Historia del Perú

José Rufino Echenique Benavente

José Rufino Echenique Benavente

José Rufino Echenique Benavente (Puno, 16 de noviembre de 1808 – Lima, 16 de junio de 1887) fue un militar y político peruano. Presidente Constitucional de la República del Perú entre 1851 y 1855. Su gobierno continuó la labor progresista de su predecesor, el mariscal Ramón Castilla, pero se vio perturbado por el llamado “escándalo de la consolidación”, episodio de corrupción pública que involucró a varios de sus allegados. Fue derribado por la revolución liberal que encabezó el mismo Castilla. Fue luego presidente de la Cámara de Diputados (1864-1865) y del Senado (1868-1872), y candidato a la presidencia en 1871.

Muy joven se enroló en el ejército independentista (1821); luego participó en las campañas contra Bolivia (1828) y la Gran Colombia (1829). Intervino en las guerras civiles y revoluciones de las décadas de 1830 y 1840. Durante la anarquía de 1841-44, fue gobernante interino durante unos días, en marzo de 1843. Fue colaborador del Directorio de Manuel Ignacio de Vivanco (1843-44), pero luego pasó a servir al primer gobierno de Ramón Castilla (1845-51), quien le auspició como su sucesor. Elegido presidente en las elecciones de 1850, su gobierno fue de tendencia conservadora, sufriendo una fuerte oposición de los liberales. Su principal colaborador fue Bartolomé Herrera, sacerdote que era el líder de los conservadores. Contando con la prosperidad económica derivada de la venta del guano, continuó el progreso material iniciado por Castilla. Inició la delimitación de las fronteras con el Brasil por medio del controvertido Convenio Herrera-Da Ponte Ribeyro. También continuó el pago de la deuda externa y la deuda interna; esta última, denominada consolidación, derivó en un escándalo mayúsculo, al sospecharse que se inflaron los montos para beneficiar a un grupo de personas allegadas a él. Este escándalo fue uno de los motivos de la revolución liberal de 1854 encabezada por Castilla, que desembocó en una sangrienta guerra civil. Echenique fue derrotado en la batalla de La Palma, librada en las afueras de Lima el 5 de enero de 1855, tras lo cual abandonó el poder y partió al exilio. Volvió al cabo de unos años, rehabilitándose y continuando en la política. Llegó a ser presidente del Senado de 1868 a 1872 y le tocó suscribir la declaración de condena a la rebelión de los coroneles Gutiérrez contra el gobierno de José Balta. Luego se retiró definitivamente de la política.

Una última oleada de reconocimiento de deudas tuvo lugar en los escasos meses previos a las fechas límites de junio y octubre de 1852, cuando se procesaron los expedientes más fraudulentos. La nueva camarilla gobernante, liderada por el presidente Echenique, se distinguió por el manejo extremadamente deshonesto en la administración de la deuda interna.

Su padre fue José Manuel Echenique y Vásquez, natural de Valparaíso, Chile, hijo de Miguel de Echenique e Ibárola y Ana Vásquez de Ojeda y Morales. Su madre fue Hermenegilda Benavente Macoaga, natural de Ayata, en la actual Bolivia, hermana de Jorge de Benavente y Macoaga, arzobispo de Lima.

Cuando contaba seis años de edad se trasladó con su familia al Cuzco, coincidiendo con el comienzo de la revolución acaudillada por los hermanos Angulo y Pumacahua (1814). Un indio del pueblo de Para le secuestró y escondió, salvándolo así de una matanza tramada contra los españoles. Adoptado por una familia india, se dedicó al pastoreo hasta que, al cabo de dos años, fue reconocido por un conductor de correo y devuelto a sus padres. Trasladado a Lima, ingresó en el colegio del Príncipe.

Tras proclamarse la Independencia, se presentó ante el general José de San Martín y se alistó como cadete en el Batallón N.º 3 de la Legión Peruana (1822). Pronto ascendió a subteniente y participó en la Segunda Campaña de Intermedios que dirigió el general Agustín Gamarra contra las fuerzas realistas que ocupaban el sur peruano. Fue hecho prisionero en el combate de Alsuri y confinado en la isla Esteves, en el Lago Titicaca. Tras el definitivo triunfo patriota en 1824 fue liberado y retornó entonces a Lima, siendo ascendido a teniente.

