La batalla de Covadonga es considerada por los historiadores como el inicio de la reconquista de la península ibérica de las manos de los musulmanes. En esta batalla, con fuerzas muy dispares, la habilidad de los soldados de Don Pelayo sumados a sus conocimientos del terreno permitieron una increíble victoria contra un ejército 600 veces superior, recordando a Leónidas y la batalla de las Termópilas.
Don Pelayo era primo del rey visigodo Don Rodrigo y uno de los componentes de su guardia personal. Con la derrota de las fuerzas de Don Rodrigo a manos de los musulmanes en la batalla de Guadalete debido a una traición de oponentes al rey, Pelayo se refugia en Toledo, donde encuentra al arzobispo Urbano que estaba preparando la retirada hacia Asturias. Esta región estaba controlada por un bereber llamado Munuza, que gestionaba todo el norte de España desde su base en Gijón. Cuenta la leyenda que Munuza quería conseguir a la hermana de Pelayo, y para lograrlo envió a Pelayo como rehén a Córdoba. Pelayo logra escapar y regresar a Asturias, oponiéndose a la unión entre los dos, y se refugia en los Picos de Europa.
El bereber Munuza
Pelayo participa en una reunión de cristianos en Cangas de Onís en el 718, donde les acusa de cobardes, incitandoles a la rebelión contra el conquistador musulmán. Este grupo decide seguir a Pelayo, eligiéndolo como su caudillo. Poco a poco más personas se fueron sumando a este grupo, y dejaron de pagar los tributos al gobernador musulmán. Vista la situación, Munuza pide ayuda, y desde Córdoba viene enviado un ejército de 20.000 hombres según los historiadores (185.000 según los registros históricos) comandados por Alqama, uno de los mejores generales entre los musulmanes, para poner fin a la sublevación.
Pelayo, con los 300 hombres que se unieron a él, establece su base militar en Cangas de Onís, desde donde inicia acciones de castigo a las tropas musulmanas. Pelayo no contaba con un ejército de dimensiones similares al de los musulmanes ni mucho menos, pero contaba con excelentes jinetes, arqueros y honderos que conocían el terreno a la perfección.
Momentos antes de la batalla, Pelayo recibe una visión: en el cielo aparece una cruz bermeja y la Virgen le anuncia a Pelayo que la victoria le acompañara ese día. Luego de esa visión, Pelayo recibe de la Virgen una cruz hecha con ramas de roble.
Como de costumbre, Alqama envía a don Oppas para negociar con Pelayo, pidiéndole su rendición a cambio de sus viejas tierras y posesiones. Según el Rey Alfonso III, don Oppas le dijo a Pelayo: “Escucha mi consejo y vuelve tu ánimo de tu decisión, ara que poseas muchos bienes y disfrutes del consorcio de los caldeos“. Pero Pelayo ahora está convencido de que la sublevación se ha convertido en una guerra por la Fe, cristianos contra musulmanes.
Pelayo se atrinchera con su ejército en la Cova Dominica, en Covadonga. Los soldados musulmanes comienzan el ataque por los desfiladeros entre las montañas, y son atacados con lanzas, piedras y flechas por los hombres de Pelayo. Según la leyenda, las flechas y lanzas con las que los musulmanes intentaban atacar a los hombres de Pelayo
se volvían contra aquellos que las lanzaban por intervención divina.
Sufriendo muchísimas perdidas, las tropas musulmanas empiezan a retroceder. Desde la Cova Dominica Pelayo ordena un ataque desesperado contra los musulmanes, y sus hombres se lanzan como posesos contra estos. El comandante Alqama muere en la batalla, y don Oppas viene hecho prisionero.
La Cova Dominica en la actualidad
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