José Rufino Echenique Benavente (Puno, 16 de noviembre de 1808 – Lima, 16 de junio de 1887) fue un militar y político peruano. Presidente Constitucional de la República del Perú entre 1851 y 1855. Su gobierno continuó la labor progresista de su predecesor, el mariscal Ramón Castilla, pero se vio perturbado por el llamado “escándalo de la consolidación”, episodio de corrupción pública que involucró a varios de sus allegados. Fue derribado por la revolución liberal que encabezó el mismo Castilla. Fue luego presidente de la Cámara de Diputados (1864-1865) y del Senado (1868-1872), y candidato a la presidencia en 1871.
Una última oleada de reconocimiento de deudas tuvo lugar en los escasos meses previos a las fechas límites de junio y octubre de 1852, cuando se procesaron los expedientes más fraudulentos. La nueva camarilla gobernante, liderada por el presidente Echenique, se distinguió por el manejo extremadamente deshonesto en la administración de la deuda interna.
Su padre fue José Manuel Echenique y Vásquez, natural de Valparaíso, Chile, hijo de Miguel de Echenique e Ibárola y Ana Vásquez de Ojeda y Morales. Su madre fue Hermenegilda Benavente Macoaga, natural de Ayata, en la actual Bolivia, hermana de Jorge de Benavente y Macoaga, arzobispo de Lima.
Cuando contaba seis años de edad se trasladó con su familia al Cuzco, coincidiendo con el comienzo de la revolución acaudillada por los hermanos Angulo y Pumacahua (1814). Un indio del pueblo de Para le secuestró y escondió, salvándolo así de una matanza tramada contra los españoles. Adoptado por una familia india, se dedicó al pastoreo hasta que, al cabo de dos años, fue reconocido por un conductor de correo y devuelto a sus padres. Trasladado a Lima, ingresó en el colegio del Príncipe.
Tras proclamarse la Independencia, se presentó ante el general José de San Martín y se alistó como cadete en el Batallón N.º 3 de la Legión Peruana (1822). Pronto ascendió a subteniente y participó en la Segunda Campaña de Intermedios que dirigió el general Agustín Gamarra contra las fuerzas realistas que ocupaban el sur peruano. Fue hecho prisionero en el combate de Alsuri y confinado en la isla Esteves, en el Lago Titicaca. Tras el definitivo triunfo patriota en 1824 fue liberado y retornó entonces a Lima, siendo ascendido a teniente.
En 1827 participó en la campaña militar emprendida contra los indios iquichanos de Huanta, quienes mantenían su lealtad al rey de España. En 1828 integró el ejército del general Agustín Gamarra que invadió Bolivia para acabar con la presencia grancolombiana en dicho país. Durante la guerra con la Gran Colombia, estuvo en la sorpresa de Saraguro y en la batalla del Portete de Tarqui del 27 de febrero de 1829, donde obtuvo el grado de sargento mayor.
Secundó al presidente Gamarra durante la campaña efectuada sobre la frontera boliviana, en la zona del Desaguadero, en 1831. Al año siguiente le fue concedida la jefatura del batallón Piquiza y contribuyó a debelar la conspiración del capitán Felipe Rossel, el 19 de marzo de 1832.
En enero de 1834 apoyó la rebelión del general Pedro Pablo Bermúdez contra el gobierno provisorio del general Luis José de Orbegoso, pero ante la impopularidad de esta revolución hizo de mediador y auspició el llamado «abrazo de Maquinhuayo» en el que ambos bandos se reconciliaron. Orbegoso lo ascendió a coronel y le otorgó la comandancia de la guarnición del Cuzco.
Al producirse la intervención boliviana de 1835, solicitada por el mismo Orbegoso, Echenique se retiró a la vida privada, dedicándose a la explotación de caña de azúcar en la hacienda “San Pedro”, en el valle de Lurín, donde introdujo algunas mejoras técnicas, como el uso del trapiche a vapor.