En 1827 participó en la campaña militar emprendida contra los indios iquichanos de Huanta, quienes mantenían su lealtad al rey de España. En 1828 integró el ejército del general Agustín Gamarra que invadió Bolivia para acabar con la presencia grancolombiana en dicho país. Durante la guerra con la Gran Colombia, estuvo en la sorpresa de Saraguro y en la batalla del Portete de Tarqui del 27 de febrero de 1829, donde obtuvo el grado de sargento mayor.

Secundó al presidente Gamarra durante la campaña efectuada sobre la frontera boliviana, en la zona del Desaguadero, en 1831. Al año siguiente le fue concedida la jefatura del batallón Piquiza y contribuyó a debelar la conspiración del capitán Felipe Rossel, el 19 de marzo de 1832.

En enero de 1834 apoyó la rebelión del general Pedro Pablo Bermúdez contra el gobierno provisorio del general Luis José de Orbegoso, pero ante la impopularidad de esta revolución hizo de mediador y auspició el llamado «abrazo de Maquinhuayo» en el que ambos bandos se reconciliaron. Orbegoso lo ascendió a coronel y le otorgó la comandancia de la guarnición del Cuzco.

Al producirse la intervención boliviana de 1835, solicitada por el mismo Orbegoso, Echenique se retiró a la vida privada, dedicándose a la explotación de caña de azúcar en la hacienda “San Pedro”, en el valle de Lurín, donde introdujo algunas mejoras técnicas, como el uso del trapiche a vapor.

Por insistencia del general Manuel Ignacio de Vivanco, retornó en 1843 a la actividad pública como prefecto del departamento de Lima. Sirvió entonces al gobierno del Directorio que instaló dicho caudillo y al estallar la rebelión constitucional dirigida por el general Ramón Castilla, se le encomendó frenar el avance de la misma. Echenique emprendió una campaña militar en la sierra central, pacificando dicha zona, pero una rebelión civil en Lima contra Vivanco encabezada por el prefecto interino Domingo Elías le obligó a dirigirse de vuelta hacia la capital, que se preparó para la resistencia (episodio conocido como la «Semana Magna», julio de 1844). Al final, Echenique desistió el ataque, pues según cuenta él en sus memorias, Felipe Pardo y Aliaga le convenció de que estaba a punto de decidirse la guerra en Arequipa, entre las fuerzas de Vivanco y Castilla, y por ende no tenía ya sentido intervenir en la capital. Efectivamente, la guerra culminó poco después con la derrota de Vivanco en la batalla de Carmen Alto, el 22 de julio de 1844. Echenique no participó en esta fase final de la guerra, y llevó, como alguien dijo entonces, «un penacho blanco en el entierro del Directorio.» Fue ascendido ese mismo año a General de Brigada.

Pese a haber sido partidario de Vivanco, el nuevo gobierno presidido por Castilla lo incorporó como colaborador, nombrándole para cargos importantes: consejero de estado en 1845, ministro de guerra (1846-1847) presidente del consejo de estado, es decir primer vicepresidente de la República elegido dos veces y en ejercicio en 1850 y 1851.

A tal punto llegó a ganarse la confianza del presidente Castilla, que éste le brindó su apoyo para que presentara su candidatura a la presidencia de la República. Ganó así las elecciones y asumió como presidente para el período 1851-1857, pero no concluyó su mandato, pues fue depuesto en 1855 por una revolución liberal encabezada por el mismo Castilla.

Elecciones presidenciales de 1850

En las elecciones de 1850 el presidente Ramón Castilla auspició la candidatura de Echenique, con el apoyo de sectores conservadores. Otros candidatos fueron:

  • El general Manuel Ignacio de Vivanco, apoyado por élite arequipeña y algunas zonas del norte del país.
  • El caudillo civil Domingo Elías, fundador del Club Progresista, apoyado por hombres de negocio e intelectuales liberales. Este grupo fue el primer intento de formación de un partido civil en la historia republicana peruana.
  • El general Antonio Gutiérrez de La Fuente
  • El general Miguel de San Román
  • El general Pedro Pablo Bermúdez

Echenique triunfó en esta elección, que a decir del historiador Jorge Basadre fue el primer proceso electoral verdadero de la historia republicana del Perú, aunque con serios indicios de malas maniobras. Echenique recibió el mando el 20 de abril de 1851 y su gestión se convirtió de alguna manera en la prolongación del primer gobierno de Castilla.

