La Cultura Ishma

La Cultura Ishma

La Cultura Ishma. Ychsma es el nombre de un señorío o del Antiguo Perú que floreció en la costa central del Perú, en parte del actual departamento de Lima, entre los años 900 y 1470 de la era cristiana, en los periodos conocidos como el Horizonte Medio y el Intermedio Tardío. Aunque sus expresiones culturales no conformaron una unidad de estilo, se ha extendido la denominación de cultura ichma. Su principal centro ceremonial fue Pachacámac, donde se elevaba un templo en honor a la deidad del mismo nombre Ychsma era el nombre original de la divinidad adorada en Pachacámac, en el idioma de la gente de la costa peruana o yunga; Pachacámac es un vocablo compuesto de origen quechua, que fue impuesto por los incas, y que significa el hacedor del mundo. Según una interpretación, la palabra ishma designaba también al colorante extraído del achiote (Bixa orellana), el cual da una tonalidad rojiza. Según Antonio de la Calancha, ishma era sinónimo de llimpi, nombre aplicado al azogue y a su color bermellón, utilizado como maquillaje en diversos rituales que el cronista califica de hechicerías. En cualquiera de los casos, es evidente que dicho color tenía un especial significado religioso para los ichmas. Las paredes de los templos de Pachacámac estaban pintadas de ese color.

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Ubicación geográfica

El Señorío ichma abarcó los valles medio y bajo de los ríos Lurín y Rímac, en la costa central de la actual provincia de Lima, en parte del territorio donde antaño floreció la cultura Lima. Efectivamente, las fuentes etnohistóricas hablan de una etnia ichma que dominó dichos valles hasta la época incaica; sin embargo, los datos arqueológicos disponibles muestran diversos estilos en la cerámica y variadas expresiones en la arquitectura, por lo que debemos asumir que el término ichma agrupó en realidad a varios curacazgos que tenían características distintas. Hay quienes sostienen que por el sur, los ichmas llegaron hasta el valle de Mala. Sin embargo, aún no han sido definidos los límites del estado ichma.

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La capital

Todo este conjunto político tenía como centro a Pachacámac, ya para entonces un antiguo centro administrativo-ceremonial, el cual fue ampliado grandemente con la construcción de las llamadas pirámides de adobe con rampa. Este santuario era sede de una divinidad muy venerada por su oráculo, cuyo prestigio desbordaba los límites del señorío ichma. Hacia allí acudían en romería los habitantes de los valles costeños e incluso los de las serranías, para hacer consultas al dios. El ídolo del dios estaba tallado en madera y resguardado en una pequeña cámara. Su prestigio habría de mantenerse a lo largo del periodo Inca, prolongándose hasta la conquista española.

Principales centros

En el valle de Lurín: Pachacámac, principal centro ceremonial. Otros poblados: Maracuyá, Pampa de Flores, Jacinto Grande, Mal Paso, Molle, Manchay Alto, Huaycán, Chontay y Avillay.

En el valle del Rímac: Armatambo; Maranga (en el sector llamado la ciudadela de tapia, donde destacan las huacas de Tres Palos, Cruz Blanca, San Miguel, La Cruz, La Palma); Mateo Salado;

Mangomarca; Fortaleza de Campoy; Huaca Huantille; Huaca San Borja, entre otros.

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Organización política

El Señorío de Ichma dominaba a diversos curacazgos ubicados en los valles de Lurín y Rímac. Dichos curacazgos eran los de Sulco (Surco), Guatca, Lima, Maranca (Maranga) y Callao. Formarían una especie de confederación, aunque sobre ello no se tiene información suficiente.

Organización social

Al igual que otros señoríos de la costa central peruana, la masa de la población estaría dividida de acuerdo a su especialización: pescadores, agricultores, comerciantes, artesanos. En la cúspide de la pirámide social estaban, obviamente, los señores o nobles que conformaban la clase dirigente.

Organización económica

Las principales actividades económicas eran la agricultura, la pesquería y el comercio de los productos excedentes. Aprovecharon y mejoraron la excelente red de canales o acequias heredada de la cultura Lima, con la que ganaron extensas áreas para el cultivo. El valle de Lima era muy fértil y daba las subsistencias a una crecida población. Los grandes recintos ceremoniales, además de su función religiosa, servían como grandes almacenes de productos alimenticios y como centros de fabricación de productos suntuarios.

