El Reino de Aksum (o Axum; en ge’ez: መነገሠ ፡ አከሰመ) fue un importante reino comerciante del noreste de África entre los siglos I d. C. y VII d. C. que se expandió desde los montes de la actual región de Tigray hasta abarcar gran parte del norte de la actual Etiopía, ciertas regiones fronterizas de Sudán, la mayor parte de Eritrea y parte de la costa occidental de la península arábiga. Participó activamente en los intercambios comerciales entre la India y el mundo mediterráneo y sirvió de punto de encuentro entre el subcontinente indio y el Imperio romano. Con la caída de Roma y la expansión del Islam el reino, que había adoptado la religión cristiana, quedó aislado y entró en declive. En ocasiones se le ha confundido con el vecino reino de Saba del que se habla en la Biblia y el Corán y durante la Edad Media la tradición popular lo convirtió en el mítico reino del Preste Juan. Basándose en la identificación con el reino de Saba los sucesivos emperadores de Etiopía se consideraron descendientes del rey Salomón de Israel y reyes de Axum hasta la abolición de la monarquía en el año 1974. El recinto arqueológico de la actual ciudad de Aksum fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980.
La fuente histórica más antigua en la que se describe al reino de Aksum es el periplo del mar Eritreo, un texto griego escrito hacia mediados del siglo I d. C. que habla sobre las rutas de comercio marítimo entre el Egipto bajo control romano y diversos puertos de África, Arabia y la India. En el texto se describe brevemente a un soberano, Zoscales, considerado por algunos investigadores como el rey de Aksum en aquel momento y por otros solo de la zona costera de Adulis, puerto comercial que se destaca específicamente en el periplo y donde se importaban productos textiles, de vidrio, de cobre, latón o de hierro, moneda romana, vino y aceite de oliva.
Otra fuente importante es el Kebra Nagast, escrito en ge’ez presumiblemente durante el siglo XIV, aunque los investigadores suponen que es una recopilación de textos muy anteriores a esa fecha. También se ha de destacar la Topografía cristiana de Cosmas Indicopleustes, escrita en griego sobre el 540 y en la que aparece un mapa esquemático de la zona costera de Adulis y de Aksum.
La región estuvo habitada desde, por lo menos, el año 3000 a. C. Gracias al clima y a la orografía del altiplano etíope los habitantes pudieron desarrollar una civilización sedentaria dedicada a la agricultura que llegó a entrar en contacto con Egipto y con diversos pueblos del Sahel. A raíz de las teorías de Carlo Conti Rossini, durante casi todo el siglo XX se ha explicado la formación del estado aksumita como una consecuencia de sus relaciones con los sabeos del sur de Arabia y/o con la colonización de estos. Muchos autores creían que la llegada de este grupo de semitas procedentes de la otra orilla del mar Rojo en algún momento del primer milenio a. C. y su mestizaje con los habitantes del altiplano etíope condujo al desarrollo de las relaciones comerciales con otros pueblos, como los Kush y las tribus y reinos de la península arábiga, dando lugar a la llamada civilización pre-axumita o protoaksumita.
Para Stuart Munro-Hay y otros investigadores, pueblos autóctonos como los Agaw, que inicialmente hablaban un lenguaje cushita y fueron luego semitizados, habrían desarrollado una civilización propia con anterioridad a la llegada de los sabeos. Según este autor, en la región floreció entre los siglos X y V a. C. un reino que se denominó Damot, previo a la propuesta emigración sudarábiga de los siglos V o IV a. C., cuya influencia habría estado limitada a solo algunas localidades, que podrían haber sido colonias comerciales o militares aliadas a Damot o a algún otro estado protoaksumita.
