Caza-recolección

Caza-recolección. El concepto de cazador-recolector es mucho más complejo de lo que parece a simple vista, ya que no sólo conlleva una serie de actividades concretas destinadas a garantizar la supervivencia de un grupo, sino que conlleva un “modo de vida” global, donde están incluidas las actividades de la vida cotidiana, un mundo espiritual, unos modos sociales determinados y una organización interna concreta. Es decir, el concepto de cazadores-recolectores lleva implicada una economía, una sociedad y una ideología.

El alcance cronológico del concepto es muy amplio. Hasta hace diez mil años, el hombre era cazador-recolector. Aún en nuestro tiempo, existen sociedades que hasta hace poco practicaron o siguen practicando la caza y las actividades derivadas como medio básico de subsistencia. No es por tanto, una actividad netamente “prehistórica”, sino que ha tenido una proyección, aunque cada vez más limitada, en el mundo moderno y contemporáneo; estos grupos actuales pueden llegar a guardar algún parecido con los grupos prehistóricos (toda la historiografía prehistórica basada en la comparación etnográfica lo considera así), como por ejemplo ser grupos pequeños, unidos en la mayor parte de los casos por lazos de parentesco y con redes sociales eficaces externas al grupo para fines reproductivos, principalmente, o de alianzas sobre determinadas materias. Sin embargo, el aproximarse al estudio etnográfico de pueblos cazadores-recolectores actuales con el objeto de extraer generalidades extrapolables a los grupos paleolíticos es muy arriesgado.

Los alimentos más comunes eran los vegetales (recolección) y la carne (caza o carroñeo). En un principio eran los únicos pueblos que existían y hoy existen todavía, a duras penas, pequeños grupos nómadas que viven de la caza de animales, de la pesca, de la recolección de frutos, semillas y setas (extracción de raíces y tubérculos), y de la recogida de miel, actividades que rara vez aportan más del 50% de su dieta alimenticia. Los grupos más conocidos son los aborígenes de Australia, los esquimales de Groenlandia, Canadá, Alaska y la zona de Siberia que linda con el estrecho de Béring y diversas etnias de la selva amazónica. Los san de Botsuana, Namibia y sur de Angola han perdido la mayor parte de sus territorios y hoy muchos viven como jornaleros. Algunos pigmeos continúan siendo cazadores activos. Existen grupos menos conocidos en Somalia, Etiopía, Kenia, Tanzania, Ruanda y Burundi; en Canadá, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, Colombia y Chile, o en Rusia, India, Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas.

Los cazadores-recolectores no sólo se adaptan al medio, sino que tratan de influirlo; en realidad son sofisticados manipuladores y administradores del medio que conocen, al que han manejado durante muchas generaciones hasta lograr transformaciones en su beneficio. La movilidad es una práctica clave para conseguir recursos diversos de calidad.

Para los antropólogos los estudios de estos pueblos han sido muy importantes y en parte este interés ha ayudado a estas personas a mantener su modo de vida. Las investigaciones realizadas en los años 1960 entre los San, indicaban que frente a la creencia general de que las condiciones de vida eran peores que la de los pueblos que adoptaron la economía productiva de agricultura y ganadería, la esperanza de vida era superior en los pueblos primitivos y de igual modo sus condiciones de salud, al no ser azotados por las periódicas epidemias que se ceban sobre las concentraciones humanas de las aldeas, aunque debían soportar enfermedades relacionadas con el parasitismo. Habría menos estratificación social y más paridad entre sexos, además sorprende encontrar similitudes entre grupos al comparar los estudios entre los San con otros estudios realizados en culturas muy alejadas, con lo que algunos antropólogos consideran que los antepasados de las sociedades que ya han alcanzado el neolítico vivirían de esa forma.

La adopción del Neolítico se debió no a un deseo de llevar una vida más fácil (por primera vez apareció el trabajo sistemático, y disminuyó la esperanza de vida), sino a que permitía multiplicar la población de un territorio por 100, o incluso 1.000 en el caso del Asia Monzónica.

