Siglo de Oro de la Literatura

Siglo de Oro de la Literatura

El Siglo de Oro español fue un período de florecimiento del arte y la literatura en España, que coincidió con el auge político y posterior declive de la dinastía de los Austrias o Habsburgo españoles. El Siglo de Oro no supone fechas precisas y generalmente se considera que duró más de un siglo. Su inicio no sería antes de 1492, con el fin de la Reconquista, los viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, y la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija. Políticamente terminó en 1659, con el Tratado de los Pirineos, ratificado entre Francia y España. El último gran escritor Pedro Calderón de la Barca, falleció en 1681, y su muerte es generalmente considerada como el fin del Siglo de Oro español de las artes y las letras.

El término ‘Siglo de Oro’ fue concebido por el erudito y anticuario dieciochesco Luis José Velázquez, marqués de Valdeflores (1722-1772), quien lo empleó por primera vez en 1754, en su obra crítica pionera Orígenes de la poesía castellana,​ aunque para referirse exclusivamente al siglo XVI. Posteriormente la definición se amplió, entendiendo toda la época clásica o de apogeo de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII.​ Para la historiografía y los teóricos modernos, pues, y ciñéndose a fechas concretas de acontecimientos clave, el Siglo de Oro abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Nebrija en 1492 hasta la muerte de Calderónen 1681

El Siglo de Oro es el periodo de máximo esplendor literario en España, pero en realidad consiste en dos siglos. Comienza con la publicación de Gramática castellana de Antonio de Nebrija en 1492 y termina con la muerte del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca en 1681. A nivel histórico y social, es una época marcada por el apogeo del Imperio español, guerras religiosas, la Contrarreforma, recesión económica y estancamiento social. Pero lo que le faltaba en paz y estabilidad, le sobraba en arte y literatura.

  • ¿Siglo o Siglos de Oro? Te explicamos por qué se utiliza el término «Siglo de Oro» en singular, cuando en realidad se refiere a dos.

Niños comiendo uvas y melónes una pintura al óleo de estilo barroco realizada por el pintor Bartolomé Esteban Murillo entre 1645 y 1650. Se encuentra en la Alte Pinakothek de Múnich, donde se exhibe en la sala XIII con el nombre de Trauben- und Melonenesser, inventariada con el núm. 605.[1]​ Una de las tipologías más recurrentes en la obra de Murillo, aparte de la pintura religiosa, fue la de la pintura de género realizada con realismo y gran naturalismo.

Movimientos del Siglo de Oro

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 Los Reyes Católicos.

El Siglo de Oro comienza con el Renacimiento y termina con el Barroco, dos movimientos marcadamente distintos.

  • ¿Qué es el Renacimiento? Características de la literatura renacentista en la España del siglo XVI.
  • Introducción al Barroco. Contexto histórico, rasgos generales, exponentes principales y obras emblemáticas del siglo XVII.

A finales del siglo XVIII ya se había popularizado la expresión «Siglo de Oro» (creada a mediados del siglo por Valdeflores, como dijimos, y que pronto prendió) que suscitaba la admiración de don Quijote en su famoso discurso sobre la Edad de Oro. En el siglo XIX la terminó de consagrar el hispanista norteamericano George Ticknor en su Historia de la Literatura española, aludiendo al famoso mito de la Teogonía de Hesíodo.

Con su unión dinástica, los Reyes Católicos esbozaron un estado políticamente fuerte, consolidado más adelante, cuyos éxitos envidiaron algunos intelectuales contemporáneos, como Nicolás Maquiavelo; pero ideológicamente dominado por la Inquisición eclesiástica. Los judíos que no se cristianizaron fueron expulsados en 1492 y se dispersaron fundando colonias hispanas por toda Europa, Asia y Norte de África, donde siguieron cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano, de forma que produjeron también figuras notables, como José Penso de la Vega, Miguel de Silveira, Jacob Uziel, Miguel de Barrios, Antonio Enríquez Gómez, Juan de Prado, Isaac Cardoso, Abraham Zacuto, Isaac Orobio de Castro, Juan Pinto Delgado, Rodrigo Méndez Silva o Manuel de Pina, entre otros. En enero de 1492 Castilla conquista Granada, con lo que finaliza la etapa política musulmana peninsular, aunque una minoría morisca habite más o menos tolerada hasta tiempos de Felipe III. Además, en octubre Colón llega a América y el afán guerrero cultivado durante las guerras medievales de la Reconquista se proyectará sobre las nuevas tierras, como asimismo sobre Europa en «la gesta más extraordinaria de la historia de la Humanidad» según escribe el historiador Pierre Vilar. Sin embargo, y sobre todo a mediados del XVI, son perseguidos o tienen que emigrar los erasmistas y los protestantes españoles, entre ellos los traductores de la Biblia al castellano, como Francisco de Enzinas, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, además de los humanistas protestantes Juan Pérez de Pineda, Antonio del Corro o Juan de Luna, entre otros.

