La Batalla de Salamina 480 AC

La Batalla de Salamina 480 AC

La Batalla de Salaminas 480 AC. Tras atravesar las Termópilas, el ejército persa prosiguió su avance, saqueando e incendiando Platea y Tespias, ciudades de Beocia que no se habían sometido a los persas, para luego marchar sobre la ciudad de Atenas, que ya había sido evacuada por aquel entonces. Mientras tanto, los aliados, en su mayoría del Peloponeso, prepararon la defensa del istmo de Corinto, demoliendo la única carretera que lo atravesaba y construyendo una muralla que lo cruzaba. La ciudad cayó, los pocos atenienses que se habían atrincherado en la Acrópolis fueron derrotados, y Jerjes ordenó el incendio de la ciudad.

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Caida de la Acrópolis Ateniese. Tras la batallas de las Termópilas, los atenieses abandonaron la ciudad, pero algunos se quedaron para defender la Acrópolis. Autor Peter Dennis

Como en el caso de las Termópilas, para que esta estrategia fuese efectiva se requería que la armada aliada bloquease simultáneamente a la flota persa, impidiéndole el paso a través del golfo Sarónico, para evitar que las tropas persas simplemente desembarcaran pasado el istmo, en el Peloponeso. Sin embargo, en lugar de un mero bloqueo, Temístocles persuadió a los aliados para que buscaran una victoria decisiva contra la flota persa.

Engañaron a los persas para que llevasen su armada hacia los estrechos de Salamina, Jerjes planeaba simplemente aplastar a los 300 trirremes griegos, que se oponían a su fuerza de 400 naves en las estrechas aguas en torno a Salamina. Temístocles, en cambio, tenía otras ideas. Desplegó su flota con los atenienses y los corintios a la izquierda, los eginetas y los espartanos a la derecha, esperando atraer a los persas a las aguas poco profundas y estrechas próximas a la bahía de Eleusis. Al aproximarse los persas, la mayoría de los trirremes griegos quedarían ocultos de ellos por una isla próxima. Con el fin de atraer a los persas a su perdición, Temístocles ordenaría a los 50 trirremes corintios bajo su mando que izaran velas y fingieran retirarse.

Los trirremes persas, construidos para combatir en mar abierto, se verían casi imposibilitados para maniobrar en el estrecho.

La mañana del 20 de septiembre del 480 AC, Jerjes subió a un trono dorado en las tierras altas sobre Salamina. Cuando atacaron a la vanguardia persa, muy dispersa en su persecución de los corintios, supuestamente en fuga. Cuando los capitanes de las naves persas que iban en cabeza se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, ordenaron una ciaboga es decir girara para hacerlos frente. No obstante, las naves que iban detrás de ellos no tenían a dónde ir, lo que sumió a la flota en el desorden. El número superior de los persas se había convertido ahora en un estorbo más que en una ventaja.

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Una línea de trirremes griegos maniobró ordenadamente para embestir al desconcertado enemigo, y sus espolones de bronce infligieron un mortal castigo a las naves persas, que se hundieron.

La flota persa sufrió un grave revés en la batalla de Salamina, donde perdieron 200 trirremes, la mitad de su contingente, frente a 40 de los griegos, acabando con la amenaza sobre el Peloponeso.

Jerjes, temiendo que los griegos atacasen los puentes del Helesponto y que pudieran dejar atrapado a su ejército en Europa, se retiró con gran parte del mismo de vuelta a Asia. Dejó un ejército más reducido de fuerzas escogidas al mando de Mardonio, para que completaran la conquista a lo largo del año siguiente.

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