Las reconstrucciones lingüísticas parecen indicar que grupos humanos que hablaban una lengua semítica meridional se establecieron en este territorio, ocupado entonces por una población cushita, mucho antes del segundo cuarto del I milenio a. C., como se había mantenido hasta ahora. Según Andrew Kitchen las lenguas etiópicas o afrosemíticas fueron introducidas en los altiplanos del cuerno de África desde la península arábiga hace alrededor de 2850 años, acontecimiento que Christopher Ehret sugiere que estuvo asociado con el establecimiento de una de las primeras sociedades complejas locales. Pero Munro-Hay y otros están convencidos de que el ge’ez, la antigua lengua semítica de Etiopía y Eritrea, no proviene del sabeo y de que hay evidencias que muestran que en la zona se hablaban ya idiomas etiópicos por lo menos hacia el 2000 a. C. En opinión de David W. Phillipson, las evidencias epigráficas y arqueológicas demostrarían que buena parte de los avances atribuidos a orígenes asiáticos son en realidad africanos y que la importancia real de los intercambios entre ambos continentes ha sido exagerada.
Durante este periodo formativo emergieron una serie de pequeños reinos en la zona, como Damot, cuya supuesta capital algunos autores creen que era Yeha. Estos reinos preaxumitas coexistieron durante varios siglos y a pesar de ser entidades políticas diferentes compartían rasgos culturales y religiosos comunes: practicaban la agricultura de secano, hablaban sabeo y/o ge’ez y parte de su cultura tenía componentes asiáticos (especialmente evidente en la elaboración de bajorrelieves, por ejemplo, o en los altares dedicados a divinidades como Astar o Mahrem). Estas entidades políticas se vieron envueltas en una escalada bélica a múltiples bandas.
La emergencia del estado aksumita se produjo gradualmente a partir del comienzo del I milenio d. C., coincidiendo con el traslado del asentamiento protoaksumita de Beta Giyorgis al valle situado entre esta colina y la de Mai Qoho, donde se creó y desarrolló rápidamente el núcleo urbano que se denominaría Aksum. El cambio permitió cultivar mejores extensiones de tierra y mantener mayores cantidades de ganado. La riqueza generada por el comercio de marfil debió contribuir en buena medida a su prosperidad. El soberano de Aksum se hacía llamar «rey de reyes», habiendo constancia de al menos dos pequeños reinos que durante los siglos I al III d. C. formaban parte del área de hegemonía aksumita. Parece ser que a partir de la segunda mitad del siglo III comenzó la expansión territorial del reino, ligada a empresas militares y al comercio a larga distancia, que en el siglo IV estaba ya consolidada.
En el siglo III, Aksum comenzó a interferir en el sur de Arabia, controlando en ocasiones el oeste de la región de Tihama, entre otras. A finales de siglo comenzó a acuñar su propia moneda. Durante el reinado de Ezana se mencionan diferentes pueblos y reinos periféricos sometidos a impuestos y/o a represalias por parte de los aksumitas: los beja, kasu (probablemente Kush), afan o awan, agwezat, gabaz y otros.
El profeta Mani lo consideraba como uno de los cuatro estados más poderosos del mundo junto al Imperio sasánida, el Imperio romano y China. En 325 o 328, bajo el rey Ezana, fue el segundo estado, después de Armenia, en convertirse al cristianismo y el primero en usar la imagen de la cruz en sus monedas. El cristianismo fue introducido allí por el monje sirio Frumencio.
A mediados del siglo IV, bajo el mando del Ezana cristiano, se puso en marcha una expedición militar con destino a Meroe. Como consecuencia, Meroe se hundió, de sus cenizas nacieron tres frágiles reinos y la región pasó a estar bajo la influencia de Aksum. En el siglo V d. C se pusieron en marcha más expediciones militares para hacerse con el control del puerto de Suakin (Sudán), por un lado, y por otro, para someter a los beja de la región de Saaxil, Somalilandia, con la intención de acabar con los ataques a las caravanas que atravesaban la región. En su momento de mayor esplendor, Aksum controlaba el norte de Etiopía, Eritrea, el norte de Sudán, Yibuti, el oeste de Somalilandia y Yemen. Tras una segunda edad de oro a inicios del siglo VI, el reino comenzó a decaer, cesando de acuñar monedas a inicios del siglo VII.
