El Cenozoico. La era cenozoica o Cenozoico (antiguamente también era terciaria o Terciario), es una división de la escala temporal geológica que pertenece al eón Fanerozoico; dentro de este, el Cenozoico sigue al Mesozoico. Se inició hace unos 66 millones de años y se extiende hasta la actualidad. Su nombre procede del idioma griego y significa «vida nueva» (de καινός/kainos, «nuevo» y ζωή/zoe, «animal o vida»). El período Terciario, actualmente no reconocido por la Comisión Internacional de Estratigrafía, comprendía la era cenozoica excepto los últimos 2,5 millones de años, cuando se inicia el período Cuaternario.
Durante la era cenozoica, la India colisionó con Asia hace 55-45 millones de años, y Arabia colisionó con Eurasia, cerrando el mar de Tetis, hace unos 35 millones de años. Como consecuencia de ello, se produce el gran plegamiento alpino que formó las principales cordilleras del Sur de Europa y Asia, como los Pirineos, Alpes e Himalaya.
Al Cenozoico también se le llama la era de los mamiferos, animales que, al extinguirse los dinosaurios a finales del Cretácico, sufrieron una extraordinaria radiación adaptativa y pasaron a ser la fauna característica. Hace unos 30 millones de años surgieron los primeros primates superiores (los más primitivos estaban ya presentes hace más 65 millones de años), aunque Homo sapiens no apareció hasta hace unos 200 000 años.
La última y más reciente era geológica abarca los últimos 65 millones de años y, generalmente, se divide en dos partes conocidas como Era Terciaria y Cuaternaria. Los continentes adquieren, paulatinamente, el aspecto y situación actuales aunque, al principio, el océano Atlántico era bastante más estrecho y lo que ahora es la península india se encontraba «viajando» desde el sureste de África hasta su ubicación actual.
En esta época se produce el plegamiento Alpino, creador de grandes cadenas montañosas como los Alpes, el Atlas y el Himalaya. El clima se enfría y aparecen las glaciaciones. Entre los animales destaca la evolución de los mamíferos, siendo el más conocido el imponente mamut, una especie de elefante especialmente preparado para los climas helados.
La Era Terciaria se divide en varios periodos que son:
El Paleoceno abarca el intervalo transcurrido entre 65 y 56,5 millones de años atrás. Marca el paso final en la desmembración del supercontinente Pangea que empezó a separarse en los comienzos del mesozoico temprano. Los movimientos de la tectónica de placas separaron finalmente la Antártida de Australia; en el hemisferio norte, el fondo marino en expansión del Atlántico norte ensanchado alejó Norteamérica de Groenlandia.
Al haber desaparecido los dinosaurios al final del cretácico, el periodo precedente, la vida mamífera empezó a dominar en la Tierra. Los principales mamíferos que aparecieron fueron los marsupiales, los insectívoros, los lemures, los creodontos (ancestro carnívoro común de todos los félidos y los cánidos) y animales ungulados primitivos a partir de los cuales fueron evolucionando diversos grupos como los caballos, los rinocerontes, los cerdos y los camellos.
El Eoceno comenzó hace unos 56,5 millones de años y finalizó hace unos 35,4 millones de años. En el hemisferio occidental, el eoceno supuso el alzamiento de las grandes cadenas montañosas que se extienden hacia el norte y el sur en el oeste de América. El supercontinente de Laurasia siguió desgajándose. Las fuerzas generadas por las colisiones continentales que habían comenzado al principio de la era precedente, el mesozoico, condujeron al alzamiento de los sistemas montañosos alpino e himalayo.
Mientras tanto, sobre las llanuras del noreste de la India corrieron ingentes cantidades de basalto fundido al unirse este subcontinente recién formado, desgajado de África durante el cretácico, a Asia. En el hemisferio sur, la Antártida y Australia, que habían estado unidas después de separarse de Gondwana en el mesozoico, se separaron a su vez y se alejaron la una de la otra.
