extraía hechos de la burguesía, y la sátira, de la gente común del pueblo.
El problema de los géneros ha sido objeto de estudio de los teóricos y los críticos a través de los siglos. La clasificación aristotélica, a pesar de haber recibido muchas críticas por su rigidez, continúa siendo vigente. Muchos autores han partido de este modelo para después aplicarle modificaciones que amplían el espectro. Por ejemplo, el filósofo alemán Federico Hegel equipara la división tripartita de épica, lírica y dramática con los fundamentos filosóficos de tesis, antítesis y síntesis. Según este criterio, la lírica, que abarca el campo de la subjetividad, se corresponde con la tesis; la épica se adecua a la antítesis por sus características objetivas, y la dramática a la síntesis, por ser mezcla de objetividad y objetividad. Otros críticos, como el francés Jean Paul, otorgan características de tiempo a estos tres géneros. Para Jean Paul, la lírica es exponente de sanciones presentes; la épica tiene su fundamento en lo ocurrido en el pasado, y la dramática proyecta sus acciones y contenidos hacia el futuro.
Sin embargo, no todos los críticos han estado de acuerdo con la clasificación aristotélica, algunos afirman que no se debe encasillar la literatura en un modelo. Benedetto Croce, por ejemplo, se opuso radicalmente a la teoría de los géneros. La escuela idealista y estética alemana pensaban que supeditar la literatura a una estructura fija sólo podía sustentarse en aspectos exteriores y superficiales, porque cada obra mantiene una singularidad y una individualidad particular.
Durante el siglo XX la mezcla de géneros es tal que se han tenido que revisar nuevamente los criterios de clasificación. En 1939, el congreso Internacional de historia de la Literatura, celebrado en Lyon, Francia, se dedicó exclusivamente a revisar la cuestión de los géneros literarios. Tras este encuentro se sacaron varias conclusiones. Una de ellas fue establecer que la palabra género tiene dos significados: el más profundo se refiere a los fenómenos generales de épica, lírica y dramática, mientras que la segunda acepción designa formas que están de alguna manera dentro de la clasificación anterior, pero que tienen un carácter más específico, como la novela o el cuento, la tragicomedia o el himno. Algunos críticos llaman a estas formas subgéneros.
Clasificación de los géneros literarios.
De la clasificación de épica, lírica y dramática se derivan una cantidad inmensa de subgéneros, que, con fines didácticos, se presentan de forma resumida en el cuadro adjunto.
Principales géneros literarios
Épica | ||
Poemas mayores | Poemas menores | Prosa narrativa épica |
Epopeyas Épicos didácticos Épicos religiosos heroicos | Descriptivos Didácticos FabulasPoemas didácticosProverbios poéticos Filosóficos Cantares épico-filosóficos Históricos Baladas épicasCantares épicos | Cuento Novela |
Lírica | ||
Anacreóntica Balada Canción Égloga Elegía Epigrama | Epitafio Epitalamio Idilio Jarcha Letrilla Madrigal | Oda Himno Sátira Soneto Villancico Zéjel |
Dramática | ||
Obras mayores | Obras musicales | Obras menores |
– Tragedia – Drama – Tragicomedia – Comedia | – Ópera – Zarzuela – Jácaras – Tonadillas – Revista | – Auto sac mental – Entremés – Misterio – Farsa |