La Batalla del Maratón (490 AC)

La Batalla del Maratón (490 AC)

La batalla de Maratón (490 AC). En el 492 AC, Darío rey de Persia, decidió enviar a la Grecia continental una expedición como forma de castigo a los griegos que habían apoyado las revueltas de las ciudades griegas Jonias. Este suceso marco el inicio de la Primera Guerra Medica. El yerno del rey Darío, Mardonio fue enviado con un ejército a Tracia, conquistándola y obligando a Alejandro rey de Macedonia a someterse al yugo persa. Estaba a punto de dirigirse a Grecia, cuando la mayor parte de su flota quedó destruida por un temporal frente al monte Athos, lo cual le obligó a retornar a Asia.

Este fracaso no desanimó a Darío que ordenó inmediatamente la salida de otra expedición, pero Mardonio estaba herido por una flecha, así que confió el mando de la expedición a Artafernes, hijo del sátrapa de Sardes y a Datis el almirante medo.

Por medio de Hipias (anterior tirano de Atenas, a favor de los persas desde su exilio), se había enterado de que Atenas estaba dividida en dos bandos uno liderado por Milciades en contra de los persas y los alcmeónidas a favor, así es que la idea era alejar al ejército ateniense de la ciudad y desembarcar un ejército persa en Falero y apoyar a los alcmeónidas para tomar Atenas. Los dos problemas a los que se enfrentaba Artafernes era de cómo podía reforzar la moral de los alcmeónidas y como alejar al ejército que los mantenía a raya.

Se buscó la solución sometiendo la isla de Eubea que podía ofrecer una resistencia limitada, con lo cual sembraría el terror entre los atenienses y la alegría de los conspiradores, y para alejar al ejército, desembarcarían en la bahía de Maratón, a 42 km de Atenas, y esperar a que el ejército se dirigiese allí.

Movimientos previos

A principios de agosto del 490 AC, todo estaba dispuesto para llevar a cabo el astuto plan, los transportes persas escoltados por la flota, zarparon hacia la isla de Rodas, asediando la ciudad de Lindo, después se dirigieron a la isla de Samos, desde allí operaron contra las islas Cicladas, se sabe que arrasaron Naxos incluyendo sus templos, pasaron por la isla de Paros, y finalmente llegaron a la isla de Eubea desembarcando en Karysto, que fue asaltada y desbastada, desde allí remontaron el canal de Eubea (Negroponto) y se dirigieron a Eritrea, los eritreos pidieron ayuda a Atenas para resistir, estos disponían de un ejército de 3.000 hoplitas, 600 jinetes y 60 carros. El asalto persa duró 7 días siendo tomada, incendiada y su población reducida a la esclavitud. Los 4.000 clerucos o colonos atenienses que habitaban las tierras de la ciudad eubea de Calcis, que fueron enviados a socorrerlos tuvieron que darse a la fuga, parte de ellos consiguieron cruzar el canal por Oropus y llegaron a Grecia.

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Ruta del almirante medo Datis y la flota persa a Maraton en el 490 AC

Mientras Artafernes sitiaba Eretria, Datis con el resto de la fuerza desembarcó en la costa oriental del Ática, en la llanura de Maratón, lugar recomendado por Hipias para ofrecer batalla, por considerarla el mejor lugar para que actuara la caballería persa. Los persas desembarcaron 23.000 infantes, 3.000 arqueros y 1.000 jinetes en la bahía de Maratón, y esperaron al ejército griego.

Los atenienses al enterarse del desembarco mandaron al famoso corredor Filipides a pedir ayuda a los espartanos, recorriendo 225 km en dos días, pero estos estaban en una fiesta religiosa y dijeron que hasta el cambio de luna no acudirían (12 o 13 de septiembre).

Los griegos se presentaron entre el 2 o el 3 de septiembre con 10.000 hoplitas al mando del polémarcos Calímaco de Afidna y 10 estratégos o generales tribales entre los que se encontraba Milciades el Joven (este general había servido con Darío I cuando éste cruzó el Danubio contra los escitas) y otros 1.000 platenses. Estableciendo su campamento en las alturas del monte Kotroni, desde cuya altura donde podían observar el campamento y actividades persas a resguardo de su temible caballería, y al mismo tiempo proteger el camino a Atenas, rodearon el campamento con ramas y troncos para evitar que se acercasen los jinetes persas.

Allí estuvieron esperando durante varios días, a que llegasen los espartanos para enfrentarse a los persas.

El 12 de septiembre, por la tarde, Milciades observó que los persas habían embarcado su caballería, y que probablemente la idea era abandonar el campo de batalla y dirigirse a Atenas, que estaba desguarnecida. También se habrían enterado de la caída de Eretria, con lo cual las fuerzas de Artafernes estaban libres. Se celebró un consejo de guerra y se acordó atacar inmediatamente y no esperar a los espartanos.

