Para mayor confusión, el concepto de Arte moderno no se aplica al Arte de la Edad Moderna (siglos XV al XVIII), sino a nuestro arte contemporáneo, porque se aplica no con un criterio cronológico (periodización), sino estético, definido por su ruptura con el academicismo y por su adecuación a renovadas y provocativas teorías del arte (arte deshumanizado, arte puro, muerte del arte, crisis del objeto artístico, arte independiente, etc. Véase también estudio de la historia del arte). Lo mismo ocurre con los conceptos de moderno y contemporáneo aplicados a cada una de las bellas artes (especialmente de las artes visuales: arquitectura moderna, arquitectura contemporánea, pintura moderna y pintura contemporánea, escultura moderna o escultura contemporánea); o con el menos usado concepto de arte postmoderno (desde los años 1970). Para las demás bellas artes, esta adjetivación no se usa de forma similar: literatura moderna y literatura contemporánea denotan significados bien diferentes. De manera mucho más clara, el concepto de música moderna suele reservarse para la música popular moderna (de la industria musical de consumo masivo); mientras que el de música contemporánea se hace para el de música académica del siglo XX. La expresión danza moderna se suele utilizar de modo intercambiable con danza contemporánea, y se opone cronológica y estilísticamente a otros géneros de danza, como la danza clásica (ballet) y la danza española, con los que comparte la condición de baile culto o admisible en las instituciones culturales (junto a la ópera o los conciertos de música culta); pero la expresión «baile moderno» (especialmente en plural: «bailes modernos») se utiliza habitualmente para los tipos de baile con menor identificación con tales instituciones (los bailes de salón y el baile juvenil de las discotecas). El surgimiento del cine (séptimo arte) a finales del siglo XIX, previamente de la fotografía, y posteriormente del cómic, hace poco útil la calificación de modernas o contemporáneas a ninguna parte de sus producciones. Es muy común que publicaciones e instituciones asimilen ambas denominaciones, englobándolas en el concepto conjunto de Arte moderno y contemporáneo.
Interpretación posestructuralista del arte contemporáneo
La teoría postestructuralista ha acuñado el término «postmoderno», ya que desde esa teoría se vislumbra la imposibilidad de seguir creando desde los preceptos de la originalidad y la novedad (elementos propios de la modernidad); en lugar de ello se apunta a elementos como reinterpretaciones, resignificaciones y el giro lingüístico con el fin de ampliar el concepto de arte y establecerlo como un acto comunicativo. Este tipo de prácticas se inician desde el cuestionamiento de la institución del arte a partir de la obra de Marcel Duchamp Fuente (1917), un objeto cotidiano descontextualizado y exhibido provocativamente como obra de arte (un urinario puesto al revés). Pero este pensamiento se comienza a ampliar y a tomar seriamente desde la década de los setenta hasta nuestros días con el redescubrimiento de la obra de Duchamp y de los Dadaistas de principios del siglo XX a manos de artistas como Robert Rauschenberg, teóricos como Rosalind Krauss y toda la escuela postestructuralista, que reintrodujeron este pensamiento dentro del main stream internacional.
La modernidad es un concepto polisémico, que se identifica con los valores del Humanismo y el Renacimiento de los siglos XV y XVI y con la Ilustración del siglo XVIII. Ese contexto histórico y temporal, en la historiografía anglosajona se denomina Modern Times (Tiempos modernos, que llegarían hasta la actualidad), mientras que en la historiografía latina (francesa y española) se denomina Edad Moderna, separada de la Edad Contemporánea por el ciclo revolucionario bajo su triple aspecto de Revolución Burguesa, Revolución Liberal y Revolución industrial. La sociedad preindustrial, rural y estamental se ve alterada radicalmente y transformada en una sociedad industrial, urbana y de clases. La expresión artística no fue ajena a un cambio histórico de semejantes dimensiones.
Neoclasicismo, academicismo y prerromanticismo
Romanticismo
Tras la Revolución francesa se desencadenan una serie de cambios culturales e intelectuales, en paralelo con las transformaciones sociales y políticas de la revolución burguesa y las económicas de la revolución industrial, que se van a reflejar en los movimientos artísticos siglo XIX. Los estilos del siglo XVIII, el neoclasicismo y el rococó, simultáneos al prerromanticismo, dieron paso a partir de 1815 (Congreso de Viena, derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo y Restauración absolutista) al movimiento romántico, expresado en pintura con el impactante La balsa de la Medusa de Gericault, que rompe con las convenciones estéticas del buen gusto académico al presentar en primer plano cadáveres putrefactos de los que se alimentan unos desesperados náufragos. Delacroix fijará icónicamente el protagonismo de las masas en la historia con su La Libertad guiando al pueblo donde refleja las barricadas de las tres gloriosas jornadas de la revolución de 1830 en París. Por su parte, William Turner y William Blake realizan su propia renovación de la tradición pictórica inglesa, y Caspar David Friedrich de la alemana.
Realismo, Prerrafaelismo, Barbizon, Arts and Crafts
Véanse también: Realismo artístico, Realismo literario, Pintura del realismo, Pintores del Realismo y Escultura del realismo. Mientras que el realismo literario (Balzac) surgió como reacción opuesta a los excesos del romanticismo (el exagerado exotismo, orientalismo y medievalismo y el gusto morboso por lo tétrico de la novela gótica), el realismo pictórico de Courbet, Corot o Daumier no significa una reacción en lo formal contra el romanticismo pictórico, sino que como éste, continúa profundizando en el alejamiento de la tradición academicista, de la que se ve radicalmente excluido (se les niega la entrada en las exposiciones oficiales, produciendo la apertura del Salon des Refusés, 1863). No obstante, en lo temático, los realistas ciertamente huyen de las fantasías y formas poéticas del romanticismo, y buscan representar la imagen artística de formas perceptivas con caracteres reales, acercándose más a la realidad. Esa realidad es buscada por unos con la pintura de caballete al aire libre (plenairismo de la Escuela de Barbizon); mientras que otros la encuentran especialmente en la realidad social de lo cotidiano, de lo vulgar y de las clases populares (como lo hizo el naturalismo literario de Émile Zola). La mayor parte de los realistas mostraron un alto nivel de compromiso político y social, vinculándose al naciente movimiento obrero surgido desde la revolución de 1848; otros, en cambio, como Millet, optaron por un misticismo cristiano de raíces conservadoras, postura que comparten de un modo similar, los nazarenos alemanes y la mayor parte de los prerrafaelitas ingleses. Simultáneamente, en Inglaterra, el triunfo del capitalismo y la industrialización, que amenazaba con acabar con las tradiciones artesanales, provocó la reivindicación del trabajo manual con el movimiento Arts and Crafts (artes y oficios) de William Morris, que políticamente se situaba mucho más a la izquierda que aquellos.
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