Obras de su gobierno

José Rufino Echenique.
  • Comenzando por la política económica, a mediados de 1851 la exportación por parte de la casa Gibbs del guano de las islas hacia Inglaterra llegó a las 112.000 toneladas y convirtió a dicho rubro en el más importante de los ingresos del fisco. Las islas se explotaban desde 1849 bajo el sistema de la consignación, método que exigía a la firma inglesa adelantar el pago y realizar préstamos al Estado con la garantía del disfrute exclusivo de dicho fertilizante. El 21 de marzo de 1853 el gobierno prorrogó sin ningún tipo ventaja económica adicional y por seis años la consignación a la casa Gibbs a partir de 1855, año en que finalizaba el contrato firmado en 1849. Este acto fue muy criticado por la oposición parlamentaria, arremetiendo especialmente contra el ministro de Hacienda Nicolás Fernández de Piérola (padre del futuro caudillo homónimo).
  • La prosperidad económica también permitió el arreglo de la deuda externa, en especial la deuda que se tenía con los gobiernos de Colombia y Venezuela por la ayuda dada al Perú durante la guerra de la independencia. Este hecho es poco conocido por los latinoamericanos: la llegada al Perú de los ejércitos libertadores desde Chile y la Gran Colombia tuvo un monto justipreciado, hecho incomprensible si se tiene en cuenta que la empresa libertadora fue una causa común en la que los patriotas peruanos dieron su cuota valiosísima. Echenique alentó incluso a que se pagara en 1854 a los herederos del Libertador Simón Bolívar la suma de un millón de pesos, según lo acordado por el Congreso peruano de 1825.
  • Se finalizó la construcción del ferrocarril de Tacna a Arica, el segundo en construirse en el país. Se proyectó el de Islay a Arequipa.
  • Se emprendió la construcción de carreteras de Cuzco a Arequipa y de Lima a Matucana; se mejoró el de Lima al Callao.
  • Se construyeron aduanas y se mejoraron los muelles de algunos puertos importantes.
  • Se dotó a Lima de un nuevo mercado.
  • Se contrató el servicio de alumbrado a gas para Lima.
  • Para el embellecimiento de la capital se mandaron confeccionar en Roma las estatuas de Colón y Bolívar, y las que embellecieron la Alameda de los Descalzos.
  • Se contrataron ingenieros extranjeros a fin de emprender obras de irrigación en la costa para ampliar las zonas cultivables en los valles de Lima, Cañete, Tacna y Lambayeque.
  • Se continuó con el fortalecimiento de la Marina, iniciado por Castilla. Se mandó a construir la fragata Apurímac y las goletas Tumbes y Loa. La armada peruana llegó a ser la más importante de Sudamérica: contaba con 17 unidades. Marinos peruanos fueron enviados a Europa para perfeccionarse profesionalmente.
  • Se puso en práctica una política inmigratoria europea. Llegaron así colonos alemanes para poblar la región del Pozuzo. También se fomentó la inmigración china, iniciada por Castilla.
  • Se promulgó el Código Civil y el Código de Enjuiciamiento Civil, los primeros que tuvo el Perú, en reemplazo de los viejos códigos virreinales aun vigentes (julio de 1852).
  • Se restablecieron las Municipalidades, importantes organismos de gobierno local, pero bajo la dependencia del poder ejecutivo.
  • Se eliminó el pasaporte interior y se declaró el libre tránsito de los puentes.
  • El 23 de octubre de 1851 se firmó en Lima la Convención de Comercio y Navegación con Brasil, entre el ministro interino de Relaciones Exteriores del Perú, Bartolomé Herrera y el ministro plenipotenciario del Brasil, Duarte Da Ponte Ribeyro, convenio que incluyó un parcial acuerdo de límites de la parte norte de la frontera de ambos países. Hay que remarcar que este acuerdo fue en principio una Convención de carácter comercial y fluvial, y no un Tratado Limítrofe, por lo que resulta controvertido que se decidieran límites de territorio. Esta Convención ha sido muy criticada porque el Perú aceptó el criterio del uti possidetis, por el cual renunciaba a territorios amazónicos ocupados poco tiempo atrás por población brasileña, a cambio del libre tráfico de mercaderías, productos y embarcaciones por la frontera y los ríos de ambos países. Se fijó una línea de frontera imaginaria que partía de la población de Tabatinga hasta la desembocadura del río Apaporis por el norte y el Yaraví por el sur. La frontera del sur del Yaraví no fue entonces tocada, por ser territorio desconocido. Este acuerdo se cuenta entre los actos internacionales más discutidos de la historia diplomática peruana, porque para llegar a un acuerdo con un país vecino se entregó territorio nacional. Otro punto de vista considera sin embargo que era necesario un entendimiento con Brasil, ante la amenaza potencial de otros países limítrofes, especialmente el Ecuador y Bolivia. La libre navegación por el Amazonas la obtuvo el Perú recién el 22 de febrero de 1858, con la firma de una Convención Fluvial, ya bajo el segundo gobierno de Castilla.