Durante el apogeo cultural y económico de esta época, España alcanzó prestigio internacional en toda Europa. Cuanto provenía de España era a menudo imitado; y se extiende el aprendizaje y estudio del idioma (véase Hispanismo).

Las áreas culturales más cultivadas fueron literatura, las artes plásticas, la música y la arquitectura. El saber se acumula en las prestigiadas universidades de Salamanca y Alcalá de Henares.

Las ciudades más importantes de este periodo son: Sevilla, por recibir las riquezas coloniales y a los comerciantes y banqueros europeos más importantes, Madrid, como sede de la Corte, Toledo, Valencia, Valladolid (que fue capital del Reino a comienzos del siglo XVII) y Zaragoza.

En el terreno de las humanidades su cultivo fue más extenso que profundo y de matiz más divulgativo que erudito, a pesar de que la filología ofreció testimonios eminentes como la Biblia políglota complutense o la Biblia regis o de Amberes de Benito Arias Montano y las numerosas gramáticas y vocabularios de las lenguas indígenas recién descubiertas, obra de los numerosos frailes misioneros que evangelizaron el continente recién descubierto.

También en el campo científico hubo avances importantes que, por ejemplo, en agronomía llegaron a constituir una revolución (el Viejo mundo aportó al Nuevo la caña de azúcar, el trigo y la vid; el Nuevo aportó al Viejo la patata, el maíz, el frijol, el cacao, el pimiento y el tabaco); la Lingüística se desarrolló notablemente (Francisco Sánchez de las Brozas y su Minerva; Geografía y Cartografía (el cosmógrafo Martín Cortés de Albacar descubre la declinación magnética de la brújula y el polo norte magnético, que sitúa entonces —se mueve a lo largo de la historia— en Groenlandia y desarrolla el nocturlabio, y su discípulo Alonso de Santa Cruz inventa la carta esférica o proyección cilíndrica; la Antropología y Ciencias naturales (Botánica, Mineralogía, etc.), como consecuencia del descubrimiento de América. Hubo también figuras eminentes en Matemáticas (Sebastián Izquierdo desarrolla el cálculo de la combinación y la permutación y preconiza el empirismo; Juan Caramuel esboza el cálculo de probabilidades; Pedro Nunes descubre la loxodrómica e inventa el nonio; Omerique, Pedro Ciruelo, Juan de Rojas y Sarmiento, Rodrigo Zamorano), Física, Medicina, Farmacología (Andrés Laguna; en 1638 la Condesa de Chinchón, esposa del virrey del Perú Luis Fernández de Cabrera, descubre y divulga las propiedades contra las fiebres y la malariade la quina, antecesor de la quinina, que los curanderos nativos empleaban), Psicología (Juan Luis Vives, Juan Huarte de San Juan) y Filosofía (Francisco Sánchez el Escéptico formula el punto de partida para el Racionalismo y la filosofía de Descartes; Francisco Suárez comprendía y se replantea toda la filosofía occidental anterior). Igualmente se desarrollaron, a causa del gran impacto que tuvieron los descubrimientos de nuevos pueblos, el derecho natural y el derecho de gentes, con figuras como Bartolomé de las Casas, influyente precursor de los derechos humanos y defensor del iusnaturalismo en su De regia potestate, o Francisco de Vitoria.

El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento del siglo XVI (reinados de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II), y al Barroco del siglo XVII (reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El eje de estas dos épocas o fases puede ponerse en el Concilio de Trento y la reacción contrarreformista.

Obras del Siglo de Oro

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 La Celestina, de Fernando de Rojas.

Es una época de gran creación literaria produciendo algunas de las obras y escritores más destacados de la literatura española.

  • Don Quijote de la Mancha. Es la obra maestra de Cervantes y la más célebre de la literatura española.
  • Lazarillo de Tormes. De autoría desconocida, se considera la primera novela picaresca.
  • La vida es sueño. Esta obra de teatro de Calderón de la Barca es una de las más representativas de la literatura barroca.
  • La Celestina. Esta obra de Fernando de Rojas abarca la lucha ideológica y moral de una sociedad en transición entre la Edad Media y el Renacimiento.
  • Fuente Ovejuna. Resaltan la corrupción y el desencanto, temas muy barrocos, en esta tragicomedia de Lope de Vega.
  • Inundación castálida. Este libro incluye algunas de las obras más importantes de la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.

