El reino colla. Fue uno de los reinos aimaras que ocupó parte de la meseta del Collao luego del ocaso del estado tiahuanacota que tuvo como capital a Hatun Colla, es decir «Colla, la Grande», ubicada a treinta km al norte de Puno y que a mediados del siglo XV poseía un extenso territorio, momento en el cual el noveno inca, Pachacútec, lo conquistó junto a las demás entidades políticas de la región. En el imperio incaico se llamó Collasuyo o rumbo colla a una región más extensa que el reino colla original, ubicado en torno a la orilla norte del lago Titicaca, pues los reinos aimaras, con fuertes lazos culturales entre ellos, fueron llamados por los incas con el nombre genérico de collas ya que éste era para ellos el más significativo de todos ellos.
Cultura de Kolla Como la mayoría de las culturas, tenían instrumentos tradicionales tales como: flauta, anata, charango, etc..Los hombres vestían túnicas sin mangas que iban a sus rodillas con flecos.Las mujeres usan una prenda de vestir que iban desde sus axilas hasta sus tobillos. Tenía un cinturón llamado un ‘Chambi’.Muy colorido
Economia de KollaCavando el suelo y la cosecha de los cultivos son una tarea para los hombres y las mujeres.Ellos también cuidan ovejas y vacas
Idioma de KollaHablan del noroeste Quenchua, que es un dialecto del Quechua boliviano del sur.
La Manca Fiesta o Fiesta de la Olla
Es un acontecimiento de pura raigambre nativa realizada desde antes de la llegada del español, año tras año en la ciudad de La Quiaca, provincia de Jujuy, iniciándose el tercer sábado de Octubre hasta el último día del mes.
Vienen personas del altiplano boliviano, trayendo ollas, tinajas, platos de barro cocido y otros objetos de alfarería primitiva. También llegan habitantes de la Puna jujeña, de Jujuy, con tejidos de lana de llama, barracanes, picotes, chalonas, papas, chuño. Los pobladores de los valles vecinos traen frutas disecadas, semillas, sombreros ovejones y canastos. Durante esta feria se realiza el «trueque» de vasijas por productos agrícolas y artículos de manufactura casera. Abunda la comida regional, música y bailes en típicas carpas.
Poco es lo que se vende, mucho lo que se trueca. La ganancia es pobre pero la diversión es rica.
Hay música de quenas y anatas, retumbo de cajas, chisporrotear de charangos. Hay coplas de amor y regateos sin fin en quechua y en español. Hay cantos y bailes; “encuentros” y apresurados romances al mejor estilo Puneño: pocas palabras, mucho juego de manos y hechos concretos al anochecer entre arenas blandas y telares confidentes.
Humildes artesanos exhiben sus creencias a la par de orgullosos plateros que sonríen con un ojo en tanto que con el otro vigilan sus filigranas. No faltan los brujos, un poco médicos, pero fundamentalmente yuyeros sabios que con todo lo curan, todo lo adivinan y lo solucionan.
Los canastos sin orden ni concierto exponen mil chucherías, revueltas y ansiosas por mudar de alojamiento.
Entre ellos se camina, se come y también se duerme. Los ponchos multicolores llaman los ojos de todos “Mucho poncho, poca plata” protestan los que venden a los que quieren comprar por nada.
“Una collita de polleras inquietas elige hombre y le canta una colpa; si el escogido acepta, la toma de la mano y ya hay noviazgo”. En la Manca fiesta la iniciativa amorosa será siempre atributo femenino. Ella dirá con su encanto que esta sola esperando. No hay ofensa en el callado rechazo.
La feria toma color y bullicio después de la primera noche. Todos han exhibido lo que tienen y quieren trocar o vender.
Cántaro con decoración de la cultura Yavi, representando la Fiesta de la Olla.
Ees el lugar de encuentro, trabajo, descanso y celebraciones festivas. Es por eso que la inauguración de una casa se reviste de una dimensión profundamente humana y sagrada.
