Elegía

Elegía

Elegia.- El término elegía procede del sustantivo masculino ἔλεγος («élegos») que designa un canto de duelo acompañado de flauta o (más raramente) lira.​ De este sustantivo se derivan otros dos sustantivos: a) n. ἐλεγεῖον («elegeion», «dístico elegíaco»), usado frecuentemente en plural; b) f. ἐλεγεία («elegeia», «elegía»). El origen de este término griego es desconocido. Modernamente, la elegía es un subgénero de la poesía lírica que designa un poema de lamentación. La actitud elegíaca consiste en lamentar cualquier cosa que se pierde: la ilusión, la vida, el tiempo, un ser querido, un sentimiento, etc. En la antigüedad grecolatina, sin embargo, el verso elegíaco hacía referencia exclusivamente al tipo de metro empleado, el llamado dístico elegiaco. La elegía funeral (también llamada endecha o planto en la Edad Media) adopta la forma de un poema de duelo por la muerte de un personaje público o un ser querido, y no ha de confundirse con el epitafio o epicedio, que son inscripciones ingeniosas y lapidarias que se grababan en los monumentos funerarios, más emparentados con el epigrama, otro género lírico.

Una elegía es una composición poética que pertenece al género lírico y que, en el idioma español, suele escribirse en verso libre o en tercetos. Este subgénero está asociado al lamento por la muerte de un ser querido o a cualquier acontecimiento que provoca dolor y tristeza. Los poetas griegos y latinos, sin embargo, también trataban temas placenteros en sus elegías.

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En la literatura, los géneros narrativos permiten organizarlos elementos que forman parte de la taxonomía literaria, estos son: la lírica, la narrativa, la épica y la dramática. De acuerdo a la estructura, el estilo y la temática, que posean los textos formarán parte de una u otra clasificación. En el caso de la elegía, reúne una serie de temas y una métrica particular que la diferencian de otros estilos.

El término, sin embargo, tiene un origen griego y en dicha cultura eran versos que representaban cuestiones que afrontaban la problemática humana, sobre todo relacionadas con la inexorabilidad de la muerte. Durante la época del Renacimiento el concepto fue recuperado para referirse a aquellos poemas que tenían rasgos melancólicos y que podían inspirarse de algún modo en las viejas tradiciones épicas. Todo esto nos permite decir que hoy en día una elegía es un discurso poético sobre el sentido profundo de la existencia humana, incluso después de la muerte.

Más allá del dolor ante la muerte, las elegías retratan toda clase de pérdidas. Existen elegías consagradas a la pérdida de la ilusión y al paso del tiempo, entre otros temas que, de una forma u otra, provocan nostalgia, angustia, congoja o abatimiento en el autor.

Entre los principales autores griegos de elegías, se encuentran Solón (uno de los llamados siete sabios de Grecia), Teognis (defensor del concepto de carpe diem), Mimnermo (quien solía lamentarse por la brevedad de la vida y los problemas asociados a la vejez), Calino y Semónides de Amorgos.

Los poetas latinos más famosos que se dedicaron al desarrollo de elegías son Propercio (autor reconocido por su visión trágica del amor), Tibulo y Ovidio.

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Cabe destacar que se conoce como dístico elegiaco a una estrofa de dos versos, un hexámetro y un pentámetro que fue muy habitual en la métrica grecolatina. Dicho estilo nunca pudo ser imitado con éxito por los poetas de habla castellana, ya que la longitud de las sílabas de nuestro idioma no permite dichos parámetros. Los autores, en cambio, han basado la adaptación del dístico elegiaco en los hemistiquios y el ritmo acentual.

En una elegía se expresa de forma más o menos explícita la razón de la existencia. Desde el ayer perdido, hasta el mañana imaginado. Un género que intenta utilizando como elementos fundamentales la memoria y la palabra, transmutar al hombre muerto en palabra viva. A través del topos (el texto poético) se hace posible la recuperación de lo que se ha perdido; a través del poema aquel tesoro desaparecido puede tomar una nueva forma y pervivir y con él la palabra del propio autor más allá de la efímera existencia.