Escritores del Siglo de Oro

Miguel de Cervantes por Frederick Mackenzie
 Miguel de Cervantes por Frederick Mackenzie. Wikimedia
  • Garcilaso de la Vega. Fue caballero de la Orden de Santiago y también un gran poeta.
  • Miguel de Cervantes. Pese a ser el autor del Quijote, encaró muchas dificultades en su vida y no llegó a gozar del respeto y de la fama que ahora tiene.
  • Lope de Vega Carpio. Prolífico como escritor y amante, se conoce por sus comedias, poemas y una larga cadena de mujeres e hijos.
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 Francisco de Quevedo.
  • La novela picaresca. Este género nació del derrumbamiento de la caballería y de los mitos épicos.
  • Libro de caballerías. Género del principios del siglo XVI parodiado por Cervantes en el Quijote.
  • Soneto. Esta composición poética de origen italiano fue una de las preferidas de los poetas del Siglo de Oro.
  • Conceptismo. La cultivaron esta escuela barroca Quevedo, Góngora y Gracián.
  • Culteranismo. Góngora es el mayor exponente de esta escuela literaria derivada del conceptismo.
  • Beatus ille. Tópico que exalta la belleza del campo.
  • Carpe diem. Tópico que significa en latín «aprovecha el día».

Literatura

Portada de la primera edición de El Quijote (1605).

San Juan de la Cruz

España produjo en su edad clásica algunas estéticas y géneros literarios característicos que fueron muy influyentes en el desarrollo ulterior de la Literatura Universal.

Entre las estéticas, fue fundamental el desarrollo de una realista y popularizante tal como se había venido fraguando durante toda la Edad Media peninsular como contrapartida crítica al excesivo, caballeresco y nobilizante idealismo del Renacimiento: se crean géneros tan naturalistas como el celestinesco (Tragicomedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas, Segunda Celestina de Feliciano de Silva, etc.), la novela picaresca (Lazarillo de Tormes, anónimo, Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, La vida del Buscón de Francisco de Quevedo, Estebanillo González), o la proteica novela polifónica moderna (Don Quijote de la Mancha), que Cervantes definió como «escritura desatada».

A esta vulgarización literaria corresponde una subsecuente vulgarización de los saberes humanísticos mediante los populares géneros de las misceláneas o silvas de varia lección, leidísimas y traducidísimas en toda Europa, y cuyos autores más importantes son Pero Mexía, Luis Zapata, Antonio de Torquemada, etcétera.

A esta tendencia anticlásica corresponde también la fórmula de la comedia nueva creada por Lope de Vega y divulgada a través de su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo(1609): una explosión inigualable de creatividad dramática acompañó a Lope de Vega y sus discípulos (Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Guillén de Castro, Antonio Mira de Amescua, Luis Vélez de Guevara, Juan Pérez de Montalbán, entre otros), que quebrantaron como él las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar: todos los autores dramáticos de Europa acudieron luego al teatro clásico español del Siglo de Oro en busca de argumentos y como una rica almoneda y cantera de temas y estructuras modernas cuyo pulimento les ofrecerá obras de carácter clásico.

A fines del siglo XVI se desarrolla notablemente la Mística (Juan de la Cruz, San Juan Bautista de la Concepción, San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús) y la Ascética (fray Luis de León, fray Luis de Granada), para entrar en el siglo XVII en decadencia tras una última corriente innovadora, el Quietismo de Miguel de Molinos.

Muchos de los temas literarios del siglo XVI provenían de la rica tradición medieval pluricultural, árabe y hebrea, del Romancero y de la impronta italianizante de la cultura española, a causa de la presencia política del reino español en la península itálica durante largos siglos. Por otra parte, géneros dramáticos como el entremés y la novela cortesana introdujeron también la estética realista en los corrales de comedias, y aun la comedia de capa y espada tenía su representante popular en la figura del gracioso.

