Babilonia (akkado-babilonio Bābili o Babilim) fue un antiguo imperio localizado en la región central-sur de Mesopotamia, teniendo su epicentro en la ciudad de Babilonia y que llegó a extenderse por Acad y Sumeria, arrebatando la hegemonía a las dinastías amorritas de Isín y Larsa del llamado Renacimiento sumerio. Su historia se divide en dos etapas principales, separadas entre sí por el período de dominación asiria; el imperio paleobabilónico o amorrita (1792 a. C.–1595 a. C.) y el imperio neobabilónico o caldeo (626 a. C.–539 a. C.). El imperio babilónico fue sucedido por el persa tras las conquistas de Ciro II el Grande.
En Babilonia se hablaba el acadio (lengua semítica) y mantuvo el lenguaje escrito acadio para uso oficial (el idioma de su población nativa), a pesar de sus fundadores, los amorreos y sus sucesores los casitas, que no tenían el acadio como idioma nativo. Sin embargo, conservó la lengua sumeria para un uso religioso, a pesar de que en el momento en que fue fundada Babilonia, probablemente ya no era una lengua hablada. Las antiguas tradiciones acadias y sumerias jugaron un papel importante en la cultura babilonia (y asiria), y la región seguirá siendo un importante centro cultural, incluso en períodos prolongados y largos de gobiernos externos.
El Imperio babilónico fue uno de las más importantes del mundo antiguo. El babilonio era un pueblo muy sofisticado, que construyó grandes ciudades e invento la astronomía, el calendario lunar y el zodiaco. También fueron grandes maestros del álgebra y las matemáticas avanzadas.
La capital del Imperio babilónico era Babilonia, situada en la llanura mesopotámica que rodea al río Éufrates. La primera dinastía babilónica fue fundada en torno a 1890 a.C, cuando un rey de la dinastía amorrita creó un reino en torno a su capital, Bab-ilu, situada cerca del Éufrates. Fue el comienzo del Imperio Antiguo babilónico, que duró hasta cerca de 1600 a.C.
En 1792 a.C., un joven y enérgico rey llamado Hammurabi heredó el trono. Poco a poco construyó un amplio imperio que se extendía desde Asiria, en el norte, hasta el golfo Pérsico, en el sur. Para mantener el orden dentro de sus dominios, Hammurabi desarrolló un elaborado código legal. Puso en marcha eficientes sistemas para organizar la defensa del país, administrar justicia, recaudar impuestos y controlar el comercio y la agricultura. Fue la época dorada del Imperio Antiguo, durante el cual florecieron en Babilonia las artes y las ciencias.
Tras la muerte de Hammurabi, sobre 1750 a.C., Babilonia sufrió diversos ataques. Finalmente, en 1595 a.C. la capital fue saqueada por los hititas, procedentes de Anatolia. No fueron ellos, sin embargo, sino los kasitas, procedentes del este, quienes finalmente heredaron el reino. Durante los siguientes 440 años, los reyes kasitas gobernaron Babilonia, hasta que fueron expulsados en 1155 a.C. Comenzó entonces una época turbulenta para Babilonia, durante la cual una serie de poderosas dinastías reinaron cada una durante un breve periodo de tiempo.
A comienzos del primer milenio a.C., el poder de los asirios, al norte, estaba en su apogeo. En el siglo VII a.C. los asirios saquearon Babilonia y se hicieron con el control de la región. Pero el Imperio asirio estaba en pleno declive y, en el año 626 a.C., un general de Caldea (una región meridional de Mesopotamia) llamado Nabopolassar, reconquistó la ciudad y restauró la independencia babilónica. Su victoria dio comienzo al periodo de mayor grandeza de la historia de Babilonia.
