Alejandro III de Macedonia conocido como Alejandro Magno, es el mayor representante cultural de la Antigüedad, reconocido como el más trascendente de los grandes conquistadores, señalado como un tirano. Sus hazañas emocionaron y maravillaron a los hombres de la Antigüedad y siguen asombrando aún en nuestros días, como si de una aventura maravillosa y extraordinaria se tratase Y tal vez lo fuese el hecho de que, en once años no se produjera ningún accidente que hiciera fracasar la magna empresa por él iniciada. Murió de fiebre a los a los 33 años, habiendo conquistado más territorios que ningún otro general hasta entonces y sin haber sido vencido nunca.
Hijo de Filipo II de Macedonia y de su esposa epirota Olimpia, el príncipe Alejandro de Macedonia nació tal vez en Pella, capital de este reino o en Egas, en julio del año 356.
Sobre su nacimiento surgieron posteriormente muchas leyendas, entre ellas la que el nacimiento de Alejandro coincidió con el incendio del templo de Ártemis, en Éfeso. Se atribuyó su paternidad a Zeus-Amon, de lo que podrían derivar diversas cualidades físicas especiales, como el tener aspecto leonino, característica divina, aunque para engendrarlo tomase el dios forma de serpiente. El Pseudo Calistenes lo describe como un tipo peculiar, La figura la tenía de hombre y la cabellera de león. Los ojos los tenía de diferente color: el derecho de tonos oscuros y el izquierdo glauco, pero en cuanto a su perfil, representado en las monedas, varía ostensiblemente de unas emisiones a otras.
También refieren las fuentes antiguas el episodio de su concepción por una serpiente, que se unió a su madre estando ésta dormida.
Alejandro era de carácter poco flexible y de los que no pueden ser llevados por la fuerza, pero al que con la razón y el discurso se le conducía fácilmente a lo que es decoroso y justo. Filipo II por si mismo procuró más persuadirle que mandarle y, más tarde, recibió Alejandro una cuidada educación, a cargo, primero, de Cleónidas, su pedagogo y tutor infantil; su maestro de música, leucipo el Umneo: de Geometría, Melemno el Peloponesio; de Retórica, Anaxímenes.
Cuando tenia catorce años, su educación se confió al filósofo Aristóteles, hijo de Nicómaco de Estagira durante tres años.
Este filósofo, suscitó en el joven el gusto por el cultivo del espíritu y sobre todo por la lírica, la tragedia y la epopeya griegas.
También se atribuye a las enseñanzas de Aristóteles la afición de Alejandro por la medicina. Sus contemporáneos dan más importancia, en cambio, a la iniciación política del príncipe, que estuvo a cargo de Antípatro, con ocasión de una regencia ejercida por aquel en ausencia de Filipo II tal vez cuando Filipo hacia la guerra a los Bizantinos y Alejandro no tenía más de dieciséis años, en que quedó con el gobierno y el sello de Macedonia, entonces domó a los maídos que se habían rebelado, tomó su capital y la repobló con gentes de diferentes países y le dio el nombre de Alejandrópolis.
Sobre las relaciones con Aristóteles, Alejandro le tenía no menos amor que a su padre, pero estas relaciones, con el tiempo, se enfriaron, aunque el deseo y el amor por la filosofía no se borraron de él, como más tarde demostraría en sus actuaciones con diversos filósofos que conoció.
Sean cuales y como fuesen las influencias verdaderas de Aristóteles en la formación de la personalidad del joven príncipe. Alejandro tuvo siempre una gran admiración y veneración por la cultura griega, sobre todo por La Iliada, de la que llevaba siempre consigo un ejemplar,corregida de mano de Aristóteles, la llamada Ilíada de la caja, que ponía siempre, junto con una espada, debajo de su cabecera al dormir, obra a la que tenía por guía de doctrina militar.
En cuanto a su preparación física, debió ser buena, por la importancia que tenia para los ejércitos y las conquistas el estado físico de los futuros guerreros. De los 10 a los 14 años aprendió equitación, además del arte de domar y manejar los caballos, así como de cabalgarlos sin silla con saltos bruscos, de llevarlos en los tres pasos de desfile y los carruseles.