A esta corriente de realismo popularizador sucedió una reacción religiosa, nobiliaria y cortesana de signo Barroco que también hizo notables aportaciones estéticas, pero que ya correspondía a una época de crisis política, económica y social. Al lenguaje claro y popular del siglo XVI, el castellano vivo, creador y en perpetua ebullición de Bernal Díaz del Castillo y Santa Teresa («sin afectación alguna escribo como hablo, y solamente tengo cuidado en escoger las palabras que mejor indican lo que quiero decir», escribía Juan de Valdés, de lo que se hacía eco Garcilaso cuando decía «más a las veces son mejor oídos / el puro ingenio y lengua casi muda / testigos limpios de ánimo inocente / que la curiosidad del elocuente») sucederá la lengua más oscura, enigmática y cortesana del Barroco. Y así resulta la paradoja de que la literatura española del Renacimiento de hace cinco siglos es más clara, legible y entendible que la literatura del Barroco de hace tan solo cuatro.

En efecto, la lengua literaria del siglo XVII se enrarece con las estéticas del Conceptismo y del Culteranismo, cuyo fin era elevar lo noble sobre lo vulgar, intelectualizando el arte de la palabra; la literatura se transforma en una especie de escolástica, en un juego o un espectáculo cortesano, aunque las producciones moralizantes y por extremo ingeniosas de un Francisco de Quevedo y un Baltasar Gracián distorsionan la lengua, aportándole más flexibilidad expresiva y una nueva cantera de vocablos (cultismos). El lúcido Calderón crea la fórmula del auto sacramental, que supone la vulgarización antipopular y esplendorosa de la Teología, en deliberada antítesis con el entremés, que, sin embargo, todavía sigue teniendo curso; pues estos autores todavía son deudores y admiradores de los autores del XVI, a los que imitan conscientemente, aunque para no repetirse refinan sus fórmulas y estilizan cortesanamente lo que otros ya crearon, de forma que se perfeccionan temas y fórmulas dramáticas ya usadas por otros autores anteriores. La escuela de Pedro Calderón de la Barca (Francisco de Rojas Zorrilla, Agustín Moreto, Antonio de Solís y Rivadeneyra, Juan Bautista Diamante, Agustín de Salazar, Álvaro Cubillo de Aragón y Francisco Bances Candamo entre otros) proseguirá con este modelo, que continuarán y cerrarán definitivamente a comienzos del siglo XVIII José de Cañizares y Antonio de Zamora.

Poesía

Luis de Góngora, por Velázquez.

Retrato de la poetisa mexicana Juana de Asbaje y Ramírez, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera

España experimentó una gran ola de italianismo que invadió la literatura y las artes plásticas durante el siglo XVI, lo que constituye uno de los rasgos de identidad del Renacimiento: Garcilaso de la Vega, Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza introdujeron el verso endecasílabo italiano y el estrofismo y los temas del Petrarquismo; Boscán escribió el manifiesto de la nueva escuela en la Epístola a la duquesa de Soma y tradujo El cortesano de Baltasar de Castiglione, ideal del caballero renacentista, en perfecta prosa castellana; contra estos se levantó una corriente nacionalista encabezada por el nostálgico Cristóbal de Castillejo, residente en Viena, o fray Ambrosio Montesino, partidarios ambos del octosílabo, de las coplas castellanas y de la inspiración popular; todos eran, sin embargo, renacentistas.

En la segunda mitad del siglo XVI la tendencia italiana y la autóctona castellana coexistieron y se desarrolló la ascética y la mística, alcanzándose cumbres como las que representan San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Fray Luis de León, entre muchas otras que merecerían larga reseña; Ignacio de Loyola crea la Compañía de Jesús, que instruirá a grandes eruditos por toda Europa en todos los órdenes del conocimiento y además fomentará el estudio de las lenguas clásicas. El petrarquismo siguió siendo cultivado por autores como Fernando de Herrera, y un grupo de jóvenes nuevos autores comenzó a desarrollar un Romancero nuevo, a veces de tema morisco: Lope de Vega, quien desarrollará además un culto casticismo a través de sus diversos cancioneros (RimasRimas sacrasLa CirceLa FilomelaRimas humanas y divinas…) Luis de Góngora y Miguel de Cervantes, entre otros; el mejor poema de épica culta en español fue compuesto en esta época por Alonso de Ercilla: La Araucana, que narra la conquista de Chile por los españoles. En 1584, año de publicación de La Araucana, Francisco Hernández Blasco dio a luz otro extenso poema épico en estancias de asunto evangélico, la Universal redención, que tendría numerosas ediciones posteriores y notable éxito.6​ Entre las figuras excepcionales de la lírica aparecen poetas tan interesantes como Francisco de Aldana, Andrés Fernández de Andrada, autor de la serena y meditativa Epístola moral a Fabio, los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, Fernando de Herrera, Francisco de Medrano, Francisco de Rioja, Rodrigo Caro, Baltasar del Alcázar o Bernardo de Balbuena, quien en 1624 dará al mundo la segunda gran epopeya culta en español, El Bernardo o Victoria de Roncesvalles.