La nota negra del gobierno de Echenique fue sin duda el escándalo de corrupción en la consolidación o cancelación de la deuda interna, según veremos enseguida.

El escándalo de la Consolidación

El hecho más sonado de este gobierno fue la consolidación de la deuda interna con los recursos fiscales provenientes del guano de las islas, operación que ya había iniciado el anterior gobierno de Ramón Castilla. Se entiende por “consolidación de la deuda interna” al pago de la deuda que el Estado había contraído con ciudadanos particulares, durante la guerra de la independencia y contiendas posteriores. Durante esa contienda los jefes del Ejército Libertador habían realizado confiscaciones, empréstitos forzados, imponiendo cupos, embargos, y contribuciones; los jefes militares entregaban a cambio recibos, vales o cartas de cobranza en favor de los afectados, con la promesa que una vez culminada la lucha el nuevo Estado peruano pagaría las deudas así contraídas.

Durante el gobierno del mariscal Ramón Castilla se reconoció que la deuda del Estado ascendía a 4 millones 879 mil 607 pesos de plata debidamente sustentados; según el propio Castilla, en el peor de los casos el monto total de la deuda interna no podría sobrepasar los 6 o 7 millones de pesos. Pero bajo el gobierno de Echenique se reconocieron más de 19 millones de pesos adicionales a los reconocidos por Castilla, lo que generó sospecha de malos manejos al no justificarse la aparición de una deuda tan elevada (que casi cuadruplicaba el monto original).

Los opositores a Echenique alegaron que muchos partidarios o allegados del presidente adulteraron documentos y expedientes para aumentar falsamente algunas deudas verdaderas, o incluso para invocar deudas inexistentes y hacerse pasar por «acreedores del Estado» sin serlo en realidad. Se acusó también al gobierno de Echenique de haber pagado elevadas sumas sin preocuparse de verificar la autenticidad de los expedientes. En un informe emitido en 1856 por la Caja de Consolidación se señaló que más de 12 de los 19 millones de pesos reconocidos por Echenique tenían origen fraudulento. En total el Estado peruano pagó a diversos particulares más de 23 millones de pesos en total, originándose así muchas fortunas y surgiendo una clase emergente de “nuevos ricos”.

Este manejo controvertido de la deuda interna fue denunciado por los enemigos políticos de Echenique como un acto de corrupción política y grave despilfarro, destinado a beneficiar solamente a los amigos y allegados del presidente. Constituyó uno de los motivos para el estallido de una insurrección popular, que derivaría en una sangrienta guerra civil.

Incidentes internacionales

  • Desde hacía varios años Inglaterra se había adueñado de las islas de Lobos, en la costa norte peruana, alegando que eran «tierra de nadie», y anunció su intención de hacer embarques libres de guano. El gobierno de Echenique procedió enérgicamente a reclamar el dominio sobre dichas islas, demostrando su intención de usar los cañones de su poderosa escuadra, si fuera necesario. Los ingleses no quisieron arriesgarse a un conflicto y abandonaron sus pretensiones sobre las islas.
  • Por entonces solicitó la hospitalidad del Perú el general ecuatoriano Juan José Flores, después del fracaso de su expedición monarquista de 1848. Flores se radicó en Lima y contando con la aprobación de Echenique, procedió a armar una expedición para derribar al gobierno del Ecuador. La “expedición Flores” fracasó al llegar a la isla Puná, provocando no sólo las protestas del Ecuador sino de Nueva Granada, llegando a temerse una guerra, pero felizmente se mantuvo la paz.
  • Las dificultades con Bolivia, que parecían haberse disipado durante el gobierno de Castilla, persistieron por la invasión de la moneda feble boliviana que seguía entorpeciendo el comercio en el sur peruano. El presidente de Bolivia Manuel Isidoro Belzú demostró más de una vez su hostilidad hacia el gobierno peruano, y ante los reclamos presentados por el representante del Perú en La Paz, respondió expulsando a dicho diplomático. Ante tal ofensa cundió en el Perú el estado de guerra contra Bolivia. El Congreso dio al presidente Echenique facultades extraordinarias y se movilizó el ejército a la frontera. Pero la guerra no se produjo porque estalló entonces la revolución liberal contra el gobierno de Echenique.