Para la civilización occidental, Alejandro Magno fue un personaje excepcional del que Aristóteles fue tutor, rodeado de la admiración y la veneración de sus contemporáneos, que trascendió el tiempo y el espacio, llegando hasta nuestros días, visión tal vez algo deformada y, cuanto menos, magnificada, de la real, con la que no todos los historiadores parecen estar muy conformes.
Efectivamente, Alejandro intervino en la Batalla de Queronea, localidad situada a ocho kilómetros de la moderna Livadia (Beocia), entre las orillas del Cefiso y el Hemón, a principios de septiembre del año 338, cuando aún no tenía18 años. En aquel momento dirigió con éxito un escuadrón de 225 coraceros de la famosa cabañería de Helairoi (Compañeros a caballo u hombres adictos al rey), en el ala izquierda de los efectivos macedónicos, que decidió la victoria al introducirse en las falanges tebanas, de no menos de doce mil hombres, entre las que estaba el poderoso Escuadrón Sagrado tebano. Después de la batalla, fue enviado por su padre a Atenas, con dos de sus mejores generales, Antípatro y Alcimaco, para llevar las cenizas de los atenienses abatidos en el combate y convenir los términos de la paz.
Pero también hay que admitir y reconocer su crueldad, evidentemente hija necesaria de las circunstancias de la Corte macedonia, en la que numerosos reyes que le antecedieron murieron asesinados. Así, al subir al trono a los veinte años, el joven Alejandro ya dispuso con frialdad la ejecución de la segunda esposa de su padre, Cleopatra, de su hijo de corta edad, Europe (medio hermano de Alejandro) y de otro hijo de Filipo, Carano, habido éste con Fila de Elimiotis, además de su primo Amintas III. También la tradición y la historiografía persa le han sido, lógicamente, adversas, porque desde el punto de vista de la tradición cultural de este pueblo. Alejandro sólo fue un conquistador blasfemo, hereje y obsceno por sus costumbres griegas, que intentó destruir las antiguas tradiciones persas. También la propaganda griega le fue contraria y los panfletos se multiplicaron, tanto en el entorno de Demóstenes, Hipérides y Demades como en el de Aristóteles, sobre todo tras el asesinato de Calístenes, en el 327 a.C.
Cabe también preguntarse si Alejandro era un usurpador del trono de Macedonia, hijo de otro usurpador. Pero en este sentido hay que tener en cuenta que, como se dijo más arriba, al hablar de Filipo II, la monarquía macedonia era electiva, y por lo tanto, el reinado de Alejandro, ratificado por la Asamblea del pueblo macedonio, fue legítimo según todos los fundamentos jurídicos de su propio país. Pero el joven no asumió el trono sin problemas, ya que tuvo una fuerte oposición, hecho casi normal en la monarquía macedonia. Su advenimiento, sin embargo, fue acompañada de derramamiento de sangre macedonia y precipitó la insurrección de Tebas. Además, en este primer momento tras la muerte de Filipo II se sublevaron, una vez más, las tribus ilirias.
Después del asesinato de Filipo II, con ocasión de la boda de su hija Cleopatra con el rey de Epiro, hermano de Olimpia y cuñado, por tanto, de Filipo II, Macedonia hervía y todos los ojos de los macedonios estaban puestos en Amintas y en los hijos de Aéropo, rey de Lincestes: Herómenes, Arrabeo y Alejandro. Los dos primeros fueron eliminados inmediatamente y el tercero pudo escapar, de momento, porque prestó acatamiento a Alejandro y, tal vez porque era yerno de Antípatro.
En realidad, el título de rey no fue otorgado oficialmente a Alejandro hasta lo menos un mes después de la muerte de su padre, porque el más importante funcionario de palacio, Antípatro, en su función de regente de Macedonia, tuvo que convocar al pueblo macedonio en armas desde los tres palacios de Egas, Edessa y Pella. Y hacia el 10 de octubre del año 336, unos diez mil hombres, la Asamblea de los macedonios aclama a Alejandro como rey de los macedonios, teniendo en cuenta las campañas en las que había participado y la ausencia de competidores.