Posteriormente, durante el siglo XVII, la expresión literaria fue dominada por los movimientos estéticos del conceptismo y del culteranismo, expresado el primero en la poesía de Francisco de Quevedo, principalmente satírica, moral y filosófico-existencial, y el segundo en la lírica de Luis de Góngora (los Sonetos, la Fábula de Polifemo y Galatea y sobre todo sus Soledades). El conceptismo se distinguía por la economía en la forma, a fin de expresar el máximo significado en un mínimo de palabras; esta complejidad se expresaba sobre todo en paradojas y elipsis. El culteranismo, por el contrario, extendía la forma de un significado mínimo y se distinguía por la complejidad sintáctica, por el uso constante del hipérbaton, que hace muy difícil la lectura, y por la profusión de los elementos ornamentales y culturalistas en el poema, que debía descifrarse como un enigma. Ambos parecen sin embargo las caras de una misma moneda que intentaba aquilatar la expresión para hacerla más difícil y cortesana. Luis de Góngora atrajo a su estilo a poetas importantes de personalidad muy acusada, como el Conde de Villamediana, Gabriel Bocángel, sor Juana Inés de la Cruz o Juan de Jáuregui, mientras que el conceptismo tuvo a seguidores más templados, como el Conde de Salinas o imbuidos de un culto casticismo, como Lope de Vega o Bernardino de Rebolledo.

Teatro[editar]

Lope de Vega.

El «monstruo de la naturaleza»,7​ como lo llamó Cervantes, fue, en el Siglo de Oro, Lope de Vega, también conocido como «el Fénix de los Ingenios», autor de más de 400 obras teatrales, así como de novelas, poemas épicos, narrativos y varias colecciones de poesía lírica profana, religiosa y humorística. Lope destacó como consumado maestro del soneto. Su aportación al teatro universal fue principalmente una portentosa imaginación, de la que se aprovecharon sus contemporáneos, sucesores españoles y europeos extrayendo temas, argumentos, motivos y toda suerte de inspiración. Su teatro, polimétrico, rompe con las unidades de acción, lugar, tiempo, y también con la de estilo, mezclando lo trágico con lo cómico. Expuso su peculiar arte dramático en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). Flexibilizó las normas clasicistas del aristotelismo para adecuarse a su tiempo y abrió con ello las puertas a la renovación del arte dramático. También creó el molde de la llamada comedia de capa y espada. En comedia palatina, fue el autor que más recurrió a la ambientación en el reino de Hungría, recurso que se convertiría en frecuente en la literatura de la época. El ciclo de comedias húngaras de Lope consta de alrededor de veinte obras.

Tirso de Molina

Junto a él, destacan sus discípulos Guillén de Castro, que prescinde del personaje cómico del gracioso y elabora grandes dramas caballerescos sobre el honor junto a comedias de infelicidad conyugal o tragedias en las que se trata el tiranicidio; Juan Ruiz de Alarcón, que aportó su gran sentido ético de crítica de los defectos sociales y una gran maestría en la caracterización de los personajes; Luis Vélez de Guevara, al que se le daban muy bien los grandes dramas históricos y de honor; Antonio Mira de Amescua, muy culto y fecundo en ideas filosóficas, y Tirso de Molina, maestro en el arte de complicar diabólicamente la trama y crear caracteres como el de Don Juan en El burlador de Sevilla.

Pueden citarse como obras maestras representativas del teatro áureo español la Numancia de Miguel de Cervantes, un sobrio drama heroico nacional; de Lope, El caballero de Olmedo, drama poético al borde mismo de lo fantástico y lleno de resonancias celestinescas; Peribáñez y el Comendador de Ocaña, antecedente del drama rural español; El perro del hortelano, deliciosa comedia donde una mujer noble juguetea con las intenciones amorosas de su plebeyo secretario, La dama boba, donde el amor perfecciona a los seres que martiriza, y Fuenteovejuna, drama de honor colectivo, entre otras muchas piezas donde siempre hay alguna escena genial.

Juan Ruiz de Alarcón

Las mocedades del Cid de Guillén de Castro, inspiración para el famoso «conflicto cornelliano» de Le Cid de Pierre Corneille; Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara, sobre el tema de Inés de Castro, que pasó con esta obra al drama europeo; La verdad sospechosa y Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarcón, que atacan los vicios de la hipocresía y la maledicencia y sirvieron de inspiración para Molière y otros comediógrafos franceses; El esclavo del demonio de Antonio Mira de Amescua, sobre el tema de Fausto; La prudencia en la mujer, que explora el tema de la traición reiterada y donde aparece el recio carácter de la reina regente María de Molina, y El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, sobre el tema del donjuán y la leyenda del convidado de piedra.