La economía de Aksum comenzó a decaer a mediados del siglo VI: la población de la capital disminuyó abruptamente, las canteras fueron abandonadas, la calidad y cantidad de la moneda se redujo y dejaron de mantenerse los edificios y monumentos no religiosos. El control sobre la navegación en el mar Rojo fue entorpecido a partir del 570, primero por los persas, que conquistaron el Himyar y poco después por la expansión de los árabes. Durante la primera mitad del siglo VII Aksum perdió su calidad de centro político, que se trasladó a las tierras altas del este del Tigray. En esta zona, al contrario que en el área aksumita, la densidad y prosperidad de los asentamientos aumentó, así como la de los edificios religiosos, como las iglesias excavadas en la roca de Hawzien.
Las leyendas etíopes cuentan que una reina judía llamada Yodit (Judith) o «Gudit» (un juego de palabras en torno a que «Yodit» significa «diablo») derrotó el reino y quemó sus iglesias y libros, pero su existencia ha sido cuestionada por varios autores modernos. Otra posibilidad es que el poder de Aksum fuera derrocado por una reina pagana del sur llamada Bani al-Hamwiyah, quizás de la tribu al-Damutah o Damoti (Sidama). Lo que se sabe con certeza es que las relaciones entre Axum y el naciente Islam fueron pacíficas en tiempos del Califato Ortodoxo, pero más adelante las relaciones se enfriaron y Axum tuvo que ceder sus territorios en la península arábiga y parte de la costa de Eritrea, con lo que perdió su supremacía y entró en decadencia.
Como consecuencia del declive del poder político en el este del Tigray, una nueva fuerza establecida en la actual región de Amhara, ocupó su espacio: la dinastía Zagwe, con capital cerca de Lalibela, reivindicó su ascendencia aksumita hasta que cerca del 1270 fueron reemplazados por otra dinastía que también se autoproclamó descendiente de la realeza aksumita, así como de Salomón y la reina de Saba, manteniéndose en el poder de forma casi ininterrumpida durante más de setecientos años, hasta 1974.
En sus momentos culminantes, el reino de Aksum se extendió sobre buena parte de la actual Eritrea, el norte de Etiopía, Yibuti, norte de Somalia, este de Sudán y Yemen. La capital fue la ciudad de Axum o Aksum, actualmente situada en el norte de Etiopía. Otras ciudades importantes eran Yeha, Hawulti, Matará o Metahara, Qohaito y Adulis, las tres últimas situadas en la actual Eritrea.
Los aksumitas eran una mezcla de gentes que hablaban lenguas cusitas y semíticas de Etiopía y el sur de la península arábiga.
Los reyes aksumitas tenían el título oficial de ngś ngśt – Rey de Reyes (en ge’ez, nigūśa nagaśt y en etíope moderno nigūse negest). Los reyes aksumitas remontaban su linaje al rey de Israel, Salomón y a la reina de Saba. La herencia real y el título fueron reclamados y usados por todos los emperadores de Etiopía.
Aksum comerciaba con la India y el Imperio romano (más tarde Imperio bizantino), exportando pieles, caparazones de tortuga, cuernos de rinoceronte, obsidiana, resinas aromáticas, marfil, carey, oro y gemas, e importando seda y especias. El acceso de Aksum tanto al mar Rojo como al Alto Nilo hizo posible que tuviera una `potente flota naval y se benefició del comercio con varios estados africanos (Nubia), árabes (Yemen) e indios.
Del comercio marítimo con Somalia y el sur de Etiopía se conseguía incienso, especias, canela y cálamo, que más tarde eran nuevamente intercambiados hasta llegar a su destino final, India y Persia. Algunos de los bienes que se adquirían en Somalia para consumo interno eran bueyes, sal y hierro.