Esta aclamación o designación era algo diferente de la votación o la elección, ya que suponía un compromiso, acuerdo o contrato tácito entre el rey y el pueblo macedonio representado por la Asamblea en armas. El rey se comprometía a asumir y garantizar los cultos de la nación (jefe religioso), a conducir a los soldados a la batalla y, por supuesto, a la victoria, y a ser justo en el reparto del botín obtenido y los territorios conquistados (jefe militar), así como tenía facultad para dictar leyes y hacerlas cumplir (juez supremo).
En caso de no cumplir sus compromisos, la Asamblea tenía la potestad y el deber de recordárselo, negándose a obedecerle, a entrar en campaña e incluso podía deponerle. Pero una vez aclamado, los juramentos sagrados individuales ligaban a los hombres macedonio con el jefe, quedando subrayados por sacrificios solemnes.
Se distinguen tres períodos sucesivos en la carrera conquistadora de Alejandro y en el desarrollo de su poder:
a) Una monarquía moderada, limitados sus poderes por Antípatro, poderoso general de Alejandro que tuvo gran influencia en esta primera época.
b) Una reafirmación o deslizamiento hacia tendencias absolutistas, acrecentadas por los éxitos militares, marcada por la eliminación de Parmenión y sus amigos.
c) Un despotismo que se impuso definitivamente cuando, después de la conquista de la India, intentó establecer sus relaciones con Grecia y Macedonia sobre unas nuevas bases.
Los motivos que le impulsaron a estos cambios pudieron ser diversos, la monarquía absoluta creada por Alejandro en su dominio persa marcaba una ruptura con el ideal griego y la práctica macedonia.La obra de Alejandro fue sobre todo política, pues el rey supo dar una dimensión nueva a la función monárquica, asimilando a la democracia griega el absolutismo oriental, al que los griegos calificaban de despotismo, y exigiendo de ellos los honores reservados a los dioses. Pero el príncipe Alejandro, en general, era poco y mal conocido. Sólo se sabía de él lo que Filipo II quiso que se supiera, nada había en él que hiciese prever la existencia de un genio precoz.
Así pues, Alejandro de Macedonia heredó a su padre y unificó a su alrededor las diversas facciones macedonias. Yendo hacia el sur, en Tesalia, se hizo renovar por la nobleza local, reunida en asamblea en Farsala, el título de gobernador y defensor de los tesalos (tagos), concedido anteriormente a su padre. Más tarde, franqueó las Termópilas y se hizo confirmar el título de Hegemón de la Liga de Corinto, sucediendo a su padre en el cargo.
Alejandro había reunido a todos los representantes de la Liga Helénica (o Liga de Corinto) para renovar las cláusulas del tratado de los años 338/7 que había nombrado Hegemon a su padre.
Como rey de los macedonios e hijo de Filipo II, Alejandro se convertía ahora, según los artículos del Tratado, en el nuevo Hegemón. Pero tanto Filipo II como Alejandro ostentaban en la Liga de Corinto dos cargos diferentes:
I. Hegemón, Cargo de función militar y civil, por la cual el rey macedonio garantizaba la seguridad de la paz y se obligaba a intervenir contra cualquier ciudad que violara el Tratado establecido.
II. Strategós autokrátor, Cargo que le daba el mando en Asia del ejército macedonio y del ejército griego aliado. De esta forma se instituía a Filipo II como general fuera de Grecia, cargo separado del anterior, que concernía a Grecia solamente.
Técnicamente, al heredar Alejandro a Filipo II como rey de Macedonia, no había necesidad de renovar el Tratado, pues éste había establecido claramente que se hacía con Filipo y sus sucesores. Alejandro, pues, era ahora, legalmente, Hegemón de la Liga de Corinto, desde el momento que era legítimo un acuerdo impuesto por la fuerza, personal y político. Y debió insistir en la renovación de dicho Tratado o al menos, en su reconocimiento en aquel momento, debido a las intenciones de numerosos Estados griegos de abandonar dicha alianza.