La rápida evolución de nuevos órdenes de mamíferos, iniciada en el paleoceno, siguió adelante. En Europa y Norteamérica aparecieron al mismo tiempo formas ancestrales del caballo, el rinoceronte, el camello y otros grupos modernos, como los murciélagos, los primates y roedores similares a las ardillas. Muchos de ellos eran muy pequeños en comparación con las formas actuales. Los carnívoros de aquel entonces, llamados creodontos, fueron el tronco del que evolucionarían los perros y los gatos modernos. El final de esta época fue testigo de la primera adaptación de los mamíferos a la vida marina.
Durante esta época se formaron algunas de las cordilleras más importantes del mundo, como los Alpes o el Himalaya, y acontecieron varios cambios climáticos importantes como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, que aumentó la temperatura del planeta y delimita el inicio de esta época geológica, el evento Azolla, un enfriamiento global que daría paso a las primeras glaciaciones, o eventos de extinción masiva como la Grande Coupure, que marca el fin del Eoceno.
Como en muchos otros períodos geológicos, los estratos que delimitan este período están bien identificados, aunque no han podido ser datados con total precisión.
La Antártida comenzó el período rodeada de bosques tropicales, y lo finalizó con la aparición de los primeros casquetes polares.
Existen multitud de yacimientos paleontológicos en diversos lugares del mundo que confirman estos hechos, como el sitio fosilífero de Messel, en Alemania, o la Formación Green River, en Norteamérica.
El nombre de Eoceno, definido por el británico Charles Lyell, proviene de las palabras griegas eos («alba») y kainos («nuevo»), haciendo referencia a la aparición de los órdenes modernos de mamíferos durante esta época.
El Eoceno se suele subdividir en Eoceno inferior (Ypresiano), Eoceno medio (Lutetiano y Bartoniano), y Eoceno superior (Priaboniano). Es menos frecuente subdividirlo en inferior y superior únicamente. En este caso, el Lutetiano pasaría a formar parte del Eoceno inferior, mientras que el Bartoniano haría lo propio en el Eoceno superior.
* Ypresiano: comenzó hace 55,8 ± 0,2 millones de años, coincidiendo con el inicio del máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, un período de calentamiento global rápido e intenso que provocó la extinción de numerosos foraminíferos bentónicos, y que está asociado con un episodio de gran evolución de los mamíferos.
En los estratos de las rocas, su inicio queda marcado por una variación del isótopo 13C, ya que aumentaron los niveles de CO2 y la relación del isótopo 13C con respecto a 12C disminuyó.
El final de este período esta señalado por el gran crecimiento de los foraminíferos planctónicos y por la aparición más inferior del género Hantkenina.
Finalizó hace 48,6 ± 0,2 millones de años, y debe su nombre a la localidad de Ypres, en Bélgica.
* Lutetiano: comenzó hace 48,6 ± 0,2 millones de años. Se trata de un período con abundantes invertebrados marinos (moluscos, corales, erizos de mar) y que se caracteriza por su riqueza en mares epicontinentales sometidos a las influencias continentales.
Estratigráficamente, su inicio queda marcado por el crecimiento de los foraminíferos planctónicos y por la aparición más inferior del género Hantkenina.
* Bartoniano: comenzó sobre los 40,4 ± 0,2 millones de años. Karl Mayer-Eymar le puso nombre, y definió los límites en el año 1857 a partir de sedimentos arcillosos del sur de Inglaterra ricos en fósiles.
Estratigráficamente, su inicio queda marcado por la casi-extinción del fósil calcáreo Reticulofenestra reticulata.
Finalizó hace 37,2 ± 0,2 millones de años, quedando marcado por una de las apariciones más inferiores del fósil calcáreo Chiasmolithus oamaruensis. Su nombre proviene de la localidad de Barton-on-Sea, en Inglaterra.
