Edafología

La edafología es la disciplina que se dedica al estudio de los suelos, entendidos éstos como el conjunto de la superficie terrestre donde se desarrolla numerosas especies animales, vegetales y de microrganismos, y sobre la que actúan fenómenos atmosféricos y de la biosfera.

Para la edafología, los suelos están compuestos por diferentes capas de terreno. Estas etapas, cuya extensión y espesor varían, están formadas por materiales que provienen de la degradación de estructuras, denominadas rocas madre, que reposan sobre sustratos. Para proceder el estudio de los suelos hay que considerar características físicas, químicas, biológicas, mineralógicas y también climáticas, de modo que la edafología está relacionada con las disciplinas que estudian esas características.

En la edafología se sostiene que los suelos pueden degradarse y envejecer por un defecto de la síntesis orgánico y por un exceso de mineralización, lo que revertiría en el estado original de la roca. Cuando dichos procesos se deben prácticas agrícolas inadecuadas, sus consecuencias especialmente graves, ya que el resultado es una prematura y nociva partida de fertilidad del suelo. De ahí que uno de los objetivos de la edafología sea su aplicación en la agricultura y en las explotaciones forestales. En este contexto, el estudio del suelo ha adquirido una importancia creciente.

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Edafologia: formación y evolución de los suelos.

En la edafología se explica que la formación de los suelos obedece a un proceso complejo y requiere un tiempo prolongado. al igual que los organismos vivos presentan ciclos vitales, durante los cuales nacen, se desarrollan y mueren, los suelos tienen también ciclos equivalentes.

Estos ciclos comienzan con la fase de formación, que suele ser consecuencia de la meteorización de la roca madre. Los posteriores cambios que el suelo experimenta, con las consiguientes modificaciones de sus características, definen las diferentes fases de su formación.

El suelo alcanza su estrado adulto como consecuencia de la acumulación de los principales minerales que desprende la roca y de la sustancia orgánica que forman el humus. Es entonces cuando pueden realizar sus funcione fisiológicas que consisten en respirar, por intercambios gaseosos entre el oxígeno y el anhídrido carbónico, o nutrirse mediante la asimilación de los principios orgánicos activos. Los ciclos biológicos básicos como el carbono o el del nitrógeno, desempeñan en estas fases un papel fundamental.

Sin embargo, una excesiva mineralización puede hacer que el suelo degenere y acabe por morir. La duración natural de este proceso es de varios siglos, aunque en las últimas décadas, debido a la sobreexplotación por el hombre, la tala indiscriminada de los bosques y una deficiente gestión agrícola, estos ciclos se han acelerado hasta el punto de que, en algunas latitudes, se completan en apenas unos años.

Unos de los objetivos de la edafología se conoce la formación de los suelos, así como los factores que intervienen en su evolución, para poder aplicar acciones que eviten su desaparición y modificar algunas de sus características para favorecer su cultivo.

La roca madre es uno de los elementos más importantes en la constitución del suelo, ya que la mayoría de los materiales que lo forman se originan a partir de la degradación mecánica y química de aquella. Por tanto, las características del suelo dependen de la composición química y mineralógica de esa roca, así como de la estructura y la extensión superficial.

Cuando los materiales degradados que se apoyan en la roca madre proceden de ella, aunque estén mezcladas con otros de distinto origen, el suelo se denomina primario o autóctono. Si provienen de otras rocas y han sido transportados hasta allí por diferentes agentes, se llaman suelos alócatenos. En cualquier caso, la roca en la que se apoyan forman parte de ese suelo.

Sin embargo, el tipo de suelo dependen además de otras condicionantes, como la meteorización o los factores geodinámicas que producen la erosión. Por otra parte, la erosión. Por otra parte, la alteración que los factores atmosféricos ejercen sobre las rocas guarde relación con las condiciones climatológicas del lugar y con los cambios de temperatura. De este modo, las variaciones de temperatura y de humidad, así como la estabilidad o inestabilidad del régimen meteorológico, regulan el deterioro que sufren las rocas.

Por tanto, en función del ambiente en el que se produzcan las alteraciones, un mismo tipo de roca puede generar diferentes materiales. Por ejemplo, puede ocurrir que los materiales que se desprenden de la roca madre permanezcan en el lugar de formación y creen una cubierta que la proteja de las nuevas agresiones.

La edafologia trata de explicar que las acciones de los seres vivos en relación con los procesos de formación de los suelos, con su mantenimiento y con los cambios que se producen en ellos pueden ser directas o indirectas. Directas son las actuaciones de los hombres sobre el sustrato, de modo que, el intercambiar con los diversos materiales, ejercen sobre los componentes edáficos una influencia química.

No obstante, son las acciones indirectas las que revisten mayor importancia. Estas son el resultado de los productos de descomposición de la materia viva, productos que forman el humus del que se derivan muchas de las características de los suelos.

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Además de todo ello, la topografía determina la posibilidad de retención de las partículas, sobre lo cual también influyen los agentes de transporte geodinámicas, como, por ejemplo, el viento o el agua.