Entre marzo y mayo del año 335 a.C, la campaña contra los pueblos de los Balcanes le condujo desde Anfípolis, punto de reunión de las fuerzas macedonias y sus aliados balcánicos, hasta más allá del Danubio. Luchó contra los tríbalos e ilirios a los que venció sobre todo por la celeridad con la que obró, una de las mejores cualidades de Alejandro. Arriano describe estas campañas con gran detalle. En esta última campaña, Alejandro demostró sus dotes de general, pues no estaban a su lado ni Parmenion (al mando de las tropas de Asia Menor) ni Antípatro (regente en Macedonia) y consiguió gran cantidad de mercenarios tracios, peonios e ilirios además de fondos para financiar su campaña de Asia por la venta de miles de esclavos a los comerciantes griegos del Mar Negro.
En el mismo año 335, al difundirse la falsa noticia de su muerte, muchas ciudades de Grecia, entre las que estaba Tebas de Beocia, se rebelaron contra la dominación macedonia y lo que consideraban una tiranía contraria a las condiciones de la Paz del Rey, alentados desde lejos por el rey persa Darío III Codomano.
Los tebanos, que estaban en esos momentos animados también por las promesas de ayuda de Atenas, mataron a algunos soldados macedonios y pusieron sitio a la Cadmea, ciudadela tebana donde acampaba la guarnición macedonia. Alejandro, aún en Devol-Semani, junto al Adriático, recibió la noticia en agosto del año 336 y en solo trece días, se presentó ante Tebas de Beocia, y tras negociar, prometiendo la liberación de la ciudad, sin ser atendido, la tomó, dejando a sus soldados y aliados el saqueo y la destrucción de Tebas en octubre del año 335.
A partir de este momento, Tebas dejó de existir hasta que fue restaurada en el año 316, ya muerto Alejandro, por Casandro. Los habitantes que no habían sido esclavizados y pudieron escapar, buscaron refugio en las regiones vecinas como el Ática.
El descontento general de las poleis griegas, como hemos dicho en relación con Tebas, estaba alentado desde lejos por el rey Darío III de Persia, que había pagado para instigarlo a Demóstenes, al que Esquines acusa de venalidad. Y el hecho de que Alejandro utilizase la Liga de Corinto, al parecer, fue un medio de hacer que los griegos se castigasen unos a otros.
Después de la destrucción de Tebas, los atenienses, simpatizantes con la causa tebana, recibieron la orden de entregar a cierto número de políticos destacados, orden que se rescindió después de una petición de misericordia que fue atendida, aunque la desconfianza por parte de Alejandro no se desvaneció y fueron muy pocos los griegos de las antiguas poleis -Atenas, Esparta o Tebas, principalmente-, que el rey empleó en sus campañas. Así, utilizó la famosa caballería tesalia, infantería griega y veinte naves atenienses, que, serían más bien una especie de rehenes que garantizaban el buen comportamiento de los griegos en su país. A escala individual, el rey macedonio utilizó ingenieros y técnicos griegos, así como individuos valiosos en otras especialidades, como Eumenes de Cardia, su secretario, el literato y filósofo Calístenes de Olinto, el urbanista rodio Dinócrates, el almirante de la marina de Alejandro, Nearco, que era cretense, y por tanto de larga tradición marinera. Asimismo Onesícrito de Astipalea era marino y también a algunos hetairoi griegos.
Así pues, a fines del año 333, Grecia parecía estar firmemente bajo control macedonio (si dejamos a un lado las conspiraciones de Demóstenes y la eterna independencia de Esparta), estructurada por la Liga de Corinto y reforzada por las armas macedonias. Alejandro estaba, pues, en condiciones de avanzar hacia Persia. La tal vez limitada campaña que Filipo II quiso emprender contra los persas, siguiendo la campaña de Esquines, castigar a los persas, estaba, por fin, en marcha, tal vez con unas miras muy pequeñas, que se circunscribían a Asia Menor. Y puede que nunca se pueda saber si fueron sólo los resultados de las primeras batallas los que decidieron a Alejandro a proseguir la conquista total del Imperio persa o si esta conquista fue fruto de un plan preconcebido.