* Priaboniano: Comenzó hace 37,2 ± 0,1 millones de años. Se trata del último período del Eoceno, donde tuvo lugar la Grande Coupure, un episodio de extinciones masivas y cambios faunísticos acusados.
Estratigráficamente, su inicio queda marcado por una de las apariciones más inferiores del fósil calcáreoChiasmolithus oamaruensis.
Finalizó hace 33,9 ± 0,1 millones de años, quedando marcado por los foraminíferos planctónicos y la extinción del género Hantkenina. Su nombre proviene de la localidad de Priabona, en Italia.
La tercera y última gran fase de la fragmentación del supercontinente Pangea tuvo lugar a principios del Cenozoico, entre el Paleoceno y el Oligoceno.
El paleocontinente Laurentia, formado por los actuales América del Norte y Groenlandia, continuó separándose de Eurasia y ensanchando el joven océano Atlántico, a pesar de que se cree que todavía existía alguna conexión entre ambas masas terrestres.
Mientras el Atlántico continuaba su expansión, el ancestral océano de Tetis continuó cerrándose debido a la aproximación del continente africano y euroasiático.
A principios del Eoceno, el continente australiano todavía permanecía unido a la Antártida, pero durante el Lutetiano, Australia comenzó a separarse rápidamente de la Antártida moviéndose hacia el norte debido a la deriva continental, tal y como ya había sucedido con el subcontinente Indio y Nueva Zelanda decenas de millones de años antes, durante el Cretácico.
El aislamiento del continente antártico acarrearía consecuencias drásticas sobre el clima global, como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno o el evento Azolla.
Orogénesis
El Terciario fue un período de intensa actividad orogénica. Durante la denominada orogenia alpina se formaron las montañas del sistema de Tetis, una cordillera que se extiende sobre la parte meridional de Eurasia y que incluye los Alpes, los cárpatos, las montañas de Asia menor, Irán, el Hindu Kush, el Himalaya, y las montañas del sureste asiático.
El subcontinente indio, que se había separado previamente de Gondwana en el Cretácico Superior, y que se había desplazado a una velocidad de 16 cm/año desde entonces, colisionó con Eurasia a principios del Eoceno.
La colisión entre estas dos masas terrestres originó la cordillera más alta del mundo, el Himalaya.
Este proceso de orogénesis todavía perdura en la actualidad, haciendo que el Himalaya sea unos cinco centímetros más alto cada año.
Por otra parte, la orogenia cimmeriana, un proceso orogénico que había comenzado en el Jurásico, continuó creando algunas de las cordilleras que actualmente se encuentran en el centro del continente asiático. El Eoceno fue el escenario de la fase final de esta orogénesis.
Eurasia no fue el único continente con actividad orogénica. La configuración geológica de multitud de montañas de América del Norte datan de principios de Cenozoico, como por ejemplo las Black Hills de Dakota del Sur, Wyoming, o las Apalaches de la costa este.
Este gráfico muestra el aumento de las temperaturas al principio del Eoceno y el posterior enfriamiento en el resto de la época.
Dado que el tiempo actual está en el origen de las abcisas, para ver el proceso histórico debe leerse el gráfico en sentido inverso.
El clima global del Eoceno fue, probablemente, el más homogéneo del Cenozoico; el gradiente térmico del ecuador a los polos era entonces la mitad que en la actualidad, y las corrientes oceánicas profundas eran excepcionalmente cálidas.
Las regiones polares eran mucho más cálidas que hoy en día, con temperaturas similares al actual noroeste de los Estados Unidos.
Los bosques templados llegaban hasta los mismos polos, mientras que los climas tropicales lluviosos llegaban hasta los 45° de latitud norte.
La diferencia más elevada se encontraba en las latitudes templadas, aunque el clima de los trópicos era similar al de nuestros tiempos.
