Francisco Alvarez de Toledo y Figueroa

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Francisco Alvarez de Toledo y Figueroa

Francisco Álvarez de Toledo y Figueroa. Oropesa, España, 1516 – Escalona, id., 1582) Administrador colonial español. Consolidó la conquista española de Perú y fue virrey de esta colonia entre 1569 y 1581, período en el que efectuó una ardua tarea de reconocimiento personal de los dominios de su jurisdicción. Durante su mandato emprendió la organización administrativa del territorio y procedió a frenar el inmenso poder ejercido por los encomenderos. También implantó en el virreinato un eficaz sistema financiero, mediante el establecimiento de instituciones incaicas como la mita, y se ocupó de legislar la actividad laboral de la población indígena a través de sendas ordenanzas como la del Cuzco o la de Chuquisaca. A pesar de su eficaz labor administrativa en beneficio de la colonia, fue acusado de malversación de bienes y debió reprimir numerosas sublevaciones indígenas, entre ellas la que le llevó, en 1571, a ordenar la ejecución del inca Tupac Amaru, que significó el fin del reino de Vilcabamba.

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Segundo hijo del conde de Oropesa, Francisco Álvarez de Toledo y Figueroa entró al servicio de Carlos I a los quince años de edad, y tras combatir en las guerras que mantuvo la monarquía hispánica en Europa y el Mediterráneo, el monarca Felipe II (de quien había sido mayordomo) le nombró virrey del Perú (1568) en sustitución del virrey interino Lope García de Castro; Toledo accedió al cargo al año siguiente. Su política al frente del virreinato persiguió dos objetivos fundamentales: la consolidación de los derechos y privilegios reales frente a los encomenderos y la extinción definitiva de las recurrentes sublevaciones indígenas. Para llevarlos a cabo consideró necesaria una modernización de la administración que hiciera posible incrementar el poder real. Éste fue precisamente el objetivo de las llamadas Ordenanzas del virrey Toledo, que establecieron las bases del sistema colonial que perduró hasta el siglo XVIII. Fueron redactadas por Juan de Matienzo y Juan Polo de Ondegardo a raíz de un viaje de dos años de duración que realizó Francisco de Toledo y su cortejo por todo el virreinato, viaje que le permitió conocer la demografía del territorio y la organización administrativa incaica. La política del virrey Francisco de Toledo fue regida por los mismos objetivos que las Ordenanzas. Centralizó los aspectos esenciales de la administración colonial y reguló la encomienda y la mita, convirtiendo esta tradición incaica de trabajo para las autoridades en una forma de garantizar mano de obra barata, especialmente para el desarrollo de la minería en Potosí y Huancavelica. Impulsó además las reducciones, ordenando a la población indígena en un sistema de pueblos de indios bajo un patrón español, lo que favorecía así la evangelización y la concentración de los indígenas en áreas rurales concretas. Durante el virreinato de Toledo se fundaron nuevas ciudades, como Córdoba de la Nueva Andalucía, Tarija, Cochamba y Oropesa. También durante su gobierno se implantó en Lima el Tribunal de la Inquisición (1569), que, junto con el establecido en el virreinato de Nueva España, era el único tribunal que entendía de delitos ideológicos y religiosos en las colonias españolas de América. Por otra parte, ya desde el inicio de su mandato se encargó de sofocar con firmeza diversas revueltas indígenas. La más importante de todas ellas terminó en 1572, cuando consiguió capturar al caudillo Tupac Amaru I en Vilcabamba; tras destruir la ciudad, Francisco de Toledo ordenó su ejecución en Cuzco. También hubo de hacer frente al corso inglés en las costas del virreinato. La presencia amenazante de sir Francis Drake le conminó a fortificar el litoral y a fundar la llamada Armada del Mar del Sur, con sede en el puerto de El Callao. Toledo impulsó asimismo los conocimientos geográficos e históricos: ordenó la confección de nuevos mapas e impulsó la redacción de la Historia Indica (1872) de Sarmiento de Gamboa, una obra que trataba de demostrar que los incas habían sido a su vez usurpadores y conquistadores para, de esta forma, legitimar la conquista española. Después de haberlo solicitado en numerosas ocasiones, Toledo fue relevado de su cargo en 1581; ya en España, no fue bien recibido en la corte, de la que fue apartado. Sus virtudes políticas le valieron el apodo de El Solón peruano.

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