El Imperio Bizantino

El Imperio Bizantino, conocido también por “Bizancio o de Imperio Romano de Oriente”. Bizancio, Constantinopla o Estambul, tres nombres para la misma ciudad que fue la capital más importante de todo Oriente Próximo. Un imperio que perduró en el tiempo y que ha sido inspiración de leyendas y cuentos asombrosos. Ya es hora de conocer el verdadero Imperio Bizantino, una historia larga pero que intentaremos resumir lo más posible.

El título de Imperio Bizantino se ha aplicado tradicionalmente al territorio que surgió luego de la caída del Imperio Romano en el sector oriental de Europa y que incluía algunos territorios de Asia y África. El Imperio Bizantino (también conocido como Bizancio) fue, entonces, la porción de territorio que siguió manteniendo un formato imperial frente a los estados romano-germánicos que se erigían de manera independiente en el oeste de Europa. El nombre de Imperio Bizantino sería aplicado a este espacio recién en el siglo XVIII, mientras que a lo largo de toda la Edad Media se conocería a tal lugar como el Imperio Romano de Oriente.
Junto con los estados romano-germánicos de occidente y el Islam (que surgiría recién en el siglo VII), el Imperio Bizantino sería uno de los tres ejes territoriales y políticos de dominio en el período medieval. Se asienta su comienzo como entidad separada del Imperio Romano en el año 476 d.C., momento en el cual la región occidental del Imperio cayó bajo el poder de los bárbaros. Por su parte, se considera al año 1453 como el año en que este imperio caería ante la presión de los árabes y la toma de Constantinopla, ciudad capital del Imperio.

Bizancio puede ser entendida como un espacio intermedio de conexión entre el mundo occidental y el mundo árabe. Esta ubicación geográfica siempre le permitió mantener relaciones fluidas (aunque no siempre pacíficas) con ambas partes, asimilar estilos de vida y costumbres y también entrar en competencia por territorios de gran riqueza económica. En este sentido, el territorio bizantino sería lugar en casi todas las oportunidades de las famosas Cruzadas que establecieron los reyes occidentales y que tenían como objetivo reconquistar territorios considerados sagradas por el Cristianismo de manos musulmanas.
Los emperadores bizantinos, entre los cuales Constantino fue uno de los más importantes y quien nombraría a la ciudad capital, mantuvieron la tradición romana de un poder centralizado en su persona, organizando los territorios en provincias bajo el poder de gobernadores que siempre debían responder a sus deseos. La extensión máxima del imperio llegaría con el emperador Justiniano en el siglo VI, alcanzando un impresionante número de territorios alrededor del Mar Mediterráneo (gran parte de la actual Turquía, el corredor Sirio-Palestino, Jerusalén, Egipto, el norte de África, los Balcanes, Italia y parte del sur de España).

Cuando el Emperador Teodosio, consciente de lo costoso y difícil que resultaba mantener la seguridad de las fronteras del Imperio, decidió en el año 395 d.C., dividirlo en dos partes: una oriental y otra occidentalEl Imperio Romano de Oriente fue entregado a su hijo Arcadio.

El Imperio Romano de Occidente, no pudo soportar los insistentes ataques germanos, desapareciendo en el año 476 d.C. Por el contrario el Imperio Romano de Oriente, también conocido como Imperio Bizantino, consiguió perdurar hasta el año 1453, cuando los Otomanos invadieron la ciudad de Constantinopla.

El Imperio Bizantino era una algamasa de pueblos, que durante diez siglos supo unir la cultura griega y la romana, consiguió que convivieran religiones como la cristiana y la pagana, mezcló las costumbres de occidente con las de oriente. Consiguiendo una riqueza cultural en todos los sentidos, recogiendo de cada cultura lo que podía ser provechoso para una sociedad tan diversa.

Dentro del Imperio Bizantino, se hablaba el griego a pesar de considerarse romanos, pues no dejaban de ser descendientes directos de los Emperadores de Roma.

Constantino consiguió en tan solo 6 años reconstruir una ciudad de un tamaño y con una arquitectura que nada tenía que envidiar a la ciudad de Roma.

Bizancio o Constantinopla , se encontraba en un punto estratégico, era la puerta de entrada de Europa a Asia. Pasando del Mediterráneo al Mar Egeo y desde ahí a través del  estrecho de los Dardanelos, se llega al mar de Mármara, una vez atravesado, llegamos a Constantinopla, por último atravesando el estrecho del Bósforo llegamos al mar Negro. Una ubicación estratégica como punto de tránsito y de comercio entre Europa y Asia Menor.

Llegó a ser una de las ciudades más pobladas del mundo, debido a su gran actividad cultural y económica. Constantinopla a menudo era atacada por tribus germanas, hasta que en el siglo V, el Emperador Teodosio II, construyó una muralla de tres muros y 12 metros de altura que rodeaba la ciudad, y de la que todavía quedan restos. Las murallas tenían una longitud de 19 km entre los que se distribuían 96 torres de vigilancia.

 

 

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