Desde el principio de este período, la temperatura aumentó, en uno de los calentamientos globales más rápidos (en términos geológicos) y extremos que se han registrado en la historia geológica, denominado máximo térmico del Paleoceno-Eoceno.
Fue un episodio de calentamiento rápido e intenso (de hasta 7º C en latitudes altas) que duró menos de cien mil años.
El máximo térmico provocó una extinción masiva, por lo que la fauna del Eoceno y del Paleoceno son muy diferentes.
Es posible que este intenso calentamiento fuera causado por la expulsión de clatratos de metano enterrados en el fondo marino. Se cree que los sedimentos donde se encontraban almacenados estos clatratos fueron perturbados a medida que los océanos se calentaban, y el metano que contenían provocó el aumento de la temperatura global.
Se estima que se emitieron a la atmósfera dos mil gigatoneladas de metano, un gas de efecto invernadero diez veces más potente que el dióxido de carbono.
El aumento de las temperaturas en todo el planeta no fue la única consecuencia, pues el clima global también se volvió más húmedo, y gran parte de esta humedad fue conducida a los polos.
La gran cantidad de lluvia sobre el Océano Ártico, junto con la configuración de los continentes (que lo aislaba del resto de océanos), redujo drásticamente la salinidad. El agua dulce acumulada en la zona ártica preparó el terreno para que sucediera un gran cambio climático de signo totalmente opuesto y que marcaría el final del Eoceno.
El clima se mantuvo cálido durante el resto del Eoceno, a pesar de que un enfriamiento global, que finalmente llevaría a las glaciaciones del Pleistoceno, comenzó a mediados de esta época a causa de dos factores: el eventoAzolla, y el aislamiento de la Antártida.
A medida que se hundían sobre suelo marino, las plantas empezaron a formar parte de los sedimentos del suelo oceánico, donde no era posible su descomposición debido al escaso nivel del oxígeno de las capas de agua profundas.
La reducción de la cantidad de carbono en la atmósfera terrestre contribuyó a transformar el planeta de una «Tierra invernadero», suficientemente cálida como para que las tortugas y las palmeras habitaran en los polos, en una «Tierra helada».
Con la separación del continente australiano hace unos cuarenta y cinco millones de años, la Antártida quedó privada del flujo de aguas ecuatoriales que hasta entonces suavizaba el clima. Con la privación de estas aguas cálidas, la Antártida se enfrió y el Océano Antártico inició su glaciación, creando un flujo de agua fría y banquisas que reforzaron el efecto del enfriamiento.
Fauna
Por primera vez en la historia de la Tierra, las aves predominaban sobre todos los demás seres. Las aves predadoras gigantes, como es el caso del Gastornis, anteriormente conocido como Diatryma, se alimentaban de mamíferos como el Propalaeotherium, en Europa y América del Norte, mientras que los Phorusrhacidae, conocidos como las «aves del terror», se convertirían en los superpredadores por excelencia de América del Sur.
Los pingüinos, que habían aparecido durante el Paleoceno, llegaron a América del Sur sobre el Eoceno medio, y en el Bartoniano ya habían comenzado a extenderse por aguas atlánticas. Algunos géneros y especies primitivas de pingüinos son los Perudyptes, los Archaeospheniscus, Icadyptes salasi, o el gigantescoAnthropornis nordenskjoeldi, que medía 170 cm. de altura y pesaba alrededor de 90 kg. En comparación, el pingüino emperador, que se trata del pingüino actual más grande, solamente mide 122 cm de altura y 37 kg de peso.
Los estudios de la familia Presbyornithidae son muy importantes para entender la evolución de las aves.
El Palaeotis es una ratite de la cual se han hallado fósiles en el sitio fosilífero de Messel, en Alemania. Estos hallazgos son especialmente interesantes, pues la tesis tradicional sostiene que las ratites se originaron en Gondwana, basándose en su difusión actual.