El otro gran dramaturgo áureo en crear una escuela propia fue Pedro Calderón de la Barca; sus personajes son fríos razonadores y con frecuencia obsesivos; su versificación reduce conscientemente el repertorio métrico de Lope de Vega y también el número de escenas, porque las estructuras dramáticas están más cuidadas y tienden a la síntesis; se preocupa también más que Lope por los elementos escenográficos y refunde comedias anteriores, corrigiendo, suprimiendo, añadiendo y perfeccionando; es un maestro en el arte del razonamiento silogístico y utiliza un lenguaje abstracto, retórico y elaborado que sin embargo supone una vulgarización comprensible del culteranismo; destaca en especial en el auto sacramental, género alegórico que se avenía con sus cualidades y llevó a su perfección, y también en la comedia.

Pedro Calderón de la Barca.

De Calderón destacan obras maestras como La vida es sueño, sobre los temas del libre albedrío y el destino; El príncipe constante, donde aparece una concepción existencial de la vida; las dos partes de La hija del aire, la gran tragedia de la ambición en la persona de la reina Semíramis; los grandes dramas de honor sobre personajes enloquecidos por los celos, como El mayor monstruo del mundoEl médico de su honra o El pintor de su deshonra. De entre sus comedias destacan La dama duende, y cultivó asimismo dramas mitológicos como Céfalo y Procris, de los que él mismo sacó la comedia burlesca del mismo título; también, autos sacramentales como El gran teatro del mundo o El gran mercado del mundo que sugestionaron la imaginación de los románticos ingleses y alemanes.

Tuvo por discípulos e imitadores de estas cualidades a una serie de autores que refundieron obras anteriores de Lope o sus discípulos puliéndolas y perfeccionándolas: Agustín Moreto, maestro del diálogo y la comicidad cortesana; Francisco de Rojas Zorrilla, tan dotado para la tragedia como para la comedia; Antonio de Solís, también historiador y propietario de una prosa que ya es neoclásica, o Francisco Bances Candamo, teorizador sobre el drama, entre otros no menos importantes.

Entre sus discípulos tenemos las comedias clásicas de Agustín Moreto, como la comedia palatina El desdén, con el desdén, la de figurón El lindo don Diego y el drama religiosoSan Franco de Sena, que remite a El condenado por desconfiado de Tirso de Molina; Francisco de Rojas Zorrilla con la comedia de figurón Entre bobos anda el juego, el drama de honor Del rey abajo ninguno y la deliciosa y moderna comedia Abre el ojo. De Antonio de Solís, El amor al uso y Un bobo hace ciento; de Francisco Bances Candamo, las tragedias políticas El esclavo en grillos de oro y La piedra filosofal.

Otro género teatral importante, y a veces descuidado por la crítica, es el entremés, donde mejor y con más objetividad puede estudiarse la sociedad española durante el Siglo de Oro. Se trata de una pieza cómica en un acto, escrita en prosa o verso, que se intercalaba entre la primera y la segunda jornada de las comedias. Corresponde a la farsaeuropea, y en él destacaron autores como Luis Quiñones de Benavente y Miguel de Cervantes, entre otros.

Prosa

Mateo Alemán.

La prosa en el Siglo de Oro ostenta géneros y autores que han pasado a la historia de la literatura universal. La conquista de América dio lugar al género de las Crónicas, entre las que podemos encontrar algunas obras maestras, como las de Fray Bartolomé de las Casas, el Inca Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, Antonio de Herrera y Tordesillas y Antonio de Solís. También son espléndidas algunas autobiografías de soldados, como las de Alonso de Contreras o Diego Duque de Estrada. La primera obra maestra fue sin duda La Celestina, pieza teatral irrepresentable y originalísima obra de un desconocido autor y de Fernando de Rojas, que, junto a sus continuaciones por parte de otros autores (el llamado género celestinesco) o sus imitaciones libres (entre ellas la portentosa La Lozana andaluza (1528), obra maestra de Francisco Delicado) marcó para siempre el Realismo en una parte esencial de la literatura española, cuya riqueza abona también ficciones caballerescas tan maravillosas y fantásticas como los libros de caballerías, menos leídos en la actualidad de lo que merecen, habida cuenta de que figuran entre sus piezas más destacadas novelas como Tirante el Blanco, escrita en valenciano, Amadís de Gaula o el Palmerín de Inglaterra; un autor característico del género fue Feliciano de Silva.