Por insistencia del general Manuel Ignacio de Vivanco, retornó en 1843 a la actividad pública como prefecto del departamento de Lima. Sirvió entonces al gobierno del Directorio que instaló dicho caudillo y al estallar la rebelión constitucional dirigida por el general Ramón Castilla, se le encomendó frenar el avance de la misma. Echenique emprendió una campaña militar en la sierra central, pacificando dicha zona, pero una rebelión civil en Lima contra Vivanco encabezada por el prefecto interino Domingo Elías le obligó a dirigirse de vuelta hacia la capital, que se preparó para la resistencia (episodio conocido como la «Semana Magna», julio de 1844). Al final, Echenique desistió el ataque, pues según cuenta él en sus memorias, Felipe Pardo y Aliaga le convenció de que estaba a punto de decidirse la guerra en Arequipa, entre las fuerzas de Vivanco y Castilla, y por ende no tenía ya sentido intervenir en la capital. Efectivamente, la guerra culminó poco después con la derrota de Vivanco en la batalla de Carmen Alto, el 22 de julio de 1844. Echenique no participó en esta fase final de la guerra, y llevó, como alguien dijo entonces, «un penacho blanco en el entierro del Directorio.» Fue ascendido ese mismo año a General de Brigada.
Pese a haber sido partidario de Vivanco, el nuevo gobierno presidido por Castilla lo incorporó como colaborador, nombrándole para cargos importantes: consejero de estado en 1845, ministro de guerra (1846-1847) presidente del consejo de estado, es decir primer vicepresidente de la República elegido dos veces y en ejercicio en 1850 y 1851.
A tal punto llegó a ganarse la confianza del presidente Castilla, que éste le brindó su apoyo para que presentara su candidatura a la presidencia de la República. Ganó así las elecciones y asumió como presidente para el período 1851-1857, pero no concluyó su mandato, pues fue depuesto en 1855 por una revolución liberal encabezada por el mismo Castilla.
En las elecciones de 1850 el presidente Ramón Castilla auspició la candidatura de Echenique, con el apoyo de sectores conservadores. Otros candidatos fueron:
Echenique triunfó en esta elección, que a decir del historiador Jorge Basadre fue el primer proceso electoral verdadero de la historia republicana del Perú, aunque con serios indicios de malas maniobras. Echenique recibió el mando el 20 de abril de 1851 y su gestión se convirtió de alguna manera en la prolongación del primer gobierno de Castilla.
La nota negra del gobierno de Echenique fue sin duda el escándalo de corrupción en la consolidación o cancelación de la deuda interna, según veremos enseguida.
El hecho más sonado de este gobierno fue la consolidación de la deuda interna con los recursos fiscales provenientes del guano de las islas, operación que ya había iniciado el anterior gobierno de Ramón Castilla. Se entiende por “consolidación de la deuda interna” al pago de la deuda que el Estado había contraído con ciudadanos particulares, durante la guerra de la independencia y contiendas posteriores. Durante esa contienda los jefes del Ejército Libertador habían realizado confiscaciones, empréstitos forzados, imponiendo cupos, embargos, y contribuciones; los jefes militares entregaban a cambio recibos, vales o cartas de cobranza en favor de los afectados, con la promesa que una vez culminada la lucha el nuevo Estado peruano pagaría las deudas así contraídas.
Durante el gobierno del mariscal Ramón Castilla se reconoció que la deuda del Estado ascendía a 4 millones 879 mil 607 pesos de plata debidamente sustentados; según el propio Castilla, en el peor de los casos el monto total de la deuda interna no podría sobrepasar los 6 o 7 millones de pesos. Pero bajo el gobierno de Echenique se reconocieron más de 19 millones de pesos adicionales a los reconocidos por Castilla, lo que generó sospecha de malos manejos al no justificarse la aparición de una deuda tan elevada (que casi cuadruplicaba el monto original).