El descubrimiento en Europa del Palaeotis, junto con otras ratites en América del Norte y Mongolia, pone en evidencia esta hipótesis.
En las apatitas de Quercy se han encontrado evidencias de una difusión más amplia de los loros durante el Eoceno. Los restos fósiles del género Quercypsitta, datados entre 34 y 37 millones de años, indican que los loros llegaron en el pasado a latitudes más septentrionales de las que se encuentran en la actualidad.
El fósil de loro más antiguo del que se tiene constancia ha sido hallado en la Formación Fur, Dinamarca, y tiene una antiguedad de 54 millones de años, coincidiendo con el inicio del Eoceno.
Mamíferos
El acontecimiento más importante en la evolución de los mamíferos durante el Eoceno fue, probablemente, la evolución de los cetáceos.
Este proceso comenzó con los Pakicetidae del Eoceno medio e inferior de Pakistán. Se trataba de animales carnívoros terrestres, pero la configuración de los huesos de las orejas y su dentición demostró que representan el primer paso en la evolución de las ballenas.
Unos cuantos millones de años más tarde, algunas criaturas, como elAmbulocetus, ya tenían un estilo de vida anfibio, y sus patas posteriores estaban más adaptadas para la natación que para caminar sobre tierra firme.Los Protocetidae representan un paso posterior en la evolución de los cetáceos, y es posible que por aquel entonces ya dispusieran de una aleta caudal como la de los cetáceos actuales.
Aún así, su cerebro se encontraba menos desarrollado y no tenían el melón típico de los odontocetos. Las primeras ballenas dentadas no aparecerían hasta casi finalizado el Eoceno.
Los Ungulados también continuaron evolucionando durante el Eoceno. Los artiodáctilos aparecieron a principios de esta época, hace cincuenta y cuatro millones de años, y a finales del Eoceno ya se habían diversificado en los tres subórdenes actuales: Tylopoda (camellos), Suinae (cerdos), y Ruminantia (ovejas, cabras, y vacas).
La gran expansión de los Perissodactyla, que los desplazaron hacia hábitats menos prósperos, y la aparición de hierba en el Eoceno, condicionaron el desarrollo del particular aparato digestivo que poseen los artiodáctilos y que más adelante les ayudaría a desbancar a los Perissodactyla como los herbívoros dominantes.
Los creodontos incluyen algunos de los mamíferos predadores terrestres de mayor tamaño que han existido, como el Andrewsarchus, que llegaba a medir tres metros y medio de longitud, casi dos metros de altura, y pesaba 250 kg. Aun así, su gran tamaño no le bastó para imponerse a largo plazo, pues fueron superados por otros carnívoros y terminaron por extinguirse en el Mioceno.
Su extinción se debió a una serie de factores, en primer lugar, su articulación lumbosacra no se encontraba suficientemente evolucionada para correr como el resto de carnívoros, y, además, su condición de plantígrado les hacía menos eficientes a la hora de correr.
En segundo lugar, los creodontes tenían una dentición diferente que les hacía carnívoros obligados, es decir, estaban restringidos a comer solamente carne, mientras que los miácidos y la mayoría de carnívoros de la época todavía poseían dientes adaptados para masticar otro tipo de alimentos.
El último creodonte que aparece en el registro fósil, el Dissopsalis, se extinguió hace ocho millones de años.
Durante el Eoceno, los tiburones lamniformes (o tiburones rayados) sufrieron una gran diversificación.
El tiburón duende es uno de tantos ejemplos de tiburones que aparecieron durante este período. Una de las especies más destacables fue el Otodus obliquus, un tiburón aparecido en el Paleoceno, que podía alcanzar los nueve metros de longitud y se alimentaba de mamíferos marinos, peces, y otros tiburones.
Muchos paleontólogos creen que el O. obliquus es un antepasado del género Charcharocles, y, por lo tanto, que mantiene una estrecha relación con el mayor tiburón depredador que ha existido, elMegalodon.