Baltasar Gracián.

La novela sentimental se abre y se cierra en medio siglo con dos obras maestras: Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro y Proceso de cartas de amores (1548), una novela epistolar de Juan de Segura (1548). Junto a estas hay que hablar también de otras dos obras maestras del género de la novela morisca: la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1565) y Ozmín y Daraja de Mateo Alemán (1599).

La novela picaresca tiene entre sus máximas creaciones, obras maestras como el anónimo Lazarillo de Tormes (1554), una sátira anticlerical y descarnada de las ínfulas de nobleza y el sentido de la honra de la clase alta; Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (1599 y 1604) de Mateo Alemán, pesimista reflexión sobre el destino humano; la Vida del escudero Marcos de Obregón (1618) de Vicente Espinel, llena por el contrario de alegría de la vida; La vida del Buscón (1604-1620) de Francisco de Quevedo, una obra maestra del humor y del lenguaje conceptista, la anticlerical Segunda parte de la vida de Lazarillo (1620) del protestante Juan de Luna, y la obra de enigmática autoría Estebanillo González (1646), que ofrece una visión espléndida de la decadencia de España en el escenario europeo, y de la Guerra de los Treinta Años. La novela cortesana suministró las obras maestras que constituyen las Novelas ejemplares (1613) de Miguel de Cervantes, cada una en sí misma un experimento narrativo; su inmortal Don Quijote de la Mancha(1605 y 1615), de la que habría que escribir capítulo aparte a causa de la riqueza de los contenidos y cuestiones que plantea, que viene a ser la primera novela polifónica de la literatura europea. La novela pastoril cuenta con obras maestras como las Dianas de Jorge de Montemayor (1559 y 1604) y de Gaspar Gil Polo (1564), La constante Amarilis(1607) de Cristóbal Suárez de Figueroa o Siglo de Oro en las selvas de Erifile (1608) de Bernardo de Balbuena. La novela bizantina cuenta con ejemplos como El peregrino en su patria (1634) de Lope de Vega, quien realiza la hazaña de incluir todas sus aventuras en la Península, el Persiles (1617) de Cervantes o el León prodigioso (1634) de Cosme Gómez Tejada de los Reyes.

Novela filosófica emparentada con este género es el Criticón (1651, 1653 y 1657), de Baltasar Gracián, alegoría de la vida humana. La prosa doctrinal, en ciernes ensayística, tiene por autores modélicos a Pero Mexía, Luis Zapata, Fray Antonio de Guevara (Epístolas familiares, 1539, Relox de príncipes, 1539), Fray Luis de León (De los nombres de Cristo), San Juan de la Cruz (Comentarios al Cántico espiritual y otros poemas), Francisco de Quevedo (Marco Bruto y Providencia de Dios) y Diego Saavedra Fajardo (República literaria y Corona gótica).

Trascendencia

Jean Rotrou (1609-1650) y Paul Scarron (1610-1660) alcanzaron grandes éxitos traduciendo o imitando a los autores españoles, y estos influyeron en los mayores dramaturgos galos, como por ejemplo Pierre Corneille y Molière, por no mencionar otros de menor importancia, como Thomas Corneille, Alain René Lesage, John Vanbrugh etc. Las obras de teatro españolas extendieron su influjo al ser traducidas, por ejemplo, en Holanda (por Theodore Rodenburg) e Inglaterra (John Webster, Fletcher, Dryden, etc.)

Filosofía

La filosofía del Siglo de Oro español abarca todo el pensamiento que va desde el primer Humanismo hasta la llegada del Racionalismo en el siglo XVIII. A pesar de que en España convivían tres religiones; el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, es cierto que se desarrolló una filosofía que llegaría a culminar en el período Barroco. La filosofía del Siglo de Oro se divide en dos apartados, la del Renacimiento y la del Barroco.

Juan Luis Vives

Durante el Renacimiento encontramos al primer gran humanista de España, Antonio de Nebrija, con su gramática española. Nebrija consiguió crear las primeras reglas de la lengua que luego tanta difusión tendrían con la fundación de la Real Academia Española.

Por otra parte, el gran mecenas durante el humanismo fue el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, quien puso su empeño en reformar las costumbres clericales. En 1499fundó la Universidad de Alcalá de Henares, que superó en prestigio e influencia a todas las demás excepto la de Salamanca, su mayor rival.