Despliegue inicial

Entonces dio la orden de formar a sus tropas, ocupando las alturas paralelamente a la playa, con un frente de unos 1.500 m (hay autores que mantienen que desplegaron perpendicularmente). Los griegos desplegaron los 11.000 hoplitas en tres unidades cuyo centro era menos denso con tan solo 4 filas, mientras mantuvieron 8 en los flancos. El ala derecha que era el puesto de honor, estaba mandada por Calimaco y los plateos estaban en el ala izquierda.

Los persas se encontraban a 8 estadios (1.500 m) y probablemente desplegaron en el centro la infantería pesada es decir los jonios y soldados de Asia menor y en los flancos la infantería persa que era más ligera. Estaban desplegados entre el arroyo Charadra y la pequeña Marisma de espaldas al mar.

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Los griegos avanzaron a paso normal hasta situarse a 200 metros de las líneas persas, pararon reorganizaron las filas e iniciaron una carga a la carrera para evitar las flechas persas.

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Ambos ejércitos chocaron, los griegos cedieron en el centro y empujaron a los persas por las alas, es decir el frente griego se volvió cóncavo, envolviendo a los persas de forma muy similar a la batalla de Cannas, los persas fueron presionados por las alas, quedando completamente envueltos, siendo empujados hacia el mar, y la lucha continuó en el mar, y los griegos intentaron incendiar las naves persas, sobre todo sus velas, consiguiendo incendiar 7 que fueron finalmente capturadas. Los persas consiguieron embarcar la mayoría de sus fuerzas, sufriendo 6.400 bajas frente a 192 entre ellos dos generales Calimaco y Cenigiro, hermano de Esquilo. (Posiblemente estas cifras no sean reales).

Era ya casi el anochecer cuando finalizó la batalla, Milciades mandó a un corredor (posiblemente Filipides) para comunicar la victoria o bien para decirles que los persas se dirigían allí. El ejercitó griego, dejó a algunos al cuidado de los heridos, y volvió a marchas forzadas a Atenas. Los muertos fueron enterrados bajo un túmulo de cuatro metros de altura, que aún hoy en día marca el lugar de la batalla.

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Batalla de Maraton 490 AC después de la batalla, los griegos no tuvieron tiempo para celebraciones y se preparan para una marcha nocturna a Atenas para llegar antes que la flota persa. Autor Richard Hook para Osprey

Cuando Datis terminó de embarcar los restos de su ejército, Artafernes ya debía estar navegando y su vanguardia posiblemente había doblado el cabo Cinosura, y se dirigía a Falero para desembarcar sus tropas, pero cuando llegó se enteró de que loa atenienses habían regresado y los espartanos estaban a punto de llegar, por lo que decidió poner rumbo a Asia.

Aquella misma noche, la vanguardia espartana llegó a Ática, al enterarse de que la batalla había finalizado, se acercaron a Maratón para ver la mortandad persa.

La batalla no fue decisiva, las bajas ocasionadas a los persas fueron irrisorias comparadas con el potencial de su ejército, pero por primera vez en la historia los griegos habían derrotado a los persas, siendo una victoria psicológica muy importante.

Los ejércitos griegos

Grecia había sido invadida sucesivamente por pueblos a caballo que se establecieron en su territorio, en el 1.200 AC los dorios se establecieron en lo que sería Esparta, los jonios que derrotaron a los dorios en el istmo de Corinto y se establecieron en el Ática y la isla Eubea, los tracios que se establecieron en el norte.

Estos pueblos abandonaron la caballería por un lado el terreno no proporcionaba buenos pastos para la cría de caballos, salvo en la zona de Macedonia, por otro lado eran poco eficaces, ya que el terreno pedregoso de la Grecia peninsular era de igual modo impracticable tanto para los carros ligeros como para los caballos no herrados.

En las largas distancias recorridas diariamente, los cascos de los caballos se desgastaban o se herían por las piedras, y hasta la invención de la herradura, sucedía que una parte nada despreciable de los caballos llegaban renqueando al campo de batalla. No obstante, el carro conservó un estatus privilegiado, sobre todo a través de la poesía épica, y fue utilizado en las carreras de caballos de los juegos Olímpicos o en los juegos Panatenaicos.

La participación de la caballería en la guerra no era demasiado gloriosa, ya que en la batalla su papel era irrelevante y sólo entraban en escena cuando se deshacía la falange enemiga y los jinetes tenían el dudoso honor de perseguir a los derrotados y rematarlos por la espalda. La caballería se constituyó a partir de ese momento como un privilegio social exclusivo para los ricos que pueden mantener el costoso equipo del jinete, pero que no se comparaba al honor de pertenecer a la falange. El rechazo de cabalgar se puede apreciar en las citas de Jenofonte: ”montaban los caballos los soldados físicamente más débiles y menos valerosos”.

La reina de las batallas era la infantería, se organizaba en la famosa falange hoplita, que surge a finales del siglo VIII y mediados del VII AC, durante el paso de la Edad Oscura a la Edad Arcaica.