Otros, sin embargo, relacionan al O. obliquus con el gran tiburón blanco, aunque el número de paleontólogos que lo creen va disminuyendo, pues cada vez existen más evidencias de su relación con el Megalodon.
Otro pez destacable fue el Enchodus, un depredador relacionado con los salmones. El Enchodus tenía una serie de colmillos en la parte anterior de los maxilares superior e inferior y en los huesos palatinos.
A pesar de ser un depredador, la gran mayoría de sus fósiles se han hallado dentro de los estómagos de otros depredadores más grandes, como los Mosasáuridos, los Plesiosaurios, o la ave marina Baptornis.
Reptiles
La especie de serpiente más grande que se conoce vivió durante el Eoceno. El Gigantophis garstinipodría haber superado los diez metros de longitud, mientras que las serpientes actuales más grandes, las anacondas, rondan los siete metros de largo.
Esta serpiente, que habitó el planeta hace cuarenta millones de años en la zona del actual Egipto, se alimentaba probablemente de proboscídeos basales, los antecesores de los actuales elefantes.
Otra serpiente de grandes dimensiones que vivió durante esta época fue Palaeophis, una serpiente marina.
Al principio, se calculó que su longitud oscilaba entre los treinta y cuarenta metros, una cifra tremendamente elevada para una serpiente, pero estimaciones más recientes arrojan longitudes aproximadas de nueve metros.
El hecho más relevante del Eoceno en relación con los artrópodos fue la expansión de las hormigas. Durante el Cretácico sólo había unas cuantas especies de hormigas en el antiguo continente de Laurasia que representaban menos de un 1% del total de los insectos.
A finales del Paleoceno comenzó una radiación adaptativa que se prolongó durante el Eoceno y que les situó como los insectos dominantes hasta el fin de la época.
Su éxito fue tal, que el 90% de las especies de hormigas que vivieron durante el Eoceno, perduran todavía.
En el sitio fosilífero de Messel, situado en Alemania, se han hallado fósiles de Formicium, un género de hormiga que incluye un total de cinco especies y se conoce únicamente a partir de restos de machos y reinas.
La envergadura de las reinas oscilaba entre trece y quince centímetros, lo que la convierte en la mayor de las hormigas que jamás ha existido.
También se han encontrado fósiles de este género en el Reino Unido y en Estados Unidos, pero en estos casos se trata solamente de alas aisladas.
Flora
Hojas de Metasequoia glyptostroboides, más conocida como Secoya del alba, única especie viva del género Metasequoia, género del cual se han hallado restos muy bien preservados que datan del Eoceno.
Los bosques polares gozaban de una gran extensión. Se han hallado fósiles e incluso restos preservados de árboles, como las cupresáceas o el género Metasequoia, en la Isla de Ellesmere, situada en el ártico canadiense.
Los restos preservados que se han encontrado no se tratan de fósiles, sino de fragmentos originales que se conservaron en aguas pobres en oxígeno en los bosques pantanosos del Eoceno y que después fueron enterrados antes de que se iniciara su descomposición.
También se han encontrado fósiles de árboles subtropicales e incluso tropicales del Eoceno en lugares como Groenlandia o Alaska.
Las junglas llegaban hasta latitudes tan septentrionales como el noroeste de los Estados Unidos y Europa.
El enfriamiento comenzó a mediados de la época. A finales del Eoceno el interior de los continentes ya había comenzado a desecarse, y en algunas zonas los bosques comenzaban a reducirse considerablemente.
La hierba, que acababa de aparecer, se encontraba confinada en las riberas de los ríos y todavía no se había extendido por las sabanas y llanuras.
El enfriamiento terrestre fue acompañado por cambios estacionales. Los árboles caducifolios, que estaban más adaptados a los grandes cambios de temperatura, comenzaron a imponerse sobre las especies perennes tropicales.