La conquista efectiva del gran Imperio la llevó a cabo Alejandro en solo unas cuantas batallas. La primera fue la del río Gráníco. Después, se recuerdan sobre todo las de Isso y Gaugamella.
En el Río Gránico, cerca de Troya, en mayo del año 334, Alejandro derrotó a los persas mandados por el general Memnón de Rodas, aunque dejó prácticamente intactas las fuerzas persas, especialmente la caballería, dejando escapar, también, al mejor general al servicio de Persia, Memnón el Rodio, quien debía poner en estado de defensa Mileto y Halicarnaso. El río Gránico es un pequeño torrente costero que recoge sus aguas del macizo del Ida de Troade que corre por la llanura de Dimekota y desemboca en el Mar de Mármara, entre las dos colonias griegas de Príapo (Karabiga) y Cícico (Erdek).
Tras esta batalla, Alejandro hizo suyas las ciudades costeras de la costa jonia de Asia Menor y ocupó las regiones de Caria, Frigia, Licia, Pamfilia y Cilicia. Su paso por la costa occidental de Anatolia fue señalado por la refundación de dos ciudades: Esmirna y Priene. Camino de Mileto tuvo lugar el encuentro con Ada, mujer emparentada con la familia real de Caria, a la que devolvió su trono, logrando la amistad de las ciudades carias.
La conquista de las ciudades de la costa fue fácil, ya que sólo Mileto y Halicarnaso ofrecieron resistencia. Se trataba, en este último caso, de la capital de la satrapía persa de Caria, defendida por el almirante Memnón, ciudad que estaba muy bien amurallada, resistiendo el asedio durante varios meses del verano del año 334, a pesar del empleo por Alejandro de las más diversas máquinas de guerra, hasta que tras numerosas batallas y escaramuzas, sus defensores abandonaron la ciudad, dirigiéndose a la isla de Cos.
La diferenciación que se hace entre ciudades autónomas, que pagaban un tributo o syntasis (contribución), quedando libres, por otro lado las que pertenecían a la Liga Helénica y en otro apartado los territorios sometidos, que pagaban phoros (tributo), donde nombró un sátrapa.
En Gordion vio aquel celebrado carro atado con corteza de serbal y oyó la relación allí creída por aquellos bárbaros, según la cual el hado ofrecía al que desatase aquel nudo el ser Rey de toda la tierra.
Este nudo tenia ciegos los cabos, enredados unos con otros con muchas vueltas y que, desesperado Alejandro de desatarlo, lo cortó con la espada por medio, apareciendo muchos cabos después de cortado. Pero Aristóbulo dice que le fue muy fácil desatarlo, porque quitó del timón la clavija que une con el estirote el yugo y después, fácilmente. quitó el yugo mismo.
Esta leyenda ha excitado la curiosidad de los eruditos antiguos y modernos, proponiéndose diversas hipótesis.
Más tarde, Alejandro volvió a dirigirse hacia el sur y junto al Golfo de Alejándreta, en Issos, en noviembre o diciembre del año 333, derrotó por segunda vez al ejército persa. Unos meses antes había fallecido repentinamente el general Memnón, afectado de un inesperado mal y con el terminaron los planes del rey persa y tuvo que dirigir el ejército el propio rey Darío, al no encontrar un general que fuera digno de suceder a Memnón.
Cerca de la plaza de Issos, tomada por Alejandro, se dio la batalla, en la que la actuación del rey persa ha sido tratada de forma diferente por los historiadores, pues mientras Diodoro habla elogiosamente de él, Q. Curcio se refiere a la confusión y el desorden que reinaba en el ejército persa, al carecer de un solo jefe.
El rey persa terminó huyendo, dejando en su campamento a su madre, llamada Sisigambis, a su esposa, a dos hijas y a un hijo, además de otras mujeres de su harén y los sátrapas que le acompañaban, mujeres a las que Alejandro fue a visitar, tranquilizándolas y rodeándolas de cuidados. Asimismo, tomó Alejandro gran parte del tesoro persa, abandonado tras la rápida huida, aunque parte había quedado en Damasco y fue tomado tras la batalla de Issos por Parmenion, al que Alejandro había enviado, mientras que él siguió por el litoral fenicio con la mayor parte de la armada.