Edafología: estructura del suelo.

La estructura de un determinad suelo se establece partiendo de un corte vertical realizado en el terreno hasta alcanzar la roca compacta que está debajo. La superficie de esta sección mostrará capas horizontales paralelas entre sí, que deben poder diferenciarse atreves de diversas peculiaridades morfológicas, como pueden ser el color, el tamaño de las partículas o la cohesión del terreno.

Cada una de estas capas recibe el nombre de horizonte, y el conjunto de las mismas, es el que define el perfil del suelo. Dicho perfil consta de una secuencia estratificada de los horizontes y es la pauta básica que dirige los estudios edafológicos. Cada tipo de suelo consta de cuatro horizontes, denominados respectivamente, C, B, A y O, este último el más superficial.

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Por su parte, el estudio del perfil aporta datos acerca del, origen, la evolución y la calidad del suelo. Dado que la cantidad y el espesor de los horizontes son variables, estos rasgos constituyen el dato fundamental para establecer los distintos tipos o categorías de los suelos. Entre ellos pueden citarse los siguientes:

  1. Horizonte C. – Está formado por los materiales generados por la disgregación mecánica de la roca madre y es el horizonte mineral menos alterado. Las partículas pueden tener un tamaño moderado o grande, pero poseen la misma composición mineralógica que la roca sobre la que están depositadas. Debido a ello, algunos especialistas consideran a esta roca como parte del mismo horizonte; otros, sin embargo, creen que se trata de un horizonte en sí mismo, al que denominan horizonte R, definido porque su alteración mecánica y química es nula.
  2. Horizonte B. – Está situado encima del horizonte C y las diferencias de aspecto y composición que existen entre ambos se deben a la acumulación de materiales que proceden de las capas superiores. Las acciones erosivas, de filtración, de lixiviación y de disolución de los componentes de las capas son más variables en este horizonte, al que se conoce también como iluvial.
  3. Horizonte A. –Recibe también el nombre de horizonte aluvial y su tonalidad es más clara que la de los horizontes que lo rodean, por lo general entre parda y gris. Existe en esta capa una gran emigración de materiales, sobre todo solubles, que el agua lleva hacia a las capas más profundas. Este horizonte constituye la primera capa de suelos propiamente dichos y sus características varían según el uso al que destine el terreno. En algunas ocasiones, el horizonte O no existe, de manera que el A es el primer horizonte que aparece.
  4. Horizonte O. – También denominado L o Fo, abarca la capa superior. Sus componentes tienen una procedencia casi exclusivamente orgánica y están constituidos por restos de animales y vegetales en descomposición.

Los restos de rasgos morfológicos, por ejemplo, las hojas y las ramas, en un horizonte permiten identificar su procedencia. Al acentuarse la descomposición de estos elementos, los retos ocupan posiciones más profundas; con lo que la incorporación de nuevos elementos permite identificarlos de una forma precisa.

Así en los horizontes gruesos diferenciarse dos componentes. La más superficial conserva con claridad sus características morfológicas, aquellas están borradas, pueden establecerse su procedencia a partir de la composición del nivel anterior, ya que el paso de una a otra es gradual.

Aunque el humus, que es el material orgánico resultante de la descomposición de los restos de los seres vivos, constituye básicamente el horizonte O, también aparece en horizontes más profundos en cuyo caso se encuentra mezclado con materiales de diferentes orígenes.

Algunas clasificaciones especializadas establecen subdivisiones intermedias en los horizontes. Otros establecen subdivisiones intermedias en los horizontes. Otras establecen nuevos horizontes como el G, de gley verdoso, rico en hierro ferroso, o el Ca, de carbonatico cálcico.

Aparte del perfil, el análisis de los suelos permite determinar otras características, como el color, el espesor de las capas, la porosidad, la contextura, la presencia de nódulo a la existencia de concreciones rocosas.

Edafología: características de los suelos

Característica de los suelos que reciben mayor atención son las relacionadas con su posible cultivo. Así la porosidad y la permeabilidad, muy unidas entre sí, dependen de distintos factores. La primera se mide como la relación que existe entre un volumen determinado y su contenido en producto sólido. Visto de otra manera, el espacio libre que dejan entre sí las partículas del suelo determina la porosidad del mismo.

Por otra parte, la forma, el tamaño y la disposición relativa de dichas partículas también definen la porosidad. Por ejemplo, la porosidad de los granos de arena de cuarzo puede ser de 45-50 por ciento en función del tipo de apilamiento, pero sí se trata de partículas más finas, por ejemplo, polvo del mismo material, el índice podría reducirse al 5 por ciento.

La permeabilidad, que es la facilidad para la circulación de líquidos, depende de un gran número de factores, uno de los cuales es la porosidad. Existe una íntima relación entre la composición química y mineralógica de los granos y el tamaño de los mismos, lo que influye en su adherencia a la superficie; también se debe tener en cuenta en este concepto la presión y la viscosidad del material circulante.