Nabopolassar, que gobernó entre los años 625 y 605 a.C., afirmó que era el «hijo de un don nadie», pero durante su gobierno Babilonia se convirtió de nuevo en un poderoso imperio. Ayudado por sus aliados, los medos de Persia, Nabopolassar derrotó a los asirios y reclamó sus tierras. En 605 a.C., su hijo Nabucodonosor derrotó al ejército egipcio en la batalla de Carquemish, siendo coronado rey poco después. Su reinado (605-562 a.C.) fue el punto culminante del Imperio Nuevo babilónico.
Nabopolassar había comenzado un programa de reconstrucción en Babilonia. El nuevo rey, Nabucodonosor, continuó la labor de su padre. Construyó unas murallas más fuertes, nuevos palacios y templos, además de los bellos jardines colgantes de Babilonia para su esposa.
Nabucodonosor también amplió las fronteras del imperio de su padre, derrotando a Siria y al reino de Fenicia, a orillas del Mediterráneo. Desde allí continuó hacia el sur para conquistar los reinos de Israel y Judá, capturando la capital de este último, Jerusalén, en el año 597 a.C. Tras esta conquista, el rey de Judá y miles de ciudadanos judíos fueron llevados encadenados a Babilonia. Cuando, diez años después, Jerusalén se rebeló, la ciudad fue saqueada y de nuevo muchos de sus ciudadanos fueron deportados a Babilonia.
Tras Nabucodonosor, la gloriosa historia de Babilonia declinó. El último de sus reyes fue Nabónido, que gobernó entre los años 556 a.C. y 539 a.C. Era un personaje misterioso; un anciano erudito que parecía más interesado en la religión que en resolver los problemas de Babilonia. En torno a 550 a.C., de improviso, Nabónido se marchó a vivir a Taima, un oasis del desierto Arábigo.
Permaneció allí durante diez años, dejando a su hijo mayor, Belshazzar, a cargo de Babilonia. En 539 a.C. los persas invadieron Babilonia y en las batallas que hubo tanto Nabónido como Belshazzar resultaron muertos. Babilonia fue conquistada y convertida en una provincia del Imperio persa.
La sociedad babilónica estaba formada por tres grupos diferentes: los aristócratas, los ciudadanos libres (la gente del común) y los esclavos. Por lo general, los aristócratas eran funcionarios del gobierno, líderes militares, sacerdotes, ricos terratenientes y pudientes mercaderes. Los ciudadanos libres eran artesanos, mercaderes, granjeros y escribas. Los esclavos se encontraban en la parte inferior de la jerarquía, pero algunos de ellos poseían unos limitados derechos: podían poseer tierras e incluso, en determinados casos, comprar su propia libertad. Las mujeres también podían poseer tierras, pero aparte de eso tenían pocos derechos. Nunca recibían educación, por ejemplo, pues sólo los niños tenían permitido ir al colegio.
La mayor parte de los habitantes de Babilonia se dedicaban a trabajar los campos. La lisa llanura existente entre los ríos Tigris y Eufrates era muy fértil, pues cada primavera los ríos se desbordaban, depositando un rico limo sobre el terreno. Cuando las aguas de la inundación se retiraban, una red de canales artificiales sacaba agua de los ríos para irrigar los campos. Los campesinos cultivaban cebada y sésamo, verduras y frutas. También tenían abejas para producir miel y cultivaban flores, como lotos y lirios, para hacer perfume. Rebaños de cabras, ovejas y ganado vacuno pastaban en los ricos campos. La mayor parte de la tierra no pertenecía a los apicultores, sino al rey o a los sacerdotes y nobles de modo que muchos granjeros tenían que arrendar los terrenos que cultivaban.
Muchos habitantes de la ciudad era mercaderes o artesanos. Los mercaderes viajaban a grandes distancias para comerciar, intercambiar telas, grano y productos manufacturados por madera, piedra y metales preciosos. En Babilonia no abundaban los materiales de construcción, de modo que la madera y la piedra era muy valiosos.