El estudio de las sociedades paleolíticas a través de la Etnografía comparada

Un punto muy polémico en la investigación social de la prehistoria ha sido la tendencia a recurrir a estudios que se encargan de las sociedades actuales que continúan dentro de un sistema de caza y recolección para luego establecer paralelos con los grupos prehistóricos de cazadores-recolectores, asumiendo éstas similitudes como clave interpretativa. Esta práctica, muy habitual en la década de 1960 y 1970, se ha venido matizando cada vez más, debido al peligro que supone asumir estos paralelos como ciertos. En este momento se tiende a considerar este tipo de investigaciones como complemento de la actividad arqueológica.

El riesgo es debido a que en primer lugar, nos es desconocido en gran medida, al menos con una seguridad científica irrefutable, muchos aspectos de los grupos paleolíticos. Aunque, por otra parte, los estudios comparados puedan aportar datos útiles en la investigación del Paleolítico, no se debe olvidar que la arqueología es una ciencia esencialmente, al menos en una buena parte de su praxis, interpretativa, más cuando no se puede apoyar en textos escritos.

El conocimiento más completo de poblaciones paleolíticas ha llegado mediante la arqueología prehistórica, es decir, mediante la interpretación de restos materiales, industria lítica, estructuras de habitación enterramientos, etcétera; eso sin olvidar la validez como aporte extra de los estudios sobre hábitat, clima, fauna, y demás aspectos de los ecosistemas paleolíticos, que nos han aportado un marco de referencia esencial a la hora de contextualizar muchas de las actividades desarrolladas por estos grupos. El clima en el que se movían, los recursos de las diferentes zonas, la dieta (a partir de cotejar las informaciones sobre fauna con los restos hallados en yacimientos), son una parte esencial en el conocimiento de estas sociedades, debida la estrecha relación de dependencia con el medio que presentan debido a su ausencia de producción de alimentos.

Economía y subsistencia

Quizá la característica más destacada de estos grupos es su sistema económico, basado no en la producción (cambio fundamental con la llegada del Neolítico en el caso de los grupos prehistóricos), sino en la explotación de los recursos de un medio concreto sin llegar a agotarlos, utilizando estrategias adquiridas a partir de un exquisito conocimiento del entorno. A pesar de las limitaciones en los estudios, sobre todo en el caso de grupos paleolíticos, las comparaciones etnográficas con los grupos actuales parecen dar un papel mayor al consumo de vegetales sobre la carne. Sin embargo, otros autores han apuntado que las necesidades calóricas de un grupo pueden cambiar en función de una multiplicidad de elementos, como pueden ser el clima, la actividad, etcétera, por lo que todo parece apuntar a que factores ambientales influyen en las proporciones en la dieta de carne y vegetales. Estudios recientes afirman que los grupos cazadores-recolectores actuales presentan, en climas cálidos, una presencia de vegetales en su dieta de hasta un 80%, pero es de suponer que en climas más fríos, el porcentaje de carne en la dieta aumentaría (debido a una necesidad de aporte calórico mayor). Además, en líneas generales, estudios realizados han mostrado como los grupos cazadores-recolectores ven satisfechas todas sus necesidades con una media de trabajo semanal inferior a las 35 horas. La división del trabajo tiende (aunque hay bastante variedad) a ser por sexos: los hombres cazan, las mujeres recolectan.

Con respecto a los grupos prehistóricos, hay aspectos relativos a la subsistencia que no acaban de estar claros y los estudios comparados no terminan de alcanzar, debido a las diferencias en el entorno con grupos similares actuales. De todos modos, si parece bien conocido el camino que estas estrategias siguieron a lo largo del Paleolítico. En un primer momento, durante el Paleolítico Inferior, tenemos pequeños grupos que practican una tosca (a juzgar por las evidencias) caza, combinada con la recolección de alimentos y el aprovechamiento de carroña. Estos primeros grupos tenían un claro carácter oportunista. Durante el Paleolítico Medio, comienzan a diversificarse tanto las técnicas de caza (más complejas) como la diversidad de recursos a explotar y la manera de hacerlo, con un carácter eminentemente adaptativo que revela un gran conocimiento del medio. Ya en el Paleolítico Superior, se añaden definitivamente nuevos recursos (como la introducción de la pesca y el marisqueo).