A finales del Eoceno, los bosques caducifolios cubrían ya vastas regiones en los continentes septentrionales, incluyendo América del Norte, Eurasia, y el Ártico, mientras que las junglas solamente lograron resistir en América del Sur, India, y Australia.
La Antártida, que comenzó el Eoceno envuelta en bosques templados-subtropicales, se enfrió significativamente a medida que pasaba el tiempo.
La flora tropical de temperaturas altas desapareció, y a principios del Oligoceno, el continente antártico ya albergaba bosques caducifolios y grandes regiones de tundra.
Grande Coupure
La Grande Coupure («Gran Ruptura» en francés) fue un evento de extinción que supuso un gran cambio en la población de diversos organismos en Europa, siendo los mamíferos uno de los grupos más afectados.
El paleontólogo suizo Hans Georg Stehlin acuñó su nombre en 1910, haciendo referencia al cambio drástico de los mamíferos europeos.
Una de las causas principales de este hecho parece ser el cierre del estrecho de Turgai, lo que unió Europa y Asia y puso fin al aislamiento paleogeográfico de Europa, permitiendo así migraciones masivas de especies entre ambos continentes.
Además, el cierre de este mar epicontinental acentuó la corriente circum-antártica, iniciando así un enfriamiento progresivo, lo que dio lugar a la formación de un casquete de hielo en la Antártida, así como a la formación de una capa de agua fría sobre los fondos oceánicos.
La formación de casquetes provocó una importante disminución del nivel del mar y acentuó el efecto albedo, reflejando la radiación solar y causando un gran descenso de las temperaturas.
La capa de agua fría provocó que muchas de las especies que habitaban en aguas cálidas perecieran, dando lugar a una fauna muy poco diversificada.
El cambio climático que estaba teniendo lugar sería el preámbulo de las primeras glaciaciones polares.
Los mamíferos sufrieron una gran renovación. Los taxones de los mamíferos endémicos europeos fueron sustituidos por inmigrantes asiáticos, extinguiéndose así más de la mitad de los mamíferos europeos, y afectando de este modo al resto de la flora y fauna.
Los moluscos también sufrieron una gran renovación, especialmente en la costa oeste de los Estados Unidos y en la llanura costera del norte del Golfo de México.
Algunas teorías señalan el impacto de bólidos sobre Siberia como el principal responsable de este evento debido a las anomalías encontradas en las trazas de iridio, elemento muy útil para detectar los impactos de meteoritos, supuestamente hace 34 millones de años.
Inicialmente se propuso como un único evento, pero posteriormente se planteó un patrón de extinción en masa escalonada, siendo cada uno de ellos un impacto distinto de cometa o meteorito.
El hallazgo posterior de cuarzos con metamorfismos de choque y espinelas ricas en níquel, así como el descubrimiento de varios cráteres en Siberia y Norteamérica, han confirmado que hace aproximadamente 35,6 millones de años tres grandes meteoritos impactaron sobre el planeta.
Algunos autores han sugerido que estos impactos aceleraron el enfriamiento global, aunque los datos isotópicos no apoyan esta aceleración.
Sin embargo, este modelo de extinción escalonada fue desechado posteriormente al evidenciarse que los impactos fueron anteriores a las extinciones, confirmándose más tarde gracias al estudio de multitud de cortes y sondeos oceánicos.
Estos sondeos han sido datados con mucha precisión mediante los foraminíferos planctónicos, concluyendo que su extinción no fue producida por los impactos.
Yacimientos paleontológicos
Estos son algunos de los yacimientos paleontológicos más destacados del período Eoceno:
Wadi Al-Hitan (valle de las ballenas en árabe) es una región del desierto occidental de Egipto, donde se han hallado importantes fósiles de cetáceos primitivos.
Estos restos representan uno de los principales registros de la historia de la evolución de las especies: la transición de las ballenas de animales terrestres en animales acuáticos.