Contexto histórico

Hacia el 900 d. C. el Imperio Huari entró en franca decadencia. En su lugar surgieron expresiones culturales regionales, que inauguraron una nueva etapa en la historia andina. En los valles de Lurín y el Rímac, en el actual departamento de Lima, surge el llamado Señorío ichma o Ichimay. Los grandes poblados de la época anterior, situados en zonas alejadas de la costa (como Cajamarquilla), fueron abandonados para dar preeminencia a nuevos asentamientos más vinculados al litoral, como Pachacámac y Armatambo. También Maranga, la otrora capital de la cultura lima, volvió a tener importancia, elevándose un complejo de pirámides al sur del antiguo asentamiento. Al norte del señorío ichma se extendía el señorío de Collique, que dominaba el valle del Chillón y la zona de Carabayllo y llegaba hasta Quivi (Quives actual). Es posible que se haya forjado una alianza entre ambos señoríos para contener las constantes invasiones de etnias de la sierra, como la de los yauyos y chacllas. Lo cierto es que hacia 1470 d. C. se produjo la irrupción de los incas, supuestamente bajo al mando del príncipe Túpac Yupanqui (el Sapa Inca era entonces Pachacútec), quien anexó toda esa región a la órbita del Tahuantinsuyo. Sin embargo, las autoridades locales se mantuvieron, previo juramento de obediencia al Inca del Cuzco, y el santuario de Pachacámac mantuvo su prestigio e importancia, siendo ampliado por los mismos incas, aunque estos impusieron su propio estilo arquitectónico, elevando un templo del Sol y un Acllahuasi. La población del Señorío de Ichma debió ser muy grande; sólo en el valle bajo del Rímac debieron vivir más de 150 000 personas, pues según las crónicas, los incas organizaron la región en tres hunos; cada huno abarcaba a diez mil familias, según la meticulosa organización decimal inca.

Arte

Arquitectura

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Pirámide con rampa de Pachacámac, típico de la cultura ichma. Importantes expresiones arquitectónicas de los ichmas son sus pirámides truncas construidas con adobes, aunque algunas están sostenidas por una base de piedra. En todas ellas se distingue un común patrón religioso. Estos monumentos tienen básicamente dos características: El uso masivo del tapial, es decir de grandes adobes o adobones de barro apisonado, dejándose de lado la anterior técnica de los pequeños adobes o adobitos típicos de la cultura lima. La presencia de grandes rampas de acceso. En el sitio de Pachacámac se han identificado 15 templos con rampas. En Maranga, situado en el valle de Lima, destacan las pirámides o huacas de La Palma y Tres Palos. La pirámide con rampa de Huaquerones parece también seguir el mismo patrón. Dichas construcciones no solo cumplían funciones ceremoniales o religiosas, sino que también servían como almacén de productos alimenticios (maíz, ají, etc.) y como alojamiento de los artesanos que producían piezas de cerámica y tallas de madera, actividades realizadas en los sectores adyacentes a las pirámides. Tras la conquista inca las pirámides truncas con rampa cayeron en desuso y se impuso el estilo constructivo de los conquistadores.

Cerámica

Las construcciones ichmas se hallan asociados con cerámica con iconografía propia, que ha sido poco estudiado por los investigadores.

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«La cerámica ichma típica es de pasta gruesa y de color rojo claro, decorada algunas veces con combinaciones negro-blanco y blanco-rojo, con un ornamento escultórico llamado «cara gollete», es decir, un rostro estilizado decorando el cuello o gollete de la vasija. Se incluyen motivos con figuras antropomorfas, ornitomorfas, ictiomorfas y zoomorfas.»2 La cerámica Ichma es de tipo ceremonial y doméstico. Esta es sencilla en forma de cántaros u ollas pequeñas para cocinar, platos y jarras. En algunos casos presenta decoración simple por medio de franjas pintadas de color blanco, crema o guinda sobre la superficie de los ceramios. Entre las vasijas ceremoniales destacan cántaros antropomorfos con representación de dignatarios ornamentados con orejeras y tembetá así como figurinas de aves, camélidos y mujeres desnudas.

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