Sociedad

El mundo social de los cazadores-recolectores actuales es enormemente complejo, y muy distinto en muchos aspectos al de las sociedades productoras actuales. En líneas generales se puede afirmar, en base a los diversos estudios etnográficos realizados (muy especialmente los realizados con los San) que estos grupos tienden a las relaciones sociales laxas, solidarias y ausentes en buena medida de conflictos. De este modo, en el caso de los San, el sistema de propiedad privada es radicalmente distinto al conocido hoy en día por la mayoría de las sociedades. Poniendo la caza como ejemplo, se considera que aunque la presa es del cazador que la abate, una vez satisfechas sus necesidades y las de su familia, cualquier miembro del grupo puede aprovechar el resto para su consumo, de modo que se concede una gran importancia a una ética de compartirlo todo de forma que nadie del grupo pase necesidad; las reservas de cualquier cosa no indispensable, por lo general, no existen. Del mismo modo, contemplan relaciones sociales complejas, como el divorcio (realizado por lo general de mutuo acuerdo, con un mero abandono de hogar); es curioso como se contemplan los matrimonios experimentales y como el marido pasa un periodo de prueba en el que debe probar que es capaz de alimentar a su familia.

Un aspecto general de estas sociedades es su generalizada ausencia de violencia. Los San, por ejemplo, le tienen verdadero miedo, buscando siempre soluciones alternativas, como el abandono del poblado por una de las dos partes en conflicto. Además, en caso de darse, las situaciones de violencia están alta y eficazmente ritualizadas. Del mismo modo, la educación de los niños tiende a basarse en el ejemplo, con la tutela de sus padres, sustituidos por algún otro familiar en caso de falta.

Los estudios también tienden a revelar un papel importante del prestigio y la posición social, en general mucho más valorado que la propiedad privada; muchas veces la posición social lleva implícita influencia en los semejantes (a mayor prestigio, más valiosos se consideran los consejos ofrecidos); el prestigio en estas sociedades suele adquirirse mediante el trabajo, el esfuerzo y el ayudar a los demás.

Es muy común también un altísimo grado de conocimiento del medio y las limitaciones de los recursos que les rodean por parte de estos grupos, lo que a menudo redunda en ciertas prácticas sociales de control demográfico, con una enorme variedad; es muy habitual la presencia de tabúes sociales encaminados a controlar la demografía (por ejemplo, el denominado «tabú post-parto», basado en la abstinencia), así como de un aprovechamiento de sus grandes conocimientos sobre propiedades de la vida vegetal de su entorno como métodos abortivos, habitual en algunas sociedades de Sudamérica. La identificación más global con su medio suele darse entre los aborígenes australianos, que se consideran a si mismos como parte del paisaje.

Por lo general, la familia tiene un gran relieve en estas sociedades. Es necesaria para mantener y educar a los pequeños, con cara a su papel y vida social como futuros adultos; también suelen implicar obligaciones recíprocas entre sus miembros, e incluso éstas se hacen en ocasiones extensivas a toda la comunidad, caso de los niños y ancianos, que en la mayor parte de estas sociedades nunca serán desatendidos.

Con respecto a las sociedades prehistóricas de cazadores-recolectores, nuestro conocimiento es bastante más limitado. En base a ciertas evidencias bastante sólidas, se presupone una densidad de población variable según las condiciones ambientales pero en general tendente a la baja (unas 40/60 personas de media), organizada en torno a pequeños núcleos familiares, relacionados entre sí y con otros grupos de su entorno, con el objeto de evitar caer en la endogamia. Parece evidente una alta cohesión grupal basada en la necesidad, tanto de obtención de alimentos como de mera supervivencia. Con base en elementos presentes en el arte paleolítico, se tiende a asumir cada vez más la presencia de prácticas mágicas de tipo chamánico entre estos grupos prehistóricos, pero hoy en día es aún tema de debate entre los investigadores.

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