Los fósiles que se han encontrado en Wadi al-Hitan permiten saber que, durante el Eoceno, lo que hoy en día es el desierto del Sahara por aquel entonces era un mar superficial del océano de Tetis.
Los fósiles completos o casi completos de Zeuglodon o Basilosaurus son los hallazgos más destacados del valle, ganándose de este modo el sobrenombre de «Valle de los Zeuglodon».
El Dorudon es otro cetáceo prehistórico del que se han encontrado registros fósiles en Wadi al-Hitan. En el 2005 el valle fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La Formación Green River es una formación geológica que se extiende sobre el norte de Utah, el oeste de Colorado, y el suroeste de Wyoming, en los Estados Unidos.
En él se pueden encontrar dos zonas bien diferenciadas de barro limoso muy fino, en los que se conservan una gran diversidad de fósiles completos y detallados.
La zona más productiva, la denominada «zona de 18 pulgadas», contiene una gran cantidad de fósiles, entre los que destacan los peces, en una serie de capas laminadas de barro, y representan aproximadamente unos cuatro mil años de depósitos.
La segunda zona fosilífera se trata de una zona no laminada de algo menos de dos metros de grosor en la que también se pueden encontrar fósiles muy detallados, aunque su extracción se ve dificultada al no estar dispuesta en láminas separables.
Isla Marambio
El capitán noruego Carl Anton Larsen descubrió varios fósiles en la isla en el año 1882, en su primer viaje a la Isla Marambio, a bordo del barco Jason.
Desde entonces, la isla ha sido objeto de cuantiosas investigaciones paleontológicas. En la imagen, huesos fosilizados de pingüinos.
Las investigaciones realizadas en la Isla Marambio han ayudado a la comprensión del enfriamiento durante el Eoceno, un proceso que culminó en el inicio de la glaciación de la Antártida.
Estudios del carbonato de diversos puntos del océano Antártico sugieren que, en lugar de tratarse de un enfriamiento monotónico de la temperatura durante este período, en el Eoceno medio hubo un breve episodio de calentamiento.
También se han estudiado multitud de fósiles, como algunos pingüinos extintos, diversos bivalvos, y otros animales y plantas.
Arcilla de Londres
La Arcilla de Londres es un depósito marino conocido por sus fósiles.
La arcilla fue depositada en un mar que alcanzaba los doscientos metros de profundidad en su región más oriental.
Se han encontrado hasta cinco ciclos de deposición (que representan una transgresión seguida por una reducción de la profundidad del mar), sobre todo en la región occidental, más superficial.
Cada ciclo comienza con un material basto (incluyendo concentraciones de sílex redondeado), y finaliza con una arcilla cada vez más arenosa.
Los fósiles hallados de animales incluyen bivalvos, gastrópodos, nautilus, cangrejos, langostas, peces (incluyendo dientes de tiburón), reptiles (sobre todo tortugas), y ejemplares de aves poco comunes.
También se han hallado algunos fósiles de mamíferos.
En la Arcilla de Londres son muy abundantes los fósiles de plantas, incluyendo frutos y semillas.
Hace poco menos de tres siglos que se empezaron a recoger fósiles vegetales, y se han descrito unas 350 especies.
Esto hace que la flora de la Arcilla de Londres sea una de las que más variedad tiene en frutos y semillas fósiles.
El sitio fosilífero de Messel, situado en Hesse, Alemania, y declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995, es una antigua cantera de pizarra bituminosa que contiene la muestra mejor conservada de la fauna y flora del Eoceno medio que se conoce.
En la mayoría de yacimientos, encontrar esqueletos parciales supone todo un logro, pero en Messel existen numerosos casos de conservación integral, e incluso en algunos se conserva el pelaje, las plumas, o las marcas de piel de algunas especies.
La gran diversidad de especies es también un punto a favor, gracias, en parte, a las erupciones de gas.
En el yacimiento se han encontrado:
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