Revolución liberal de 1854-1855

Alzando como bandera el repudio al escándalo de la consolidación se levantó en Ica el líder civil Domingo Elías, pero fue derrotado por las fuerzas gobiernistas en la batalla de Saraja, el 7 de enero de 1854. A este hecho siguió inmediatamente el levantamiento en Arequipa, en cuyo manifiesto se acusó al gobierno de indolencia frente a los ultrajes infligidos por el gobierno de Bolivia. El mariscal Castilla lideró la rebelión, desplazando a Vivanco y contando con el apoyo de los jóvenes líderes liberales Pedro Gálvez y Manuel Toribio Ureta. A la rebelión se sumaron también Domingo Elías, el general Miguel de San Román y el general Fermín del Castillo.

Esta insurrección fue un gran movimiento popular que derivó en una guerra civil muy prolongada, costosa y dañina para el país. Murieron más de 4.000 personas y causó perjuicios económicos muy considerables para el país: se calcula que su costo llegó a los 15 millones de pesos, es decir casi equivalente al monto inflado de los pagos de la consolidación, uno de los motivos de la contienda fratricida.

Durante la lucha, Castilla se declaró presidente provisorio; en Ayacucho decretó la abolición definitiva del tributo indígena (5 de julio de 1854); luego derrotó a las fuerzas de Echenique en Izcuchaca, marchando enseguida a Huancayo donde firmó el histórico decreto aboliendo la esclavitud en el Perú (5 de diciembre del mismo año). La victoria definitiva de la revolución se consumó en las afueras de Lima, en la batalla de La Palma, donde las tropas de Echenique fueron sometidas (5 de enero de 1855). Al día siguiente se desató la violencia y el pánico en Lima, donde fueron asaltadas las casas de los “consolidados”.

Post-Presidencia

José Rufino Echenique, hacia 1870.

Tras su derrota, Echenique partió al destierro con dirección a los Estados Unidos, donde publicó un Manifiesto, desde Nueva York en 1855. Retornó clandestinamente en 1861 bajo el gobierno del general Miguel de San Román, solicitando un procesamiento político, que se le concedió y en el que le fueron levantados todos los cargos en su contra.

Ya rehabilitado, fue elegido diputado por Lima al Congreso en 1862 y presidió su cámara en 1864. En 1868 fue elegido senador por Lima y ese mismo año fue nombrado presidente de su cámara. Su candidatura presidencial fue presentada para las elecciones de 1871-1872, pero al cabo de poco tiempo decidió retirarla debido a la violencia que había adquirido la lucha electoral. En su condición de presidente del Congreso, suscribió una declaración de condena a la revuelta de los hermanos Gutiérrez contra el gobierno de José Balta. Fue esta su última acción pública. Luego se retiró definitivamente de la política y viajó a Europa, donde residió por algún tiempo. Murió poco después de retornar al Perú.

Fue enterrado en el cuartel «San Job», nicho N°128-C junto a su esposa en el Cementerio Presbítero Matías Maestro.

Descendencia

El 8 de enero de 1838, se casó en la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Lima con la heredera arequipeña Victoria Tristán y Flores del Campo. La pareja tuvo siete hijos:

  • José María Echenique y Tristán.
  • Pío Jorge Pedro Echenique y Tristán, casado con Juana Rosa Rita de los Dolores Beltrán y Sendeja.
  • Francisco Echenique y Tristán
  • Juan Martín Echenique y Tristán (1841-1912), general.
  • Rufino Pompeyo Eusebio Echenique y Tristán (1846-1893), casado con María Rosa Elena Bryce López-Aldana. Descendientes suyos serían el banquero Francisco Echenique Bryce y el escritor Alfredo Bryce Echenique.
  • Mercedes Catalina Hermenegilda Echenique y Tristán (1850-1921), casada con José J. P. Ottone.

Obra escrita

  • Memorias para la historia del Perú (1808-1878), publicada en 1952. 396 pp., 2 vols. Lima, Ed. Huascarán. Prólogo de Jorge Basadre.
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