Tan grande fue el botín tomado por Alejandro a los persas, que, aquí comenzó la afición al lujo y a los placeres asiáticos de los macedonios, que se acostumbraron a ir como perros por el rastro en busca y en persecución de la riqueza de los persas. La actuación del rey macedonio tras esta batalla, protegiendo y respetando a las mujeres persas del harén real le valió a Alejandro grandes elogios por parte de los historiadores. Entre ellos, Diodoro dice que, del conjunto de las bellas hazañas llevadas a cabo por Alejandro, yo, al menos, creo que no hay ninguna que sea mayor que ésta, ni más digna de ser relatada ni recordada por la historia.
Plutarco dice de él que, antes de casarse no conoció a ninguna otra mujer, fuera de Barsene o Bansine, hija de Artabazo y viuda de Memnón, que había sido cautivada en Damasco, y esto por instigación de Parmenio.
Darío, dirigiéndose a Babilonia, concentró allí a los supervivientes de la batalla de Issos y se puso en comunicación con Alejandro ofreciéndole parte de Asia en prueba de su amistad, lo que no fue aceptado por el macedonio, que tenía ahora ante sí dos posibilidades: Seguir hacia Babilonia o ir hacia el sur, siendo esta última la decisión que tomó, por razones estratégicas, aprovechando el vacío dejado por el repliegue de Darío de Mesopotamia para apoderarse de la quinta satrapía.
En general, Alejandro recibió a su paso la sumisión de las ciudades fenicias, Arados, Sidón y Biblos. Los tirios, en cambio, al manifestar el rey macedonio su deseo de hacer un sacrificio en el templo de Hércules, impidieron, un tanto temerariamente, como dice Diodoro, su entrada en la ciudad.
El hecho de impedir los tirios este sacrificio se debió, tal vez, a que fuese éste un acto que solamente realizaban los reyes de Tiro, por lo que de haberlo hecho el macedonio hubiese significado para Tiro reconocer la soberanía de Alejandro sobre la ciudad.
Este motivo no parece estar proporcionado con las consecuencias previsibles que acarrearía, ya que provocó la irritación del macedonio, que declaró la guerra a la ciudad, aunque los tirios soportaron valerosamente el asedio durante siete meses (febrero-agosto del año 332), aguantando las catapultas, los puentes, las torres y la multitud de ingenios defensivos que los técnicos de Alejandro idearon para dicho asedio.
Finalmente, Tiro fue tomada y se instaló en ella a un rey promacedonio, llamado Azemilkos, de la estirpe de los antiguos reyes tirios.
Los delegados de los Estados griegos enviaron a Alejandro embajadores con una corona de oro, compartiendo su alegría por la victoria de Issos.
Alejandro, por su parte, partió hacia Gaza, la antigua Minoa, capital de los filisteos, plaza fuerte que siempre se habían disputado todos los pueblos circundantes: Fenicios, egipcios, judíos y cretenses y que en septiembre del año 332 contaba con una guarnición persa y tropas auxiliares árabes, mandados todos por un enérgico general persa, Batis.
En este asedio, Alejandro Magno fue herido dos veces y tras un asedio de dos meses, la tomó, dejando el rey macedonio asesinar a todos sus habitantes por el furor que le había causado su resistencia, siendo repoblada más tarde con indígenas vecinos y transformada en fortaleza macedonia como base de apoyo para operaciones posteriores. En esta ciudad se consiguió, un gran botín, compuesto, sobre todo, de perfumes.
En el año 332, Alejandro entró en Egipto, donde el macedonio Amintas acababa de cometer su desatino, país en el que el clero estaba siempre en rebelión contra sus opresores.
Acompañado de las fuerzas navales a las órdenes de Hefestion, Alejandro llegó en siete días de Caza a Pelusio, siguiendo a continuación hacia Mentís que tomó, entregando enseguida el mando a Hefestion, mientras Alejandro entraba en tratos con el clero egipcio, que le recibió como un libertador de la opresión persa, devolviéndoles sus antiguos privilegios, inmolando víctimas al buey Apis y a otras divinidades y ordenando la reconstrucción de los templos, siendo reconocido a principios de diciembre del año 332 como faraón.