Fue la primera entidad política africana que produjo sus propias monedas. Desde el reinado de Endubis hasta Armah (aproximadamente del 270 al 610) se elaboraron monedas de oro, plata y bronce. La acuñación de moneda era un acto de gran importancia en épocas antiguas pues proclamaba que el reino de Aksum se consideraba igual de importante que sus vecinos. La presencia de monedas además simplificaba el comercio y era a la vez un importante y útil medio de propaganda y una fuente de ingresos para el reino.
En el siglo III, Aksum estableció varios estados tributarios en la península arábiga, a lo largo de la costa del mar Rojo, y conquistó el norte de Etiopía. Hacia el 350 conquistó el Reino de Kush.
Aksum se mantuvo como un fuerte imperio y como una potencia comercial hasta el ascenso del Islam en el siglo VII. Sin embargo, debido a que los aksumitas habían protegido a los primeros seguidores de Mahoma, los musulmanes no intentaron tomar Aksum mientras se extendían por África. De todas formas, en el 640, el califa Omar envió una expedición naval contra Adulis al mando de Alkama bin Mujazziz, pero fue derrotada. El poder naval de Aksum también declinó durante este período, aunque en el 702 piratas aksumitas pudieron invadir el Hiyaz y ocupar Jeddah. En contrapartida, Sulayman ibn Abd al-Malik pudo tomar el archipiélago Dahlak a Aksum, que se hizo musulmán desde este momento, aunque fue recuperado posteriormente en el siglo IX y prestó vasallaje al emperador de Etiopía.
El Imperio islámico tomó, finalmente, el control del mar Rojo y de gran parte del río Nilo, forzando el aislamiento económico de Aksum. Sin embargo, mantuvo buenas relaciones con todos sus vecinos musulmanes. Dos estados cristianos al noroeste de Aksum (en el actual Sudán), Maqurra y Alwa, sobrevivieron hasta el siglo XIII cuando fueron forzados por los musulmanes a convertirse al Islam. Aksum, sin embargo, se mantuvo al margen de los movimientos islámicos en África.
El reino de Aksum sobresale por sus logros culturales, como el desarrollo de su propio alfabeto ge’ez. Además, en los momentos iniciales del reino, en torno a los siglos III y IV, se construyeron gigantescos obeliscos para señalar las tumbas subterráneas de los reyes (y algunos nobles, el más famoso de los cuales es el Obelisco de Axum).
Bajo el rey Ezana, en torno al 325, el reino adoptó el cristianismo. La iglesia etíope ha llegado hasta nuestros días, si bien dependió del patriarcado de Alejandría hasta 1951.2 Desde el cisma con Roma tras el concilio de Calcedonia (451), ha sido una importante iglesia monofisita, y su literatura religiosa aún está escrita en ge’ez, lengua con la que se llevan a cabo las liturgias. Este puede ser uno de los pilares de la leyenda del Preste Juan.
Una historia recogida por Rufino dice que en su tiempo un chico extranjero llamado Frumencio fue hecho esclavo de la corte real, y más tarde fue tutor de los hijos del rey. Cuando murió el rey, la reina pidió que ayudara a gobernar Aksum. Frumencio accedió, rechazó la libertad y se quedó hasta que el hijo de la reina, Ezana, fue lo suficientemente adulto para gobernar. Sin embargo, lo que conocemos a ciencia cierta es que Frumencio era un monje proveniente de la ciudad de Tiro, en el actual Líbano. Difundió el cristianismo, fundó misiones y logró que Ezana, ya convertido en rey, hiciese del cristianismo la religión oficial de Aksum. Finalmente, Frumencio fue consagrado obispo de Etiopía por parte del Patriarca de Alejandría con el nombre de Abba Selama o Padre de la Paz.
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