Carlos I defendió las nuevas teorías de Erasmo y la nueva corriente humanista. Fiel seguidor del Erasmismo fue Juan Luis Vives. Se convirtió en un reformador de la educación europea y en un filósofo moralista de talla universal, proponiendo el estudio de las obras de Aristóteles en su lengua original y adaptando sus libros destinados al estudio del latín a los estudiantes; substituyó los textos medievales por otros nuevos, con un vocabulario adaptado a su época y al modo de hablar del momento e hizo los primeros aportes a una ciencia en germen, la psicología.

Los nuevos descubrimientos en el Nuevo Mundo y la colonización española de las Indias llevaron a hacer reflexionar a algunos pensadores sobre el trato que los indígenas merecían. Las controversias fue suscitada por el dominico Fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, donde describía con tintes horrorosos la colonización española de América y defendía el iusnaturalismo. El contenido del escrito hizo convocar una disputa entre 1550 y 1551 en Valladolid contra su principal contrincante, Juan Ginés de Sepúlveda, que defendía el consuetudinarismo, la bondad de la colonización española y el derecho de guerra. Esta disputa llegó a llamarse la «Junta de Valladolid».

Bartolomé de las Casas

Francisco Suárez

La Universidad de Salamanca contribuyó al pensamiento político, económico y moral. El resurgimiento del nuevo espíritu se ve encarnado en la principal figura con Francisco de Vitoria, teólogo dominico, profesor de Salamanca, que rechazó toda argumentación basada en puras consideraciones metafísicas por estar a favor del estudio de los problemas reales que planteaba la vida política y social contemporánea. Fue el primero en establecer los conceptos básicos del derecho internacional moderno, basándose en la regla del derecho natural. Afirmaba así las libertades fundamentales como la palabra, de comunicación, comercio y tránsito por los mares, siempre que las naciones y razas no se perjudicaran mutuamente.

El Cristianismo en España dio sus propios pensadores y teólogos, la mayoría ortodoxos mediante la Contrarreforma, pero también heterodoxos en una Reforma que sólo pudo cuajar en el extranjero. En cuanto a los ortodoxos, destaca San Ignacio de Loyola, que escribió sus Ejercicios espirituales y fundó la Compañía de Jesús, con la que se quería llegar a la unidad religiosa y que con su red de colegios renovó la enseñanza de las lenguas clásicas. En poesía se desarrollaron movimientos de ascética y mística muy profundos y personales. La lírica del Renacimiento se caracteriza por tener a un grupo de religiosos que transmitían su filosofía mediante la poesía. Cabe destacar a San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y a fray Luis de León como figuras eminentes entre un gran conjunto de figuras importantes.

La llegada del Barroco cambió por completo la mentalidad renacentista del humanismo. La visión de la vida se volvió pesimista y todas las perspectivas desembocaron en el desengaño. La prosa filosófica brilla con Luis de Molina, iluminado establecido en Roma. Su doctrina apodada molinismo tuvo una gran repercusión e influencia en los pensadores y escritores barrocos posteriores a él. Su pensamiento mezcla los principios de la religión con una elaborada filosofía moral. Molina combatió el determinismo con el libre albedrío. Sus obras acerca de la libertad fueron muy seguidas por los pensadores del siglo posterior.

El filósofo y médico Gómez Pereira rechaza los conceptos medievales para defender los métodos empíricos en que se basaría la ciencia de los dos siglos posteriores. Se le considera, junto con el escéptico Francisco Sánchez, uno de los precursores de Descartes e influyó en sus trabajos posteriores, siendo el primero en sugerir el automatismo de las bestias, la teoría del conocimiento humano y la inmortalidad del alma.

La Universidad de Salamanca también aportó bastante al pensamiento del Barroco temprano. Melchor Cano escribió De Locis Theologicis, obra en la que estableció las diez fuentes para la demostración teológica: la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica, la autoridad de la Iglesia católica, la autoridad de los Concilios ecuménicos, la autoridad del Sumo Pontífice, la doctrina de los Padres de la Iglesia, la doctrina de los doctores escolásticos y canonistas, la verdad racional humana, la doctrina de los filósofos y la historia.

En la transición del Renacimiento al Barroco se encuentra Francisco Suárez, hombre de gran cultura y sabio en los aspectos clásicos. Continuó con la doctrina tomista. En su gran obra jurídica De legibus ac Deo legislatore, muy fecunda para la doctrina del iusnaturalismo y el derecho internacional, se encuentra ya la idea del pacto social.

Con la antropología se hicieron grandes avances. La principal figura fue José de Acosta, que adelantó tres siglos la teoría de la evolución darwiniana.

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