O «Rama de la geografía general que estudia las formas superficiales de la tierra, describiendo las, ordenándolas sistemáticamente e investigando su origen y desarrollo». Interpretando esta definición, pudiera decirse también que la geomorfología es una rama de la geología o de las ciencias de la tierra. Al igual que la mayoría de las ciencias, la geomorfología describe los fenómenos que estudia; por ejemplo, destaca los rasgos de un relieve determinado, si es alto o bajo, si es ondulado o quebrado, qué proporción de rocosidad o de suelo recubre la superficie, qué procesos erosivos presenta la superficie, etc. Ordenar sistemáticamente significa clasificar o agrupar; de manera que se pueden reunir conjuntos particulares de formas de relieve, tomando en cuenta meramente su aspecto exterior o, en su defecto, el origen que explica su existencia. En efecto, se tiene que esta ciencia puede desglosarse en diversos campos como, por ejemplo, las morfologías glacial, eólica, fluvial, costera, etc. El desarrollo de las formas de relieve se refiere al proceso evolutivo a que es sometida la superficie terrestre, gracias a la acción combinada de procesos internos, propios de la dinámica de la corteza, y de procesos externos, los cuales dependen de la acción del clima. Y es precisamente en la parte explicativa que la geomorfología se convierte en una ciencia de gran interés para los iniciados en las ciencias de la Tierra.
En los estudios geomorfológicos es necesario considerar toda una serie de principios de vital importancia que son útiles a la hora de analizar la razón de ser del relieve terrestre, cabe destacar algunos de ellos.
Los procesos geomórficos: Las formas del relieve son un reflejo directo de la acción de distintos procesos geomórficos. El conjunto de procesos responsables de transformar constantemente la superficie, podemos subdividirlo en cuatro grupos: exógenos, endógenos, el papel de los organismos vivos, incluido el hombre, y los procesos extraterrestres.
Uniformitarismo: Este principio es básico para estudiar la historia de los paisajes, si «el presente es la clave del pasado», eso significa que los mismos procesos que actúan hoy en día son los mismos que actuaron en el pasado, aunque no siempre con la misma intensidad. Observando, por ejemplo, la secuencia sedimentaria presente en un acantilado, podemos interpretar los hechos que ocurrieron en tiempos remotos: una capa de conglomerados puede indicar la antigua cercanía de vertientes montañosas; la estratificación cruzada en un estrato de areniscas puede ser el reflejo de un antiguo lecho de inundación meandriforme; una capa de materia orgánica fósil indica la remota existencia de un ambiente pantanoso; una capa de cenizas volcánicas es una clara evidencia sobre pasados eventos volcánicos acaecidos en la región objeto de estudio. De allí que mediante la geomorfología podemos realizar proyecciones históricas, lo que, a su vez, no nos impide hacer especulaciones sobre lo que pudiese ocurrir en el futuro.
La estructura: La estructura geológica es determinante en el desarrollo del relieve. Las formas topográficas son una manifestación directa de las estructuras geológicas presentes. Por ejemplo, los ejes anticlinales y sinclinales determinan la existencia de relieves de crestas y valles paralelos; las fallas pueden controlar el desarrollo de bloques levantados o hundidos. La estructura tiene relación, a su vez, con la composición mineralógica que puede asociarse a la mayor o menor resistencia de las rocas ante el intemperismo; en consecuencia, en la naturaleza hay rocas de gran resistencia, como aquellas que poseen un alto contenido de cuarzo (cuarcitas, areniscas), lo que crea relieves elevados que resaltan sobre aquellos constituidos por rocas más débiles constituidas por una menor cantidad de cuarzo, pero con mayor proporción de feldespatos.
La importancia del Cuaternario: La mayor parte del relieve terrestre tiene una edad no mayor a la del Cuaternario. Esta era comenzó hace cerca de dos millones de años. Las rocas que conforman los relieves pueden poseer todas las edades posibles, como, por ejemplo, en el Escudo Guayanés, las rocas de la provincia Roraima poseen una edad algo superior a los 1700 m.a. A pesar de la resistencia de las areniscas de Roraima, un lapso de dos millones de años es suficiente para que ocurran múltiples transformaciones en los topes y en los bordes de las mesas o tepuyes, pues todos los relieves, por más duros que sean sus materiales, terminarán desapareciendo por meteorización y erosión. Cuando en la naturaleza se preservan relieves de una edad superior a la del Cuaternario, se tratará entonces de relieves exhumados; es decir, relieves originados en eras anteriores, sepultados por capas de sedimentos que en el presente están siendo removidas.