Los artesanos eran muy hábiles y estaban agrupados en gremios. Para poder ser admitidos en el gremio, los chicos tenían que ser primero aprendices de un maestro artesano y aprender el oficio.
Los babilonios eran unos destacados científicos y matemáticos. Inventaron el calendario lunar, que dividía el año en 12 meses basados en las fases de la Luna. Los meses estaban divididos en semanas de siete días y cada día dividido en 24 horas. De la misma forma que los sumerios, ellos también dividían las horas en 60 minutos.
En matemáticas, destacaron en geometría y álgebra, pues llegaron a comprender las raíces cuadradas y las fracciones. Eran hábiles doctores y nos han dejado detallados registros de los síntomas de muchas enfermedades y sus curas. Poseían un buen conocimiento de la anatomía humana y comprendían la circulación de la sangre.
Los babilonios hablaban acadio, una lengua semítica. Escribían en cuneiforme, el sistema de escritura desarrollado por los sumerios. Se han descubierto varios miles de documentos escritos sobre tablillas de arcilla. Muchos son registros mercantiles, contratos legales, recibos y préstamos. Otros hablan de victorias militares, pruebas matemáticas, oraciones e incluso algunos son obras de ficción literaria.
Los babilonios adoraban a muchos de los mismos dioses que los sumerios. Sus deidades representaban a las poderosas fuerzas de la naturaleza o cuerpos celestes como el Sol, la Luna y las estrellas. Ishtar, la diosa del amor y la guerra, representaba al planeta Venus, mientras que Adad era el dios de la tormenta y los vientos. Cada ciudad babilónica poseía su propio dios tutelar. El dios tutelar de Babilonia era Marduk el Creador.
Los babilonios creían que sus dioses eran responsables de su destino. Signos en el firmamento, sueños y acontecimientos inusuales predecían para ellos el futuro. Por eso los babilonios se convirtieron rápidamente en expertos astrónomos, que estudiaron y guardaron registros de los movimientos de las estrellas cada noche. Podían predecir eclipses de Sol y Luna, e inventaron muchos de los nombres que todavía hoy damos a las constelaciones.
Los babilonios poseían un código legal completo, aplicado en todo el imperio. La ley estaba, literalmente, escrita en piedra, pues se grabó en tablillas de este material. El grupo de leyes más conocido es el Código de Hammurabi, escrito en torno a 1760 a.C. El código era muy largo, pues contenía 282 artículos, y su objetivo declarado era «hacer que prevalezca la justicia en la tierra, destruir al infame y al malvado, que el fuerte no pueda oprimir al débil».
No obstante, la ley no era igual para todos. El mismo crimen tenía un castigo diferente según quién fuera el que lo había cometido y contra quién hubiera sido cometido. Por ejemplo, si un aristócrata hería a otro, la norma era «ojo por ojo y diente por diente»; en otras palabras, que el criminal debía sufrir el mismo daño que él había causado a la víctima. Sin embargo, si un aristócrata dañaba a un plebeyo o un esclavo, el castigo era más suave y sólo tenía que pagar una multa.
Los castigos de la ley babilónica incluían multas, golpes, mutilaciones y ejecuciones. La cárcel y los trabajos forzados no existían. Si un cirujano mataba a un paciente durante un operación importante, podía sufrir la amputación de la mano. Un arquitecto que hubiera construido una casa que se derrumbara sobre su dueño y lo matara podía ser ejecutado.
También había leyes para gobernar la vida familiar. Los hombres podían divorciarse de sus esposas y tenían permitido tener amantes. Asimismo, podían vender a sus esposas e hijos como esclavos. Las mujeres, sin embargo, sólo podían divorciarse de sus esposos si podían demostrar que habían sido maltratadas o tratadas con crueldad, corriendo el peligro de perder la vida si no podían demostrar sus acusaciones. La ley también se ocupaba de los niños: un hijo que golpeara a su padre podía terminar con la mano cortada.
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