Puerta sublime, Rey del Alto y Bajo Egipto,Bienamado de Amón y Preferido de Ra, Hijo de Ra al mismo tiempo que se cumplía el viejo sueño griego, desde Ulises el Cretense hasta Cimón de Atenas, de abrir al comercio griego el inmenso mercado egipcio, fundando en el Delta la ciudad de Alejandría el 20 de febrero de nuestro calendario.
Visitó más tarde Alejandro el oasis de Siwa, donde fue saludado como hijo del dios Zeus Ammón. Este mismo año, Esparta, tras un intento de levantamiento, ingresó en la Liga de Corinto.
Alejandro reorganizó en Menfis la administración de la antigua satrapía persa, dejando el control de las finanzas y la recogida de impuestos a Cleomenes, un griego de Naucratis abandonando Egipto para enfrentarse a los ejércitos de Darío, por el itinerario de Tiro, donde en mayo del año 331 celebró las fiestas de Herakles-Melkart y Dionisos y procediendo a la reorganización financiera de Asia Menor. También, envió cien navíos chipriotas y fenicios para operar junto con las tropas navales macedonias en las cuestiones del Peloponeso, liberando, también, a los griegos que habían sido hechos prisioneros en la batalla del Gránico, en un intento evidente de acercarse a Grecia, que no terminaba de decidirse a ayudar plenamente a Alejandro.
Al año siguiente, en el 331, por Sidón, Beirut, Damasco, Homs, Hama y Alepo, Alejandro, tras pasar el río Éufrates por un puente de barcas, al norte de Alepo, habiendo huído los efectivos que Darío había dejado para defender el paso y el Tigris, derrotó de nuevo al ejército persa en la batalla de Gaugamela el primero de octubre del año 331 a.C, utilizando la táctica de la línea oblicua que tan buenos resultados le había dado en batallas anteriores, aunque en esta ocasión las pérdidas macedonias fueron abundantes.
Darío huyó hacia Media y fue asesinado en el año 330 por el sátrapa Bessos, que intentó proclamarse rey de Persia.
Alejandro viajó hacia el sur, hacia Babilonia, donde fue bien recibido por una población heterogénea que detestaba a los persas. Aquí, Alejandro restauró los cultos caldeos y los sacerdotes y con el apoyo de la casta sacerdotal, impuso más fácilmente el dominio macedonio.
Viajó después Alejandro hacia Susa con todo su ejército, tomando en esta ciudad, que se sometió sin lucha, grandes tesoros en metales preciosos y artísticos, organizando además grandes juegos y diversiones, además de confirmar al sátrapa Abulites en sus funciones.
A finales de enero del año 330 reanudó la marcha, pasando por Elam hasta Persépolis. Estimulado por las quejas de los griegos allí prisioneros, ordenó el saqueo de la ciudad, que entregó al ejército, quemándose el palacio de Jerjes después de una fiesta vengando así a los griegos y demostrando Alejandro que no quería convertir la ciudad en su capital.
Mientras tanto, Darío estaba en Ecbatana, capital de la Media, la moderna Hamadan, de la que huyó antes de llegar Alejandro, que dejó en la ciudadela de esta ciudad parte del tesoro traído de Persépolis y desmovilizó a los contingentes griegos, incluidos los tesalios, después de haberles entregado una buena recompensa, lanzándose a perseguir a Darío con la élite de sus tropas, pasó las Puertas Caspias, a ochenta y dos kilómetros de la actual Teherán y unos días después el primero de julio del año 330, descubrieron el cuerpo sin vida de Darío al oeste del Damghan, en Partia, asesinado por orden de los jefes de los turanios, Bessos, sátrapa de Bactriana, Satibarzanes y Barsaentes.
Bessos se proclamó jefe de la resistencia antimacedonia, apoyándose en la caballería bactriana, proclamándose a finales de agosto del año 330, sucesor legítimo de Darío, con el nombre de Artajerjes, y finalmente fue capturado por el destacamento de Ptolomeo, siendo enviado a Ecbátana para ser juzgado allí por un tribunal persa y ejecutado mientras que Alejandro fue nombrado rey.