Una vez terminada la construcción de la casa, comienza el ritual de la flechada. Hay coca, flechas, lana de color, chicha y sahumerio.
Un huevo cubierto de lana de color colgado en el centro de la puerta. Se cava un hoyo en el piso para colocar las ofrendas. El dueño hace humear el sahumerio y da por inicio la ceremonia, todos los invitados lanzan flechas hacia el huevo con la intención de reventarlo. Cada acierto es premiado con coca y chicha, y así continua hasta reventar todos los huevos colgados de las puertas. Luego se entierran todas las flechas en el pozo junto con la coca y la chicha que se ofrece a la Pachamama.
Este ritual es llevado a cabo para desalojar de la flamante vivienda, a todos los demonios que pudieran haberse refugiado en ella durante su construcción, solitaria y sin amparo.
Para algunos, el huevo representa el habitáculo del mal; para otros es una forma original de agasajar a la Pachamama al tiempo que, hostigando con las flechas a los espíritus malignos, se los obligue a abandonar la vivienda.
Terminado el ritual todos los vecinos son invitados a comer y a alegrarse por la nueva vivienda inaugurada.
Son montículos de piedras, levantados en honor a la Pachamama. Su forma es cónica, van desde monumentos de pocos centímetros de altura, hasta enormes volúmenes rocosos cuya base puede llegar a tener un diámetro aproximado de 10 metros y una altura de tres. Poseen una base amplia debido a los permanentes derrumbes y a que no es costumbre reconstruirlas.
Se encuentran ubicadas a los costados de las sendas y caminos de la cordillera, generalmente en las abras, portezuelos, partes altas de una cuesta y escasamente en lugares llanos.
Cada vez que se llega a un Apacheta se deposita una o más piedras junto con una ofrenda, que puede ser hojas de coca, en señal de respeto al espíritu que allí habita. El caminante pide entonces permiso para ingresar a un lugar nuevo, y protección y salud para continuar su viaje.
Hoy encontramos que algunos de los montículos de piedra se han cristianizado, presentando cruces, velas, fotos y estampitas.
El culto a la Pachamama e innumerables creencias, rituales y practicas sociales han pervivido. La religiosidad ancestral, lejos de ser dominada por las religiones tradicionales, convive con ellas resultando la «religiosidad popular».
La vida es el valor supremo para el andino, todo tiene vida y personalidad: seres humanos, animales, plantas, piedras, el agua de los ríos, los cerros y los fenómenos climáticos, sol, luna y estrellas. Es el valor último y supremo: vida compartida, universal, recibida como regalo por gozar y como tarea por criar, compartir y transmitir. El respeto a la vida, su crianza con cariño y dedicación es, en resumen, la máxima de la ética andina. De esto se ocupa el agricultor, el pastor, el pescador andino; y también la madre y el chamán.
«El hombre es tierra que anda», dice un proverbio coya. La cultura crece con la naturaleza, y no contra ella. La Pachamama es la Madre universal, la que da vida a todos estos seres, los cría. Y también se deja criar por ellos.
Ceremonias
No suelen celebrar las fechas patrias, ni Navidad o Reyes, rara vez su cumpleaños.
Pucllay
Dionisio, el dios griego cuyos devotos disfrutaban de los irrestrictos placeres de la carne, sintiéndose así en perfecta comunión con la Naturaleza, podría ser la versión europea de Pucllay, un dios telúrico cuya existencia se manifiesta día y noche durante exactamente una semana por año en todos los pueblos de la Puna de Atacama, en el noroeste de Argentina, y el sur de Bolivia, y en la Quebrada de Humahuaca, en la provincia de Jujuy en particular.
Pucllay es representado por unos bellos muñecos de entre medio metro y un metro de altura, o bien por los mismos pobladores y sus disfraces. Los muñecos se desentierran (literalmente) el día inicial, durante febrero de cada año, de varias apachetas, montículos de entierro propiciatorios, de rogativas, reunión y ofrenda, diseminados a lo largo y ancho de toda la Puna.
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