La geografía montañosa de Grecia, contribuyó al aislamiento por tierra con el resto de poblaciones, generando ciudades con independencia política y con tradiciones o aspectos culturales muy diferenciados, lo que hoy se conoce como polis o ciudades-estado, que para su defensa necesitaban a a la mayor cantidad de gente posible, que pudieran costearse por ellos mismos el equipamiento necesario. Serán de este modo los propios ciudadanos quienes, llegado el momento, tomen las armas y se preparen para la guerra.

Para poder luchar por su polis se debía ser ciudadano de ella y tener una renta mínima. Aunque se sigue debatiendo dónde estaba el umbral de separación, en un primer momento serían solo los aristócratas y los más pudientes quienes formaran la falange, debido al coste del equipamiento, pero se iría ampliando con el paso del tiempo hasta involucrar al campesino medio propietario de tierras.

Equipamiento de un hoplita

Existía un equipamiento que era considerado básico y que era obligatorio para todos los hoplitas y otro que era opcional.

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El equipamiento básico el escudo, los griegos llamaban genéricamente aspis a los escudos, pero el hoplón era el escudo especifico de los hoplitas, el yelmo o casco, la lanza o dory y posteriormente la espada o siphox:

El hoplón era el escudo cóncavo redondo de madera de álamo o sauce forrado de cuero y cubierto por una lámina de bronce, con un diámetro de 90 a 100 cm de diámetro y con un peso de 7 a 8 kilos, poseía una abrazadera denominada porpax que se situaba en el centro y que estaba destinada a sujetar el antebrazo y una agarradera de piel llamada antilabe que se situaba cerca del borde y que se agarraba con la mano, así el escudo se sostenía mediante dos puntos de apoyo que permitían distribuir y equilibrar mejor su considerable peso. La superficie exterior se pintaba con símbolos alusivos a la familia a la que pertenecía, a la ciudad por la que luchaba; otras veces se pintaban allí símbolos protectores como una amenazante cabeza de Gorgona que, simbólicamente, petrificaría al enemigo, otras alusiones son religiosas como por ejemplo el tridente del dios del mar Poseidón. Esparta decidió que en los escudos de sus hoplitas se representaría una gran lambda, la (Λ) inicial de Lacedemonia en griego antiguo; los tebanos plasmaban allí una maza o clava, que significaba la maza de Heracles; los sicionios usaban una sigma (Σ), los atenienses usaban una alfa (A). Los hoplitas formaban un muro con sus escudos que se solapaban, acometiendo con la lanza por entre la unión entre dos escudos. Como los hoplitas tenían cubierto su costado izquierdo por su hoplón, tendían a desplazarse a la derecha para protegerse con el escudo de su compañero, haciendo que la falange se desplazase siempre hacia la derecha. Hay un proverbio espartano que dice: ”Puedes abandonar tu casco, que sólo te protege a tí, pero jamás puedes abandonar tu escudo, que protege a tu compañero”.

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Panoplia hoplita espartano 546 AC: 1 coraza de bronce tipo campana; 2 grebas, 3 yelmo tipo ilirio con la cara abierta; 4 yelmo tipo corintio con la cara cerrada y protección nasal; 5 penacho de pelo de caballo; 6 penacho de bronce, 7 como armas lleva el escudo (aspis) tipo hoplón y la lanza de acometida dory. Se sugiere que combatían desnudos. El blasón del escudo es la cara de la Gorgona o Medusa. Autor Steve Noon para Osprey

Las grebas eran una pieza de bronce que cubría la pierna desde la rodilla hasta la base del pie, normalmente protegían ambas piernas, pero había casos en que no tenían dinero suficiente y solo protegían la pierna izquierda que era la que generalmente estaba más adelantada. Las primeras grabas cubrían solo la espinilla y se denominaron espinilleras o cnémida, cuando encerraban completamente la pierna se llama grebón.

También había guardas para los brazos, antebrazos, muslos, tobillos y pie, pero que desaparecieron a partir del siglo VI AC.

Los jinetes empleaban una lanza de acometida más ligera denominada kamas (significa caña) que eran largas y finas, a veces complementaban con un par de jabalinas para ser lanzadas.

No había uniformidad en la falange, lo único era en escudo pintado con el mismo emblema y los espartanos llevaban una capa roja o himation y una túnica o chitón también de color rojo, para que los enemigos los pudieran distinguir bien a lo lejos, y al mismo tiempo disimular cuando estaban heridos, ya que el color rojo disimula la sangre. Los mejores soldados que solían estar mejor protegidos, luchaban en las primeras filas, los menos protegidos iban al final, los oficiales combatían en primera fila, en el caso de los espartanos para que se distinguiese de los demás llevaban una cimera o penacho longitudinal y los oficiales superiores una transversal como llevarían posteriormente los centuriones romanos.

 

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