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Baltazar de la Cueva Enriquez
Bazalar de la Cueva Enriquez. Político y administrador colonial español, conde de Castellar, nacido en Madrid en 1626 y fallecido en 1678, que fue vigésimo virrey del Perú (1674-1678).
Fue el segundo hijo de Francisco de la Cueva, duque de Alburquerque, y de Ana Enríquez. Estudió en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca, donde obtuvo los grados de bachiller y licenciado en leyes y cánones y, más tarde, ejerció el rectorado. Asumió los cargos de oidor de la Real Audiencia de Granada, de embajador en Venecia y Alemania y, por último, de fiscal del Consejo de Ordenes y del Consejo Supremo de las Indias. Asimismo, ostentó los títulos de Caballero de la Orden de Santiago, Mariscal de Castilla y Gentilhombre de Cámara del Monarca, a los que se sumaron los títulos de nobleza de su esposa, su prima Teresa María Arias de Saavedra, condesa de Castellar y marquesa de Malagón. Nombrado virrey del Perú el 26 de septiembre de 1673, desembarcó en Paita y prosiguió su viaje por tierra hacia la capital peruana. Hizo su ingreso en Lima bajo palio el 15 de agosto de 1674 y recibió el mando de manos del regente de la Audiencia de Lima. En lo relativo a su gestión económica, además de descubrir los numerosos fraudes realizados por los oficiales reales por un valor superior a 400.000 pesos, tras conocer que el déficit de la Real Hacienda ascendía a un monto de 214.446 pesos, procuró disminuirlo haciendo efectivos los cobros atrasados que incrementaron el erario público en 535.503 pesos. Resultado de la presión fiscal y la dureza con que el gobernante sancionó los procedimientos del sector comercial fueron algunas de las quiebras que éste experimentó en 1677. En cuanto a la defensa, dispuso que la guarnición del presidio de El Callao estuviera permanentemente integrada por quinientos hombres, mientras que en Lima las compañías de infantes y jinetes deberían efectuar ejercicios y revistas diarias. El temor a la presencia de los corsarios y piratas en las costas del Pacífico le condujo a reforzar la Armada del Sur con dos navíos adquiridos en los astilleros de Guayaquil y a ordenar a todos los propietarios de barcos de mercancías que acondicionaran su superficie para recibir artillería y entrar en combate. Además, dispuso el envío de pólvora y municiones a los puertos de Arica y a las guarniciones militares de Valparaíso y Valdivia y encomendó al navío de guerra comandado por el almirante Antonio de Beas a explorar el estrecho de Magallanes con el fin de detectar la presencia de corsarios, pero éste regresó sin encontrar a ningún enemigo. Pese a esta constatación, el virrey prosiguió con su política de reforzar las defensas de la capital, así que ordenó que se pertrechara la Sala de Armas de El Callao, que se reconstruyera y artillara su muralla y que se aumentaran los infantes de la Armada virreinal, a lo que se unió en materia de ingeniería civil la reconstrucción del puente de piedra del valle del Urubamba en el Cuzco. Con relación a las incursiones militares y la expansión de la frontera, se sometió a los indios urus y uroitos de la zona del lago Titicaca. En cuanto al Patronato Real, se tuvo especial cuidado en proteger militarmente las misiones de los jesuitas y franciscanos en las entradas de la selva central y norte del Perú. Entre los desastres naturales más importantes estuvo el terremoto de Lima el 17 de junio de 1678, que causó cientos de muertes y destruyó numerosos edificios públicos y templos. Ante las continuas quejas elevadas al Consejo de Indias por los comerciantes peruanos denunciando los cobros excesivos del virrey, el monarca ordenó el 7 de julio de 1678 la destitución inmediata de la referida autoridad virreinal y su sometimiento a un juicio de residencia. Luego de entregar el mando a su sucesor, el arzobispo Melchor de Liñán y Cisneros, Cueva Enríquez fijó su residencia temporal en el pueblo de Santiago de Surco, a la espera de que se resolvieran las acusaciones levantadas en su contra. Absuelto de toda responsabilidad el 24 de abril de 1680, el conde de Castellar se trasladó a la plazuela limeña de San Pedro y, poco después, el 21 de septiembre de 1681, se embarcó en El Callao con su esposa e hijo con rumbo a España. Reasumió sus funciones en el Consejo de Indias, cargo en el que se mantuvo hasta su muerte, acaecida en Madrid en 1689.
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