La glaciación del Pleistoceno fue el evento de mayor relevancia del Cuaternario, un período durante el cual la temperatura global del planeta alcanzó probablemente unos 10 grados centígrados menos que en el presente. Esto trajo como consecuencia que los glaciares continentales se extenderán hacia latitudes más bajas y que gran parte de las zonas montañosas del mundo fueran recubiertas de hielo. Inclusive, en las áreas montañosas intertropicales los glaciares ocuparon los niveles ubicados por encima de los 3000 msnm, como es el caso de los estados andinos de Venezuela. Durante la glaciación el clima fue más seco, lo que se asoció a una capa de vegetación pobre. Por lo tanto, hubo las condiciones ideales para que se removieron gigantescas cantidades de sedimentos desde las vertientes hacia las zonas bajas. Hace cerca de 10 mil años se pasó a un período interglacial (Holoceno o Reciente), de clima más húmedo y cálido. Entonces, los grandes volúmenes de hielo desaparecieron y en los lugares afectados y en sus inmediaciones quedaron sólo las huellas distintivas.
Estos cambios de clima hicieron oscilar el nivel del mar: durante la glaciación disminuyó, y durante las épocas interglaciales, dicho nivel aumentó. Estas variaciones han repercutido considerablemente en la morfología de las costas del presente.
El ciclo geomórfico: Consiste en los sucesivos estados por los cuales evoluciona un paisaje. Las distintas fases o estadios suelen denominarse con términos aplicados a los seres vivos; así, un paisaje en la etapa de juventud es típicamente montañoso, de grandes desniveles, de vertientes escarpadas, y con valles estrechos en forma de garganta. Un paisaje en la etapa de madurez sigue siendo montañoso, de vertientes menos inclinadas, sus valles han desarrollado un lecho de inundación amplio y plano, y los ríos ya no presentan saltos ni rápidos como en la etapa anterior. Un paisaje en la etapa de vejez se ha rebajado intensamente, los ríos discurren por valles mucho más amplios y las antiguas montañas se han convertido en colinas de poco desnivel; se dice entonces que un paisaje ha alcanzado el estadio de la peniplanicie, es decir, un paisaje de topografía suavemente ondulada. La evolución de los paisajes es compleja y una región determinada no necesariamente atraviesa por todas las etapas, ya que el ciclo puede ser interrumpido por movimientos tectónicos. El ciclo completo requiere de varias decenas de millones de años y las distintas etapas no son de igual duración.
El clima: Es importante para el geomorfólogo la apreciación de los climas del mundo o de una región determinada, con la finalidad de entender con mayor precisión el funcionamiento de los distintos procesos geomorfológicos, para lo cual es menester tener un conocimiento sobre los índices fundamentales como: precipitación, temperatura, evaporación y velocidad y dirección de los vientos. Con el objeto de tener una visión global sobre el clima, se puede echar mano de las clasificaciones climáticas más prácticas y conocidas como la de Köppen. Varios autores han aplicado esta clasificación en Venezuela, donde se ha determinado la existencia de los siguientes tipos:
Tipo de clima | Código | Lluviosidad | Temperatura | Vegetación | Localización |
Tropical Lluvioso de Selva | Af | > 2500 mm | 20 – 29 ºC | Selva | Estados Amazonas y Bolívar, etc. |
Tropical Lluvioso de Bosque | Am | < 2500 mm | 20 – 29 ºC | Bosque | Norte del estado Bolívar |
Tropical Lluvioso de Sabana | Aw | 800–2800 mm | 20 – 29 ºC | Sabana, arbustal | Barinas, Anzoátegui, Apure, Monagas, etc. |
Semiárido | BSi | < 800 mm | 20 – 29 ºC | Xerófita | Falcón, Lara, N.Esparta |
De Montaña Tropical | Cfi y Cwi | 600->3000 mm | 10 – 20 ºC | Variada | Mérida, Táchira y Trujillo |
De Páramo | ETi | < 800 mm | 0 – 10ºC | Herbazal | Mérida, Táchira y Trujillo |
De nieve | EB | < 500 mm | < 0º C | Sin veget. | Mérida |
Los climas Af y Am implican abundancia de agua. El agua es responsable de alterar los minerales de las rocas y de llevar vertiente abajo una carga determinada de sedimentos. El agua abundante determina la existencia de una capa de vegetación exuberante que le aporta protección a los suelos. Las altas temperaturas favorecen la actividad bacteriana y limitan la generación de ácidos orgánicos que influyen en la disolución de los minerales que componen las rocas; por tal motivo la acidificación de las aguas de infiltración es superior en las regiones de climas frios o templados. Un clima Aw, con una estación seca marcada, puede implicar que la superficie quede desprotegida de vegetación en ciertas épocas del año, lo cual pudiera traer consigo un mayor arrastre de sedimentos. Un clima Bsi significa la existencia de un paisaje de vegetación escasa, susceptible de ser erosionado durante los días de lluvias torrenciales; en casos especiales como en el norte de Coro, Falcón, la fuerte velocidad del viento ha originado la formación de extensos campos de dunas (arenas eólicas). En los climas fríos de alta montaña (EB), el congelamiento ocasiona un tipo de meteorización física conocida como gelifracción.
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