El color del suelo está relacionado sobre todo con el humus y con la proporción de los derivados férricos, y tiene carácter diferencial. El color puede diferir, incluso tratándose del mismo suelo, pero en ocasiones permite identificar determinados tipos en diferentes zonas. Así la denominación de tierras grises o negras va más allá del color, ya que indica determinadas peculiaridades.

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Una importante propiedad química del suelo es la acidez, que depende a su vez del contenido en minerales, de la acción de los microorganismos y del humus.

Los componentes habituales de casi todos los suelos son el carbonato de calcio y las arcillas, que darán lugar a suelos de tipo calcáreo o arcilloso, respectivamente. También pueden encontrarse otros elementos, como la sal o el yeso, si bien estos suelos son menos comunes.

Edafología: tipos de suelos

Desde que se iniciaron los estudios de edafología, la ordenación de los tipos de suelos se ha realizado siguiendo diversas pautas. Esta ordenación adquiere gran importancia a la hora de planificar la actividad agrícola, ganadera y forestal.

Los suelos que pueden caracterizarse de una manera fácil y evidente reciben denominaciones específicas. Por lo general, la clasificación se realiza en función de propiedades como el color, los componentes, alguna característica física o química destacada, la acides o la permeabilidad. La utilización de muchos de estos criterios puede resultar útil para establecer un orden sistematizado de los suelos.

Sin embargo, cualquier tipo de clasificación debe tener en cuenta el origen del suelo, así como los factores que han influido en la transformación de sus componentes. Aunque no hay ningún sistema que englobe todos estos requerimientos, uno de los más validos es el basado en los horizontes que forman el perfil. La razón es que la presencia o ausencia del perfil. La razón es que la presencia o ausencia del perfil, así como los distintos detalles relativos a su naturaleza, pueden poner de manifiesto determinados aspectos relativos a su naturaleza, pueden poner de manifiesto determinados aspectos relativos a su origen y evolución, así como algunas características fisicoquímicas.

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  1. Suelos AC. – Los especialistas suelen conceptuarlos como suelos en proceso de formación, a partir de los cuales se desarrollan los restantes. En los climas más áridos o bien cuando la configuración del terreno no permite que se acumulen los productos de disgregación de la roca madre, esta fase puede prolongarse indefinidamente.

Las fases de formación iniciales producen un terreno con la roca ligeramente recubierta por una fina capa de materiales que se y han desprendido de la misma, junto con residuos de productos orgánicos. Entre este tipo de suelos se encuentran las rendzinas y los rankers. Las primeras tienen una coloración muy oscura, suelen ser muy abundantes en humus y presentan un gran predominio de carbonatos, sobre todo cálcico, los que le convierten en alcalinos. En cuanto a los rankers, se desarrollan a partir de los silicatos y sus principales características diferenciadoras es la acidez.

La vegetación en estos suelos suele ser escasa y los árboles constituyen una excepción. Las formas incipientes suelen presentar líquenes y musgos, y cuando alcanzan un estado más evolucionado, la vegetación se hace herbácea.

  • Suelos ABC. – Este tipo de suelos es más maduro que los anteriores, de modo que sus características no dependen tanto de los que posea la roca madre. La cantidad de material acumulado sobre esta, que no siempre supera a la del tipo AC, no están importante como el hecho de que esté ordenado  de tal manera que la composición y características  del material situado en la parte más profunda sean distintas del producto superior. No obstante, las diferencia que existen entre los horizontes A y B son casi siempre progresivas y graduales, y la transición entre un horizonte y otro suele realizarse de forma casi inapreciable. Según el origen y la composición del horizonte B pueden establecerse tres grupos de estos suelos
  • En aquellos cuyo horizonte B proviene directamente de la alteración de la roca madre, el componente principal suele ser arcillas generadas por la transformación de los silicatos, como micas, feldespatos y anfíboles, lo que libera oxido ferroso y aluminio. Sus características dependen de las que posee la roca original, su v color más frecuente es el pardo y suele tratarse de suelos inestables.
  • Los suelos cuyo horizonte B presenta una acumulación de arcilla que proviene del horizonte A, se denominan lixiviados, en los que es típico el arrastre por filtración de materiales procedentes de las zonas superiores.
  • El tercer grupo lo forman los suelos podzolizados. En estos casos, el horizonte contiene sesquióxidos y sustancia húmicas. En los grupos previos, el material arcilloso proviene de los horizontes R y A, respectivamente, pero en este se trata de una combinación de ambos procesos. Como consecuencia de ello, y de la consiguiente formación de coloides amorfos, se produce la separación de los óxidos ferrosos y del aluminio que otorgan al suelo un característico color rojo.

Otras clasificaciones siguen pautas bioclimáticas o de naturaleza mineralógica. También pueden atender al grado de evolución o a la composición. Entre los suelos más evolucionados, a parte de los podzólicos que ocupan las áreas frías del hemisferio boreal con vegetación de coníferas, están el rojo mediterráneo, el ferruginoso tropical y el suelo con gley (estos dos últimos permanecen inundados).

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