Se erigió en sucesor de los Aqueménidas, adoptando la titulatura real persa, sus costumbres y la vestimenta oriental, lo que provocó la oposición de los macedonios, como ya había sucedido con ocasión de la conjura por la que hizo ejecutar a Filotas, hijo del general que mandaba las tropas de Media, Parmenio, al que también mandó asesinar después.
Prosiguió la campaña conquistando las satrapías orientales del Imperio persa: Drangiana, Aracosia y Sogdiana y en el año 327 se casó con Roxana, princesa sogdiana, impulsando los matrimonios mixtos y adaptando diversos ceremoniales persas que le acarrearon, como anteriormente, problemas y protestas de los macedonios, como la llamada Conjura de los pajes, en la que, entre otros, fue condenado a muerte Calistenes, filósofo griego de Olinto, sobrino y discípulo de Aristóteles, cronista oficial de Alejandro Magno, que cometió el error de burlarse del fasto oriental y las para él exageradas pretensiones
de Alejandro, al que resultaron odiosas su severidad y libre franqueza.
Esta muerte, más que ninguna otra, excitó contra Alejandro la malquerencia de los macedonios.
Invitado por un monarca indio en lucha contra otro rey llamado Poro, inició Alejandro una expedición a la India. Este rey, Poro, del Punjab, fue el general más capaz de todos con los que se enfrentó Alejandro Magno. A su gran ejército unía 200 elefantes.
En el año 326 tuvo lugar la batalla del río Hydaspes que fue la cuarta y última gran batalla de Alejandro en Asia.
Tras vencer a Poro con grandes dificultades, le convirtió en su aliado y le confió, como sátrapa, el gobierno de su perdido reino, al que añadió otros territorios, consciente Alejandro de que necesitaba alguien para gobernar esta parte de sus dominios, tan apartados de Macedonia.
A consecuencia de la batalla con Poro murió también el caballo de Alejandro, Bucéfalo, algo más tarde, cuando estaba siendo curado de unas heridas, o tal vez porque ya tenía treinta años. En su honor, fundó a orillas del Hydaspes una ciudad, a la que llamó Bucefalia.
Cuando pensaba atravesar la India hasta el Océano, donde según la idea geográfica de entonces, acababa el mundo, sus tropas se sublevaron, negándose a seguirle, sobre todo los macedonios, y Alejandro tuvo que organizar la vuelta a Babilonia, que se hizo siguiendo dos itinerarios:
a) Una flota que hizo construir volvió por mar, bajando el Indo, por el Mar Arábigo y el Golfo Pérsico, al mando de Nearco un oficial macedonio, hasta Babilonia.
b) Alejandro y su ejército volvieron por tierra, a través del desierto de Gedrosía, donde sufrió más bajas que en todas sus anteriores batallas juntas.
Vuelto a Babilonia, Alejandro preparó la conquista de Occidente, que no pudo llevar a cabo pues murió, posiblemente de fiebres, tras una rápida enfermedad, que sólo duró once días, el 13 de junio del año 323, enfermedad que Plutarco y Arriano, siguiendo las Efemérides reales nos han conservado hasta en los detalles más nimios. Sus relatos, aunque difieren externamente, coinciden perfectamente en el fondo. Alejandro, llamado El grande por los historiadores occidentales y El maldito para los persas, murió a los 33 años, habiendo conquistado más tierras que ningún otro general hasta entonces y sin haber sido derrotado nunca. Su cadáver momificado, al que se atribuían cualidades mágicas fue llevado a Egipto por Ptolomeo y enterrado en Menfis y luego transportado a Alejandría.
Solamente, poco antes de su muerte, los presagios funestos se multiplicaron: el viento arrebató su corona real, un loco desconocido apareció sentado en su trono, que el rey acababa de desocupar por un momento, y también los caldeos habían recibido un oráculo amenazador de su dios supremo.
Y así, un caluroso día de verano babilonio, Alejandro dejó de existir, dejando inconcluso un gran proyecto del que había sido el principal arquitecto.
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