Los opositores a Echenique alegaron que muchos partidarios o allegados del presidente adulteraron documentos y expedientes para aumentar falsamente algunas deudas verdaderas, o incluso para invocar deudas inexistentes y hacerse pasar por «acreedores del Estado» sin serlo en realidad. Se acusó también al gobierno de Echenique de haber pagado elevadas sumas sin preocuparse de verificar la autenticidad de los expedientes. En un informe emitido en 1856 por la Caja de Consolidación se señaló que más de 12 de los 19 millones de pesos reconocidos por Echenique tenían origen fraudulento. En total el Estado peruano pagó a diversos particulares más de 23 millones de pesos en total, originándose así muchas fortunas y surgiendo una clase emergente de “nuevos ricos”.
Este manejo controvertido de la deuda interna fue denunciado por los enemigos políticos de Echenique como un acto de corrupción política y grave despilfarro, destinado a beneficiar solamente a los amigos y allegados del presidente. Constituyó uno de los motivos para el estallido de una insurrección popular, que derivaría en una sangrienta guerra civil.
Alzando como bandera el repudio al escándalo de la consolidación se levantó en Ica el líder civil Domingo Elías, pero fue derrotado por las fuerzas gobiernistas en la batalla de Saraja, el 7 de enero de 1854. A este hecho siguió inmediatamente el levantamiento en Arequipa, en cuyo manifiesto se acusó al gobierno de indolencia frente a los ultrajes infligidos por el gobierno de Bolivia. El mariscal Castilla lideró la rebelión, desplazando a Vivanco y contando con el apoyo de los jóvenes líderes liberales Pedro Gálvez y Manuel Toribio Ureta. A la rebelión se sumaron también Domingo Elías, el general Miguel de San Román y el general Fermín del Castillo.
Esta insurrección fue un gran movimiento popular que derivó en una guerra civil muy prolongada, costosa y dañina para el país. Murieron más de 4.000 personas y causó perjuicios económicos muy considerables para el país: se calcula que su costo llegó a los 15 millones de pesos, es decir casi equivalente al monto inflado de los pagos de la consolidación, uno de los motivos de la contienda fratricida.
Durante la lucha, Castilla se declaró presidente provisorio; en Ayacucho decretó la abolición definitiva del tributo indígena (5 de julio de 1854); luego derrotó a las fuerzas de Echenique en Izcuchaca, marchando enseguida a Huancayo donde firmó el histórico decreto aboliendo la esclavitud en el Perú (5 de diciembre del mismo año). La victoria definitiva de la revolución se consumó en las afueras de Lima, en la batalla de La Palma, donde las tropas de Echenique fueron sometidas (5 de enero de 1855). Al día siguiente se desató la violencia y el pánico en Lima, donde fueron asaltadas las casas de los “consolidados”.
Tras su derrota, Echenique partió al destierro con dirección a los Estados Unidos, donde publicó un Manifiesto, desde Nueva York en 1855. Retornó clandestinamente en 1861 bajo el gobierno del general Miguel de San Román, solicitando un procesamiento político, que se le concedió y en el que le fueron levantados todos los cargos en su contra.
Ya rehabilitado, fue elegido diputado por Lima al Congreso en 1862 y presidió su cámara en 1864. En 1868 fue elegido senador por Lima y ese mismo año fue nombrado presidente de su cámara. Su candidatura presidencial fue presentada para las elecciones de 1871-1872, pero al cabo de poco tiempo decidió retirarla debido a la violencia que había adquirido la lucha electoral. En su condición de presidente del Congreso, suscribió una declaración de condena a la revuelta de los hermanos Gutiérrez contra el gobierno de José Balta. Fue esta su última acción pública. Luego se retiró definitivamente de la política y viajó a Europa, donde residió por algún tiempo. Murió poco después de retornar al Perú.
Fue enterrado en el cuartel «San Job», nicho N°128-C junto a su esposa en el Cementerio Presbítero Matías Maestro.
El 8 de enero de 1838, se casó en la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Lima con la heredera arequipeña Victoria Tristán y Flores del Campo. La pareja tuvo siete hijos:
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