En este tipo de textos se considera que todo poema sobre la muerte es un triunfo de la razón sobre la sinrazón, de la palabra sobre el balbuceo y el quejido de dolor por la muerte del ser querido y, además, por la propia muerte.

Pese a los numerosos cambios que sufrió el género a lo largo de las generaciones, la gran influencia de las composiciones literarias grecolatinas se mantuvieron casi intactas; y la esencia de dicho género no varió con el transcurso de las generaciones. Tal es así que hoy en día, una elegía puede hacer alusión a cualquier dolor profundo vivido por una persona, una sociedad o el universo mismo.

La elegía en la literatura griega

En la literatura griega el criterio que definía la elegía era formal: se consideraba elegía el poema compuesto en metro elegíaco, un tipo de dístico que alterna un hexámetro con un pentámetro dactílico.

Es probable que, en su origen, el verso elegíaco fuera de tema exclusivamente luctuoso. En época arcaica (ss. VII-VI a.C.) el dístico elegiaco es frecuentemente usado en otro tipo de temas solemnes, a menudo en poemas de gran extensión: cantos fúnebres, o a la patria (Solón), de tema bélico (Arquíloco, Calino, Tirteo, etc.), y otros, incluyendo los que actualmente llamaríamos poemas elegíacos (Mimnermo, etc.). Desde finales del s. VI a.C., su uso se extiende a temas simposiacos (Teognis, Jenófanes, Dionisio Calco), y se hace tan frecuente en las dedicaciones epigráficas funerarias que a veces elegía se convierte en sinónimo de inscripción funeraria en dísticos.

En sus inicios el dístico elegíaco debió ser siempre cantado con acompañamiento de flauta y/o lira. Este acompañamiento, especialmente con la flauta, debió ser preceptivo al menos hasta comienzos del s. VI a.C. (la lira se asociaría más íntimamente a la poesía yámbica).

En su origen, el dialecto de la elegía era el jonio, y el género debió desarrollarse entre los jonios como lo hizo la poesía hexamétrica.​ En el s. VIII, que es de cuando se datan los primeros ejemplos (Arquíloco, Calino y Tirteo), el género se había extendido a la Grecia continental. Con el tiempo pasó a convertirse en el género más extendido, y el único que practicaron muchos poetas.

La elegía en la literatura latina

La elegía fue introducida en la poesía latina por Ennio. Aunque esta forma poética se puso en ocasiones al servicio de una temática elegíaca en el sentido moderno de la palabra, en general se asociaba a la temática amorosa, siendo los poetas elegíacos latinos Tibulo y Propercio ejemplos de poetas eminentemente eróticos. Las primeras obras elegíacas de Ovidio, como Amores, entran también en este campo, si bien sus poemarios de madurez, como Tristes y Pónticas, nos ofrecen elegías que satisfacen el criterio moderno del género, pues se trata de poemas de lamentación por su exilio forzado de Roma.

Propercio y Cintia en Tívoli, de Auguste Vinchon

La elegía en la literatura hispánica

El concepto de poesía elegíaca que adoptan los poetas españoles del Renacimiento es el de la poesía neolatina italiana, no el de la tradición griega: es decir, se entiende como poesía elegíaca cierto tipo de secuencias de poesía amatoria.​ La poesía española cuenta con varios clásicos del género, entre los que destacan en primer lugar las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, del siglo XV. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca y la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández, incluida en su libro El rayo que no cesa, son dos clásicos modernos de este tipo de lamento fúnebre.

Otras obras menos conocidas del género incluyen las siguientes:

  • Elegía ininterrumpida (Octavio Paz).
  • Rusticatio Mexicana (Rafael Landívar).
  • Algo sobre la muerte del mayor Sabines (Jaime Sabines)
  • Boletín y Elegía de las Mitas (César Dávila Andrade).
  • Elegía a Juana la Loca (Federico García Lorca).

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